miércoles
PAULO FREIRE
EDUCACIÓN Y ACCIÓN CULTURAL
(Antología de 5 artículos del pedagogo brasileño)
DÉCIMA ENTREGA
A PROPÓSITO DEL TEMA GENERADOR Y DEL UNIVERSO TEMÁTICO (II)
Ahora bien, una unidad “epocal” se caracteriza por el conjunto de ideas, de concepciones, esperanzas, dudas, valores, desafíos, en interacción dialéctica con sus contrarios, buscando su plenitud. La representación concreta de muchas entre estas ideas, estos valores, estas concepciones y esperanzas, como también los frenos al ser más del hombre constituye los temas de la época. Sus temas específicos.
Estos, no solamente implican otros que con sus contrarios, a veces antagónicos, como apuntan hacia tareas que deben ser realizadas y cumplidas. De esta forma, no hay cómo sorprender los temas históricos aislados, sueltos, desconectados, cosificados, parados, estáticos, sino en relación dialéctica con otros, sus opuestos. Como también no hay otro lugar para encontrarlos, que no sea en las relaciones hombres-hombres y hombres-mundo. El conjunto de los temas en interacción constituye el universo temático de la época. Frente a este universo de temas que dialécticamente se contradicen, toman los hombres sus posiciones también contradictorias, ejerciendo tareas que se encauzan hacia la mantención o el cambio.
En la medida en que se profundiza el antagonismo entre los temas que son expresión de la realidad, hay una tendencia de mitificar la temática y la realidad misma, lo que abre la posibilidad para la instauración de un clima de “irracionalismo” y de sectarismos. Este clima amenaza los temas del agotamiento de su significación propia, desplazándola por la de destino irremovible. La historia se transforma, para unos, en el pasado venturoso que el presente debe repetir, manteniendo una temática cuya superación comenzó en el ayer, pero que no debe concretizarse. Para otros, la historia es una futuridad pre-destinada. Ambas terminan, los primeros con una concepción estática de la historia; los segundos con una concepción mecanicista, negando la verdadera tarea del hombre, que es su praxis, con la cual tiene que hacer su historia, haciéndose de ella.
Es importante subrayar que, en el momento en que una sociedad vive una época tal, el propio irracionalismo mitificador pasa a constituir uno de sus temas fundamentales que tendrá como su opuesto combatiente la visión crítica y dinámica de la realidad, que, empeñándose a favor del desvelamiento de la realidad, desenmascara su mitificación y busca el cauce verdadero de la tarea humana: la permanente transformación de la realidad para la humanización del hombre.
Los temas (9) se encuentran, en último análisis, de un lado envueltos, de otro, envolviendo las “situaciones límites” mientras las tareas que ellos apuntan, cuando cumplidas, constituyen los “actos límites”, a los cuales nos hemos referido.
En cuanto los temas no son percibidos como tales, en su dimensión esencial de “situaciones límites” desafiadoras, las tareas que ellos apuntan, que son las respuestas de los hombres a través de su acción histórica, no se dan términos auténticos o críticos.
En este caso, los temas se encuentran encubiertos por las “situaciones límites” que se presentan al hombre como si fueran determinantes históricas aplastantes, frente a las cuales no le cabe otra alternativa, sino adaptarse. El hombre, de esta forma, no llega a trascender la “situación límite” y descubrir o divisar, más allá de ella, y en relación contradictoria con ella, lo inédito viable.
En síntesis, toda “situación límite”, implica a quienes la situación directa o indirectamente sirve y a quienes ella niega y frena.
En el momento en que estos perciben la situación límite no más como una “frontera entre el ser y la nada, sino como una frontera entre el ser y el más ser” (10), se hacen cada vez más críticos en su acción de la cual salió esta percepción. Percepción en que está implícito lo inédito viable como algo definido a cuya concretización se encauzará la acción.
La tendencia, entonces, de los primeros, es vislumbrar en el inédito viable, aun antes de concretizarse, una “situación límite” amenazadora, en potencia, para ellos. De ahí que actúen en el sentido de mantener la situación, evitando a todo costo su superación.
Esta es la razón por la cual se impone una exigencia fundamental a la acción humana, que es histórica, sobre su contexto, también histórico. La exigencia de que la acción esté en relación de correspondencia con los temas generadores. Y esta exigencia se desdobla en otra: la de la investigación de los temas generadores.
