Capítulo 16
El Vacío Tiene su Propia Plenitud
Amado Osho,
Durante años he estado observando el que me parece ser el mensaje básico para el bienestar: ámate a ti mismo. Cuando era terapeuta, estaba oyendo durante todo el día «me detesto; siento pena de mí mismo; me siento orgulloso; quiero destruirme; me siento bien conmi¬go mismo», y empecé a preguntarme: ¿Quién es este yo al que se refieren?
Me encanta cuando dices que no hay un yo. Parece muy liberador. ¿Podrías, por favor, añadir algo más?
Todo el movimiento terapéutico se ha equivocado en ese punto: Ámate a ti mismo. Sócrates solía decir: «Conócete a ti mismo.» Y ha habido maestros, sufíes en particular, que decían: «Se tú mismo.» Pero sólo hay una persona en toda la historia humana, Gautama Buda, que dijo: «No hay un yo. Eres un vacío, completo silencio, un no-ser.»
Su mensaje encontró una fuerte oposición en todas las tradiciones, porque todas dependían de una u otra forma de la idea del yo. Pueden haber existido diferencias respecto a otros puntos, pero había un punto en el que todos estaban de acuerdo; y ese punto era la existencia del yo. Incluso gente como Georges Gurdjieff, que planteaba una idea muy innovadora -no naces con un yo, tienes que ganártelo: «Merécete a ti mismo»- finalmente, acaba también con un yo.
El Buda Gautama no hace ninguna diferencia entre el yo y el ego; y no la hay. Hacer tales distinciones sólo es sofisticación, gimnasia lingüística; entonces puedes descartar el ego y quedarte con el yo. Pero el yo es simplemente otro nombre para el ego. Sólo estás cambiando de nombre, no está ocurriendo ninguna transformación en el ser.
El mensaje de Buda es tremendamente significativo: eres un vacío; no hay ningún punto en el que puedas decir «yo».
Si se mira desde mi visión, cuando os digo: «Fundíos, disolveos en la existencia», simplemente estoy diciendo lo mismo con términos más positivos.
Buda lo decía de tal forma que mucha gente se detenía, porque naturalmente surgía la siguiente pregunta: Si no hay un yo, ¿para qué preocuparse? ¿Qué hay que alcanzar? ¿Se trata solamente de saber que no eres?
Toda una vida de disciplina, un gran esfuerzo de meditación, ¿y el resultado es que no eres? ¡Ese resultado no parece merecer la pena! Al menos sin meditación, sin disciplina, tienes la sensación de ser. Puede estar equivocada, pero al menos no te sientes hueco y vacío. ¿Cómo vas a vivir sabiendo que no eres? De la nada no pueden provenir el amor, la compasión, no hay posibilidad de ninguna cosa. De la nada sólo proviene la nada.
Por eso los oponentes de Buda describieron su método como un tipo de suicidio espiritual; mucho más peligroso que el suicidio ordinario, porque con el suicidio ordinario sobrevivirás, tomarás una nueva forma, un nuevo nacimiento. Pero con Buda cometerás un suicidio total, la aniquilación. Ya no quedará nada de ti, y nunca se volverá a oír hablar de ti, nunca se te volverá a encontrar.
En primer lugar nunca fuiste.
El budismo murió en la India, y una de las principales razones fue la formulación que Buda hizo de su filosofía. Puedo entender por qué insistía tanto en las negaciones, porque todas las demás filosofías eran positivistas y su positivismo fortalecía los egos cada vez más. Viendo que el positivismo te va a dar ideas egoístas y que son un obstáculo entre tú y la existencia; se fue al otro extremo.
Para impedir esta posibilidad se hizo completamente negativo.
No puedes quejarte de ello, porque las ideologías positivistas te ponían en una situación extraña: tienes que dejar el ego para encontrarte a ti mismo, tienes que dejar el ego para encontrar a Dios, tienes que dejar el ego para convertirte en Dios, tienes que dejar el ego para encontrar la liberación última: ¿la liberación de quién? La liberación de ti mismo.
Por tanto, se trataba de lograr algo y los logros siempre son del ego.
Hay un objetivo y el objetivo siempre es del ego. Viendo todo esto, Buda dijo: «No existe el yo. No hay nada que alcanzar y no hay objetivo que conseguir. Nunca has existido, no existes y no existirás. Sólo puedes imaginar, sólo puedes soñar que eres.»
La historia de Chuang Tzu es famosa. Nunca me canso de Chuang Tzu porque sus pequeñas y absurdas historias tienen muchos aspectos que explorar, cada vez puedo relatarlas bajo una nueva luz, con un nuevo significado, desde una nueva perspectiva.
Una mañana se despertó, llamó a sus discípulos y dijo: «Estoy en un grave problema y tenéis que ayudarme.»
Los discípulos dijeron: «¿Hemos venido para que tu nos ayudes y necesitas nuestra ayuda?». Chuang Tzu respondió: «Todo estaba en su sitio, pero esta noche todo se ha alterado: soñé que me había convertido en una mariposa.»
Todos se rieron. Dijeron: «¡Qué tontería! Los sueños no crean ningún lío.»
Chuang Tzu dijo: «Pues este lo ha creado, porque estoy pensando que quizá soy una mariposa pensando, soñando que soy Chuang Tzu. Entonces, ¿quién soy? Quiero aclararlo para poder seguir con mi vida, quiero saber si soy Chuang Tzu o una mariposa.»
Él parece absurdo, pero en realidad está trayendo a la superficie el absurdo de la lógica. Si una mariposa no puede soñar que es Chuang Tzu, ¿entonces cómo puede Chuang Tzu soñar que es una mariposa? Y si Chuang Tzu puede soñar que es una mariposa, entonces no hay objeción lógica a que la mariposa se quede dormida al sol sobre una flor preciosa y sueñe que es Chuang Tzu.
