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ZARPES DESDE CATALUNYA / LUIS SILVA SCHULTZE



COSMITO
Nuestra clase de cuarto año, está en un segundo piso de un liceo montevideano, y cuenta con un aula amplia y luminosa seguida de un balcón que parece un trampolín hacia el mar y el cielo. Este paisaje maravilloso del mundo que nos ha tocado vivir, (la gente, la playa, las olas, las gaviotas), y del mundo que está un poco más allá y que nos gustaría conocer, (sol, luna, planetas, estrellas), nos invita a estudiar astronomía, pero también a divertirnos con ella, como si estuviéramos viendo una buena película de aventuras. ¿Quién no disfruta luego de apagarse el volcán rojo de un atardecer, y en una noche veraniega, con la sublime belleza de infinitas lucecitas blancas esparcidas por el firmamento negro? Tras la poesía, que queda atrapada entre el asombro y el misterio, llega la astronomía a darnos una mano científica a nuestra curiosidad por saber más y comprender mejor lo que estamos viendo. Ella nos lleva, a lomo de libros, planetarios, telescopios, teorías, a cabalgar por mundos fantásticos y fascinantes, y luego nos trae de vuelta a nuestra casita de piso de tierra, la única privilegiada del barrio que cuenta con luz y agua, la luz y el agua de la vida.
A nuestro profesor de astronomía le hemos puesto el sobrenombre de Cosmito. Él lo sabe, pero lejos de enojarse, sonríe complacido porque sabe que ese diminutivo cariñoso lleva también un aroma de admiración y gratitud. Es un excelente docente y mejor amigo, tanto es así que no sería de extrañar que dentro de unos años, alguno de nosotros escriba un cuento galáctico que lo recuerde.
Cosmito, antes de contarnos su proyecto de astronomía práctica que tiene pensado realizar con nosotros en los próximos días, efectúa primero una breve introducción teórica, mientras mira por la ventana abierta cómo todos los pájaros errantes del mundo llegan a Malvín para disfrutarlo.
De todos los misterios cosmológicos, comienza, el que más ha sorprendido a los astrónomos de todas las épocas, es la inconmensurable extensión del espacio interestelar con su impresionante vacío. ¿Cómo fue el origen de todo? La ciencia de hoy responde con la teoría del Big Bang. Aunque su traducción literal del inglés sería Gran Explosión, realmente no lo fue con el significado que damos corrientemente hoy a la palabra explosión. Fue más bien, “una expansión vasta y súbita a una escala descomunal” (Bill Bryson). En 1924, Hubble, extraordinario astrónomo norteamericano, descubre que nuestra galaxia, la Vía Láctea, no era la única que existía en el Universo, (una galaxia es una acumulación gigantesca de miles de millones de estrellas, planetas, gases y polvo, que giran alrededor de un centro). En 1927, el sacerdote belga Lemaître, da tímidamente la primera idea de Big Bang, cuando postula que el Universo está en expansión, por lo que entonces, debió tener un comienzo, “un huevo cósmico explotando en el momento de la creación”, según sus palabras. En 1929, otra vez Hubble, descubre que desde cualquier punto del universo que uno mire, las miles de millones de galaxias existentes, se están expandiendo a una extraordinaria velocidad, alejándose unas de otras, por lo que en algún momento anterior tuvieron necesariamente que converger en un punto común e inicio del todo. El universo entonces, no era estático, inmutable, como se creía hasta bien entrado el siglo veinte. “El descubrimiento de que las galaxias se expanden, es una de las más grandes revoluciones intelectuales del siglo veinte”, (Stephen Hawking).
Pero donde adquirió categoría de teoría científica el Big Bang, fue en 1964, cuando dos radioastrónomos norteamericanos, Penzias y Wilson, descubren casualmente los restos de la radiación cósmica provocada cuando el universo baja algo su temperatura y se hace transparente, solo 340.000 años después del Big Bang. Esta radiación del fondo del Universo, -una energía que llena todo el cielo-, sería como “un eco” del Big Bang. En definitiva, la teoría dice que todo ocurrió en un punto, sin nada alrededor, que contenía protones, electrones gran cantidad de energía, “infinitesimalmente compacto y sin ninguna dimensión porque era infinitesimalmente pequeño”, (Bill Bryson), hace 13.750 millones de años y a temperaturas de 10.000 millones de grados, propicias para ocasionar reacciones nucleares. Salen de allí las principales fuerzas de la física, más las partículas microscópicas de las futuras materias, que luego, en grandes remolinos de gas, harán posible la formación de estrellas, planetas, etc. Pero también en ese mismo instante, nacen el espacio y el tiempo que comienzan a expandirse indefinidamente, creándose a sí mismos a la vez que avanzan.
No avanzan sobre algo ya existente porque nada había.
“Cosmonauta no hay espacio, se hace espacio al expandirse”, canta Carlitos para ayudar al profesor y hacerse el entendido.
No hubo ni un tiempo ni un espacio antes del Big Bang, continúa el profe, sencillamente porque el tiempo y el espacio no existían, y si existió algo, no dejó huella, ya que no se conoce absolutamente nada en todo el universo conocido, con un origen anterior al Big Bang, y por lo tanto, la ciencia sólo estudia desde la explosión en adelante. Hay que resaltar, insiste Cosmito, la importante diferencia que existe entre un universo estático, eterno, inmutable, como se creyó siempre hasta 1929, o un universo en expansión y dinámico, en cuanto al problema de si el tiempo tuvo o no tuvo un origen. En el primer caso, universo estático, “no hay necesidad física de un principio del tiempo”, (Hawking, Historia del tiempo), es decir, no es imprescindible un comienzo, pero en un universo en expansión, forzosamente tiene que haber un principio del tiempo, ya que es evidente que todo salió de un punto común, tiempo cero. El profesor nos tranquiliza que es muy normal que nuestra mente, acostumbrada a otros parámetros dimensionales de lo que es el tiempo y lo que es el espacio, no alcance a comprender todo esto. Sin embargo, para analizar sólo ese primer segundo posterior a la explosión, que a su vez está dividido en millonésimas fracciones, algunos cosmólogos han dedicado todas sus vidas y otros la siguen dedicando. ¡¡Si se habrán hecho las preguntas que hoy nos estamos haciendo nosotros!!!.
La afirmación, continúa Cosmito, por parte de la teóricos del Big Bang, cuando se dio a conocer la teoría, de que el tiempo tuvo un principio, dejó en el aire la sensación de una posible participación divina en el origen del universo, aunque aquellos lejos estuvieron de esos propósitos.
Sin embargo, la Iglesia católica en 1951, proclamó sorpresiva y oficialmente, que dicha teoría se ajustaba a la Biblia. Por su parte, la Unión Soviética, con su determinismo científico marxista de que todo era eterno sin comienzo divino alguno, apoyó a sus astrónomos Lifshitz y Khalatnikov, que realizaron un intento, sin ningún éxito científico, de refutación de la teoría, atribuyéndole a las galaxias, además del movimiento de expansión, el movimiento de las velocidades laterales, y entonces, las galaxias no tuvieron por qué haber estar en algún momento juntas, (luego rectificaron y aceptaron la teoría del Big Bang). El Big Bang es tan indiscutible hoy, que la comunidad científica no descarta que pudieron haber, o podrían venir, otros Big Bang, si el universo de hoy colapsara volviendo al punto inicial, o que el mismo universo sea sólo una parte de universos mayores. Cuando no podemos conectar muy bien canales radiales o televisivos, va concluyendo Cosmito, y tenemos interferencias, una parte de ese ruido molesto que escuchamos, son los restos de la radiación cósmica que hablamos antes, por lo que en lugar de tirar muy enojados aparatos por la ventana, tendríamos que sentarnos y escuchar, muy contentos, nuestro parto espacial, mucho más importante e instructivo, seguro, que el programa que teníamos previsto oír o ver antes.
