miércoles

PAULO FREIRE



EDUCACIÓN Y ACCIÓN CULTURAL

(Antología de 5 artículos del pedagogo brasileño)

PRIMERA ENTREGA

NOTAS PARA LA APLICACIÓN DEL MÉTODO PSICO-SOCIAL DE EDUCACIÓN DE ADULTOS DE PAULO FREIRE (I)

Quien haya sentido interés por el pensamiento de Paulo Freire seguramente habrá notado la escasez de material publicado sobre el asunto. Son contadas las obras publicadas por el mismo Freire; abundan un poco más sus artículos; existen algunos estudios sobre su pensamiento, pero su “método”, como tal, no se ha publicado. ¿Cuál puede ser la razón de todo esto?

La respuesta reside en el núcleo central del pensamiento de Freire; para él educar es un arte eminentemente creativo. Un arte que procura desarrollar o cultivar lo más intangible de la persona humana: su libertad. Y como arte, resulta ser un don que debe ser cultivado, ya que en cierta forma es intransferible.

Es difícil encontrar otro período en la Historia de la Humanidad, en el que se haya discutido más sobre la educación. Se dice que hay crisis de valores, crisis entre dos edades, crisis en la educación; el hecho innegable es que vivimos una época de crisis.

Históricamente estas crisis se manifiestan cuando están por aparecer nuevos conceptos de vivir la vida; conceptos del hombre y la sociedad diferentes a los que hemos estado vinculados y que en determinado momento parecen ya superados por nuevas formas que se creen mejores. En este vértice, el educador, como preparador de las gentes, se ve naturalmente en dificultades pues tiene que capacitar para la vida a una nueva sociedad, en ocasiones no muy definida. Se dice que el problema educativo está estrechamente ligado a lo que quiere la sociedad, es decir, a sus valores, a su sistema. Por tanto, el educador tendrá que elegir entre capacitar para la vida en una sociedad que dejará de estar vigente, educar para una sociedad cuyos modelos y programas están aun nebulosos, o bien educar para una vida basada en los principios relacionados con lo más permanente del existir del hombre.

Y es precisamente a partir de los valores permanentes del vivir existencial que nos ofrece Paulo Freire una metodología para la educación de adultos; un método que enseña al hombre a ejercitar lo más permanente de su existir: ser consciente del mundo que lo rodea, reflexionar sobre él; y actuar para modificarlo. Esto lo consigue mediante técnicas apoyadas en avanzadas teorías pedagógicas y vasta investigación, procurando sacar al hombre de su ignorancia, no mediante la acción directa de un “maestro”, sino a partir del ejercicio mismo de las facultades que le interesa desarrollar como son: la concientización, la autorreflexión y la libertad plena.

De esta forma se propicia en el mundo un modo más perfecto de inserción del hombre. Éste no se insertará entre las élites de una estructura dualista que separa al hombre de su realidad, de su sociabilidad, de su propio ambiente cotidiano, sino que lo insertará en la realidad de su historia, ya no como espectador pasivo, quizás atávico, sino como autor y protagonista activo.

Freire se convenció de que el único camino para lograr esto consistía en modificar totalmente la técnica pedagógica. Se dio cuenta de que las formas de educación estaban estrechamente ligadas, más aun, eran causantes del dualismo existente en algunas naciones. Dualismos cuyos datos externos son la miseria, el analfabetismo, el hambre y cuya concomitante radica en la nula capacidad para el desempeño del hombre como pueblo.

Esto, que históricamente se explica por el auge de las teorías individualistas y liberales, en la práctica se ejercitaba mediante una pedagogía basada en la copia de patrones y en la imposición de programas que la autoridad de turno consideraba pertinentes. Así, se insistía en una educación mecánica, pero jamás en una educación para la observación, la reflexión, la toma de decisiones, la acción y sus correcciones.

Así, Paulo Freire nos descubre una nueva metodología educativa que, si bien no es enteramente nueva, ya que se fundamenta en la mayéutica socrática, sí adopta una modalidad novedosa al hacer uso de los principios que la experiencia pedagógica señala como más efectivos.