Ninguno de sus discípulos podía ayudarle. Los taoítas han estado usando esta historia como koan durante siglos porque es irresoluble; pero para Buda no lo era.
Chuang Tzu y Gautama Buda fueron contemporáneos, pero estaban muy alejados uno del otro; uno estaba en China y el otro en India. Estaban separados por los grandes Himalayas, por lo que no había comunicación posible; de otro modo Buda habría resuelto el problema de Chuang Tzu, porque él dice: «Ambos son sueños. No importa si Chuang Tzu sueña que es una mariposa o si la mariposa sueña que es Chuang Tzu: ambos son sueños. Simplemente no existes.»
Muchos vinieron a Buda y se volvieron a ir, porque nadie puede hacer de la nada el objetivo de su vida; ¿para qué? Tanta disciplina y tantos problemas para entrar en meditación sólo para descubrir que no eres...; un tipo extraño este Gautama Buda. Somos buenos tal como somos, ¿para qué cavar tan hondo que descubras que no hay nada? Aunque estemos soñando, al menos hay algo.
Mi planteamiento es el mismo, pero desde otro ángulo diferente. Yo os digo que no tenéis un yo, porque sois parte del Universo; no sois una nada. Sólo el Universo puede tener un yo, sólo el Universo puede tener un centro, sólo el Universo puede tener un alma. Mi mano no puede tener alma, mis dedos no pueden tener alma; sólo la unidad orgánica puede tener alma. Y nosotros sólo somos partes. Somos, pero sólo somos partes; por eso no podemos pretender tener un yo.
Por eso Buda tenía razón -no existe un yo-, pero así no ayuda a la gente, a la gente iletrada, porque no pueden descifrar las implicaciones de esa afirmación.
Yo os digo: No tenéis un yo porque sois parte de un gran yo, de la totalidad. No podéis tener un yo propio y separado. Esto aleja la negatividad y no te da el deseo de ser cada vez más egoísta. Así se evitan ambos extremos y se encuentra un nuevo planteamiento: El Universo es, yo no soy. Y cualquier cosa que pase y que parezca estar en mí, ser yo, sencillamente es universal.
Llamarle «yo» es hacerla demasiado pequeña. Eso es lo que la hace falsa; no corresponde a la realidad. Llamarle «yo» la hace irreal, porque el yo sólo es posible si eres totalmente independiente; y no lo eres. No eres independiente ni durante una sola respiración. No eres indepen¬diente ni por un momento del sol, de la luna, de las estrellas. La totalidad está contribuyendo en todo momento. Por eso eres.
Reconocerlo no es una pérdida, es una ganancia; y sin embargo no es una ganancia egoísta. Si puedes ver lo sutil que es..., es un tremendo logro entender que eres parte de la totalidad, que la totalidad te pertenece y tú le perteneces a ella. Y sin embargo, a pesar de semejante logro, no hay ni rastro del yo.
Esta es una de las comprensiones más hermosas, que no estamos separados: no estamos separados de la montañas, no estamos separados de los árboles, no estamos separados del océano, no estamos separados de nadie. Todos estamos conectados, entretejidos en una unidad. La ganancia es inmensa, pero no hay una sensación de yo, de mí, de mío. En lo relativo a estos aspectos, hay un completo silencio y vaciedad. Pero esta vaciedad no está únicamente vacía.
Podemos vaciar esta habitación -podemos sacar todos los muebles, todo lo que hay en la habitación-, y cualquiera que entre dirá: «La habitación está vacía.» Esto es una forma de verlo, pero no es la forma correcta.
La forma correcta es ver que ahora la habitación está llena de vaciedad. Antes existían impedimentos a la vaciedad, estaba cortada en trozos porque había tantos muebles y tantas cosas que no le permitían ser una: ahora es una.
La vaciedad también es. Es existencial; eso no significa que no sea.
Alguien vacío de celos estará lleno de amor, alguien vacío de estupidez estará lleno de inteligencia. Cada vaciedad tiene su propia plenitud. Y si no llegas a ver la plenitud que viene con la vaciedad de manera cierta y absoluta, entonces estás ciego.
No hay yo.
Y eso es un gran alivio.
No tienes que amarlo, no tienes que detestarlo; no tienes que aceptarlo, no tienes que rechazarlo; no tienes que hacer nada, simplemente no está allí. Puedes relajarte, y en esa relajación reside el fundirse en el Universo.
Entonces la nada se convierte en la totalidad.
Buda era muy mísero; nunca diría que la nada es la totalidad. Lo sabía; es imposible que un hombre que conocía la nada hasta ese grado de profundidad no conociera el otro lado de la moneda: la totalidad. Pero era mísero; y lo era por una razón, porque en el momento en que dices «totalidad», el ego se tranquiliza.
El ego dice: «Ningún miedo. Tienes que alcanzar la totalidad. No hay ningún peligro; la totalidad permite la esperanza.» Por eso Buda negaba persistentemente algo que en último término es real. Estaba llevando a la gente hacia ello, pero lo negaba porque en el momento en que lo afirmas, la gente empieza a equivocarse.
Pero me gustaría contároslo todo.
Un día Buda estaba paseando por un bosque. Era otoño, y todo el bosque estaba lleno de hojas secas y muertas, y el viento se llevaba las hojas secas de aquí para allá, creando una música muy hermosa; el simple hecho de caminar sobre ellas era una alegría.
Ananda preguntó a Buda: «Puedo preguntarte... no hay nadie por aquí, y casi nunca tengo la oportunidad de estar a solas contigo. Aunque estoy las veinticuatro horas del día a tu lado, siempre hay otra persona, y por supuesto ella tiene preferencia para hablar, para preguntar; porque para ella es una gran oportunidad; yo estoy siempre contigo. Pero como hoy no hay nadie, voy a preguntarte algo: ¿Has dicho todo lo que sabes? ¿O te has estado guardando algunas cosas que no has querido revelar a la gente?».