Estos temas pueden ser colocados en círculos concéntricos que parten de lo más general a lo más particular.
Temas de carácter universal, contenidos en la unidad epocal más amplia, que abarca toda una gama de unidades y sub-unidades, continentales, regionales, nacionales, etc. diversificadas entre sí. Como tema fundamental de esta unidad más amplia, que podremos llamar nuestra época, se encuentra el de la deshumanización, que apunta necesariamente a su contrario, la humanización, como objetivo que debe ser alcanzado. Para lograr tal meta, sin embargo, se impone la superación de las “situaciones límites”, similitudes históricas.
La “situación límite” del subdesarrollo al cual está ligado el problema de la dependencia, como tantos otros, es una connotación característica del “tercer mundo” y tiene, como tarea, la superación de la “situación límite”, que es una totalidad, a través de la creación de otra totalidad, la del desarrollo.
Si miramos, ahora, una sociedad determinada, en su unidad epocal, vamos a percibir que, además de esta temática universal, continental o de un mundo específico de similitudes históricas, ella vive sus temas específicos. Sus “situaciones límites”. Es importante enfatizar que la percepción crítica de unos como de los otros no siempre revela que su origen está en la sociedad misma, en su época histórica.
En un círculo más restringido, observaremos diversificaciones temáticas, dentro de una misma sociedad, en áreas y subáreas en que se divide, todas, sin embargo, en relación con el todo del cual forman parte. Son áreas y subáreas que constituyen lo que llamaremos sub-unidades epocales. En una misma unidad nacional, encontramos la contradicción de la no contemporaneidad del coetáneo.
En las sub-unidades referidas, los temas de carácter nacional pueden ser o dejar de ser captados en su verdadera significación, o simplemente pueden ser sentidos. A veces, ni siquiera son sentidos.
Lo imposible, sin embargo, es la inexistencia de temas en estas sub-unidades epocales. El mismo hecho de que los individuos de un área no capten un tema generador, sólo aparentemente o de captar otro de forma distorsionada, significa la existencia de una “situación límite” abrumadora cuyo tema básico podría ser la explicación mágica de la existencia y cuya tarea estaría en el enfrentamiento también mágico de la “situación límite”. La naturaleza de la tarea (acción) se identifica con la naturaleza de la comprensión del tema generador.
De modo general, la conciencia ingenua, no sólo popular, que no ha captado todavía la “situación límite” en su globalidad, queda en la aprehensión de sus epifenómenos a los cuales presta la fuerza inhibidora que cabe, sin embargo, a la “situación límite” (11)
La expresión de sus dudas, de sus anhelos, de sus deseos, en que están explícitos “temas generadores”, involucra la “situación límite” que los genera. Este es un hecho de importancia indiscutible para el investigador de la temática o del “tema generador”.
La cuestión fundamental, en este caso, está en que, faltando al hombre sencillo una comprensión crítica de la totalidad en que está captándola en trozos en los cuales no reconoce la interacción constituyente de la misma totalidad, no puede conocerla. Y no lo puede porque, para conocerla, sería necesario partir del punto inverso. Esto es, se le impondría tener antes la visión totalizadora del contexto para, en seguida, separar y aislar los hechos o las parcialidades del contexto, a través de cuya escisión volvería con más claridad a la totalidad analizada.
Este es un esfuerzo que cabe realizar en la metodología de la investigación temática que proponemos, como en la educación problematizadora que defendemos. El esfuerzo de plantear a los individuos dimensiones significativas de su realidad, cuyo análisis les permitía reconocer la interacción de sus partes.
De otra manera, las dimensiones significativas que, a su vez, están constituidas de partes en interacción, al ser analizadas, deben ser percibidas por los individuos como dimensiones de totalidad. De este modo, el análisis crítico de una dimensión significativo-existencial posibilita a los individuos una nueva postura, también crítica, frente a las “situaciones límites”. La captación y la comprensión de la realidad se rehacen, ganando un nivel que hasta entonces no tenían. Los hombres tienden a percibir que su comprensión y que la “razón” de la realidad no están fuera de ella como, a su vez, ella no se encuentra dicotomizada de ellos, como si fuera un “mundo” aparte, misterioso y extrahumano, que los aplastara.