El centro educativo de Freire, no es ya la escuela y su maestro, estructura educativa que perpetúa una autoridad que dicta las verdades a un grupo de alumnos desvinculados entre sí. Esta metodología se aplica en círculos de cultura donde el maestro viene a ser un coordinador de debates, donde los alumnos son participantes y donde todos juntos colaboran el descubrimiento de las verdades y su realidad, reflexionan sobre ellas y actúan sobre las mismas. El círculo de cultura es escuela de sociabilización, de diálogo sobre un tema de interés, de reflexión en común, de libertad de palabra dentro de un grupo con un objetivo común, de compromiso con la realidad objetiva, de investigación, de creatividad y de libertad.

Las notas que siguen intentan ser, únicamente, un esquema, una estructura que debe animarse, un esqueleto que debe encarnarse a partir de experiencias personales, apoyadas en datos existenciales enmarcados en una filosofía auténtica, procurando evitar su más elemental prostitución: convertir el método en una receta y aplicarla mecánicamente.

ALGUNOS PRINCIPIOS EN QUE SE FUNDAMENTA EL MÉTODO

El hombre puede tomar contacto con la realidad de una manera objetiva o de una manera enajenante. Será enajenante en la medida en que su percepción de la realidad se vea oscurecida por la mentira, la magia, o por su propia pasión. Pero si observa el mundo como objetividad se dará cuenta de que no está en el mundo, sino con el mundo; que éste es una realidad objetiva en él, pero inseparable de él. Además en este contacto el hombre recibirá retos del mundo a los que podrá contestar o dejar de contestar, Pero siempre en un juego de alternativas, con consideraciones ulteriores, evaluando los diferentes retos y, sobre todo, con una conciencia más o menos clara del tiempo. Como quiera que sea su relación ideal con el mundo, siempre será una relación de dominio, jamás de sometimiento.

El hombre es el transformador por excelencia, y existencialmente está comprometido a actuar y modificar lo que percibe en el mundo; aun cultivarse a sí mismo. De esta manera responde al hombre en su historia sobre la tierra. Lo primero que se le pide al hombre, según esto, es que tome conciencia de su capacidad -derecho, deber- para actuar en el mundo, modificándolo de una manera consciente y objetiva. Esto, necesariamente, implica una integración, una incorporación, un situarse en el mundo y fecharse en el calendario.

En general el animal vive de respuestas automáticas condicionadas a una serie de estímulos más o menos constante; el gato y el león. La abeja y el elefante jamás progresan con el tiempo, porque de hecho nunca se integran a la historia. Pero el hombre sí se integra, y más perfectamente en la medida que conoce, reflexiona y actúa sobre la realidad, sobre el mundo. Lo logra en la medida que, aceptando consciente y objetivamente los retos del mundo, modifique su realidad material con el trabajo y el esfuerzo.

Desgraciadamente el hombre puede perder desde el principio el reto o no tener plena conciencia de la realidad; cuando esto sucede, ya sea porque no ha perfeccionado su capacidad de observación y verificación o porque confía demasiado en informantes falsos, se degrada, se aliena de la realidad, se cosifica, pierde su libertad y es dominado. Sin embargo el hombre tiene la palabra y por ella la capacidad de preguntar, la facilidad de dialogar para corregir sus conceptos sobre el mundo, porque el hombre aprende a dialogar cuando busca la verdad.

Es difícil salir del estado de enajenación o sectarismo, para aportar algo positivo al diálogo, ya que esto implica emerger de la cáscara de seguridad que ambas situaciones (enajenación o sectarismo) proporcionan. El enajenado, tratado perennemente como infante, quisiera detener el tiempo para no verse forzado a adoptar una postura ante el reto del mundo. El sectario por su parte no quiere permitir que la naturaleza propicie el madurar del juicio del enajenado ante la realidad, ya que esto le ocasionaría la pérdida de ciertos privilegios, y así quisiera profetizar y manejar el tiempo a su antojo.

De hecho ambos fomentan una situación anormal que les impide enfrentarse a los retos del mundo, tomar decisiones en problemas que los afectan por igual. Se da así una situación que impide la responsabilidad participante del hombre: donde se niega su vocación plena.

Según esto, será más fácil comprender el significado y el contenido de los siguientes conceptos: conciencia intransitiva, conciencia transitivamente ingenua y conciencia transitivamente crítica.

Conciencia intransitiva

El estado de intransitividad de conciencia se caracteriza porque esta es cerrada a intereses vegetativos, no tiene casi relación con modificaciones en el tiempo, confunde los retos, no capta la casualidad auténtica y se vuelve hacia la magia y por ello no se compromete existencialmente.