Buda se agachó y llenó uno de sus puños de hojas muertas. Ananda dijo: «¿Qué estás haciendo?».
Él dijo: «Estoy intentando contestar a tu pregunta. ¿Qué ves en mi mano?».
Y Ananda dijo: «Veo unas cuantas hojas.»
Buda dijo: «¿ Y qué ves por todo el bosque?»
Él dijo: «Millones y millones de hojas muertas.»
Buda dijo: «Lo que he dicho es sólo como estas pocas hojas, y lo que no he dicho es similar a las hojas que hay en todo el bosque. Pero todo mi deseo es llevarte al bosque, dejarte oír la música de la totalidad, caminar y correr sobre las hojas secas, como los niños. No quiero darte sólo las pocas hojas que tengo en mi mano. No, quiero darte la totalidad.
»Y ésta es mi verdadera comprensión: puedes confiar en mí o no, pero yo confío en ti. Puedes cambiar, puedes incluso convertirte en mi enemigo, pero mi confianza en ti seguirá igual. Porque mi confianza en ti no está condicionada, no depende de ti. Mi confianza es mi alegría, y yo quiero dar la totalidad.»
La nada es la mitad de la verdad, es un gran alivio, pero deja una herida, deja algo pendiente. Estarás aliviado, relajado, pero seguirás buscando algo, porque el vacío no puede ser el final.
El otro lado, la totalidad, también tiene que estar disponible. Entonces tu vacío está lleno, lleno de totalidad.
Entonces tu nada es todo.
No es solamente nada, sino todo.
Estos son los momentos en que se trascienden los términos con¬tradictorios, y cuando trasciendes los términos contradictorios, te iluminas. Sea cual sea la contradicción, todas las contradicciones que trasciendes te traen iluminación. Y ésta es una de las contradicciones fundamentales: vacío y totalidad.
La trascendencia no necesita nada más que una comprensión silenciosa.
Amado Osho,
Desde que estoy contigo, me he dado cuenta de que cuando una
persona se relaciona de cerca contigo, a veces fija la idea que tiene de quién eres. Parece que olvidan quién eres realmente e incluso por qué han venido a Ti.
Esta situación me confunde, incluso me da un poco de miedo.
¿Podrías comentar, por favor?
La mente tiende de manera natural a fijar rápidamente las ideas. Tiene mucho miedo del cambio, porque el cambio significa reordenación. Cada vez que cambias algo, tienes que reordenar todo tu ser interno.
La mente quiere vivir con ideas fijas, por eso cuando una persona viene a mí -y esto ha estado ocurriendo continuamente desde hace treinta y cinco años- comienza a quererme. Se acerca, se hace íntima, y entonces se hace una idea fija. Y ahí está el fallo, porque ahora esa idea fija le va a crear problemas.
Yo no soy una idea y no estoy fijado. Estoy cambiando. Estoy completamente de acuerdo con Heráclito en que no puedes entrar dos veces en el mismo río. Traducido, significa que no puedes volver a encontrarte otra vez con la misma persona. No sólo estoy de acuerdo con él, voy un poco más lejos: yo digo que no puedes entrar en el mismo río ni una sola vez. Traduciéndolo otra vez al mundo humano significa que no puedes encontrarte con la misma persona ni una sola vez, porque incluso cuando te encuentras con ella, está cambiando, tú estás cambiando, todo el mundo está cambiando.
Pero una vez que tienes una idea fija, te aferras a ella; y yo voy a cambiar constantemente. Mañana te encontrarás en un conflicto.
Muchos han venido y muchos se han ido, y una de las razones básicas ha sido ésta: se quedaron tan fascinados con su propia idea de mí que yo me volví secundario. Su idea de mí se convirtió en fundamental; y se quedó vieja, pasada. Yo estoy con ellos, fresco y joven, pero me vuelvo secundario. Y si existía algún conflicto entre su idea y mi realidad, se quedaron con su idea; incluso hasta el punto de hacerse enemigos míos, diciendo a la gente que ya no soy el mismo, que ya no soy la persona que era; han adorado a un gran santo, pero ya no soy la misma persona. Mantendrán mi recuerdo en lo profundo de su corazón, pero sólo es una fotografía. Las fotografías no cambian.
Una vez ocurrió..., uno de mis amigos estaba reuniendo fotografías mías, de mi infancia; las tomaba de donde podía. Había hecho un gran álbum que me estaba mostrando. Había trabajado mucho; había ido a muchos lugares, había visitado a mucha gente. Cuando oía que alguien tenía una fotografía mía, iba allí para conseguir el original o una copia. Pero mientras me las mostraba, sintió que yo no estaba interesado. Se detuvo y me dijo: «No pareces interesado.»
Yo dije: «No parezco interesado porque ninguna de estas fotografías me representan; sólo representan lo que está muerto. La fotografía sólo puede representar lo que está muerto. Una fotografía siempre representa algo muerto; nunca puedes encontrar una fotografía de lo vivo.»
En casa de Picasso solía haber un retrato, un autorretrato de Picasso. Nunca lo vendió, a ningún precio, era la única pintura que insistió en no vender. Y cuanto más insistía en no venderla, más y más gente venía con ofertas cada vez mayores por aquel cuadro. Se convirtió en un desafío para los coleccionistas de arte.
Una mujer muy hermosa vino con esa misma idea, comprar la pintura. Iba dispuesta a pagar el precio que fuera; era lo suficientemente rica. Le dijo a Picasso: «Estoy dispuesta a pagar lo que pidas por tu retrato.»
Picasso dijo: «La gente está loca. Me presionan y acosan por una cosa muerta. Puedes quedártelo sin pagar, pero recuerda: no es yo.»
La mujer se quedó muy confundida. Dijo: ¿Que no es tú?, ¿qué quieres decir?».
Él dijo: «¡Si fuera yo ya te habría besado! No habla, no ama, no canta, no baila. Hay una mujer tan hermosa delante de él y el idiota ni siquiera la besa. Puedes llevártelo sin más. Está muerto. Retíralo de aquí, ¡no soy yo!».
La gente tiene ideas fijas; y además muy rápidamente. Normalmente la cosa va perfectamente bien, porque te encuentras con gente que no cambia, que dice lo mismo durante toda su vida, como un loro. Son gente consistente; tienen todo tu respeto.
Yo te parezco contradictorio, inconsistente, por la simple razón de que he decidido no morirme hasta que me muera. Voy a vivir hasta el último aliento, por eso no podrás tener una certeza sobre mí hasta que expire mi último aliento. Después de eso puedes hacerte una imagen de mí y quedarte satisfecho con ella. Pero recuerda: no será yo.
Para estar conmigo hace falta coraje, y el coraje más grande es ser capaz de ver el cambio y de moverse con él. Puede ser difícil; lo más fácil es tener una idea una vez y después darlo por acabado.
Una historia sufí...; Mulla Nasruddin fue nombrado primer ministro de un rey porque se sabía que era muy sabio; su sabiduría era algo rara, pero, de todos modos, la sabiduría es sabiduría. El primer día, cuando fueron a cenar juntos, el cocinero hizo una verdura llamada bindhi, aderezada con especias orientales. Se considera un plato exquisito.
El rey dio las gracias al cocinero y después Mulla dijo para agradecer el bindhi: «Ésta es la verdura más valiosa del mundo. Te da larga vida, te mantiene sano, te hace resistente a las enfermedades», y así sucesivamente.
El rey dijo: «No sabía que tu supieras tanto de verduras.»
El cocinero lo oyó y pensó: «Si el bindhi es tan especial que permite a nuestro rey vivir largo tiempo, mantenerse sano y joven». Al día siguiente se volvió a hacer bindhi, y de nuevo el Mulla lo ensalzó, aún más que el primer día. El tercer día se volvió a hacer bindhi y el Mulla lo ensalzó todavía más. El cuarto día también se hizo bindhi y el Mulla lo ensalzaba más y más. El quinto día el Mulla incluso dijo que el bindhi es un alimento divino: Dios sólo come bindhi.
Pero el rey estaba aburrido. Tiró el plato de bindhi y dijo a Mulla Nasruddin: «Eres un idiota. Bindhi". ¿Y Dios come bindhi cada día? ¡Me vas a volver loco!».
Mulla dijo: «Señor, te estás encrespando innecesariamente. Yo soy tu sirviente; tú dijiste que el bindhi era bueno, yo simplemente te seguí, y cuando hago algo, lo hago a la perfección. Yo no sirvo al bindhi, te sirvo a ti. La verdad es que el bindhi es lo peor del mundo; no lo comen ni los diablos. Hiciste muy bien en tirarlo.»
Tiró su plato aún más lejos que el rey y dijo: «Debes recordar siempre que soy tu sirviente, y que tú siempre tienes razón. Yo soy una persona consistente; seguiré siendo tu sirviente consistentemente; pase lo que pase.»
Hay gente -casi todo el mundo- que vive en una cierta consistencia. Es más fácil. Pero cuando te acercas a un hombre como yo, vas a tener dificultades; tendrás que abandonar la idea de consistencia o tendrás que abandonarme a mí. Y la gente está tan enamorada de sus ideas que me pueden abandonar a mí, pero no pueden abandonar sus ideas.
Mi primer libro fue publicado en 1960. Yo estaba en casa de unos amigos y la señora de la casa me dijo: «Mi padre es un monje, un monje jaina; es un anciano, ya tiene noventa años. La orden jaina le ha dicho que ya no tiene que mendigar, es demasiado viejo, por eso se queda en las afueras de la ciudad en una cabaña y le llevamos la comida allí. Pero él quiere venir a verte, insiste en hacerlo. Le hemos dicho: "Podemos traerte a la persona que quieres ver...».
De hecho yo solía pasar por aquella carretera cada mañana. Ella me dijo: «Sería muy fácil que te acercaras a ver al anciano, pero él insiste: "No, eso no sería respetuoso." Lee tus libros; ha dejado de leer todos los demás libros. Y dice: "Si estuviera en mi poder, declararía a este hombre nuestro veinticincoavo tirthankara."»
Los jainas tienen veinticuatro tirthankara en un ciclo de existencia; en el jainismo hay ciclos de existencia. Es una filosofía muy matemática, En el mundo todo se mueve en ciclos; la existencia también tiene su ciclo: comienza, acaba, vuelve a empezar, vuelve a acabar... es un largo, largo camino. De hecho, en India se utilizan términos que indican los periodos de tiempo más largos. Ninguna otra lengua tiene términos que describan periodos tan largos. Y se tienen que usar los términos más grandes para contar lo que se tarda en completar un ciclo.
En un ciclo hay veinticuatro tirthankaras, de la misma forma que en un día hay veinticuatro horas. Por cada hora del ciclo de la existencia hay un maestro. Este viejo monje había dicho algo que era casi sacrílego: si estuviera en su poder, me declararía el veinticincoavo tirthankara. Estaba tan encantado con el libro que dijo que nunca antes había entendido cosas que el libro le había hecho entender, y que estaba contento de haberlo encontrado antes de morir.
Vino a verme; debe haber llegado sobre las seis de la tarde. La hija de la señora de la casa vino a decirme: «Debes tomar tu baño porque tu cena ya está lista.»
Yo dije: «Espera, este anciano ha venido desde tan lejos.» Y el anciano -a los pocos minutos de estar allí- ya había dicho: «Eres el veinticincoavo tirthankara. Quizá, como esto no es posible según los ciclos de existencia, seas el primer tirthankara del nuevo ciclo. Tu libro me ha dado tanto; todos los libros que he leído en mi vida -todas las escrituras- han demostrado ser inútiles.»
Tocó mis pies. Yo le dije: «No es bueno. Tienes noventa años y un monje jaina no tiene por qué tocar los pies de nadie.»
Él dijo: «No me importa. Te considero mi maestro.» Pero cuando oyó a la chica pedirme que me preparara, se quedó conmocionado porque ya se había puesto el sol, y los jainas no comen después de la puesta de sol. Todo cambió inmediatamente.
Dijo: «¿Comes después de la puesta de sol?».
Y yo le contesté: «Habitualmente no. Pero tú has venido de tan lejos, eres un anciano, y yo quería estar contigo. No importa si es un poco tarde. Puedo cenar un poco tarde.»
Él dijo: «Entonces perdóname. Quiero retirar todo lo que te he dicho. Ni siquiera eres un jaina, ¿cómo podrías convertirte en un tirthankara jaina? Primero deberías aprender a poner disciplina en tu vida.»
Comenzó a enseñarme. El momento anterior yo era el maestro, e iba a ser el primer tirthankara del nuevo ciclo: ¡ahora ya no era ni un discípulo! Y en su mente había una condena total. El libro que había traído consigo -mi libro- simplemente lo dejó allí. No se lo llevó.
Yo le pregunté: «¿Qué ha ocurrido? Ese libro... Puede que yo haya caído ante tus ojos, pero el libro no toma la cena. Puedes llevártelo.»
Él dijo: «No puedo ni tocarlo. Tú lo has escrito y no conoces ni las cosas más simples, como que no se puede comer después del atardecer.
Si uno come después del atardecer, no puede saber qué es la realidad.»
Aquello fue realmente cómico; toda la familia se reunió para verlo. El marido era un hombre peculiar. Me dijo: «Excepto yo, todo el resto de la familia te va a traicionar. Al final yo seré el único que se quedará contigo porque no soy una persona religiosa; todos están contra mí. Yo no voy al templo, no leo las escrituras y tampoco sigo la disciplina jaina: no comer de noche, no comer antes del amanecer, y esas cosas. Seré el último en quedarse contigo, porque, hagas lo que hagas, no me afectará; yo no me hago ninguna imagen de ti, simplemente te veo.
»Cada vez que vienes a casa tienes un aspecto diferente y toda esta gente tienen dificultades. Se sienten confusos: la última vez dijiste algo y esta vez dices lo contrario. Yo soy el único al que no le parece confuso porque ¡la última vez fue la última vez! El agua del Ganges ha seguido fluyendo. Esta vez es esta vez, y para mí eres hermoso cada vez.»
Y tenía razón. Poco a poco toda la gente de su familia se fue quedando atascada con alguna imagen de mí. Sólo él me siguió hasta el final. Ahora ha muerto. Justo antes de morir dijo: «Decidle a Osho: "Sólo tú estás en mi mente ahora mismo, en el momento de dejar mi cuerpo."» Era un hombre que verdaderamente tuvo el valor de seguir conmigo a lo largo de todas las estaciones del año, de todos los cambios de la vida. Si realmente quieres estar conmigo, tienes que dejar de hacerte imágenes. ¿Para qué necesitas una imagen? Necesitas aferrarte a algo.
Permanece sin imagen, para que tus ojos no estén cegados por viejas imágenes y estés disponible a mí directamente, a cada momento.
Esta intimidad directa es la verdadera relación entre tú y yo.
Cualquier cosa que sea menos que eso, carece de valor.
Amado Osho,
El otro día te oí decir: «Con sólo oírme puede ser suficiente para transformarse.» Me sentí tan agradecido a ti y tan relajado durante un momento. Pero una parte de mí dudaba y se preguntaba: «¿Es realmente así de fácil? ¿Puedo verdaderamente relajarme y dejar que la existencia asuma el mando?». Mi mente charlatana quiere hacer algo. ¿Cómo puedo ser más paciente y confiar de verdad?
Tuviste ese vislumbre durante un momento. Ahora permanece cada más y más disponible...; ese vislumbre vuelve una y otra vez, se va profundizando. Y no te preocupes de la mente charlatana.
Usa la mente charlatana para plantear nuevas preguntas.
El Vacío Tiene su Propia Plenitud
Amado Osho,
Durante años he estado observando el que me parece ser el mensaje básico para el bienestar: ámate a ti mismo. Cuando era terapeuta, estaba oyendo durante todo el día «me detesto; siento pena de mí mismo; me siento orgulloso; quiero destruirme; me siento bien conmi¬go mismo», y empecé a preguntarme: ¿Quién es este yo al que se refieren?
Me encanta cuando dices que no hay un yo. Parece muy liberador. ¿Podrías, por favor, añadir algo más?
Todo el movimiento terapéutico se ha equivocado en ese punto: Ámate a ti mismo. Sócrates solía decir: «Conócete a ti mismo.» Y ha habido maestros, sufíes en particular, que decían: «Se tú mismo.» Pero sólo hay una persona en toda la historia humana, Gautama Buda, que dijo: «No hay un yo. Eres un vacío, completo silencio, un no-ser.»
Su mensaje encontró una fuerte oposición en todas las tradiciones, porque todas dependían de una u otra forma de la idea del yo. Pueden haber existido diferencias respecto a otros puntos, pero había un punto en el que todos estaban de acuerdo; y ese punto era la existencia del yo. Incluso gente como Georges Gurdjieff, que planteaba una idea muy innovadora -no naces con un yo, tienes que ganártelo: «Merécete a ti mismo»- finalmente, acaba también con un yo.
El Buda Gautama no hace ninguna diferencia entre el yo y el ego; y no la hay. Hacer tales distinciones sólo es sofisticación, gimnasia lingüística; entonces puedes descartar el ego y quedarte con el yo. Pero el yo es simplemente otro nombre para el ego. Sólo estás cambiando de nombre, no está ocurriendo ninguna transformación en el ser.
El mensaje de Buda es tremendamente significativo: eres un vacío; no hay ningún punto en el que puedas decir «yo».
Si se mira desde mi visión, cuando os digo: «Fundíos, disolveos en la existencia», simplemente estoy diciendo lo mismo con términos más positivos.
Buda lo decía de tal forma que mucha gente se detenía, porque naturalmente surgía la siguiente pregunta: Si no hay un yo, ¿para qué preocuparse? ¿Qué hay que alcanzar? ¿Se trata solamente de saber que no eres?
Toda una vida de disciplina, un gran esfuerzo de meditación, ¿y el resultado es que no eres? ¡Ese resultado no parece merecer la pena! Al menos sin meditación, sin disciplina, tienes la sensación de ser. Puede estar equivocada, pero al menos no te sientes hueco y vacío. ¿Cómo vas a vivir sabiendo que no eres? De la nada no pueden provenir el amor, la compasión, no hay posibilidad de ninguna cosa. De la nada sólo proviene la nada.
Por eso los oponentes de Buda describieron su método como un tipo de suicidio espiritual; mucho más peligroso que el suicidio ordinario, porque con el suicidio ordinario sobrevivirás, tomarás una nueva forma, un nuevo nacimiento. Pero con Buda cometerás un suicidio total, la aniquilación. Ya no quedará nada de ti, y nunca se volverá a oír hablar de ti, nunca se te volverá a encontrar.
En primer lugar nunca fuiste.
El budismo murió en la India, y una de las principales razones fue la formulación que Buda hizo de su filosofía. Puedo entender por qué insistía tanto en las negaciones, porque todas las demás filosofías eran positivistas y su positivismo fortalecía los egos cada vez más. Viendo que el positivismo te va a dar ideas egoístas y que son un obstáculo entre tú y la existencia; se fue al otro extremo.
Para impedir esta posibilidad se hizo completamente negativo.
No puedes quejarte de ello, porque las ideologías positivistas te ponían en una situación extraña: tienes que dejar el ego para encontrarte a ti mismo, tienes que dejar el ego para encontrar a Dios, tienes que dejar el ego para convertirte en Dios, tienes que dejar el ego para encontrar la liberación última: ¿la liberación de quién? La liberación de ti mismo.
Por tanto, se trataba de lograr algo y los logros siempre son del ego.
Hay un objetivo y el objetivo siempre es del ego. Viendo todo esto, Buda dijo: «No existe el yo. No hay nada que alcanzar y no hay objetivo que conseguir. Nunca has existido, no existes y no existirás. Sólo puedes imaginar, sólo puedes soñar que eres.»
La historia de Chuang Tzu es famosa. Nunca me canso de Chuang Tzu porque sus pequeñas y absurdas historias tienen muchos aspectos que explorar, cada vez puedo relatarlas bajo una nueva luz, con un nuevo significado, desde una nueva perspectiva.
Una mañana se despertó, llamó a sus discípulos y dijo: «Estoy en un grave problema y tenéis que ayudarme.»
Los discípulos dijeron: «¿Hemos venido para que tu nos ayudes y necesitas nuestra ayuda?». Chuang Tzu respondió: «Todo estaba en su sitio, pero esta noche todo se ha alterado: soñé que me había convertido en una mariposa.»
Todos se rieron. Dijeron: «¡Qué tontería! Los sueños no crean ningún lío.»
Chuang Tzu dijo: «Pues este lo ha creado, porque estoy pensando que quizá soy una mariposa pensando, soñando que soy Chuang Tzu. Entonces, ¿quién soy? Quiero aclararlo para poder seguir con mi vida, quiero saber si soy Chuang Tzu o una mariposa.»
Él parece absurdo, pero en realidad está trayendo a la superficie el absurdo de la lógica. Si una mariposa no puede soñar que es Chuang Tzu, ¿entonces cómo puede Chuang Tzu soñar que es una mariposa? Y si Chuang Tzu puede soñar que es una mariposa, entonces no hay objeción lógica a que la mariposa se quede dormida al sol sobre una flor preciosa y sueñe que es Chuang Tzu.
Ninguno de sus discípulos podía ayudarle. Los taoítas han estado usando esta historia como koan durante siglos porque es irresoluble; pero para Buda no lo era.
Chuang Tzu y Gautama Buda fueron contemporáneos, pero estaban muy alejados uno del otro; uno estaba en China y el otro en India. Estaban separados por los grandes Himalayas, por lo que no había comunicación posible; de otro modo Buda habría resuelto el problema de Chuang Tzu, porque él dice: «Ambos son sueños. No importa si Chuang Tzu sueña que es una mariposa o si la mariposa sueña que es Chuang Tzu: ambos son sueños. Simplemente no existes.»
Muchos vinieron a Buda y se volvieron a ir, porque nadie puede hacer de la nada el objetivo de su vida; ¿para qué? Tanta disciplina y tantos problemas para entrar en meditación sólo para descubrir que no eres...; un tipo extraño este Gautama Buda. Somos buenos tal como somos, ¿para qué cavar tan hondo que descubras que no hay nada? Aunque estemos soñando, al menos hay algo.
Mi planteamiento es el mismo, pero desde otro ángulo diferente. Yo os digo que no tenéis un yo, porque sois parte del Universo; no sois una nada. Sólo el Universo puede tener un yo, sólo el Universo puede tener un centro, sólo el Universo puede tener un alma. Mi mano no puede tener alma, mis dedos no pueden tener alma; sólo la unidad orgánica puede tener alma. Y nosotros sólo somos partes. Somos, pero sólo somos partes; por eso no podemos pretender tener un yo.
Por eso Buda tenía razón -no existe un yo-, pero así no ayuda a la gente, a la gente iletrada, porque no pueden descifrar las implicaciones de esa afirmación.
Yo os digo: No tenéis un yo porque sois parte de un gran yo, de la totalidad. No podéis tener un yo propio y separado. Esto aleja la negatividad y no te da el deseo de ser cada vez más egoísta. Así se evitan ambos extremos y se encuentra un nuevo planteamiento: El Universo es, yo no soy. Y cualquier cosa que pase y que parezca estar en mí, ser yo, sencillamente es universal.
Llamarle «yo» es hacerla demasiado pequeña. Eso es lo que la hace falsa; no corresponde a la realidad. Llamarle «yo» la hace irreal, porque el yo sólo es posible si eres totalmente independiente; y no lo eres. No eres independiente ni durante una sola respiración. No eres indepen¬diente ni por un momento del sol, de la luna, de las estrellas. La totalidad está contribuyendo en todo momento. Por eso eres.
Reconocerlo no es una pérdida, es una ganancia; y sin embargo no es una ganancia egoísta. Si puedes ver lo sutil que es..., es un tremendo logro entender que eres parte de la totalidad, que la totalidad te pertenece y tú le perteneces a ella. Y sin embargo, a pesar de semejante logro, no hay ni rastro del yo.
Esta es una de las comprensiones más hermosas, que no estamos separados: no estamos separados de la montañas, no estamos separados de los árboles, no estamos separados del océano, no estamos separados de nadie. Todos estamos conectados, entretejidos en una unidad. La ganancia es inmensa, pero no hay una sensación de yo, de mí, de mío. En lo relativo a estos aspectos, hay un completo silencio y vaciedad. Pero esta vaciedad no está únicamente vacía.
Podemos vaciar esta habitación -podemos sacar todos los muebles, todo lo que hay en la habitación-, y cualquiera que entre dirá: «La habitación está vacía.» Esto es una forma de verlo, pero no es la forma correcta.
La forma correcta es ver que ahora la habitación está llena de vaciedad. Antes existían impedimentos a la vaciedad, estaba cortada en trozos porque había tantos muebles y tantas cosas que no le permitían ser una: ahora es una.
La vaciedad también es. Es existencial; eso no significa que no sea.
Alguien vacío de celos estará lleno de amor, alguien vacío de estupidez estará lleno de inteligencia. Cada vaciedad tiene su propia plenitud. Y si no llegas a ver la plenitud que viene con la vaciedad de manera cierta y absoluta, entonces estás ciego.
No hay yo.
Y eso es un gran alivio.
No tienes que amarlo, no tienes que detestarlo; no tienes que aceptarlo, no tienes que rechazarlo; no tienes que hacer nada, simplemente no está allí. Puedes relajarte, y en esa relajación reside el fundirse en el Universo.
Entonces la nada se convierte en la totalidad.
Buda era muy mísero; nunca diría que la nada es la totalidad. Lo sabía; es imposible que un hombre que conocía la nada hasta ese grado de profundidad no conociera el otro lado de la moneda: la totalidad. Pero era mísero; y lo era por una razón, porque en el momento en que dices «totalidad», el ego se tranquiliza.
El ego dice: «Ningún miedo. Tienes que alcanzar la totalidad. No hay ningún peligro; la totalidad permite la esperanza.» Por eso Buda negaba persistentemente algo que en último término es real. Estaba llevando a la gente hacia ello, pero lo negaba porque en el momento en que lo afirmas, la gente empieza a equivocarse.
Pero me gustaría contároslo todo.
Un día Buda estaba paseando por un bosque. Era otoño, y todo el bosque estaba lleno de hojas secas y muertas, y el viento se llevaba las hojas secas de aquí para allá, creando una música muy hermosa; el simple hecho de caminar sobre ellas era una alegría.
Ananda preguntó a Buda: «Puedo preguntarte... no hay nadie por aquí, y casi nunca tengo la oportunidad de estar a solas contigo. Aunque estoy las veinticuatro horas del día a tu lado, siempre hay otra persona, y por supuesto ella tiene preferencia para hablar, para preguntar; porque para ella es una gran oportunidad; yo estoy siempre contigo. Pero como hoy no hay nadie, voy a preguntarte algo: ¿Has dicho todo lo que sabes? ¿O te has estado guardando algunas cosas que no has querido revelar a la gente?».
Buda se agachó y llenó uno de sus puños de hojas muertas. Ananda dijo: «¿Qué estás haciendo?».
Él dijo: «Estoy intentando contestar a tu pregunta. ¿Qué ves en mi mano?».
Y Ananda dijo: «Veo unas cuantas hojas.»
Buda dijo: «¿ Y qué ves por todo el bosque?»
Él dijo: «Millones y millones de hojas muertas.»
Buda dijo: «Lo que he dicho es sólo como estas pocas hojas, y lo que no he dicho es similar a las hojas que hay en todo el bosque. Pero todo mi deseo es llevarte al bosque, dejarte oír la música de la totalidad, caminar y correr sobre las hojas secas, como los niños. No quiero darte sólo las pocas hojas que tengo en mi mano. No, quiero darte la totalidad.
»Y ésta es mi verdadera comprensión: puedes confiar en mí o no, pero yo confío en ti. Puedes cambiar, puedes incluso convertirte en mi enemigo, pero mi confianza en ti seguirá igual. Porque mi confianza en ti no está condicionada, no depende de ti. Mi confianza es mi alegría, y yo quiero dar la totalidad.»