En este sentido, la investigación del tema generador, que se encuentra contenido en un universo temático (los temas generadores en interacción), si es realizada por medio de una metodología concientizadora, además de posibilitarnos su aprehensión, inserta al hombre en una forma crítica de pensar su mundo. En efecto, en la medida en que la captación del todo, que se ofrece a la comprensión del hombre, de modo general se hace de tal forma que este todo se presenta como algo espeso que lo envuelve, como alguna cosa más o menos nublada en que y bajo la que está (12), se hace necesario para su comprensión que se haga la búsqueda de la realidad concreta a través la abstracción. Esto no significa la reducción de lo concreto a lo abstracto, lo que sería negar su dialecticidad, sino tenerlos como opuestos que se dialectizan en el acto de pensar.
En el análisis de una situación existencial concreta, codificada, se verifica exactamente este movimiento del pensar. La codificación de la situación existencial provoca esta postura normal que implica un partir abstractamente hacia lo concreto, que implica una idea de la parte al todo y una vuelta de éste a la parte, que implica un reconocimiento del sujeto en el objeto (la situación existencial concreta) y de éste en el sujeto. Este movimiento de ida y vuelta, de lo abstracto a lo concreto que se da en el análisis de una situación codificada, si bien hecha la descodificación conduce a la superación de la abstracción con la percepción crítica de lo concreto, ya ahora no más una realidad espesa o algo más o menos nublado.
Realmente, frente a una situación existencial codificada (situación dibujada o fotografiada que remite, por abstracción, a lo concreto de la realidad existente), la tendencia de los individuos es realizar una especie de “escisión” en la situación, que se les presenta como un todo. Esta “escisión” en la práctica de la descodificación corresponde a la etapa que llamamos “descripción de la situación”. La “escisión” de la situación figurada posibilita descubrir la interacción entre las partes del todo escindido.
Este todo, que es la situación figurada (codificada) y que antes había sido aprehendido difusamente, pasa a ganar significación en la medida en que sufre la “escisión” y en que el pensar vuelve a él a partir de las dimensiones resultantes de la “escisión”. Pero, si la codificación es la representación de una situación existencial, la tendencia de los individuos es dar el paso de la representación de la situación (codificación) a la situación concreta en que se y con que se encuentra.
Teóricamente es lícito esperar que los individuos pasen a comportarse frente a su realidad objetiva de la misma forma, de lo que resulta que deje de ser ella un callejón sin salida para constituirse en lo que es en verdad: un desafío al cual los hombres tienen que contestar.
En todas las etapas de la descodificación, estarán los hombres exteriorizando su visión del mundo, su forma de pensarlo, su percepción fatalista de las “situaciones límites”, su percepción estática o dinámica de la realidad. Y, en esta forma expresada de pensar el mundo fatalistamente, de pensarlo dinámica o estáticamente, en la manera como realiza su enfrentamiento con el mundo, se encuentran envueltos sus temas generadores. Aun cuando un grupo de individuos no llega a expresar concretamente una temática generadora, lo que puede aparentar inexistencia de temas, sugiere, por el contrario, la existencia de un tema dramático: el tema del silencio. Sugiere una estructura constituyente del mutismo ante la fuerza abrumadora de “situaciones límites”, frente a las cuales lo obvio es la adaptación.
Es importante reenfatizar que el tema generador no se encuentra en el hombre aislado de la realidad, ni tampoco en la realidad separada del hombre y, mucho menos, en una “tierra de nadie”. Sólo puede ser sorprendido en la relación hombre-realidad. Relación en la cual se opera la praxis humana, transformadora del mundo. Praxis en que el hombre porque está siendo y en que crea su mundo, el mundo de la cultura y de la historia, donde se originan sus grandes y pequeños temas.
Investigar el tema generador, repitamos, es investigar el pensar del hombre preferido a la realidad, es investigar su actuar sobre la realidad, que es ser praxis.
Precisamente porque, no siendo el tema generador una categoría abstracta, una entidad suprahistórica, sino un producto concreto de la praxis humana, naciendo pues de esta, se vuelve tarde o temprano sobre el hombre, como desafío a nueva praxis que, transformando la realidad, creará otros temas generadores.
