lunes

JOSÉ LEZAMA LIMA




LA EXPRESIÓN AMERICANA

TERCERA ENTREGA

PRÓLOGO DE IRLEMAR CHIAMPI


LA HISTORIA TEJIDA POR LA IMAGEN (3)


Con esa “caída en el lenguaje” Lezama legitima la técnica del contrapunto para erigir una visión histórica independiente del causalismo historicista. El causalismo instaura la libertad de la lectura del sujeto metafórico para componer lo que él llamó “red de imágenes que forma la Imagen”, en otro ensayo (“Las imágenes imposibles”). En vez de relacionar los hechos culturales americanos por la relación de causa-efecto, denunciando una progresión evolutiva, su contrapunto se mueve, erráticamente, para adelante y para atrás en el tiempo, en busca de analogías que revelen el devenir. Compara, así, nuestros textos con los de otras culturas alejadas en el tiempo y en el espacio. La técnica no es nueva, evidentemente, y forma parte de cualquier ejercicio de crítica comparativa, pero Lezama le imprime una dosis extra de imaginación personal que le confiere el estatuto de verdadera fábula intertextual. Así, por ejemplo, el Popol Vuh maya tiene sus mismos analogados tanto con fragmentos de la Biblia, o un episodio de la Odisea como con situaciones del Baghavad Gita, de la remota India; el Primero sueño, de Sor Juana, es contrapunteado con las ideas escolásticas sobre el cuerpo, con el tempo de las Soledades gongorinas, un dato de Descartes o de Athanasius Kircher o aun con cierta inflexión del poema “Muerte sin fin”, del poeta mexicano moderno José Gorostiza. Trazos, partículas, fragmentos de textos son extraídos de una totalidad -como en una toma sinecdóquica- para ser analogados con otros retazos de otra realidad. La idea es la de componer, con esos saltos y sobresaltos, una especie de constelación supra-histórica en que los textos dialogantes exhiben su devenir en la mutación de esas partículas.

La similitud de esa técnica con la que Oswaldo Spengler usó en La decadencia de Occidente (1918-1922) es sólo aparente. Lezama anota en su teorización que no pretende establecer homologías entre hechos de culturas diferentes, apoyándose en una morfología, esto es, en la forma externa, visible, prefiriendo la libertad de la analogía, en la cual el sujeto metafórico prescinde de la visibilidad de lo externo para operar enlaces entre elementos invisibles, marginales o periféricos. Cabe añadir aun que el análogo cultural lezamiano descaracteriza las equivalencias funcionales que el mismo Spengler propuso para su concepto de analogía, el cual implica una preocupación de orden histórico-social del analista. La analogía en Lezama es fundamentalmente poética: es el producto del “súbito” de la asociación, destituido de toda pretensión de objetividad, es así una “gravitación”, una “urdimbre” o una “resonancia” -para usar sus términos preferidos- desplegadas por la imaginación y la memoria en una dimensión, diríase, meta-racional. Es el trabajo, en suma, del “Eros relacionable”, conforme lo consigna uno de los poemas de Dador (1960).

Lo que motiva el rechazo a la homología y a la analogía spenglerianas son sus consecuencias para la valorización de las formas culturales americanas. Spengler, al analogar formas o tejer analogías funcionales, tendía a configurar la historia como una eterna repetición: cada “universo-historia”, concebido como un organismo biológico de ciclos que evolucionaban siempre en una misma dirección, repetía las formas anteriores del otro “universo-historia”. El pesimismo de esa morfología de un “destino”, así como el de la teoría de las constantes artísticas de un Eugenio D’Ors, es denunciado por Lezama como “el germen de un terrible complejo del americano”, que con él ve disimuladas sus creaciones culturales como repeticiones de formas estilísticas anteriores. Así, la reivindicación de la novedad americana debe pasar por el rechazo de la similitud y la repetición: “Nuestro punto de vista -dice Lezama- parte de la imposibilidad de dos estilos semejantes, de la negación del desdén a los epígonos, de la identidad de dos formas aparentemente concluyentes, de lo creativo de un nuevo concepto de la causalidad temporal de que todo se dirige a lo contemporáneo, a un tiempo fragmentario”.


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