Todos nos miramos en la clase, no entendemos mucho, y entonces, citando a un biólogo famoso, Haldane, el profe nos pone en guardia para lo que nos espera: “El universo no sólo es más raro de lo que suponemos, es más raro de lo que podemos suponer”.
Para que la clase tenga una idea aproximada de esa inmensidad inconcebible del espacio y su asombroso vacío, haremos, dice el profesor, un paseo-estudio por 18 de Julio, y luego por Avenida Italia rumbo al este. No tenemos ni idea de hasta donde llegaremos ni cuando volveremos. Su plan, y que a nosotros nos entusiasma, es hacer un cóctel con astronomía, poesías y aventuras, agitarlo muy fuerte con nuestra juventud, servirlo con dos cubitos de humor y una rodaja de filosofía, y bebernos todo el placer de la vida mientras viajamos al misterio de lo desconocido.
En los inicios del viaje, pero sólo en los primeros centenares de millones de kilómetros, reduciremos los planetas a bolitas, que las llevaremos en una bolsita de los recuerdos, cósmica y sabalera, porque aún somos un poco niños por suerte. Pero no debemos olvidar que esas bolitas que iremos dejando por las esquinas, están siempre girando en sus órbitas elípticas alrededor del Sol, que a su vez también gira como todo cuerpo en el espacio. En la actualidad sólo quedan ocho planetas, (expulsado Plutón de la familia en el 2006 por ser muy chiquito), pero llegaron a ver centenares de planetas al inicio del sistema, 10.000 millones de años después del Big Bang, cuando aquello parecía los autos chocadores del Parque Rodó.
Cada uno de los alumnos deberá llevar un monopatín, y nos iremos turnarnos para llevar atrás al profe, que a su vez irá con un altoparlante a energía solar, explicando lo que vamos viendo y contestando nuestras infinitas preguntas.
Por último, sería también conveniente, que fuéramos mirando los alrededores de nuestro planeta por si un día tenemos que mudarnos, cuando la naturaleza nos dé el desalojo porque hace años que no pagamos el alquiler ecológico correspondiente.
La gran aventura va a empezar en la Plaza Independencia donde izaremos nuestro Sol, haciendo juego con Artigas, dos estrellas juntas entonces, iluminando caminos de pueblos y planetas. Al Sol lo representaremos con una pelota de dos metros de diámetro, y lo ideal sería conseguir una que tuviera 6.000 grados de temperatura en su superficie y 15.000.000 en su interior, es decir, parecida a la que se utilizó en el último mundial de fútbol. El Sol es una estrella del tamaño de un millón de Tierras, y es tan denso, tan terriblemente denso, que los fotones de la luz tardan para cruzar todo su interior, centenares de miles de años, desde su núcleo central hasta la fotosfera, su capa gaseosa exterior. El Sol contiene el 99,9 % de toda la materia con que cuenta el Sistema Solar, pero tiene un tamaño mediano comparado con otras estrellas, como la llamada Eta Carinac, a 7.500 años luz, en la misma Vía Láctea, 400 veces más grande que el Sol, y que va a explotar muy pronto, formándose antes una supernova espectacular que nos permitirá presenciar el mayor espectáculo de nuestras vidas.
Cosmito nos agrega que el Sol tiene 5.000 años, aunque no los represente, justo la mitad de su vida, y cuando muera, se transformará en una estrella gigante roja y se comerá la Tierra, con el Ipa, Sindicato Médico, cancha de Unión Atlética, y todo.
Las terribles tormentas solares detectadas en las últimas décadas, han llegado a paralizar nuestras redes eléctricas, como el apagón de Quebec de 1989, y habría que ir abriendo los paraguas para la próxima que será en el 2012. Susana, que sabe bastante del Sol porque su mamá construyó uno parecido cuando montó su negocio de camas solares en Tupambaé, nos cuenta que el hecho de que el Sol sea la única estrella de nuestro Sistema Solar, es una curiosidad astronómica, porque de los casi 300 sistemas con planetas que ha descubierto la ciencia, la gran mayoría tienen dos soles orbitando, uno alrededor del otro. Cuando alguno de ellos explota, el otro sale disparado del sistema. El Sol, emite en un solo segundo, toda la energía que la humanidad consume durante un millón de años, acota Carmen, mientras le pasa delicadamente bronceador a los pectorales de Ruperto, un muchacho con algunos problemas de falta de lucidez solar, pero con muy buen físico.
Como tenemos mucho calor al lado de la pelota, Cosmito deja para otra oportunidad el comentar el tema de las manchas solares, (producidas porque en estas zonas la temperatura baja 2000 grados), el tema de las 700 millones de toneladas de hidrógeno que se transforman en cada segundo y por fusión nuclear, en un átomo de helio, liberando por la diferencia de masa producida, la energía imprescindible para la vida, y muchos otros aspectos que sería interesante resaltar, pero nos vamos porque ya nos estamos quemando demasiado Pero para irnos, nuestros monopatines no van a poder vencer la extraordinaria atracción gravitatoria del Sol, por lo que tendremos que pedirle ayuda a la poesía, subiéndonos a un rayo de luz de algún amanecer, y bajando luego en el primer atardecer que se detenga.
Y hemos caído en una puesta de sol en Mercurio, (los días allí duran dos meses nuestros), una bolita de 7 milímetros de diámetro ubicada en nuestra principal avenida entre Andes y Convención, muy cerquita, a 58 millones de kilómetros. Es el planeta más chiquito actualmente, y el más cercano al Sol. José agrega que vio en un documental que dieron en la sede de los Amigos del termómetro de mercurio, que el planeta al ser tan chico, tiene una gravedad muy débil, y entonces prácticamente carece de atmósfera protectora, lo que provoca temperaturas de 430 grados de día y de 180 bajo cero en la zona opuesta al Sol. El cielo allí es siempre negro por la falta de atmósfera, y con un Sol enorme que cubre casi todo el cielo debido a su cercanía. Pero lo que no saben ustedes, dice Cosmito, es que muchos días en Mercurio hay amaneceres dobles: el sol sale, se detiene al rato, retrocede, se esconde casi por el mismo lugar por donde había salido, y vuelve a salir. Carlitos, que está en todas, reflexiona que los que allí se levantan cuando sale el sol, se visten, quedan un rato inmóviles de pie al lado de la cama, se desvisten, se acuestan, al rato otra vez se levantan cuando vuelve a salir el sol, y finalmente se visten para irse. Es muy difícil de explicar porque se produce este movimiento aparente del Sol en Mercurio, y no lo van a entender, aclara el profe, pero todo se basa en que en algunos momentos de ese amanecer, las velocidades orbitales y rotatorias se igualan, se desigualan, y se igualan. ¿Verdad que no entendieron nada?, me lo imaginaba, seguimos entonces.
Francisco, que se quedó reflexionando con lo del Big Bang, pregunta si se puede localizar el punto central donde se originó el universo. Imposible, dice Cosmito, porque en un espacio que se expande infinitamente, cada punto puede hacer de centro, o lo que es lo mismo, estamos todos en el centro de todo. Sin embargo, continúa el profesor, el espacio es infinito pero finito a la vez. Veamos. Por las teorías de la relatividad de Einstein de 1915, el espacio y el tiempo no son entes absolutos sino relativos, tanto al observador como al objeto observado. Pero Einstein, agrega en su teoría de la relatividad, un concepto aún más difícil de comprender, que es que el tiempo y el espacio van unidos en un solo objeto llamado espacio-tiempo. En la Tierra existen como sabemos tres dimensiones, en cambio, en el espacio hay una cuarta, que es el espacio-tiempo. Si en un colchón, (el espacio-tiempo), ponemos una pesada bola de hierro,(Sol), aquél se comba, se curva. La masa impresionante del Sol curva el espacio de todo el Sistema Solar. Y si en el colchón dejamos correr una bolita pequeña, ésta tiende a ir hacia la bola grande, y en nuestro caso, la Tierra tiende a ir hacia el Sol por la fuerza de la gravedad. ¿Por qué no va?