La investigación del tema generador implica la investigación de la praxis que lo genera.
Si todo tema generador apunta a otro que es su contrario, su superación en devenir, e implica una tarea, un “acto límite” que, realizado, provoca esta superación, la investigación temática presenta como el punto de partida de una pedagogía humanista, realista, crítica y liberadora. Fundada en esta investigación, cabe a esta pedagogía intentar la superación no sólo de la forma ingenua de visualizar la realidad, sino también y obviamente, de manera de ejecutar los hombres sus tareas frente a la realidad en que existen.
No es posible el cambio de una sin el cambio de la otra, puesto que visión del mundo y tarea son tan indicotomizables como hombre y mundo.
La concepción ingenua de la acción, de la cual una de las más agresivas manifestaciones es la mecanicista, al no poder percibir el juego dialéctico en las relaciones hombre-mundo, al serle imposible captar el sentido y la fuerza del contorno histórico cultural, como producto de la praxis de los hombres, volviéndose sobre ellos, no encuentra razón para lo que llama irónicamente “perder el tiempo con lo innecesario”.
Los mecanicistas, en la incapacidad de su conciencia falsa, no llegan siquiera a descubrir esta cosa tan sencilla y primaria: que su saber y su técnica, que ávidamente pretenden imponer a otros mesiánicamente (otra connotación de su ingenuidad) no aparecerán por casualidad. Son productos de la creación humana. Surgieron de las relaciones hombre-mundo, como respuestas que los hombres vienen dando a través del tiempo a “situaciones límites”.
De ahí, la expresión, no raras veces usada, de “adiestramiento”, que revela la limitación del alcance que esta concepción tiene de lo humano.
De vez en cuando, esta expresión se ameniza en otra que, sin embargo, no es capaz de abarcar la complejidad del hombre como una vocación de ser más. Aparece, así, en lugar de adiestramiento, entrenamiento. En verdad el hombre no se adiestra, ni siquiera simplemente se entrena. El hombre se educa. Admitir su adiestramiento es rebajar el mundo humano a un mundo de “cosas” manipulables cuyos sujetos manipuladores serían los “dueños” del saber de la técnica. Esta es la razón por la cual, para los mecanicistas, todo lo que vaya más allá de la mera “inoculación” técnica les parece, no sólo innecesario, sino imposible. Y, al desconocer o al negar este más allá de la absurda “inoculación” de la técnica, están contribuyendo a enfatizar la deshumanización del hombre, tema crucial de nuestra época.
La concepción de la acción sabe, por el contrario, que ningún saber puede ser “inoculado”. El saber no es anticorpus, no es vacuna, ni tampoco la ignorancia, que jamás es absoluta, es enfermedad contagiosa. El hombre hace y rehace el saber a través de su praxis histórica, que no podría darse fuera del tiempo, puesto que es tiempo de acontecimientos humanos. Hacer la historia (dentro de la cual se constituye el saber) no es gastar ni perder el tiempo -es vivirlo intensamente, humanamente.
La investigación del “tema generador” sirve a los hombres críticos para quienes es imposible trabajar con el hombre sin conocerlo, como es, sobre todo, como está siendo.
Notas
9) Estos temas se llaman generadores porque, cualquiera que sea la naturaleza de su comprensión como de la acción por ellos provocada, contienen en sí la posibilidad de desdoblarse en otros tantos temas que, a su vez, provocan nuevas tareas que deben ser cumplidas.
10) Vieira Pinto, Alvaro: Ob. Cit.
11) Esta forma de proceder se observa, no raramente, entre hombres de clase media, aunque diferentemente de como se manifiesta entre campesinos.
Su “miedo a la libertad” los lleva a asumir mecanismos de defensa y, a través de racionalizaciones, esconden lo fundamental, enfatizan lo accidental y niegan la realidad concreta. Frente a un problema cuyo análisis remite a la visualización de la “situación límite”, cuya crítica les es incómoda, su tendencia es quedarse en la periferia del problema, rechazando toda tentativa de adentramiento en el núcleo mismo de la cuestión. Llegan incluso a irritarse cuando se les llama la atención hacia algo fundamental que explica lo accidental o lo secundario a los cuales están dando significación primordial.
12) Página 16 del texto básico.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario