jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)



Capítulo 18

El Terrorismo está en tu Inconsciencia

Amado Osho,
He oído que en Europa la amenaza del terrorismo está produciendo miedo en la gente. Los aviones se retrasan debido a las extraordinarias medidas de seguridad, muchos de los asientos se quedan vacíos, y algunos aeropuertos están cerrando. La gente incluso se lo piensa dos veces antes de salir de noche. Y todo esto se ha agudizado desde el reciente bombardeo a Libia. ¿Es el aumento del terrorismo a lo largo de la última década un símbolo, en algún sentido, de lo que está pasando en la sociedad en general?

Todo está profundamente relacionado con todo lo demás que ocurre. Los casos de terrorismo están ciertamente relacionados con lo que ocurre en la sociedad. La sociedad se cae a trozos. El viejo orden, la disciplina, la moralidad, la religión, todo tiene una base equivocada según se ha descubierto. Ha perdido su influencia sobre la consciencia de la gente.

El terrorismo sencillamente indica que la destrucción de seres humanos no importa, que no hay nada en los seres humanos que sea indestructible, que todo es materia: y no se puede matar la materia, sólo cambia de forma. Una vez que se considera que el hombre sólo es una combinación de materia y no se concede lugar dentro de él al ser espiritual, matar se convierte en un simple juego.

Las separaciones nacionales son irrelevantes debido al armamento nuclear. Si todo el mundo en su conjunto puede ser destruido en unos pocos minutos, la alternativa sólo puede ser que todo el mundo esté unido. Ahora ya no puede estar dividido; la división es peligrosa porque se puede convertir en guerra en cualquier momento. La división no puede tolerarse. Una sola guerra es suficiente para destruirlo todo, y al hombre no le queda mucho tiempo para entender que debemos crear un mundo donde no exista ninguna posibilidad de entrar en guerra.

El terrorismo tiene muchas corrientes ocultas. Una de ellas es que tras la aparición de las armas nucleares, las naciones están poniendo su energía en ellas porque piensan que las armas convencionales están pasadas de moda. Están pasadas de moda, pero los individuos pueden empezar a utilizarlas. Y no puedes utilizar armas nucleares contra los individuos, sería entupido. Un terrorista individual lanza una bomba; eso no justifica el envío de un misil nuclear.

Lo que quiero resaltar es que el arma nuclear ha dado a las personas individuales una cierta libertad para usar las viejas armas convencionales, una libertad que no era posible anteriormente cuando los Gobiernos también usaban esas mismas armas.

Ahora los Gobiernos están centrados en destruir las armas convencionales, en tiradas al mar, en venderlas a países pobres que no pueden permitirse tener armas nucleares. Todos los terroristas vienen de esos países pobres y usan las armas que se han vendido a sus países. Y disponen de una extraña protección: no puedes usar las armas nucleares contra ellos, no puedes tirarles bombas atómicas.

Pueden lanzar bombas contra ti y tú te ves repentinamente impotente. Tienes una gran cantidad de armas atómicas, de Bombas nucleares en tu mano; pero a veces donde un alfiler es útil, la espada no sirve para nada. Puede que tengas la espada, pero eso no significa que estés en una posición mejor que el hombre que tiene el alfiler, porque para ciertos propósitos sólo sirve el alfiler; la espada no tendrá ninguna utilidad.

Aquellas viejas armas del pasado se fueron almacenando y los grandes poderes tuvieron que darles curso: o hundidas en el mar... Y eso significaba perder tanto dinero, tanto trabajo humano, tanta energía que económicamente era desastroso. Pero seguir almacenándolas también era económicamente imposible. ¿Cuántas armas puedes reunir? Existe un límite. Y cuando encuentras una nueva forma de matar a la gente más eficazmente, tienes que librarte de la anterior.




Se pensó que sería mejor venderlas a los países pobres. Los países pobres no pueden fabricar armas nucleares; cuestan demasiado. Y estas armas se ofrecían a buen precio, era una ayuda; los países pobres las aceptaron, pero son armas que no pueden utilizarse en una guerra. En una guerra, este tipo de armas ya son inútiles. Pero nadie había previsto la posibilidad de que fueran usadas individualmente, y de esta posibilidad puede surgir un nuevo fenómeno: el terrorismo.

Ahora bien, el terrorista tiene un extraño poder, incluso sobre los más poderosos. Puede lanzar bombas sobre la Casa Blanca sin miedo, porque lo que tienes es demasiado grande y no puedes utilizarlo contra él. iY él usa las armas que tú vendiste! Pero no se había pensado en este fenómeno porque no se comprende la psicología humana.

Lo que yo entiendo es que, tal como vive el hombre necesita una guerra cada diez o doce años. Acumula tanta ira, tanta rabia, tanta violencia, que nada menor que una guerra puede liberarle. Así, entre guerra y guerra sólo hay una separación de diez a quince años. Esa separación es una especie de relajación. Pero empiezas a acumular los mismos celos, la misma violencia de nuevo, porque tu psicología no ha cambiado.

Y el hombre es básicamente un cazador; no es vegetariano por naturaleza. En principio se hizo cazador y durante miles de años sólo comía carne, y el canibalismo prevalecía por todas partes. Comerse a los humanos de la tribu enemiga contra la que estabas luchando era perfectamente ético. Todo esto se arrastra en el inconsciente de la humanidad.

Las religiones han impuesto cosas en el ser humano de una manera muy superficial; su inconsciente no está de acuerdo. Todo hombre está en desacuerdo consigo mismo. Por eso, cuando tiene una oportunidad, una buena causa -la libertad, la democracia, el socialismo- cualquier palabra hermosa puede convertirse en el paraguas que esconda su horrible inconsciente, que simplemente quiere destruir y disfruta de la destrucción.

Ahora la guerra mundial se ha hecho casi imposible; si fuera posible, no habría terrorismo. Ya ha pasado suficiente tiempo desde la Segunda Guerra Mundial; la tercera guerra mundial debería haber ocu¬rrido hacia 1960. Pero no ha ocurrido. Y esta ha sido la rutina prevaleciente durante toda la historia, el hombre está programado para ella.

Los psicólogos han observado que en tiempos de guerra la gente es más feliz que en tiempos de paz. En tiempos de guerra la vida es intensa; en tiempos de paz parecen estar aburridos. En tiempo de guerra salen a buscar el periódico o escuchan la radio a primera hora de la mañana. Aunque las cosas estén ocurriendo muy lejos, se sienten afectados. Algo en ellos siente una afinidad.

La guerra que debería haber ocurrido entre 1955 y 1960 no ocurrió, y el hombre se ha cargando de deseos de matar, de deseos de destruir. Simplemente quiere darles unos nombres presentables.

El terrorismo va a ir cada vez a más, porque la tercera guerra mundial es casi imposible; y los estúpidos políticos no tienen otra alternativa. El terrorismo simplemente significa que lo que se ha estado haciendo a escala social ahora debe hacerse a escala individual. Irá en aumento. Sólo puede impedirse si cambiamos la base misma de la comprensión humana, lo que es una tarea hercúlea; y aún no es más porque la misma gente que quieres cambiar luchará contra ti. No te permitirán que les cambies fácilmente.

De hecho, les encanta el derramamiento de sangre, aunque no tienen el valor de admitirlo. En una de las novelas existencialistas hay un incidente muy bello, y casi se puede decir que es real. Un hombre es llevado ante un tribunal porque ha matado a un extraño que estaba sentado en la playa. Nunca lo había visto antes. No le mató por dinero. Y sigue sin saber qué aspecto tenía, porque lo mató por la espalda con un gran cuchillo.

No se conocían; no se trataba de enemistad. Ni siquiera estaban familiarizados, ni siquiera se habían visto la cara.

El magistrado no podía entenderlo y preguntó al asesino: «¿Por qué lo hiciste?».

Él dijo: «Cuando apuñalé a ese hombre con un cuchillo y brotó la sangre de su espalda, fue uno de los momentos más hermosos que he conocido. Se que el precio será mi muerte, pero estoy dispuesto a pagarlo; mereció la pena. He vivido toda mi vida aburrido, sin excitación, sin aventura. Finalmente tenía que decidirme a hacer algo. Y este acto me ha hecho famoso en todo el mundo; mi fotografía está en todos los periódicos. Me siento muy feliz de haberlo hecho.»

No hacía falta ninguna prueba. El hombre no lo negaba; por el contrario, lo glorificaba. Pero el tribunal tenía que seguir el procedimiento rutinario: necesitaba testigos, no podía aceptarse exclusivamente su palabra. Podría estar mintiendo, podría no haber matado a aquel hombre. Nadie lo vio -no había ni un solo testigo ocular- por eso la policía tuvo que presentar pruebas circunstanciales.

Una de ellas consistía en que, teniendo en cuenta su vida anterior y sus circunstancias, posiblemente este hombre era el asesino. Su madre murió cuando era joven. Y cuando oyó que su madre había muerto, dijo: «¡Mierda! ¡Esta mujer no me va a dejar en paz ni en el momento de morirse! Es domingo y he reservado entradas para ir al teatro con mi novia. Pero sabía que haría algo para amargarme el día, y lo ha conseguido.»

iSu madre había muerto y él decía que le había echado a perder el domingo! Iba a ir al teatro con su novia y ahora tenía que ir al funeral. Y la gente que escuchó su reacción se quedó conmocionada. Dijeron: «Esto no está bien, ¿qué estás diciendo?».

Él dijo: «¿Cómo? ¿Qué es lo que está bien y lo qué está mal? ¿No podía haber muerto cualquier otro día? Hay siete días en la semana; podía haber muerto cualquier otro día, de lunes a sábado. Pero no conocéis a mi madre, yo sí que la conozco. ¡Es una zorra! Lo ha hecho a propósito.»

La segunda prueba fue que después de asistir al funeral, por la noche, fue hallado en una discoteca con su novia. Y alguien dijo: «¡Qué! ¿Qué estás haciendo? Tu madre acaba de morir.»

Él respondió: «¿Y que? ¿Queréis decir que ahora ya no podré volver a bailar? Mi madre nunca volverá a la vida, seguirá muerta; ¿que importar si me pongo a bailar a las seis horas, a las ocho horas, a las ocho semanas o a los ocho años? ¿Qué importa? Ella está muerta. Y yo tengo que bailar, y yo tengo que vivir, y yo tengo que amar, a pesar de que haya muerto. Si todo el mundo dejara de vivir por la muerte de mi madre o por la muerte de mi padre, entonces no habría baile en el mundo, no habría canciones.»

Su lógica es muy correcta. Está diciendo: «¿Dónde trazas la línea de demarcación? ¿Después de cuántas horas puedo bailar? ¿Doce horas, catorce horas, seis semanas? ¿Dónde vas a trazar la línea? ¿Sobre qué base? ¿Cuál es el criterio? Por eso el período transcurrido no importa. Pero hay una cosa cierta: cuando quiera que empiece a bailar, estaré bailando después de la muerte de mi madre, así es que he decidido hacerlo hoy. ¿Para qué esperar a mañana?».

Estas pruebas circunstanciales fueron presentadas al tribunal, indicando que era un hombre extraño y capaz de un acto de ese tipo. Pero si miras de cerca a este pobre hombre, no sentirás enfado hacia él, sentirás compasión. No es culpa suya que su madre haya muerto; y, en cualquier caso, algún día tiene que empezar a bailar, da igual cuando lo haga. No puedes culpar a este hombre por decir, cosas desagradables: «Murió el domingo a propósito, para estropear mi alegría», porque toda su experiencia vital debe haber consistido en que ella le estropeaba una y otra vez cualquier posibilidad de alegría. Esa fue su última conclusión: «No me va a dejar en paz ni el día de su muerte.»

Y no puedes condenar al hombre por matar a un extraño... porque no es un ladrón; no cogió nada de él. No es un enemigo; ni siquiera vio quién era el hombre al que estaba matando. Simplemente estaba aburrido de la vida y quería hacer algo para sentirse importante, significativo.

Ahora se siente feliz porque todos los periódicos publican su foto. Si la hubieran publicado antes, no habría matado; pero esperaron hasta que hubiera matado para publicarla. Y quería ser una celebridad..., simples deseos humanos.

Y estaba preparado a pagar con su vida el hecho de ser, al menos por un día; conocido en todo el mundo, reconocido por todos.

Hasta que cambiemos el fundamento básico de la humanidad, el terrorismo se va a convertir en un asunto cada vez más normal. Ocurrirá en los aviones, en los autobuses. Empezará a ocurrir en los automóviles. Comenzará a ocurrir a los extraños. Alguien aparecerá de repente y te disparará, no porque le hayas hecho nada, sino porque ha regresado el cazador.

El cazador se sentía satisfecho en la guerra. Actualmente la guerra se ha detenido y quizá ya no tenga ninguna posibilidad.

El cazador ha vuelto; ahora no podemos luchar colectivamente.

Cada individuo tiene que hacer algo para aliviar su propia presión.

Las cosas están interconectadas. Lo primero que hay que cambiar es que el hombre debería ser más gozoso; es algo que todas las religiones han matado. No se atrapa a los verdaderos criminales, los terroristas y demás criminales en realidad son las víctimas.

Los verdaderos criminales son las religiones, porque han destruido todas las posibilidades de alegría. Han destruido la posibilidad de disfrutar de las cosas pequeñas de la vida; han condenado todo lo que te proporciona la naturaleza para hacerte feliz, para hacer que te sientas animado, placentero.

Se lo han llevado todo; y si no han sido capaces de llevarse algunas cosas porque están profundamente enraizadas en tu cuerpo, como el sexo, al menos han sido capaces de envenenarlo.

En mi opinión, Friedrich Nietzsche es uno de los grandes videntes del mundo occidental; sus ojos realmente penetran hasta la raíz del pro¬blema. Pero como los demás no podían verlo -sus ojos no eran tan penetrantes ni su inteligencia tan aguda-, el hombre vivió solo, abandonado, aislado, sin amor, sin respeto.

Él dice en una de sus declaraciones que el hombre ha sido adiestrado por las religiones para condenar el sexo, para renunciar al sexo. La religión no ha podido controlarlo; y el hombre lo ha intentado duramente pero ha fracasado, porque está profundamente enraizado en su biología; es lo que constituye su cuerpo. Nace del sexo, ¿cómo podría librarse de él si no es cometiendo un suicidio?

Por eso el hombre lo ha intentado y las religiones le han ayudado a liberarse de él: se han usado miles de disciplinas y estrategias. El resultado final es que el sexo sigue allí, pero envenenado. La palabra «envenenado» es una comprensión tremenda. Las religiones no han sido capaces de apartarlo, pero sí que han logrado envenenarlo.

Y la situación es muy parecida en otros aspectos: las religiones condenan que vivas con comodidad. Ahora bien, un hombre que vive en la comodidad y rodeado de lujo no puede convertirse en un terrorista. Las religiones han condenado la riqueza y han alabado la pobreza; pero un hombre rico no puede ser un terrorista. Sólo los «benditos» pobres pueden ser terroristas: no tienen nada que perder y están hirviendo contra la sociedad porque los demás tienen cosas que ellos no poseen.

Las religiones han tratado de consolarlos. Pero después llegó el comunismo -una religión materialista- que provocó a la gente dicién¬dole: «Vuestras viejas religiones son el opio del pueblo, y no estáis sufriendo la pobreza por vuestras malas acciones en esta vida o en las vidas anteriores, sino porque los burgueses, los superricos, os explotan.»

La última frase del Manifiesto Comunista de Carlos Marx es: «Proletarios del mundo entero, uníos; no tenéis nada que perder y tenéis todo el mundo que ganar.»

«Ya sois pobres, estáis hambrientos, desnudos, ¿qué podéis perder? Vuestra muerte no os hará más miserables de lo que ya os sentís en vida. Por qué no aprovechar la oportunidad y destruir a la gente que os lo está quitando todo. Recuperad esas cosas y distribuidlas.»

Mientras que las religiones habían estado consolando a la gente -aunque era algo erróneo, era una argucia y era mentira, pero mantenía a la gente medio dormida-, el comunismo les hizo tomar conciencia inmediatamente de su situación. Esto significa que el mundo no va a estar nunca en paz si no retiramos todas las ideas podridas que han sido implantadas en el ser humano.

La primera; son las religiones; sus valores deben ser extirpados para que el hombre pueda volver a sonreír, pueda volver a reír, a alegrarse, a ser natural. Segundo, los argumentos comunistas deben ser explicados claramente a la gente: están equivocados a nivel psicológico. No debes salir de una trampa para entrar en otra. No hay dos hombres iguales; de ahí que la idea de igualdad sea una tontería. Y si decides ser igual a los demás tienes que aceptar al idea de la dictadura del proletariado. Eso significa perder la libertad.

Primero la ¡iglesia se llevó tu libertad, Dios se llevó tu libertad. Ahora el comunismo reemplaza a tu iglesia, y se llevará tu libertad.

Vives atemorizado, sin alegría.

Si podemos limpiar el sótano del inconsciente de la mente humana... y ese es mi trabajo. Puede limpiarse.

El terrorismo no está en las bombas, ni en tus manos; el terrorismo está en tu inconsciente.

Si no se limpia, tal estado de cosas sólo va a empeorar. Parece que hay mucha gente ciega que tiene bombas a mano y las está lanzando a discreción.

La tercera guerra mundial habría liberado a la gente durante diez o quince años. Pero la tercera guerra mundial no puede tener lugar porque si tiene lugar no aliviará a la población, sino que la destruirá.

Así pues la violencia individual irá en aumento; está aumentando. Todos vuestros Gobiernos y todas vuestras religiones seguirán perpetuando las antiguas estrategias sin comprender que la situación es nueva.

La nueva situación es que cada ser humano necesita hacer terapia, necesita comprender sus intenciones inconscientes, necesita meditar para poder calmarse, tranquilizarse; y mirar al mundo desde una nueva perspectiva, de silencio.

Amado Osho,
En mi vida, cuando tengo una crisis de sentirme desgraciado, siempre llego a un punto en el que puedo reírme de mí mismo, siento que vuelve la libertad y veo que todo lo que había hecho era dejar de amarme.
Esta comprensión en sí misma quizá no sea particularmente profunda, pero en el momento de darme cuenta, siempre me sorprende ver con qué facilidad, por qué razones y durante cuánto tiempo estoy dispuesto a abandonar el amor a mí mismo, ¿está ello en la raíz del sufrimiento de la mayoría de la gente o es únicamente mi experiencia?

No es sólo una experiencia tuya. El hecho está en la raíz del sufrimiento de la mayoría de la gente; pero no con el significado que tú le das. No es por dejar de amarte por lo que te sientes desgraciado.

Lo que ocurre es que te has creado un yo que no existe en absoluto, por eso a veces este falso yo sufre tratando de amar a los demás, porque de la irrealidad no puede surgir el amor. Y no es algo unilateral: dos irrea¬lidades tratando de amarse mutuamente...; antes o después este acuerdo va a fracasar. Y cuando fracase, lo cargarás sobre ti mismo; no se lo puedes achacar a nadie. Por eso piensas: «He olvidado amarme a mí mismo.»

De ninguna forma es un pequeño alivio: al menos, en lugar de dos irrealidades ahora sólo tienes una. ¿Pero qué conseguirás amándote a ti mismo? ¿Y durante cuánto tiempo vas a poder hacerlo? Es irreal; no vas a poder hacerlo durante mucho tiempo porque es peligroso: si lo haces durante mucho tiempo, lo que llamas la voluntad del yo desaparecerá, y eso te liberará verdaderamente de las desgracias.

El amor seguirá presente, sin dirigirse ni a ti mismo ni a otra persona.

El amor seguirá presente sin dirigirse a nadie, porque no hay nadie que lo dirija, y cuando el amor está presente y no se dirige a nadie, hay mucha dicha.

Pero este yo irreal no te va a dar mucho tiempo. Pronto volverás a enamorarte de otra persona, porque el yo irreal necesita el apoyo de otras irrealidades. Por eso la gente se enamora, se desenamora, se vuelve a enamorar, se vuelve a desenamorar; es un extraño fenómeno, lo hacen docenas de veces y siguen sin verle el punto. Se sienten desgraciados cuando se enamoran de otra persona y se sienten desgraciados cuando están solos y no están enamorados; aunque un poco aliviados, de momento.

En India, cuando una persona muere, la gente la lleva a hombros en una especie de camilla. Pero a lo largo del camino la gente va cambiando de hombro: se la ponen en el hombro derecho y a los pocos minutos cambian y se la ponen en el izquierdo. Cuando pasas del hombre derecho, al izquierdo sientes cierto alivio. No ha cambiado nada, el peso sigue allí y tú sigues llevándolo, pero el hombro derecho se siente aliviado. Es momentáneo, porque pronto el hombro derecho te volverá a doler y tendrás que volver a cambiar.

Y eso es tu vida. Vas cambiando a la otra persona pensando que quizá esta mujer, este hombre, te traerá el paraíso que siempre has estado buscando. Pero todo el mundo te trae un infierno, ¡no falla! Y no se puede condenar a nadie por ello, porque esas personas están haciendo exactamente lo mismo que tú: llevan consigo un yo irreal del que no puede crecer nada. No puede florecer. Está vacío: decorado; pero vacío y hueco por dentro.

Por eso, cuando ves a alguien de lejos, él o ella te resulta atractivo. A medida que te acercas, el atractivo se reduce. Cuando te encuentras, no es un encuentro sino un encontronazo. De repente ves que la otra persona está vacía y te sientes engañado, timado, porque no tiene nada de lo que prometía.

La otra persona está en la misma situación respecto a ti. Todas las promesas fracasan y os volvéis una carga el uno para el otro, una desgracia el uno para el otro, una tristeza el uno para el otro, sois destructivos el uno para el otro.

Os separáis. Durante algún tiempo te sientes aliviado, pero tu realidad interna no puede dejarte en ese estado durante mucho tiempo; pronto estarás buscando a otra mujer, a otro hombre, y volverás a la misma trampa. Sólo cambian los rostros; la realidad interna sigue siendo la misma, está vacía.

Si realmente quieres librarte de la miseria y del sufrimiento, entonces tendrás que entender que no tienes un yo. Eso no será un pequeño alivio, será un gran alivio. Y si no tienes un yo, la necesidad del otro desaparece. El yo irreal necesitaba ser alimentado por el otro. Tú no necesitas al otro.

Y escucha con cuidado: cuando no necesitas al otro, puedes amar.

Y ese amor no te hará desgraciado.

Al ir más allá de las necesidades, de las demandas de los deseos, el amor se convierte en un compartir suave, en una gran comprensión.

El día que te entiendes a ti mismo, entiendes a toda la humanidad.

Entonces nadie puede hacerte desgraciado. Sabes que sufren de un yo irreal, y lanzan su desgracia sobre cualquiera que esté por allí cerca.

Tu amor te permitirá ayudar a la persona que amas a librarse del yo. Sólo conozco un regalo...

El amor sólo puede regalarte una cosa: que no eres, que tu yo sólo es imaginario. Esta comprensión entre dos personas de repente les hace una, porque dos nadas no pueden ser dos. Dos algos serán dos, pero dos nadas no pueden ser dos: dos nadas empiezan a fundirse y mezclarse. Tienen que volverse uno.

Por ejemplo, si estamos sentados aquí... Si todo el mundo es un ego entonces hay cierta cantidad de gente, que se puede contar. Pero hay momentos que puedo ver -quizá vosotros también los veáis- que hay un completo silencio. Entonces no puedes contar cuánta gente hay. Sólo hay una consciencia; un silencio, una nada, una ausencia del yo. Sólo en ese estado dos personas pueden vivir en la alegría eterna, y cualquier grupo puede vivir en una gran belleza; toda la humanidad puede vivir en una gran bendición.

Intenta avistar el yo y no podrás encontrarlo. No encontrarlo es de una gran importancia.

He contado muchas veces la historia de Bodhidharma y su encuentro con el emperador chino Wu: un encuentro muy extraño, muy fructífero. En ese momento, el emperador Wu posiblemente era el mayor emperador del mundo; gobernaba China, Mongolia, Korea; toda Asia excepto India.

Estaba convencido de la verdad de las enseñanzas de Gautama Buda, pero los que habían llevado el mensaje de Buda eran los intelectuales. Ninguno de ellos era un místico. Entonces se oyó decir que venía Bodhidharma y hubo un gran revuelo en todo el país. Porque el emperador Wu estaba influenciado por Gautama Buda, y eso hacía que todo su país estuviera influenciado por sus enseñanzas.

Y ahora iba a venir un místico de verdad, un Buda. iEra una gran alegría!

El emperador Wu nunca había ido a la frontera entre India y China a recibir a nadie. Dio la bienvenida a Bodhidharma con mucho respeto y le preguntó: «He estado preguntando a los monjes y a los eruditos que han ido viniendo pero ninguno de ellos ha podido ayudarme, lo he intentado todo. ¿Cómo puede uno librarse del yo?». Y Buda dijo: «a menos que te conviertas en un no-yo, tu miseria no tendrá fin.»

Él era sincero. Bodhidharma le miró a los ojos y dijo: «Me quedaré junto al río, cerca de la montaña, en el templo. Ven mañana por la mañana, exactamente a las cuatro, y acabaré con ese yo para siempre. Pero recuerda, no debes traer contigo ningún arma, ningún guardián; tienes que venir solo.»

Wu estaba un poco preocupado: ¡aquel hombre era un tipo extraño! «¿Cómo puede destruir mi yo tan rápidamente?». Hacen falta -según dicen los eruditos- vidas y vidas de meditación; sólo entonces desaparece el yo. ¡Este hombre es muy raro! Y quiere que vaya cuando todavía es de noche, a las cuatro de la mañana, solo, incluso sin espada, sin guardias, sin compañía. Este hombre parece tan extraño; podría hacerme cualquier cosa.