Porque la neutraliza la fuerza de expansión (Big Bang) que tiende a alejarla del Sol, y entonces el planeta ni se acerca ni se aleja, queda orbitando. Al ser el espacio curvo, los planetas para completar sus órbitas elípticas, casi circulares, no realizan curvas sino que van siempre en línea recta, (también un avión va siempre en línea recta para dar toda la vuelta la tierra). Pero también, al ser el espacio curvo, es factible dar la vuelta completa al cosmos, (un viaje de cien mil millones de años), como a cualquier cuerpo redondeado, lo que lo hace entonces finito, que es a donde queríamos llegar. Pero para acabar el tema, una anécdota, apunta Cosmito. Einstein, que fue un físico y no un cosmólogo, y fue un ser humano y no una máquina, siguió pensando, muy equivocadamente, luego de formular sus teorías que cimentaron la física moderna, que el universo era estático, omitiendo entonces, la fuerza centrífuga de la expansión, que como hemos dicho, neutraliza la gravedad. Por ello, no tuvo más remedio que cambiar su propia teoría e inventarse la fuerza que él llamó “constante cosmológica”, (que al contrario que otras fuerzas, no provenía de ninguna fuente en particular), y que fue “la mayor metedura de pata de mi vida”, como el mismo reconoció al descubrir Hubble, muy poco después, y como ya hemos visto, que las galaxias se expanden alejándose entre sí, algo imposible en un universo estático..Error muy grave pero que la historia ya se lo ha perdonado por toda la extraordinaria herencia científica que nos donó, quizás, junto con Newton, la cabeza mejor armada de la historia.
Yo me perdí en el colchón con la bola y las bolitas, dice Alicia mientras mira a Ricardo, en desacuerdo con la opinión de su amiga Patricia que ya lo considera un caso perdido para la causa femenina.
Ahora estamos, en 18 y W.F.Aldunate, con una bolita de 17 milímetros llamada Venus. Roberto, el mejor alumno de la clase en Idioma Español, ha observado que la Tierra y Venus, son los únicos planetas con nombres femeninos, y que del nombre Venus sale el adjetivo venéreo, quizás porque la diosa del amor fue la primera en contraer una enfermedad de ese tipo en algunas de sus aventuras celestiales. Por otra parte, y volviendo a la astronomía, es muy acertado el nombre de Venus, diosa del amor, dice Margarita, porque el planeta es terrible con sus temperaturas de 500 grados, con sus vientos de una extraordinaria velocidad, con sus ríos de lava y volcanes en erupción permanente…en fin, el amor en su más alta expresión, como ella le escucha siempre decir a su hermana mayor que ha tenido ya varios novios. Cosmito nos explica que Venus, el más cercano y el más parecido en tamaño al nuestro, tiene un movimiento de rotación al revés de la Tierra, de este a oeste.
Pero lo más curioso, es con la increíble lentitud con que hace dicho movimiento, algo inexplicable hasta ahora para la ciencia, ya que su día dura 243 días terrestres, el más largo del sistema solar, y es más extenso que su propio año que es de 224 días terrestres. Estoy hecha un lío, dice Micaela, ¿allí se festejan los cumpleaños o los cumpledías?
El planeta, precioso de ver a simple vista antes del amanecer, y luego del atardecer, (los llamados luceros), es todo una gran llanura, más dos grandes mesetas que hacen de continentes. La del sur es más grande que Sudamérica y la del norte cuenta con un pico bastante más alto que el Everest.
Cosmito sigue explicando que Mercurio y Venus se interponen en sus trayectorias entre nosotros y el Sol, por lo que presentan fases en nuestro cielo igual que la Luna. Y entonces, aprovecharemos para hacer aquí, nuestro modesto homenaje a Galileo Galilei, otra cabeza con que contar. Él solito se construyó un telescopio hace 400 años, (el mejor de su época), lo giró para ver las fases de Mercurio, Venus y las lunas de Júpiter, y les dijo a sus vecinos que lo rodeaban con la boca abierta: “Lo siento muchísimo, pero Copérnico tiene razón, el centro es el Sol”. Esa escena teatral e histórica, fue la primera prueba tangible de lo que el genial clérigo polaco había adelantado teóricamente cien años antes, pero también fue la primera vez que una afirmación basada en la observación y la experiencia, se enfrentaba a la autoridad de las teorías geocéntricas. Nacía la ciencia moderna, y entonces los vecinos cerraron la boca y aplaudieron.
Y nos vamos para la Tierra!!!. Ahora la bolita es casi igual a la anterior, 18 milímetros, y ya estamos en la Plaza Fabini, popularmente conocida como la Plaza del Entrevero, (y más ahora con siete mil millones de personas). Podríamos aprovechar, ya que jugamos hoy de locatario, para comprobar si no nos hemos equivocado hasta ahora en nuestros cálculos.
En efecto, la distancia ente el Sol y la Tierra es de 150 millones de kilómetros, cubierta por la velocidad de la luz en 8 minutos y 3 segundos. Si reducimos la velocidad de la luz en la misma proporción en que hemos reducido los planetas, nosotros estamos viajando en los monopatines, a la velocidad que alcanza un ómnibus con sus paradas correspondientes, y con algún semáforo en rojo ¿Y cuánto tarda un 187 de la Plaza Independencia hasta la Plaza del Entrevero?, 8 minutos y 3 segundos, exactamente igual!!, vamos fenómeno.
Con nuestra llegada a la Tierra nos reencontramos con la vida. El profesor nos recuerda que aunque un planeta reúna las condiciones imprescindibles para la aparición de la vida, (que son muchas), la probabilidad de que realmente eso ocurra, es infinitamente remota. Pero es más. Si finalmente la vida aparece, son muchas más las posibilidades de que desaparezca, o que quede estancada en una forma muy simple, a que evolucione hacia estados superiores, que es, por suerte, lo que ha ocurrido en la Tierra. En otras palabras, hemos sacado la lotería varias veces al día, durante meses. “Cuesta muchísimo ser un organismo” (Bryson). Como en nuestro caso, que estamos comparando planetas con bolitas, es bastante frecuente utilizar un símil entre la historia de 4.500 millones de años de la Tierra y un día de 24 horas, para seguir la evolución de la vida en ella. Durante los primeros 750 millones de años en la Tierra, ( desde la 0 horas a las 4 de la mañana), no hubo nada viviente. En ese momento, accidentalmente, una molécula hizo copias de sí misma, y fueron apareciendo formas microbianas, y los primeros organismos unicelulares. Pero desde aquella hora, 4 de la mañana, hasta las ocho de la noche, (3.000 millones de años), no hay un solo cambio evolutivo, no subimos ningún escalón, sólo viven microbios en la Tierra. A las ocho de la noche aparecen plantas marinas y medusas. A las diez de la noche, las primeras plantas en la tierra, (aunque es mala hora para regar). A las 11, pisoteando las plantas, llegan los dinosaurios, pero solo asustan 39 minutos porque desaparecen por los meteoritos, y llegan los mamíferos. Y cuando sólo falta 1 minuto y 17 segundos para las doce de la noche, (época actual), llega el que faltaba, el ser humano, y ya estamos todos. ¡Cómo ha costado llegar a formas vivientes muy complejas, proceso muchísimo más extraordinario aún, que el origen mismo de la vida!!! Y Cosmito, una forma viviente muy compleja, comienza a cantar el Gracias a la vida, nos unimos nosotros, se unen muchos más que por ahí pasaban, y entonces las leyes científicas ya no podrán explicar cómo la Negra Mercedes nos saluda desde una estrella lejana entonando las últimas estrofas.
Aprovechando que es un planeta con vida, el profesor, alejándose solo por unos segundos de la ciencia, vuelve a una geografía de la época romántica y nos declama emocionado, que la Tierra cuenta con millones de corazones que se levantan formando imponentes cordilleras; con selvas y bosques donde hay flores y besos pero también algunas espinas de desencuentros y traiciones; con hermosos lagos de paz que se alimentan de cataratas de carcajadas; con caudalosos ríos que suenan intentando acallar tambores de guerra; con volcanes pasionales intermitentes y desiertos de desamor infinitos; con océanos y mares hechos a golpe de olas de avances y de tropiezos, y finalmente, con una atmósfera que permite el florecimiento del arte con sus tempestades de belleza. Carlitos, pregunta si esa es la próxima retirada de Agarrate Catalina.
Nos cuesta mucho irnos de la Tierra porque como se está en la casa de uno no se está en ningún planeta. Pero debemos seguir con nuestro viaje que está tomando tintes de otra hazaña celeste, el maracanazo espacial de Obdulio Cosmito y sus chiquilines, ya que somos los primeros liceales cosmonautas, sin escafandras y en monopatín que recorren el universo. Sin embargo, para los trabajadores de la limpieza de la ciudad, sólo somos los rompesquinas de las bolitas.
No podemos alejarnos mucho de la Tierra, sin hablar de la Luna, el único cuerpo celeste que ha pisado el hombre fuera de su planeta, (EEUU ha efectuado seis alunizajes desde 1969). Es curioso, que la Tierra y la Luna, vistas desde el espacio, parecen dos planetas gemelos. Esto es debido a que la Tierra, sin contar Plutón, cuenta con el mayor satélite en proporción a su tamaño, (el diámetro lunar es mayor que la cuarta parte del terrestre). El origen de la Luna es aún muy discutido, pero a día de hoy prevalece la teoría de que hace 4.000 millones de años se estrelló contra la Tierra un objeto del tamaño de Marte que ocasionó un desprendimiento de material que originó la formación del satélite. Este fenomenal choque produjo también la inclinación de 23,5 grados del eje de la Tierra con respecto a su plano de traslación, y que es la causa de que existan las estaciones, una bendición para poder vivir, porque las temperaturas nunca son extremas permanentemente, ni en las regiones frías ni en el ecuador. La Luna continúa alejándose de nosotros 38 milímetros por año, un problema a resolver en el futuro, porque ella ejerce un influjo gravitatorio estabilizador sobre nosotros importantísimo, haciendo que la Tierra gire a la velocidad justa y en el ángulo justo, sin balancearse. Y Cosmito, haciendo un inciso que no quiere que tenga ninguna connotación religiosa, nos pregunta, ¿no tienen la sensación ustedes, a veces, como sucede ahora cuando les cuento ese choque que ocasionó la Luna, y ésta a su vez queda a una distancia adecuada para estabilizar luego la Tierra, como si el universo se hubiera preparado durante millones de años, sabiendo que nosotros íbamos a venir? Pero inmediatamente sigue como si tal cosa. Como ocurre con casi todos los satélites del Sistema Solar, la Luna nos muestra siempre la misma cara debido a que sus movimientos de rotación y traslación son iguales. Debido a la combinación de movimientos de rotación de la Tierra y el orbital que lleva su satélite a la velocidad de un kilómetro por segundo, la Luna siempre sale 50 minutos más tarde que el día anterior.
Es una extraordinaria casualidad, sigue Cosmito, que siendo el diámetro solar 400 veces más grande que el de la Luna, esté 400 veces más lejos, (por ello a los dos los vemos del mismo tamaño en nuestro cielo). Gracias a esa casualidad disfrutamos también de unos eclipses estupendos.
Mirar la Luna en una noche despejada es un placer poético irresistible, pero no siempre nos damos cuenta, que además de su propio encanto, la luna es muy cómoda de contemplar. Su luz, reflejada del Sol, nos es perfectamente tolerable por su dulzura. Solo se requiere tener unos muy simples instrumentos de observación, para poder ver sus llanuras interminables, (que Galileo le llamó mares aunque evidentemente carecen de agua) y sus enormes montañas. Sin embargo, las distintas fases que posee el satélite, los eclipses, su cara oculta y el juego de luces y sombras que provoca constantemente, han sido motivo de miedos y supersticiones durante muchos siglos, y quizás lo siguen siendo para algunas tribus actuales.
Y de camino a Marte, y por aquello de los famosos marcianos que muy formales, cada dos por tres nos visitan, a Federico se le ocurrió preguntarle al profesor si creía en los extraterrestres. No se trata de creer o no creer, sino de investigar y estudiar, responde aquél. Al revés que los presentimientos que brotan de las apariencias, son más fiables las teorías y leyes nacidas de las formidables observaciones prácticas, como lo que está ocurriendo actualmente con el telescopio Hubble, (instalado en un satélite para evitar las perturbaciones de nuestra atmósfera), y que tiene un alcance de visión de millones de años luz, o con el envío de naves, plataformas y estaciones espaciales, etc., que permiten obtener extraordinarias fotografías y muestras de materiales de lugares espectacularmente remotos. Y por ahora, no hemos encontrado la más mínima pizca de vida por ningún lado, pero esto no significa que no la haya, aún no ha aparecido. Hace muy pocos días, continúa el profesor, Felisa Wolfe Simón, una joven científica de EEUU, junto a otros astrobiólogos, realizó un descubrimiento excepcional porque cuestiona el concepto mismo de lo que llamamos vida. En un lago muy salado de California, encontró unas bacterias vivientes cuyos ADN presentan arsénico, (elemento químico tóxico y famoso veneno en novelas y películas policiales), en lugar de fósforo, uno de los seis indispensables bloques que componen el material genético, proteínas, azúcares y grasas, (carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo y azufre). Por supuesto, este gran paso científico, está lejos de vislumbrar por nuestros alrededores, miles de millones de años luz, avanzadas civilizaciones provistas de sofisticadas naves espaciales. Ya he explicado, finaliza Cosmito, que la existencia de vida, cualquiera sea su forma y sus componentes, es casi milagroso, pero aún lo es más su desarrollo a estadios superiores. Si hay alguna novedad, te aviso enseguida, Federico. Sin embargo, insistió el alumno, mi tía Ormesinda en las afueras de Casupá, divisó durante cincuenta segundos un plato volador y ella no miente nunca. El profesor, con infinita paciencia, y comprendiendo que la clase, sin dejar de monopatinar, estaba muy interesada con el tema, trató de explicarse sin herir susceptibilidades. Si Ormesinda nos llama por teléfono urgente, para avisarnos que el cielo y el campo se unen en el horizonte de Casupá, atrás de donde pastan las vaquitas, tampoco nos mentirá. Si para observar la bóveda celeste, los únicos instrumentos con que contamos son nuestros ojos, en la mayoría de los casos, las apariencias nos engañarán cobardemente. En general, los científicos descartan que un desocupado de una galaxia ubicada donde el diablo espacial perdió el poncho, viaje a la velocidad de la luz, durante miles de años, sorteando meteoritos, agujeros negros, diferentes temperaturas y presiones, etc., sólo para poner histérica a Ormesinda unos segundos, justo cuando ella se peinaba mirándose en un espejo roto, apoyado entre dos flores de ceibo, y luego, hacer el viajecito de vuelta, otros miles de años luz más. Lo curioso es que siempre es una sola Ormesinda la que recibe tan extraña e inesperada visita. Nunca los extraterrestres interrumpen en un congreso en el Estadio Centenario, donde 78.549 Ormesindas, llegadas de todo el mundo, discuten acaloradamente el origen de su nombre. Es tan impresionantemente extenso el espacio, (la expresión se queda corta), que un encuentro directo con otra civilización es casi imposible. Pero por lo menos, va terminando Cosmito, sería fantástico que nos pudiéramos comunicar a la distancia. Si a mí me eligen de portavoz de los terrestres, y para que ellos se vayan enterando, más o menos, de cómo vemos el devenir de las cosas de la vida, yo les cantaría el final de un tango que compuso un exiliado uruguayo en Madrid: Y ayer jugó Peñarol / lo vi en un bar por la tele / perdió por tres mil a dos / y yo le dije a mi nene / que merecimos ganar, querido / pero que hubo mala suerte.
