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QUÉ CANTAMOS CUANDO CANTAMOS LA "ODA A LA EGRÍA" DE SCHILLER MUSICALIZADA POR BEETHOVEN?



HÉCTOR BERLIOZ

(un texto seleccionado de su biografía)


Hay menos fuga, menos grandeza y más agilidad en el estilo del trozo siguiente: una alegría ingenua, expresada primero por cuatro voces solas y coloreadas efusivamente en seguida por el aditamento del coro, hacen el fondo. Algunos acentos tiernos y religiosos alternan en dos oportunidades diferentes con la alegre melodía, pero el movimiento se hace más precipitado, toda la orquesta estalla, los instrumentos de percusión, timbales, platillos, triángulos y tambor, golpean terriblemente en los tiempos fuertes del compás. La alegría reconquista su imperio, una alegría popular, tumultuosa, que parecería una bacanal si, al terminar, todas las voces no se detuvieran nuevamente en un ritmo solemne enviando como una exclamación estática su último saludo de amor y respeto a la divina alegría. La orquesta termina sola, no sin dejar oír todavía, en su ardiente carrera, los fragmentos del primer tema del que no se cansa.

Una traducción tan exacta como sea posible de la poesía alemana, tratada por Beethoven, dará al lector el motivo de esta multitud de combinaciones musicales, auxiliares sapientísimos de una continua inspiración, dóciles instrumentos de un genio infatigable. Es la siguiente:

“Oh, alegría, bella chispa de los dioses, hija de Elíseo! Nosotros entramos ardiendo en fuego divino a tu santuario. Un poder mágico reúne a los que el mundo y el rango han separado; bajo la sombra de tus suaves alas todos los hombres se hacen hermanos.

“Aquel que tiene la felicidad de llegar a ser el amigo de un amigo; el que posee una mujer digna de ser amada, sí, el que puede decir que posee un alma sobre esta tierra, que venga y mezcle su alegría a la nuestra. Pero que el hombre a quien esta felicidad no le fue acordada se deslice llorando fuera del lugar en que nos reunimos!

“Todos los seres beben la alegría en el seno de la naturaleza; los buenos y los malos siguen las sendas de las flores. Ella nos da el amor, el vino y la muerte esta prueba de la amistad. Ella ha dado la voluptuosidad al gusano; el querubín está de pie delante de Dios.

“Alegría! Alegría! Girad sobre el plan magnífico del cielo, así, hermanos, corred a cumplir vuestro destino, llenos de alegría como el héroe que marcha a la victoria.

“Que los millones de seres, que el mundo entero se confunda en un solo abrazo! Hermanos, más allá de los mundos debe habitar un padre amante.

“Millones, prosternaos! Reconoced la obra del Criador, buscad al autor de las maravillas por encima de los astros, porque es allá donde Él reside!

“Oh, alegría, bella chispa de los dioses, hija de Elíseo! Nosotros entramos ardiendo en fuego divino a tu snatuario.

“Hija de Elíseo, alegría, bella chispa de los dioses!”.

Si el público del Conservatoire, al escuchar esta sinfonía, tuviera a la vista una traducción de este género, indudablemente que seguiría mucho mejor la idea del compositor.

Por otra parte, para le ejecución, es necesario que el coro sea numeroso, puesto que en muchos lugares tiene que cubrir a la orquesta y además la manera como está dispuesta la música sobre las palabras y la elevación excesiva del diapasón en las partes de canto hacen muy difícil la emisión de la voz, y disminuyen mucho el volumen y energía de los sonidos.

A pesar de todo, es evidente que este mismo público, tan frío al principio por esta colosal partitura, comienza a ceder bajo su influencia. Dos o tres audiciones más, y apreciará todas sus bellezas

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