JOSÉ MARTÍ (1853 – 1895)
VERSOS SENCILLOS (1891)
CUARTA ENTREGA
XXXV
¿Qué importa que tu puñal
Se me clave en el riñón?
¡Tengo mis versos, que son Más fuertes que tu puñal! ¿Qué importa que este dolor Seque el mar y nuble el cielo? El verso, dulce consuelo, Nace al lado del dolor. XXXVI
Ya sé: de carne se puede
Hacer una flor; se puede, Con el poder del cariño, Hacer un cielo, ¡y un niño! De carne se hace también El alacrán; y también El gusano de la rosa, Y la lechuza espantosa. XXXVII
Aquí está el pecho, mujer,
Que ya sé que lo herirás; ¡Más grande debiera ser, Para que lo hirieses más! Porque noto, alma torcida, Que en mi pecho milagroso, Mientras más honda la herida, Es mi canto más hermoso. XXXVIII
¿Del tirano? Del tirano
Di todo, ¡di más!; y clava Con furia de mano esclava Sobre su oprobio al tirano. ¿Del error? Pues del error Di el antro, di las veredas Oscuras: di cuanto puedas Del tirano y del error. ¿De mujer? Pues puede ser Que mueras de su mordida; ¡Pero no empañes tu vida Diciendo mal de mujer! XXXIX
Cultivo una rosa blanca
En julio como en enero, Para el amigo sincero Que me da su mano franca. Y para el cruel que me arranca El corazón con que vivo, Cardo ni oruga cultivo; Cultivo la rosa blanca. XL
Pinta mi amigo el pintor
Sus angelones dorados, En nubes arrodillados, Con soles alrededor. Pínteme con sus pinceles Los angelitos medrosos Que me trajeron, piadosos, Sus dos ramos de claveles. XLI
Cuando me vino el honor
De la tierra generosa, No pensé en Blanca ni en Rosa Ni en lo grande del favor. Pensé en el pobre artillero Que está en la tumba, callado; Pensé en mi padre, el soldado; Pensé en mi padre, el obrero. Cuando llegó la pomposa Carta, en su noble cubierta, Pensé en la tumba desierta No pensé en Blanca ni en Rosa. XLII
En el extraño bazar
Del amor, junto a la mar, La perla triste y sin par Le tocó por suerte a Agar. Agar de tanto tenerla Al pecho, de tanto verla Agar, llegó a aborrecerla; Majó, tiró al mar la perla. Y cuando Agar, venenosa De inútil furia, y llorosa, Pidió al mar la perla hermosa, Dijo la mar borrascosa: "¿Qué hiciste, torpe, qué hiciste De la perla que tuviste? La majaste, me la diste; Yo guardo la perla triste." XLIII
Mucho, señora, daría
Por tender sobre tu espalda Tu cabellera bravía, Tu cabellera de gualda: Despacio la tendería, Callado la besaría. Por sobre la oreja fina Baja lustroso el cabello, Lo mismo que una cortina Que se levanta hacia el cuello. La oreja es obra divina De porcelana de China. Mucho, señora te diera Por desenredar el nudo De tu roja cabellera Sobre tu cuello desnudo: Muy despacio la esparciera Hilo por hilo la abriera. XLIV
Tiene el leopardo un abrigo
En su monte seco y pardo: Yo tengo más que el leopardo Porque tengo un buen amigo. Duerme, como en un juguete, La mushma en su cojinete De arte del Japón yo digo: “No hay cojín como un amigo”. Tiene el conde su abolengo; Tiene la aurora el mendigo; Tiene ala el ave: ¡yo tengo Allá en México un amigo! Tiene el señor presidente Un jardín con una fuente, Y un tesoro en oro y trigo: Tengo más, tengo un amigo. XLV
Sueño con claustros de mármol
Donde en silencio divino Los héroes, de pie, reposan: ¡De noche, a la luz del alma, Hablo con ellos; de noche! Están en fila: paseo Entre las filas: las manos De piedra les beso: abren Los ojos de piedra: mueven Los labios de piedra: tiemblan Las barbas de piedra: empuñan La espada de piedra: lloran ¡Vibra la espada en la vaina! Mudo, les beso la mano. ¡Hablo con ellos, de noche! Están en fila: paseo Entre las filas: lloroso Me abrazo a un mármol: "¡Oh, mármol Dicen que beben tus hijos Su propia sangre en las copas Venenosas de sus dueños! ¡Que hablan la lengua podrida De sus rufianes! Que comen Juntos el pan del oprobio, En la mesa ensangrentada! Que pierden en lengua inútil El último fuego! ¡Dicen, Oh mármol, mármol dormido, Que ya se ha muerto tu raza!" Échame en tierra de un bote El héroe que abrazo: me ase Del cuello: barre la tierra Con mi cabeza: levanta El brazo, ¡el brazo e luce
Lo mismo que un sol!: resuenaLa piedra: buscan el cinto
Las manos blancas: del soplo Saltan los hombres de mármol! XLVI
Vierte, corazón, tu pena
Donde no te llegue a ver, Por soberbia, y por no ser Motivo de pena ajena. Yo te quiero, verso amigo, Porque cuando siento el pecho Ya muy cargado y deshecho, Parto la carga contigo. Tú me sufres, tú aposentas En tu regazo amoroso, Todo mi amor doloroso, Todas mis ansias y afrentas. Tú, porque yo pueda en calma Amar y hacer bien, consientes En enturbiar tus corrientes Con cuanto me agobia el alma. Tú, porque yo cruce fiero La tierra, y sin odio, y puro, Te arrastras, pálido y duro, Mi amoroso compañero. Mi vida así se encamina Al cielo limpia y serena, Y tu me cargas mi pena Con tu paciencia divina. Y porque mi cruel costumbre De echarme en ti te desvía De tu dichosa armonía Y natural mansedumbre; Porque mis penas arrojo Sobre tu seno, y lo azotan, Y tu corriente alborotan, Y acá, lívido, allá rojo, Blanco allá como la muerte, Ora arremetes y ruges, Ora con el peso crujes De un dolor más que tú fuerte, ¿Habré, como me aconseja Un corazón mal nacido, De dejar en el olvido A aquel que nunca me deja? ¡Verso, nos hablan de un Dios A donde van los difuntos: Verso, o nos condenan juntos, O nos salvamos los dos! |
viernes
JOSÉ MARTÍ - VERSOS SENCILLOS (IV)
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