Y llegamos a Marte, la cuarta bolita que medirá 10 milímetros, y que la pondremos en 18 y Zelmar Michelini. Se le ha llamado siempre el planeta rojo debido a las enormes cantidades de óxidos de hierro que tiene. Los romanos asociaron el rojo con la sangre y le pusieron el nombre del dios de la guerra.
Marte es sólo un poco más de la mitad de la Tierra, pero tiene varias similitudes con nuestro planeta, y entonces, surgió la posibilidad y esperanza, durante muchos siglos, de que los marcianos podían ser nuestros vecinos: un día en Marte dura sólo unos minutos más que en la Tierra y sus ejes de rotación prácticamente tienen la misma inclinación. Además, en los dos planetas la llegada de cometas durante millones de años, surtieron de agua líquida sus superficies, una de las condiciones esenciales para el surgimiento de la vida. El problema para Marte fue que parte de su atmósfera se disipó, bajando sensiblemente las temperaturas, (hoy su media es de menos 55 grados), y el agua se solidificó, haciéndose entonces imposible la vida allí. Y hablando del agua de Marte, y sus posibles habitantes, Cosmito nos cuenta la historia de Percivall Lowell, (1855-1916), un millonario de Boston dedicado a la astronomía y que tenía un buen prestigio entre la élite científica del momento.
En 1894, se mandó construir un Observatorio sólo para él, cercano al Cañón del Colorado y que aún existe, para poder observar tranquilamente a Marte con quien estaba obsesionado. Tomando como referencia unas cartografías del astrónomo italiano Schiaparelli sobre Marte, donde estaban señalizados unos canales naturales, tipo desfiladeros, Lowell quiso demostrar durante años a la comunidad científica, que dichos canales habían sido construidos por los marcianos en sus últimos años cuando el planeta se secaba, para llevar el agua de los polos al ecuador y así sobrevivir. Llegó a escribir tres libros sobre el tema, con miles de dibujos explicando tan faraónica obra de ingeniería.
Pero lo interesante de la historia viene ahora, sigue el profesor, cuando Lowell quiso resarcirse del papelón que no tuvo más remedio que reconocer, y se puso a buscar el famoso planeta X.
La ciencia llevaba años tratando de encontrar un planeta que tendría que orbitar más allá de Neptuno, el planeta más alejado del Sol. Este hipotético planeta, explicaría por la acción de su gravedad, la anomalía que se detectaba en la órbita de Neptuno. El mismo Neptuno había sido descubierto antes, de la misma manera, porque afecta la órbita de Urano, su vecino interior. Lowell lo buscó años y murió agotado sin descubrirlo, pero en 1930, uno de sus alumnos, Tombaugh, que continuó su búsqueda en el mismo Observatorio, descubre Plutón, cuyas dos primeras letras son un homenaje a Percivall Lowell. Lo curioso, es que al final Plutón resultó ser demasiado chico como para interferir sobre Neptuno, y la anomalía de éste, se supo después, era debido a que se había calculado mal su trayectoria al principio de todo… no había planeta X, pero se descubrió Plutón con su búsqueda. Y Cosmito termina reflexionando que la astronomía ha avanzado con pasos de gigante gracias a su método científico, pero también, con golpes de suerte. No sé si ustedes saben, por ejemplo, finaliza el profesor, que Einstein, con doce años, recibió de regalo un libro de un estudiante indigente que sus padres habían invitado a cenar por razones caritativas, y desde ese día se enamoró de la ciencia, por lo que nos pudo regalar, más tarde, él a nosotros, la base fundamental del quehacer científico actual.
Contándoles esta anécdota, quise que supieran un poquito más del genial Einstein, pero también, para que se queden pensando un ratito en ese generoso joven anónimo, que pese al hambre que seguramente lo atormentaba, era capaz de llevar bajo su brazo un librito, cuya lectura, iba despertando la pasión por una de las más maravillosas aventuras que puede acometer un ser humano, la búsqueda del conocimiento científico.
Conviene insistir, (para borrar de nuestra memoria aquella imagen desproporcional de la absurda fila de planetas en los mapas escolares), que cuando hablamos de la distancia entre los planetas, o entre las bolitas en nuestro caso, es la distancia media entre ellos. Es una distancia promedio, entonces, nunca regular y permanente. De esta manera, hemos puesto la Tierra en la Plaza del Entrevero y a Marte en l8 y Zelmar Michelini, porque esa es la distancia media proporcional en nuestra escala, para los 78 millones de kilómetros de distancia media que existen entre la Tierra y Marte. Pero cuando la distancia es máxima entre los dos planetas, con el Sol en el medio, Marte llega a estar a 400 millones de kilómetros de la Tierra, y se encontrará en este caso, no en 18 y Zelmar Michelini, sino esquivando barcos en el puerto, del otro lado de la Plaza Independencia, del otro lado del Sol, y la Tierra casi por la Estatua de la Libertad. De la misma manera, todos los demás cuerpos celestes que orbitan.. Se ha calculado que todos los planetas pueden estar en una misma línea recta imaginaria, sólo una vez cada 180 billones de años.
Lo de la astronomía está muy lindo, dice Margarita, pero tengo acalambrada la pierna derecha por el monopatín, ganas tremendas de ir al baño y de comer algo urgente. Los cosmonautas deben ser muy duros, Margarita, por lo que necesitan una extraordinaria preparación sicológica antes de volar, contesta el profesor, y tú la estás haciendo a la vez que viajas, algo muy valioso de tu parte y quizás sea más efectivo, ya veremos. En cuanto a las necesidades, yo supongo que encontraremos un agujero negro un poquito más adelante.
Quizás tengamos suerte, sigue Cosmito, y encontremos un gaucho arrepentido de haber aceptado la invitación de subir a un platillo volador, flotando entre un ombú sin sombra y un jazmín sin flor, con una antena enorme sujeta a su frente por una vincha roja, cebando con no sé cuantos brazos y termos, y que nos convide con un mate. Eso no se lo cree ni Ormesinda, responde Margarita resignada.
Como están viendo en estos momentos, sigue el profesor, el cielo de Marte es de color anaranjado, y aquello de color azul que ven allí, al lado del Sol y que está saliendo ahora mismo, es la Tierra en cuarto menguante. Un poquito más grandes, porque están muy cerca del planeta, aunque son muy chiquitos, vemos a Fobos,(la Fuga), y a Deimos, (el Terror), los dos satélites de Marte, que pasan como tocando la cumbre del volcán más grande del Sistema Solar, el Monte Olimpo, de 24 kilómetros de altitud., tres veces nuestro Everest. Cristina, en un arranque de lirismo astronómico pacifista, dice que si todos los hombres pudieran ver aquel azul de la Tierra, no habría ninguno que comenzara una guerra.
Mercurio, Venus, la Tierra y Marte, son los llamados planetas interiores, los más pequeños y los que presentan una constitución rocosa, en contraposición con los planetas exteriores gigantes y gaseosos que veremos inmediatamente.
