jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)


Capítulo 25

No Podemos Ser de Otra Forma



Amado Osho,
Hoy es mi octavo cumpleaños sannyas.
¿Ocho años no son mucho tiempo de perderse lo obvio?



Te has perdido lo obvio durante cientos de vidas, por eso ningún período de tiempo es excesivamente largo para perderlo. Por otro lado, incluso un sólo minuto es suficiente para reconocerlo.

De hecho, es un fenómeno intemporal; el tiempo no tiene que ver con ello. Si piensas en términos de años, si se te pasó en el momento en que podías entenderlo, te lo seguirás perdiendo. El tiempo no te ayudará; por el contrario, cuanto más tiempo te lo hayas perdido, mayor será la posibilidad de seguir perdiéndotelo cuando llegue el momento de reconocerlo.

La pregunta es de Devaraj. No debe preocuparse, porque no se lo ha perdido. Y no es el período de ocho años lo que le ha ayudado a no perdérselo. Es su amor, no el período de tiempo, sino la profundidad de su amor, lo que ha hecho que no se lo pierda.

Me ha amado inmensamente y en una situación muy difícil. Es mi médico personal y cualquiera que esté en esa situación se encontrará en una coyuntura muy difícil.

Soy un paciente difícil. No le escucho a él ni a nadie; simplemente le digo lo que él debería decirme que haga. Y de alguna forma se las tiene que arreglar para hacerlo, y hacerlo bien, porque al mismo tiempo tiene que ocuparse de la ciencia médica y tiene cuidar de un chiflado.

No le escucho porque comprendo mi cuerpo y su forma de hacer las cosas. Cualquier cosa que él o cualquier otro médico del mundo haya aprendido sobre los cuerpos y sus formas de hacer las cosas... Han aprendido de cadáveres, no de cuerpos reales; han estado diseccionando cuerpos muertos.

Antes o después la ciencia médica tendrá que aceptar el hecho de que su comprensión está básicamente equivocada, porque un cuerpo vivo funciona de una manera totalmente diferente; el cuerpo muerto no funciona en absoluto. Estudias el cuerpo muerto y aplicas tus conclusiones al cuerpo vivo. Éste es uno de los mayores fallos de la ciencia médica moderna.

Pero conmigo, la dificultad es aún mayor; no sólo se trata de un cuerpo vivo. La ciencia médica moderna no entiende un cuerpo en el que se haya producido la iluminación, ya que cambia su funcionamiento total y absolutamente.

Pero Devaraj ha sido capaz de entenderme por la simple razón de que ha sido capaz de amar. Su ciencia, su experiencia, y el funcionamiento diferente de mi cuerpo podrían haberle creado un problema muy difícil de entender; pero el amor lo resuelve todo. Ha seguido mi comprensión de mi cuerpo y de su sabiduría, manteniéndose en armonía con sus conocimientos de la ciencia médica. Ha hecho algo que nunca se había hecho antes, y lo ha realizado con éxito.

No tiene por qué preocuparse: ocho u ochenta años no suponen ninguna diferencia. Desde el primer momento en que me vio, lo obvio se hizo real para él, y no lo ha perdido de vista ni por un momento. Se puede vivir toda la vida con una persona iluminada y no ver lo que es el despertar, lo que es la iluminación.

Por eso, recuerda: no es el período de tiempo sino la profundidad del amor lo que hace que se comprenda lo obvio. Y en esa misma comprensión sucede una enorme transformación.

Sólo ese tipo de gente conoce la intimidad con un maestro.

Amado Osho,


¿Cuál es la naturaleza de mi mente parlanchina? Ha estado funcionando sin parar desde que puedo recordar. ¿Cuáles son sus orígenes? ¿Reside su origen en algún lugar del vasto silencio en el que se disuelve cuando estoy en Tu presencia?

La mente simplemente es un bioordenador. Cuando el niño nace no tiene mente; no hay paloteo en él. Este mecanismo tarda al menos tres o cuatro años en ponerse a funcionar. Y verás que las niñas comienzan a hablar antes que los niños. Tienen mentes más parlanchinas. Tienen un bioordenador de más calidad.

Este bioordenador necesita que se le proporcione información; por eso si intentas recordar tu vida hacia atrás, te detendrás en algún lugar alrededor de los cuatro años si eres hombre, o a la edad de tres años si eres mujer. Más allá de ese punto estás en blanco. Estabas allí: deben haber sucedido muchas cosas, deben haber ocurrido muchos incidentes, pero nada parece haberse registrado en la memoria, por eso no puedes recordar. Pero podrás recordar muy claramente hasta la edad de tres o cuatro años.

La mente reúne sus datos de los padres, de la escuela, de los demás niños, de los vecinos, de los parientes, de la sociedad, de las iglesias...; hay fuentes de alimentación por todas partes. Y debes haber visto que los niños, cuando empiezan a hablar, repiten la misma palabra muchas veces. iQué alegría!, un nuevo mecanismo ha empezado a funcionar en ellos.

Cuando son capaces de construir frases las hacen con gran alegría, una y otra vez. Cuando pueden empezar a hacer preguntas, empiezan a preguntar por todo, por cada cosa. ¡Recuerda que no les interesan tus respuestas! Observa a un niño cuando plantea preguntas; no está inte¬resado en tu respuesta, por favor no le des una larga respuesta propia de la Enciclopedia Británica. Al niño no le interesa tu respuesta; el niño simplemente disfruta de poder preguntar. Una nueva facultad ha surgido en él.

Y así es como va reuniendo información; después empezará a leer... y más palabras. Y en esta sociedad el silencio no es productivo; las palabras son productivas y cuando más claramente te expreses, más te pagarán.

¿Qué son tus líderes? ¿Qué son tus políticos? ¿Qué son tus profesores universitarios? ¿Qué son tus sacerdotes, teólogos, filósofos, si los condensas en una única cosa? Saben expresarse muy bien. Saben usar las palabras significativamente, consistentemente y así pueden impresio¬nar a la gente.

No suele tenerse en cuenta que nuestra sociedad está dominada por gente que se expresa muy bien verbalmente. Puede que no sepan nada; puede que no sean sabios, puede que ni siquiera sean inteligentes. Pero hay una cosa cierta: saben jugar con las palabras. Es un juego y lo han aprendido. Y les compensa en forma de respetabilidad, de dinero, de poder, de todas las formas posibles. Por eso todo el mundo lo intenta y la mente se llena de palabras, de pensamientos.

Puedes encender o apagar cualquier ordenador, pero no puedes apagar tu mente. El interruptor no existe.

No hay ninguna referencia al respecto, nadie ha mencionado que Dios, cuando hizo el mundo, cuando hizo al hombre, hiciera un interruptor para la mente de forma que pudiera encenderse y apagarse. No hay interruptor, así es que la mente funciona continuamente desde el nacimiento hasta la muerte.

Te sorprenderá saber que la gente que entiende de ordenadores y la gente que entiende de la mente humana tiene una idea muy extraña. Si sacamos el cerebro del cráneo de un ser humano y lo mantenemos vivo mecánicamente, sigue parloteando de la misma forma. No le importa no seguir conectado con la pobre persona que lo sufre; sigue soñando. Ahora que está conectado con máquinas, sigue soñando, sigue imaginando, sigue teniendo miedo, sigue proyectando, teniendo esperanzas, intenta esto o lo otro. Y es completamente inconsciente de que ahora no puede hacer nada; la persona a la que solía estar vinculado ya no está allí.

Puedes mantener ese cerebro vivo durante miles de años conectados con aparatos mecánicos, y seguirá parloteando, dando vueltas y vueltas a las mismas cosas, porque aún no hemos sido capaces de enseñarle cosas nuevas. Cuando le enseñemos cosas nuevas, también las repetirá.

Existe una idea prevaleciente entre los círculos científicos: es un gran despilfarro que cuando un hombre como Albert Einstein muere, su cerebro también muera con él. Si pudiéramos guardar ese cerebro e insertarlo en el cuerpo de otra persona, seguiría funcionando. No importa que Albert Einstein esté vivo o no; el cerebro seguirá pensando en la teoría de la relatividad, en las estrellas y en teorías. La idea es que de la misma forma que la gente hace donación de sus ojos y de sus órganos, antes de morir, también debería donar sus cerebros para que pudieran ser conservados. Si sentimos que son cerebros especiales, muy cualificados -y es puro desperdicio dejarlos morir-, entonces podemos transplantarlos.

Algún idiota puede convertirse en Albert Einstein, y el idiota nunca lo sabrá, porque dentro del cráneo, el ser humano no tiene sensibilidad; puedes cambiar cualquier cosa y la persona nunca lo sabrá. Simplemente haz a la persona inconsciente y cambia cualquier cosa que quieras cambiar en su cerebro -puedes cambiar todo el cerebro- y se despertará con el nuevo cerebro, con el nuevo parloteo, ni siquiera sospechará lo que ha ocurrido.

Este parloteo proviene de nuestra educación, que es básicamente errónea porque sólo nos enseña la mitad del proceso: cómo usar la mente. No nos enseña a detenerla para poder descansar, porque la mente continúa funcionando incluso cuando estamos dormidos. La mente no co¬noce el sueño. Trabaja continuamente durante setenta, durante ochenta años.

Si podemos educar..., y eso es lo que estoy tratando de inculcaros, el hecho de que es posible. Lo llamamos meditación.

Es posible poner un interruptor en la mente y apagarla cuando no es necesaria. Esto te ayuda de dos formas: te dará una paz, un silencio que no has conocido antes, y te familiarizará contigo mismo, cosa que no es posible con la mente parlanchina. Siempre te ha tenido enganchado.

En segundo lugar, también dará un descanso a la mente. Y si podemos darle un descanso a la mente, seremos capaces de hacer las cosas más eficazmente, más inteligentemente.

Por tanto en ambos lados -en el lado de la mente y en el lado del ser- saldrás beneficiado; simplemente tienes que aprender a detener el funcionamiento mental, a decirle: «Es suficiente; ahora vete a dormir. Yo me quedo despierto, no te preocupes.»

Usa la mente cuando sea necesaria, y entonces estará fresca, joven y llena de energía. Entonces lo que digas no será algo seco y tedioso; estará lleno de vida, lleno de autoridad, lleno de verdad, de sinceridad, y será tremendamente significativo. Quizá uses las mismas palabras, pero la mente descansada ha acumulado tanto poder que enciende cada palabra que usa, la convierte en poder.

Lo que en el mundo se conoce como carisma no es nada..., es simplemente una mente que sabe relajarse y reunir energía, de forma que cuando dice su poesía, cuando expresa su credo, cuando habla, no necesita dar ninguna prueba, no necesita la lógica: su propia energía es sufi¬ciente para influir en la gente. Y la gente siempre ha sabido que hay algo..., aunque nunca ha sido capaz de detectar exactamente a qué se le llama carisma.

Quizá yo os esté diciendo por primera vez lo que es el carisma, porque lo se por propia experiencia. Una mente que trabaje día y noche acabará debilitándose, haciéndose torpe, perezosa, no llegará a los demás. Como mucho será utilitaria; te ayuda cuando vas a comprar verduras. Pero más allá de eso no tiene ningún poder. Así, millones de personas que podrían ser carismáticas acaban siendo mediocres, no producen impresión en los demás, no tienen autoridad ni poder.

Si es posible silenciar la mente y usarla solamente cuando es necesaria -y lo es-, entonces sale con una fuerza apremiante. Ha reunido tanta fuerza que cada palabra que pronuncia va directamente al corazón. La gente piensa que las mentes de las personalidades carismáticas son hipnó¬ticas; no lo son. Verdaderamente son tan poderosas, son tan frescas... siempre es primavera. Esto es lo que ocurre en cuanto a la mente.

En cuanto al ser, el silencio te abre un nuevo universo de eternidad, de inmortalidad, de todo aquello en lo que puedas pensar como una bendición, como una bienaventuranza; de ahí mi insistencia en que la meditación es la religión esencial, la única religión. No hace falta nada más. Todo lo demás son rituales no esenciales.

La meditación es sencillamente la esencia, la esencia misma. No puedes quitarle nada.

Y te proporciona ambos mundos. Te da el otro mundo -el divino, el mundo de la divinidad- y también te da este mundo. Entonces no eres pobre. Eres rico, aunque no en forma de dinero.

Hay muchos tipos de riqueza, y el hombre rico en dinero está en la más baja de las categorías de riqueza. Lo diré de otra forma: el hombre de fortuna es el más pobre de los hombres ricos. Mirándolo desde el lado del pobre, es el más rico de los hombres pobres. Mirándolo desde la perspectiva del artista creativo, del bailarín, del músico, del científico, es el más pobre de los hombres ricos. Y en lo tocante al mundo del despertar último, ni siquiera se le puede llamar rico.

La meditación te hará definitivamente rico, dándote el mundo de tu ser interno y también te hará relativamente rico, porque liberará los poderes de tu mente hacia ciertos talentos que tienes. Mi propia expe¬riencia me dice que cada uno nace con ciertos talentos y, a menos que los desarrolle al máximo, algo seguirá estando ausente en él. Seguirá sintiendo que, de algún modo, algo que no está presente debería estarlo.

Dale un descanso a la mente, ¡lo necesita! Y es tan simple: simplemente hazte su testigo. Y te dará ambas cosas.

Poco a poco la mente empieza a aprender a estar en silencio. Y sabe que estando en silencio se hace más poderosa, sus palabras ya no son sólo palabras; tienen una validez, una riqueza y una cualidad que nunca antes tuvieron; tanto es así que van directamente, como flechas. Dejan a un lado las barreras lógicas y llegan al corazón mismo.

La mente es un buen sirviente, de inmenso poder, cuando está en manos del silencio.

Entonces el ser es el maestro, y el maestro puede usar la mente cuando la necesita y puede apagarla cuando no la necesita.

Amado Osho,
Recuerdo que una vez explicaste que tantra significa expansión.
Mis momentos de mayor alegría y mis momentos de mayor silencio están invariablemente acompañados por una exquisita sensación de expansión. Este sentimiento también está presente en el impulso por fundirme en algo o en alguien que amo, como un árbol o un atardecer.
¿De dónde surge este deseo? ¿Es un anhelo innato de reunirme con algo de lo que una vez formamos parte?

Sí, no es algo que venga de fuera. Es tu sentimiento innato de unirte a algo con lo que una vez fuiste uno; y con lo que sigues siendo uno aunque no seas consciente de ello. Por eso sólo es una cuestión de consciencia, de recordar.

Nunca has ido a ninguna parte. Sigues aquí; tu mente es la única que continúa trasladándose a espacios lejanos. Si la mente está en silencio, de repente descubres el momento cristalino, aquí y ahora, y el sentimiento de unidad con todo.

Somos uno.

No podemos ser de otra forma.

No hay otro camino.

La vida es un único fenómeno, la existencia no está dividida; pero la mente tiene la capacidad de olvidarlo.

La mente tiene la capacidad de soñar con cosas lejanas. Te duermes por la noche en tu cama y puedes soñar que estás en la luna. ¿Crees que si te despiertas de repente preguntarás cómo volver a casa porque estás en la luna? Si te despiertas de repente no estarás en la luna, estarás en tu cama. Nunca has estado en la luna. Incluso cuando soñabas que estabas en la luna, no estabas allí. La luna era un sueño, estar en ella era un sueño; estabas en tu cama, en tu habitación.

La mente es capaz de irse muy lejos. Por eso, de vez en cuando, cuando no está lejos, cuando algo muy sorprendente la trae al aquí y ahora: un bello atardecer, una hermosa pintura, un gran baile..., cualquier cosa la puede traer de vuelta. Si hay algo verdaderamente encantador que está ocurriendo aquí, no puede irse a deambular por ahí; tiene que correr a casa. Por eso, en el momento de un atardecer o de escuchar música, sientes cierta unidad. Y es tan plena, tan satisfactoria que te gustaría que persistiera cada momento, para siempre.

Y el chiste es que persiste cada momento, eternamente. Tú vas a lo tuyo, por aquí y por allá, olvidándote de ello una y otra vez.

Hay que traerte de vuelta.

Una vez que has comprendido la situación básica, no hace falta nada más. Simplemente cierra los ojos y siente el aquí y ahora, y de repente la existencia abre sus puertas.

Siempre has sido parte de ella.

Eres parte de ella.

No puedes ser de otra forma.

Amado Osho,
Durante toda mi vida, incluyendo los años en que he sido sannyasin, nunca he tenido una actitud de cuestionamiento. Esto no me ha preocupado hasta ahora, porque desde que nos has invitado a plantearte preguntas, me pregunto si está bien que esté tan vacío.

Está absolutamente bien.

Amado Osho,
Mi amor a la libertad hace que siempre de a mis amantes toda la libertad que puedo. Por eso, a menudo, me pongo en situaciones incómodas que me hacen sentirme herido. ¿Significa esto que no me quiero mucho y por eso me pongo en segundo lugar?

Puede ser mucho más complicado de lo que piensas.

En primer lugar, la misma idea de que tú das libertad a tus seres queridos está equivocada. ¿Quién eres tú para darles libertad? Puedes amar, y el amor implica libertad. No es algo que tenga que ser concedido. Si tiene que ser concedido, entonces te encontrarás con los problemas a los que ahora te enfrentas.

Así que en primer lugar estás haciendo algo equivocado. Realmente no quieres darles libertad; te gustaría que no surgiera la situación en la que tienes que darles libertad. Pero como me has oído decir una y otra vez que el amor da libertad, te obligas inconscientemente a darles libertad, porque de otro modo tu amor no es amor.

Estás en una situación problemática: si no das libertad a los demás; empiezas a sospechar de tu amor; si les das libertad, cosa que en realidad no puedes dar...

El ego es muy celoso. Planteará mil y una preguntas: «¿No eres suficiente para tu amante o para tu amada que necesita ser libre, libre de ti para estar con otra persona?» Eso duele y por eso empiezas a sentir: «Me estoy poniendo en segundo lugar.»

Dándole libertad has puesto a otra persona por delante de ti, y tienes que ponerte a ti mismo en segundo lugar. Eso va en contra del ego, que no va a colaborar en absoluto, porque acabarás vengándote de la libertad que has concedido. Te gustaría que te concedieran la misma libertad -ahora no estamos discutiendo de si la necesitas o no-, únicamente para probar que no te están timando.

En segundo lugar, como tu amada ha estado con otra persona te sientes un poco extraño con ella. Eso se interpondrá entre vosotros. Ella ha elegido a otra persona y te ha dejado, te ha insultado. Y tú has estado haciendo tantas cosas por ella; has sido tan generoso dándole libertad. Como te sientes herido, acabarás hiriéndole a ella de una manera o de la otra.

Pero todo esto surge de una incomprensión. No he dicho que si amas tienes que dar la libertad. No, he dicho que el amor es libertad.

No es una cuestión de dar. Si tienes que dar libertad, entonces es mejor no darla. Continúa siendo como todo el mundo. ¿Para qué crearte complicaciones innecesarias? Normalmente ya tenemos bastantes.

Si tu amor mismo alcanza esa cualidad en la que la libertad es parte de él, tu amada no necesita pedir permiso... De hecho, si yo estuviera en tu lugar y mi amada me pidiera permiso, me sentiría herido. Eso significa que no confía en mi amor. Mi amor es libertad. Yo la he amado; eso no significa que deba cerrar todas las puertas y ventanas para que no se ría con otra persona, para que no baile con otra persona, para que no ame a otra persona; ¿quiénes somos nosotros...?

Ésta es la pregunta básica que todo el mundo tiene que plantearse: ¿Quiénes somos? Todos somos extraños los unos para los otros, y sobre qué base puede uno ser tan autoritario que diga: «Te doy mi libertad», o «no te doy mi libertad», o «si me amas, no puedes amar a nadie más.» Estas suposiciones son ridículas, pero han dominado a la humanidad desde el principio mismo.

Seguimos siendo bárbaros, aún no sabemos qué es el amor.

Si amo a alguien, me siento agradecido de que esa persona me acepte, de que acepte mi amor y no me rechace. Eso es suficiente. Pero yo no me convierto en una prisión para ella: ella me ama, y como recompensa creo una prisión a su alrededor; yo le amo, y ella, en respuesta, crea una prisión a mi alrededor. ¡Estamos dándonos grandes recompensas el uno al otro!

Si amo a alguien me siento agradecido y su libertad permanece intacta. No soy yo quien se la da. Es su derecho de nacimiento y mi amor no puede quitárselo. ¿Cómo puede el amor llevarse la libertad de alguien, en particular la de la persona que amas? Es su derecho de nacimiento. Ni siquiera puedes decir: «Yo le doy la libertad.» Para empezar, ¿quién eres tú?, sólo eres un extraño. Ambos os habéis encontrado en el camino, por casualidad, accidentalmente, y ella ha tenido la generosidad de aceptar tu amor. Simplemente dale las gracias, déjale vivir como quiera vivir, y vive como tú mismo quieras vivir. No debes permitir interferencias en tu estilo de vida.

Esto es la libertad. El amor te ayudará a estar menos tenso, menos lleno de ansiedades, menos angustiado, y a tener más alegría.

Pero lo que continúa ocurriendo en el mundo es justamente lo contrario. El amor crea tanta miseria, tanto dolor, que algunos deciden que finalmente es mejor no amar a nadie. Cierran las puertas de su corazón porque sencillamente es un infierno.

Pero cerrar la puerta al amor también es cerrar la puerta a la realidad, a la existencia; por eso yo no lo apoyo. Yo digo: ¡Cambia todo tu modelo de amor! Has forzado al amor a entrar en una situación horrible; cambia la situación.

Permite que el amor se convierta en una ayuda para tu crecimiento espiritual. Permite que el amor nutra tu corazón y te dé coraje para abrirlo no sólo a un individuo, sino a todo el Universo.

Amado Osho,
¿Tenemos que trascender el sexo antes de iluminarnos?

No tienes que trascender nada. Tienes que vivir todo lo que sea natural para ti, y vivirlo plenamente, sin inhibición, alegremente, estéticamente. Simplemente por vivirlo con profundidad, la trascendencia vendrá.

No tienes que trascender nada. Recuerda mis palabras. La trascendencia viene por sí misma, y cuando lo hace es una gran liberación y una gran libertad.

Si tratas de trascender, vas a reprimir, y la represión es la única razón por la que la gente no puede trascender; así estás entrando en un círculo vicioso. Quieres trascender y por eso reprimes, y como reprimes no puedes trascender, por lo que reprimes aún más. Al reprimir más te haces más incapaz de trascender.

Vívelo plenamente, sin condena, sin que la religión interfiera con tu vida. Vívelo con naturalidad, intensamente, totalmente, y la trascendencia vendrá. No es algo que hagas, es algo que ocurre. Y cuando viene por sí misma, no hay represión, no hay antagonismo.

Estás por encima de todas las cosas que querías trascender, por ejemplo, el sexo. Pero una trascendencia real no significa que no puedas hacer el amor. Por supuesto que tu amor tendrá una cualidad completamente diferente. No será sexual, no será un impulso biológico, no será animal; simplemente será un juego entre dos energías humanas.

Si la trascendencia viene por sí misma, entonces hay muchas cosas que, en mayor o menor medida, desaparecen. Pero no estás en contra de las cosas que desaparecen. Todavía puedes disfrutar de ellas. Por ejemplo, en un estado de trascendencia no eres un adicto a la comida, pero eso no quiere decir que no disfrutes de vez en cuando de ir a un restaurante chino.

La trascendencia te hace libre; no te da una nueva atadura: primero eras tan adicto que tenías que ir al restaurante, ahora eres tan adicto que no puedes ir. La trascendencia significa que a partir de ese momento toda adicción desaparece: puedes ir y puedes no ir. No estás a favor ni en contra.

Puede que fumes. La trascendencia no significa que de vez en cuando no puedas fumarte un cigarrillo con tus amigos. No creo que fumar un cigarrillo de vez en cuando destruya tu espiritualidad. Y si la destruye, entonces esa espiritualidad no merece la pena.

Yo no puedo fumar, no por la trascendencia, sino por un problema respiratorio. No siento ningún antagonismo contra los pobres cigarrillos; lo que sucede es que no puedo tolerar el olor del tabaco ni puedo inhalar el humo. Pero esto es un problema de mi cuerpo, es mi alergia. Cuando veo a alguien fumando no pienso que esa persona esté condenada para siempre, no pienso que vaya a ir al fuego del infierno.

En mí no surge una condena, porque sólo está jugando un juego. Está sólo, no tiene nada más que hacer, y sus padres y la sociedad le repiten continuamente que es mejor hacer algo que no hacer nada..., por eso el pobre hombre prefiere hacer algo que no hacer nada. Al menos está fumando.

La trascendencia se parece mucho a un estado infantil.

Mi abuelo solía fumar puros y me solía mandar a por su puro y su encendedor. En lugar de llevarle ambos, yo solía meterme el puro en la boca, encenderlo y llevárselo. El decía: «Esto no está bien. Te he pedido que me traigas el puro y el encendedor.»

Yo decía: «Puedo traerte uno que hace el trabajo de los dos..., no soy estúpido.»

Él respondía: «Eso ya lo sé. Pero recuerda, no adquieras este hábito.» Yo decía: «No te preocupes. Oírte toser durante toda la noche, es suficiente. No tengo que vivir la experiencia para aprender de ella. También puedo aprender de la experiencia ajena.»

Sus médicos le decían: «Deja el tabaco.» Pero le resultaba imposible...; fue adicto durante toda su vida. Y estaba dispuesto a sufrir: tosía y no dormía bien.

Yo dije: «Verte es prevención suficiente para mí y además la bocanada que tomo cuando enciendo el puro me hace llorar. Con eso me basta para ver el tipo de disfrute que debes tener.»

La gente que consideráis santos no son como niños. Son tan adictos como los demás; simplemente sus adicciones están invertidas. Unos son adictos al sexo, ellos son adictos al no-sexo. Otros son adictos a fumar, ellos son adictos a no fumar.

La trascendencia es un estado de no-adicción..., como el juego de un niño. No hay pecado en el sexo. Cuando lo vives intensamente con el tiempo lo trasciendes, de la misma forma que trasciendes jugar a tenis. Una día lo arrojas lejos de ti: «¡Ya basta!». Trasciendes el fútbol, trasciendes todo tipo de cosas, y nadie te llama santo por eso.

Para mí la trascendencia es producto de la experiencia. Ves la inutilidad de algo y dejas atrás la adicción. Entonces, de vez en cuando, para cambiar, si quieres fumar no le veo nada malo; si quieres hacer el amor no le veo nada malo. El daño lo produce la adicción, no el acto mismo. Y la trascendencia no tiene que ver con el acto; la trascendencia tiene que ver con la adicción.

Y estar completamente libre de adicciones supone una gran libertad.

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