Conciencia transitivamente ingenua

La conciencia transitivamente ingenua, se caracteriza por la amplitud de su poder de captación y por su pluralidad en la respuesta a los retos del mundo. De esta manera la conciencia se hace “transitiva”. Esta permeabiliza al hombre y lo impulsa a aceptar el reto comprometiéndose existencialmente. Vive, existe dinámicamente y aprende a dialogar con el mundo y con los hombres. Y este dialogar sobre los restos del mundo lo hacen histórico.

En un primer estadio. La conciencia transitiva es básicamente ingenua, es simple en la interpretación de los retos. Tiene, además, la tendencia a regresar a su feliz inconsciencia. Es emocional, frágil en la argumentación, polémica más que dialogante con recursos mágicos y ligeramente distorsionada. Si no se encamina hacia una transitividad crítica, puede convertirse en una conciencia fanatizada.

Conciencia transitivamente crítica

La conciencia transitiva, en su estadio más perfecto, va madurando hacia una prudente crítica que se caracteriza por la profundidad en la interpretación de los retos y por la búsqueda de los principios causales (teológicos, no mágicos); procura comprobar los hallazgos, está siempre dispuesta a revisar y verificar, desea desligarse de conceptos prefabricados, se esfuerza por evitar deformaciones en la aprehensión de la realidad y niega la transferencia de la responsabilidad. Además, firme en su argumentación, se abre al diálogo con actitud receptiva a lo válido que hay en lo nuevo.

Esto produce necesariamente una sociedad permeable, interrogada, inquieta y dialogante, y se contrapone a formas de vida discursivas, rígidas, autoritarias, no dialogantes, sociedades masificadas en el terreno de lo político son caricaturas de la democracia.

Teniendo en cuenta estas variaciones de la conciencia, Paulo Freire pugna por una educación corajuda que proponga la reflexión del hombre sobre sí mismo, sobre el reto de la naturaleza, sobre el reto del tiempo, sobre su respuesta personal. Una educación que a la vez que analizar su poder de reflexionar perfecciona su función.

Porque la responsabilidad es un dato existencial y por tanto no se la puede incorporar intelectualmente, sino sólo vivencialmente.

EL DIÁLOGO COMO ELEMENTO FUNDAMENTAL DEL MÉTODO PSICOSOCIAL

El diálogo es un factor primordial en la aplicación del método psicosocial de Paulo Freire. Se considera aquí como la relación de simpatía entre dos polos que buscan algo en común. Es una relación horizontal que nace del conocimiento crítico de una problemática. El diálogo es un medio eficaz de comunicación, y cuando los dos polos del diálogo se ligan, se hacen críticos en la búsqueda de algo y se instaura una relación de simpatía entre ambos.

“El diálogo -dice Jaspers-, es el camino indispensable no sólo para las cuestiones vitales para nuestra ordenación política, sino en todos los sentidos de nuestro ser. Sólo en virtud de creer tiene el diálogo estímulo y significado, por creer en el hombre y en sus posibilidades.”

Condiciones para que exista el diálogo

Siendo el diálogo un factor vital para la aplicación del método psicosocial de Paulo Freire, está, sin embargo, condicionado por la existencia de dos elementos igualmente esenciales.

a) El Amor

El encuentro dialógico sólo se realiza con la presencia inmanente del amor, pero un amor varonil capaz de un acto de valentía. Amar es difícil ya que compromete a toda la existencia; es un actuar de sujetos, no de objetos; por tanto, el cobarde no es capaz de amar. Los hombres aman porque se hacen presentes, se hacen sujetos del acto de amar, y éste es un acto más que se involucra a todo el ser, no es un mero acto de posesión. Si no hay amor hacia los educados, no podrá haber diálogo. Las posibilidades del amor auténtico crecen en la medida que, en las relaciones dialogales, se superen los patrones “señor”, “esclavo”. Se amará (y de esta manera podrá darse el diálogo) en la medida en que se quiten las condiciones de esclavo.

b) La Humildad.

La humildad, en este caso, se entiende como un respeto a la verdad, ya que todo ser humano es un ser inconcluso y perfectible, que tiene siempre la posibilidad de aprender algo. Esto es importante en el diálogo, porque sólo se participará en él, en la medida en que exista la posibilidad de enriquecimiento con la experiencia de los demás. Asimismo se debe partir de una gran fe en la consecución del fin, fe en las propias fuerzas y fe en los participantes.

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