Y ahora que nos alejamos de Marte, camino a Júpiter, avisa Cosmito a toda la clase, por estos sitios hay que tener un cuidado enorme con los asteroides que van a 100.000 kilómetros por hora, por lo que tenemos que estar muy atentos, o incluso más que muy atentos, para tener tiempo de agachar la cabeza en los monopatines. A ver quién recuerda de las clases teóricas que son los asteroides. Lucía, cuyo abuelo está poniendo un circo astronómico en Tacuarembó, donde ella haría los papeles de astronauta payasa para recibir a los espectadores, y de cometa trapecista al final de la función, responde que los asteroides son rocas enormes orbitando el Sol, pero que no llegan al tamaño de los planetas. Agrega que se calcula que este llamado cinturón de Asteroides, entre Marte y Júpiter, tiene aproximadamente mil millones y medio de rocas kilométricas orbitando a increíbles velocidades, pero teniendo en cuenta que el espacio es tan grande, (siempre la misma cantinela pero que nos cuesta asimilar), la distancia media entre dos asteroides es de un millón y medio de kilómetros. Hugo, que no confía mucho en sus reflejos y va acurrucado en su monopatín, también recuerda que el nombre de asteroide, derivado de astro, estrella, no es lo más indicado porque no recuerdan en nada a aquellas, y que mejor sería que se llamasen planetoides. Sigue contando Hugo, que los 24 astrónomos más importantes de fines del siglo dieciocho, estuvieron buscando un planeta en el Cinturón de Asteroides, constituyendo un prestigioso comité europeo, conocido con el nombre que ellos mismos se daban de Policía Celestial, donde cada integrante en su país, tenía un sector del cielo para investigar. Cuando el siciliano Giuseppe Piazzi recibió el 2 de enero de 1801 una invitación para integrar dicha comisión, respondió el mismo día, más o menos lo siguiente: “Para mí sería un honor inmenso ser policía celestial, además de poder cumplir un viejo sueño, pero va a ser imposible que integre dicha comisión y no insistan, porque el planeta lo descubrí anoche. Un saludo cordial, Giuseppe”. Los policías quedaron inmediatamente esposados por la sorpresa mayúscula que los detuvo. El planeta hallado la primera noche del siglo diecinueve, se supo después, no era tal por su pequeño tamaño, pero hasta ahora, Ceres, diosa de la agricultura siciliana, sigue siendo el asteroide más grande encontrado en el Cinturón de Asteroides, (es casi una esfera que mide 975 por 909 kilómetros). Con los años, los hallazgos se hicieron tan generalizados en el Cinturón, que el que no encontraba uno pasaba vergüenza, y ahora hay tantos millones localizados, que algunos asteroides llevan el nombre de Bruce Springsteen 23990 o de Eric Clapton 4305. Puede ocurrir, finaliza Hugo, que tiene pensado sacarse el título de asteroinomo por correspondencia de carreta, que los asteroides pueden salirse de sus órbitas peligrosamente, como ocurrió en 1993, cuando uno de ellos pasó a 145.000 kilómetros de la Tierra, es decir, nos pasó rozando. Cosmito, siempre atento, corrobora lo ocurrido en ese año con dicho asteroide, pero recuerda que no debemos confundir en general, asteroides con meteoritos, muchos más pequeños estos últimos y de procedencia diversa.
Los últimos cuatro planetas más alejados del Sol, como son gaseosos, no presentan una superficie sólida, nos dice el profe, pero todos ellos tienen anillos. En su mayor parte están constituidos por una atmósfera muy gruesa que envuelve un núcleo que probablemente sea rocoso. Como los planetas, a partir de ahora, son de unas dimensiones considerablemente mayores, ya no nos servirán las bolitas, por lo que vamos a tener que pedirle a los que adivinan el futuro unas bolas de cristal, y a los jubilados que dejen de jugar y nos presten unas bochas. Así de esta forma, pondremos una bola de cristal de 20,17 centímetros de diámetro para Júpiter, el gigante del sistema, en l8 de Julio y Juan Paullier, (nuestra Tierra tenía 18 milímetros, con un volumen 318 veces menor). Otra, un poco más chica de 15,34 cm. para Saturno, 150 metros pasando Avenida Italia y Luis Alberto de Herrera. Luego viene Urano, siempre sobre Avenida Italia, pero ahora ya pasando el Parque General Fructuoso Rivera, con una bocha de 7,21 centímetros.
Y finalmente, el último planeta, Neptuno, (que no significa el fin del Sistema Solar como veremos, sino que estamos solo en sus comienzos), una bocha de 7 centímetros y estará 250 metros pasando el Arroyo Carrasco, donde comienza la Avenida de las Américas, departamento de Canelones!!!! Pero si tenemos en cuenta su órbita, y no la distancia media, Neptuno orbitará por los departamentos de Canelones y San José, mientras por el sur se internará hasta casi la mitad del Río de la Plata, siempre bajo la influencia gravitatoria del Sol, una pelota de sólo 2 metros en la Plaza Independencia. Imaginemos Montevideo, San José y Canelones, más una parte del río de la Plata, vacíos absolutamente, salvo una pelota de dos metros, cuatro bolitas de pocos milímetros, dos bochas y dos bolas de cristal. Nada más.
Júpiter, sigue el profesor, si tuviera una masa 12 veces más grande, tendría reacciones termonucleares propias de una estrella, lo que hubiese significado otro Sol para el Sistema y casi la desaparición de las noches terrestres. Júpiter, por su tamaño, es el rey de los planetas, fácilmente identificable en nuestro cielo. Entre sus más de sesenta satélites, los cuatro más grandes se conocen con el nombre de satélites galileanos, enormes océanos helados donde el más alejado, Calisto, está a casi dos millones de kilómetros del planeta, constituyendo todos un Sistema Solar en miniatura. Y cómo no hablar un poquito, continúa Cosmito, de la maravilla de los miles de anillos de Saturno divididos en tres grupos, la más bella imagen que se puede contemplar en un telescopio según el criterio unánime de todos los astrónomos. Formados por fragmentos de roca y de hielo, tienen sólo un kilómetro de espesor. Saturno presenta además 33 satélites, uno de ellos, Titán, tan grande como la Tierra. Saturno es el último planeta visible a simple vista, pese a que está a 108.728 millones de kilómetros, pero cuidado, ¿podríamos ver, desde la Plaza Independencia, una bola de cristal de 15 centímetros que está en Avenida Italia y Luis Alberto de Herrera, con Montevideo vacío? Si la bola de cristal que nos prestó el adivino tiene luz y es de noche, sí.
Concluyendo este repaso por los últimos planetas, Cosmito nos recuerda que Urano, (su nombre viene de Urania, musa de la astronomía), gira en sentido contrario al nuestro, y su eje de rotación es casi paralelo a su eclíptica, por lo que el planeta orbita rodando casi acostado Es un planeta aún poco conocido con sus anillos oscuros muy difíciles de observar. El descubrimiento de Urano en 1781 por William Herschel, fue el primero hecho con un telescopio, pero el de Neptuno en 1846 por el matemático Le Verrier, se hizo sobre una mesa llena de papeles con cálculos muy complejos luego de extraordinarias predicciones teóricas. Él buscaba un planeta que estaba provocando por su gravedad, inexplicables anormalidades en la órbita de Urano. Le Verrier mostró, con un error de un grado, en un pizarrón de la Academia de Ciencias de Paris, el sitio donde seguro tendría que estar girando un planeta hasta ese momento desconocido. Pero misteriosamente, no realizó la comprobación práctica allí mismo, pese a que disponía de los instrumentos adecuados para hacerlo, y mandó una carta a Berlín informando de lo que había descubierto en su escritorio.
Inmediatamente, el observatorio de ésta ciudad, pudo divisar a Mercurio, orbitando majestuoso y muy azul sobre la órbita dibujada en la carta por Le Verrier. El que miró por el telescopio, se llamaba Dárrest, y hoy aparece en casi todas las fuentes, como el descubridor de Neptuno. Cansados de los monopatines, hemos resuelto hacer autostop, pero tenemos el problema de cómo llamar la atención de los choferes de los autos que pasan, y que además ellos nos identifiquen con los héroes que seguramente hablan los informativos. La mejor idea salió de la mente de Juan Ramón, famoso porque en su barrio del Buceo, cada vez que a él se le ocurre algo, muchos vecinos terminan en Traumatología.
Vamos a levantar una pila enorme con los monopatines, atados entre sí con los cinturones de todo el grupo. Arriba de la pila de monopatines, haremos una torre humana de ocho pisos, donde cada uno, como en la vida, tendrá que poner los hombros al servicio de los demás. Y finalmente, Anita, la más chiquita y liviana, ascenderá por todos los escalones humanos hasta lo más alto, y será la que mueva el pulgar de la compasión. La idea de Juan Ramón no está nada mal porque en principio no nos caeremos por la falta de gravedad, pero tendremos que abrazarnos fuerte para no alejarnos unos de otros por la fuerza de expansión. Aunque Cosmito se llegó a caer dos veces pese a la falta de gravedad y en una de ellas quedó cabeza abajo atrapado entre cuatro manubrios, y Margarita resbaló en las rasas africanas de Graciela Makeba arrastrando siete compañeros, la torre quedó bastante derechita. Finalmente, a las dos horas del inicio del experimento, justo cuando el gordo Eduardo, abajo de todo, se estaba moviendo peligrosamente en círculos porque tenía muchas ganas de orinar y además se le caía el pantalón sin cinturón, paró un camión enorme donde venía cantando una murga femenina llamada “Matame che loco”. Ellas iban hasta el Chuy, donde tenían que actuar en el Festival “Mujer, si puedes ir con Dios, andá nomás”. El camión era cerrado, y fuimos saltando directamente desde nuestra torre hasta el techo del camión. Nos dio mucha pena, cuando el camión inició la marcha, dejar atrás los monopatines, nuestros queridos compañeros de la velocidad de la luz.
El sistema solar no ha hecho más que comenzar. Atrás han quedado todos los planetas en Montevideo, y seguimos ahora por la interbalnearia, que cruza el globo azul de mar y cielo del este uruguayo. Pasa un tiempo muy largo y no vemos nada. Sólo hay un vacío oscuro y aterrador que lo rompen las retiradas que ensayan abajo las murguistas. Los compases de “Palpitando de alegres canciones / Hoy venimos al barrio a dejar / farolitos de lindos colores / Pa´que alumbren en cada zaguán ”, van humedeciendo dulcemente el polvo cósmico, serpentean por entre rocas y nubes negras, y saludan con la retirada de un cometa que se va, “Redoblando esperanza y coraje / con margaritas de amor y de paz / Por los chiquitos que faltan / Por los chiquitos que vienen/ Uruguayos… nunca más”.
Pero además, porque no sólo de música vive el cosmonauta, nuestras amigas nos pasan chorizos y costillas de una parrilla con rueditas que va acoplada atrás del camión, cuyo aroma delicioso llega a todas las galaxias.
Por fin localizamos a Plutón en Solymar, el que fue planeta y hoy es planetoide a 6.000 millones de kilómetros del Sol, (en las décadas de los ochenta o noventa del siglo pasado, Plutón estaba más cerca del Sol que Neptuno, posición que volverá a repetir en el 2227, no se olviden). Es tan chiquito que es la cuarta parte del uno por ciento de la Tierra. Si buscáramos una bolita de hielo que lo representara, ésta tendría que ser de 4 centésimas de milímetro. En 1978, se descubrió su luna Caronte, casi del mismo tamaño que Plutón, y que no gira como la Luna alrededor de la Tierra, sino que ambos lo hacen en círculo, uno tras el otro, mirándose siempre con las mismas caras porque tienen sus movimientos de rotación sincronizados, a la vez que se trasladan durante 248 años para completar su vuelta alrededor del Sol. Si la luz tarda ocho minutos desde el Sol hasta la Tierra, llegar hasta Plutón le lleva siete horas, pero en realidad, no calienta mucho porque las temperaturas pueden bajar hasta los 235 grados bajo cero.
Luego que Cosmito nos comenta todo esto, nosotros se lo trasladamos a las chicas de abajo, y ellas, muy piolas, a su vez se lo cuentan al chofer, pero el hombre, muy escéptico, nos manda decir que él conoce bien la zona y que estamos todos rematadamente locos.
El profesor, el único de pie sobre el techo del camión, sin sueño pero con sueños, el amigo de nuestra barra que es docente y nos cuenta lo mucho que sabe, incansable como si hubiese salido despedido del Big Bang, nos explica lo siguiente: desde Neptuno, el último planeta, a 4500 millones de kilómetros del Sol, límite entre Montevideo y Canelones, hasta Atlántida, 3.000 millones de kilómetros más, se encuentra el llamado Cinturón de Kuiper, zona donde se originan los cometas de corto período orbital, y donde son abundantes las rocas muy oscuras, de entre 10 y 50 kilómetros de diámetro, que tardan siglos en dar una vuelta al Sol. En el 2005, se descubrió en los confines de este cinturón, Eris, una roca, casi planeta, con un diámetro de 240 kilómetros, mayor que Plutón. y que incluso tiene una luna, Dysnomia. Es curioso como toda la gente que va a veranear a La Paloma o la Fortaleza de Santa Teresa, desconoce la existencia del Cinturón de Kuiper con millones de rocas orbitando, por la urgencia de darse un baño entre las rocas del océano.
La extensión del espacio es sencillamente asombrosa y no podemos hacernos cargo de lo que representan sus distancias, sigue Cosmito. Vamos por Atlántida, 7.500 millones de kilómetros del Sol, (faltan aún 992.500 millones para llegar al primer billón), y el Sistema Solar, para muchos cosmógrafos, tiene aproximadamente dos decenas de billones de kilómetros!!! Cuidado. El punto en que termina el Sistema Solar y empieza el espacio interestelar, es muy discutible y no es definido con precisión, y depende del alcance de dos fuerzas: a) el viento solar, que es un chorro o flujo continuo de partículas cargadas de alta energía a 450 kms/seg., y del que la Tierra está resguardada de él por su campo magnético, y que “solo” llega hasta los 24.000 millones de kilómetros, comienzo entonces de la Heliopausa, donde el viento solar pierde importancia, (como aquellos reyes medievales, el Sol empieza a perder influencia sobre sus súbditos más lejanos), y b) la atracción solar que el Sol ejerce sobre todos los cuerpos celestes haciéndoles orbitar a su alrededor, que si puede llegar hasta las dos decenas de billones de kilómetros, repito, en algunas hipótesis científicas. ¿Cómo llegaremos hasta más o menos el fin del Sistema Solar, unos 40.000 kilómetros más en nuestra escala, si solo hemos hecho 50 kilómetros para llegar hasta Atlántida? Reduciendo, como hemos hecho, el diámetro solar real de 1.392.000 kilómetros a uno de dos metros, para llegar al final del Sistema Solar tenemos que dar la vuelta completa la Tierra!!!! Imaginemos, continúa el profesor, si luego de llegar hasta los confines del Sistema Solar, (¡¡cuidado cuando se asomen en el balcón!!!), quisiéramos ir hasta la estrella más próxima, Próximo Centauri, y que está a 37 billones de kilómetros, “solo” 4,3 años luz. Viajando a mil kilómetros por hora tardaríamos 4 millones de años!!. Pero luego, ya que estamos, queremos recorrer toda nuestra galaxia que tiene 100.000 años luz, y si no estamos cansados, podemos seguir un poco más ya que hay miles de millones de galaxias….Carlitos pregunta, ¿todo esto está hecho en siete días con el único fin de que el hombre pueda vivir luego en la Tierra? Cosmito corrobora que Hawking en su último libro, El magnífico diseño dice : “Si la intención de Dios fue la de crear al hombre, esos otros universos no tendrían sentido”, pero cuidado que no está negando la existencia de Dios, algo que la ciencia nunca podrá demostrar, porque el que tiene que demostrar es el que afirma que Dios existe, sólo dice que “la idea de Dios no es necesaria para la ciencia, o lo es cada vez menos”, (Cosmito no entiende estas últimas palabras de Hawking, porque la ciencia moderna nunca contó con Dios hasta ahora). En cambio, podría haber una prueba de la existencia de Dios si mañana las estrellas se movieran en el firmamento y pudiéramos leer, “Yo existo, que nadie tenga dudas”. Y ya que estoy, añade el profesor, una preguntita a la clase por si alguien sabe lo que yo no sé: ¿Cómo puede ser que la fuerza de gravitación del Sol, sea tan poderosa como para que orbiten a su alrededor cometas y rocas que están a billones de kilómetros?
Recapitulemos luego de tantos números fantásticos.
Estamos al final del Cinturón de Kuiper, aproximadamente a 7.500 millones de kilómetros del Sol. Va a llegar un momento, explica Cosmito, que aquellas rocas oscuras y lentas que dijimos que lo componen, desaparecen drásticamente, y en consecuencia, los científicos le llaman a esta zona el Acantilado de Kuiper, pero pensamos que es mejor no pedirle al chofer que tenga cuidado, porque corremos el riesgo que crea que nosotros ya constituimos un peligro y nos baje del camión.
Y algunas decenas de kilómetros más adelante, Elvira, siempre tan distraída y dispersa, pide a sus compañeros que la sostengan de los tobillos y se vuelca cabeza abajo para preguntarle al señor que cobra el peaje de la interbalnearia, si ya llegamos a la Nube de Oort o seguimos en Saturno. No, responde con naturalidad el señor, mientras levanta la vista para ver a Elvira al revés, Saturno lo dejaron hace rato en Avenida Italia y Luis Alberto de Herrera. Ustedes ahora van por los 10.000 millones de kilómetros y la Nube de Oort se encuentra a un año luz del Sol, es decir, a 9.460 billones de kilómetros y se extiende aproximadamente otro año luz. En realidad, continúa el señor del peaje, siempre mirando la cabeza al revés de Elvira, la Nube de Oort, es una nube esférica que envuelve el Sistema Solar, de cien billones de cometas de período largo y miles de millones de asteroides constituidos de hielo, metano y amoníaco, que son los restos de cuando se formaron nuestros planetas. No te imaginas como les gusta esta zona a los cosmólogos, porque es para ellos como un museo donde se guardan los restos de la formación del Sistema Solar, y que al principio tuvieron muy cerca del Sol, pero la gravitación de los planetas gigantes los alejaron extraordinariamente. ¿Y usted cómo sabe tanto? Pregunta sorprendida Elvira. Fui alumno de un profesor de astronomía muy bueno hace cinco años, y apostaría, por la pregunta que me haces, que es él mismo que va arriba del camión.
Un rato largo después, por esas casualidades, Juan Ramón, el mismo que tuvo la idea de hacer la torre humana arriba de los monopatines, se puso a conversar con Nora, la directora de la murga. La mujer le empezó contando que cuando ella era una bebé, gateaba con un pijama de globos amarillos y estrellas azules y que también tenía escrito todos los nombres de las murgas de aquella época, y luego, apoyándose sobre un sillón, se ponía de pie a bailar cuando su mamá hacía las tortillas sobre los platillos de una batería de murga, mientras su papá machacaba cebollas y ajíes con los palillos de su redoblante, para después comer todos juntos sobre un bombo con mantel.
Pero luego, su relato, sin ninguna rigurosidad cronológica, salta treinta años y pasa a explicarle a Juan Ramón que había confeccionado un globo de doce metros de diámetro, con tela roja e impermeable de una fábrica donde su marido vigilante hacia guardia nocturna, forrado con un papel fuerte y delgado que le había dejado gratis el almacenero, el hombre más bueno del mundo, y que la mujer lo dejó… me fui del tema... Además del globo, continuó Nora, en el camión viene una cesta enorme, donde puede entrar toda la murga, y que se la habían dejado en el zoológico, donde allí la utilizaban para aislar las focas con fiebre alta. La idea de Nora, era que al final de su actuación en el festival del Chuy, cantando la retirada, la murga ascendiera en la cesta siguiendo al globo lleno con el aire caliente de una gran fogata preparada rápidamente atrás del tablado. Ella se imaginaba, “se va, se va, se va la murga… aquella murga…” mientras saludaban subiendo, y los espectadores abajo despidiendo con una mano y con la otra llamando a los bomberos con sus celulares. Sin embargo, Nora venía muy triste, según le confesó a Juan Ramón, porque después de todo el trabajo realizado y la ilusión enorme que tenía de crear espectáculo, las chicas de la murga no se animaban a subir en el globo sin saber muy bien por qué, como si no lo vieran muy seguro. El lamento de la directora fue un relámpago, luego un trueno, y finalmente la madre de todas las tormentas, en la mente nublada de Juan Ramón, siempre inundada de ideas geniales. Inmediatamente, salió corriendo hacia donde estaba Cosmito a proponerle que la clase viajara en el globo rojo. Al profesor le pareció extraordinario porque por fin podría explicar en la práctica cómo era un cometa, aunque la cesta fuera redonda. Cuando el resto de compañeros le preguntaron a Juan Ramón de donde iba a sacar el aire caliente, él se limitó a señalar la parrilla que venía detrás del camión. La pobre Nora, con un poco de envidia, pensó en inscribirse como alumna en el liceo de Malvín, y volar como una golondrina veraniega y murguista para llenar de serpentinas el vacío espacial, como habían llenado antes sus padres el pijama, pero su responsabilidad de directora le hizo ver que no podía abandonar a sus compañeras. Luego que se detuviera el camión en la esquina de Cabo Cañaveral y Avenida Gorlero, subimos entre todos la parrilla arriba del techo del camión y prendimos un fuego enorme. Más tarde, las murguistas extendieron unas cuerdas desde la cesta, con nosotros dentro, y que estaba apoyada en el suelo, a las ruedas del camión, con el globo sostenido a lo alto. Era un día sin viento, salvo una tenue brisa hacia Montevideo. Una vez que el aire caliente infló el globo, Juan Ramón dio la orden de solar amarras. Cuando el globo rojo comenzó a despegar, Nora fue corriendo a tapar la boca por donde había entrado el aire con revistas pornográficas del camionero. Y el globo, siguiendo la ruta marcada por las leyes de la física, se fue al cielo y nosotros atrás de él. Los brazos levantados de las murguistas se fueron haciendo cada vez más chicos, no así el recuerdo que quedó en todos nosotros de ellas, simpáticas, solidarias, alegres, bromistas, murgueras. Ya para siempre quedarán en nuestra memoria astronómica, los nombres de Galileo, Kepler, Newton, Einstein, Copérnico y Matame che loco Y la canasta se balanceaba peligrosamente. Iba y venía, pero no caía, por ahora. Su sombra se bañaba en las olas allá abajo, y sus mimbres crujían como un pato. La brisa terrestre se había convertido aquí arriba en una fuerte corriente de aire hacia Montevideo, por lo que era evidente que estábamos haciendo el viaje de retorno. Al rato, pasamos muy cerquita de los cerros de Piriápolis, y luego vimos a la distancia, porque el globo no abandonaba el mar, el Pan de Azúcar. Distinguimos perfectamente el Hotel Argentino, el hotel Danae y en su esquina, lo que fue en su momento, el Copetín al Paso, donde bailaban nuestros abuelos en la década del sesenta, y que luego del amanecer, cruzaban a cantar en la playa esperando que llegara la vida.
El profesor iba muy tranquilo en la canasta mirando el paisaje, recordando que era el mismo que veía, unos años antes, cuando iba en la Onda desde Montevideo a Playa Hermosa a ver una novia, extremadamente hermosa pero también extremadamente neurótica, obsesionada con hacerle el amor a los extraterrestres, y Cosmito, aunque se llegó a disfrazar varias veces de marciano para satisfacerla, la terminó abandonando por cansancio síquico. En determinado momento, el profe comenzó a sacar unos apuntes sobre los cometas para aprovechar el tiempo docente, y se dirigió al grupo. Vamos a suponer que en lugar de esta canasta redonda, vamos sentados en el núcleo de un cometa, comenzó, pero inmediatamente fue interrumpido por toda la clase que le suplicaba que se tomara un descanso, y porque además, ellos mismos estaban agotados y ya no podían seguirle el ritmo.
Cosmito comprendió, y guardó sus papeles. La clase aplaudió y bailó, por lo que la canasta casi se dio vuelta sobre el Hotel Carrasco.
El globo rojo con su carga humana, venía de un mundo que está un poquito más allá, (sol, luna, planetas, estrellas), y llegaba al mundo que nos ha tocado vivir, (la gente, la playa, las olas, las gaviotas). Sobrevolando cada vez más bajo, por fin aterrizó en el balcón de nuestra clase, y luego entramos por la ventana abierta donde Cosmito había visto cómo todos los pájaros errantes del mundo venían a disfrutar de Malvín.

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