«¿Y qué quiere decir con que matará el yo para siempre? Puede matarme a mí, pero ¿cómo matará al yo?».

No pudo dormir en toda la noche. ¿Ir o no ir? Estuvo cambiando de opinión una y otra vez. Pero había algo en los ojos de aquel hombre, y había algo en su voz, y tenía tal aura de autoridad cuando dijo: «Ven a las cuatro en punto ¡y acabaré con el yo para siempre! No te preocupes por ello.»

Lo que dijo parecía absurdo, pero la forma de decirlo, y parecía tan autorizado: sabía de qué estaba hablando. Finalmente Wu decidió ir. Decidió correr el riesgo: «Como mucho puede matarme, ¿qué otra cosa puede hacer? Lo he intentado todo. No puedo alcanzar el no-ser, y sin alcanzar el no-ser, la miseria no tiene fin.»

Llamó a la puerta del templo y Bodhidharma dijo: «Sabía que vendrías; y también sabía que estarías dudándolo toda la noche. Pero eso ya no importa, has venido. Ahora siéntate en la postura del loto, cierra los ojos, y yo me sentaré frente a ti.

«En el momento en que encuentres tu yo dentro de ti, agárralo para que yo pueda matarlo. Agárralo fuerte y dime que lo has atrapado, yo lo mataré y así acabaremos con él. Es cuestión de unos minutos.»

Wu tenía un poco de miedo. Bodhidharma parecía un loco; le pintan como un loco; él no era así, pero las pinturas son simbólicas. Esa es la impresión que debe haber dejado en la gente. No era su rostro real, pero debe haber sido el rostro que la gente recordaba de él.

Estaba sentado con su gran bastón delante de Wu y le dijo: «No pierdas ni un segundo. Justo en el momento que lo agarres -busques en cada rincón, en cada esquina- abre los ojos y dime que lo tienes agarrado, y yo acabaré con él.»

Entonces hubo un silencio. Pasó una hora, pasaron dos horas y el sol comenzó a salir, y Wu era otro hombre. En esas dos horas había mirado dentro de sí mismo, en cada rincón, en cada esquina. Tenía que mirar, aquel hombre estaba allí sentado; podía darle con el bastón en la cabeza.

De él se podía esperar cualquier cosa; lo que fuera... No era un hombre amanerado, de buenos modales; no era parte de la corte de Wu, por eso Wu tuvo que mirar intencionalmente, intensamente. A medida que iba mirando, se iba relajando, porque no veía el yo por ninguna parte. Y al buscarlo, todos los pensamientos fueron desapareciendo. La búsqueda era tan intensa que toda su energía estaba implicada en ello; no quedaba nada que pensar y desear, y esto y lo otro.

Mientras estaba amaneciendo, Bodhidharma vio la cara de Wu. No era la misma persona: tanto silencio, tanta profundidad. Él había desaparecido. Bodhidharma le dio una sacudida y le dijo: «Abre los ojos; no está ahí. No tengo que matarlo. Soy un hombre no-violento, ¡yo no mato a nadie! Pero el yo no existe. Sigue existiendo porque nunca lo miras. Existe porque no lo buscas, existe en tu inconsciencia. Ahora se ha ido.»

Habían pasado dos horas y Wu se sentía inmensamente feliz. Nunca había saboreado tal dulzura, tal frescura, tal novedad, tal belleza. Y él no era.

Bodhidharma había cumplido su promesa. El emperador Wu se postró ante él, le tocó los pies y dijo: Por favor perdona que haya pensado que estás loco, que haya pensado que no tienes modales, que haya pensado que eres raro, e incluso que puedes ser peligroso. Nunca he visto a un hombre más compasivo que tú..; siento una plenitud total. Ahora ya no queda ninguna pregunta en mí.»

El emperador Wu dijo que cuando muriera, en su tumba, en su mausoleo, se debía grabar en oro la declaración de Bodhidharma, para que la gente de las futuras generaciones llegara a saber que... “Hubo un hombre que parecía un loco, pero que era capaz de hacer milagros. Sin hacer nada me ayudó a ser un no-yo. Y desde entonces todo ha cambiado. Todo es igual pero yo no soy el mismo, y la vida se ha convertido en una pura canción de silencio.”

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