La nada es la mitad de la verdad, es un gran alivio, pero deja una herida, deja algo pendiente. Estarás aliviado, relajado, pero seguirás buscando algo, porque el vacío no puede ser el final.
El otro lado, la totalidad, también tiene que estar disponible. Entonces tu vacío está lleno, lleno de totalidad.
Entonces tu nada es todo.
No es solamente nada, sino todo.
Estos son los momentos en que se trascienden los términos con¬tradictorios, y cuando trasciendes los términos contradictorios, te iluminas. Sea cual sea la contradicción, todas las contradicciones que trasciendes te traen iluminación. Y ésta es una de las contradicciones fundamentales: vacío y totalidad.
La trascendencia no necesita nada más que una comprensión silenciosa.
Amado Osho,
Desde que estoy contigo, me he dado cuenta de que cuando una
persona se relaciona de cerca contigo, a veces fija la idea que tiene de quién eres. Parece que olvidan quién eres realmente e incluso por qué han venido a Ti.
Esta situación me confunde, incluso me da un poco de miedo.
¿Podrías comentar, por favor?
La mente tiende de manera natural a fijar rápidamente las ideas. Tiene mucho miedo del cambio, porque el cambio significa reordenación. Cada vez que cambias algo, tienes que reordenar todo tu ser interno.
La mente quiere vivir con ideas fijas, por eso cuando una persona viene a mí -y esto ha estado ocurriendo continuamente desde hace treinta y cinco años- comienza a quererme. Se acerca, se hace íntima, y entonces se hace una idea fija. Y ahí está el fallo, porque ahora esa idea fija le va a crear problemas.
Yo no soy una idea y no estoy fijado. Estoy cambiando. Estoy completamente de acuerdo con Heráclito en que no puedes entrar dos veces en el mismo río. Traducido, significa que no puedes volver a encontrarte otra vez con la misma persona. No sólo estoy de acuerdo con él, voy un poco más lejos: yo digo que no puedes entrar en el mismo río ni una sola vez. Traduciéndolo otra vez al mundo humano significa que no puedes encontrarte con la misma persona ni una sola vez, porque incluso cuando te encuentras con ella, está cambiando, tú estás cambiando, todo el mundo está cambiando.
Pero una vez que tienes una idea fija, te aferras a ella; y yo voy a cambiar constantemente. Mañana te encontrarás en un conflicto.
Muchos han venido y muchos se han ido, y una de las razones básicas ha sido ésta: se quedaron tan fascinados con su propia idea de mí que yo me volví secundario. Su idea de mí se convirtió en fundamental; y se quedó vieja, pasada. Yo estoy con ellos, fresco y joven, pero me vuelvo secundario. Y si existía algún conflicto entre su idea y mi realidad, se quedaron con su idea; incluso hasta el punto de hacerse enemigos míos, diciendo a la gente que ya no soy el mismo, que ya no soy la persona que era; han adorado a un gran santo, pero ya no soy la misma persona. Mantendrán mi recuerdo en lo profundo de su corazón, pero sólo es una fotografía. Las fotografías no cambian.
Una vez ocurrió..., uno de mis amigos estaba reuniendo fotografías mías, de mi infancia; las tomaba de donde podía. Había hecho un gran álbum que me estaba mostrando. Había trabajado mucho; había ido a muchos lugares, había visitado a mucha gente. Cuando oía que alguien tenía una fotografía mía, iba allí para conseguir el original o una copia. Pero mientras me las mostraba, sintió que yo no estaba interesado. Se detuvo y me dijo: «No pareces interesado.»
Yo dije: «No parezco interesado porque ninguna de estas fotografías me representan; sólo representan lo que está muerto. La fotografía sólo puede representar lo que está muerto. Una fotografía siempre representa algo muerto; nunca puedes encontrar una fotografía de lo vivo.»
En casa de Picasso solía haber un retrato, un autorretrato de Picasso. Nunca lo vendió, a ningún precio, era la única pintura que insistió en no vender. Y cuanto más insistía en no venderla, más y más gente venía con ofertas cada vez mayores por aquel cuadro. Se convirtió en un desafío para los coleccionistas de arte.
Una mujer muy hermosa vino con esa misma idea, comprar la pintura. Iba dispuesta a pagar el precio que fuera; era lo suficientemente rica. Le dijo a Picasso: «Estoy dispuesta a pagar lo que pidas por tu retrato.»
Picasso dijo: «La gente está loca. Me presionan y acosan por una cosa muerta. Puedes quedártelo sin pagar, pero recuerda: no es yo.»
La mujer se quedó muy confundida. Dijo: ¿Que no es tú?, ¿qué quieres decir?».
Él dijo: «¡Si fuera yo ya te habría besado! No habla, no ama, no canta, no baila. Hay una mujer tan hermosa delante de él y el idiota ni siquiera la besa. Puedes llevártelo sin más. Está muerto. Retíralo de aquí, ¡no soy yo!».
La gente tiene ideas fijas; y además muy rápidamente. Normalmente la cosa va perfectamente bien, porque te encuentras con gente que no cambia, que dice lo mismo durante toda su vida, como un loro. Son gente consistente; tienen todo tu respeto.
Yo te parezco contradictorio, inconsistente, por la simple razón de que he decidido no morirme hasta que me muera. Voy a vivir hasta el último aliento, por eso no podrás tener una certeza sobre mí hasta que expire mi último aliento. Después de eso puedes hacerte una imagen de mí y quedarte satisfecho con ella. Pero recuerda: no será yo.
Para estar conmigo hace falta coraje, y el coraje más grande es ser capaz de ver el cambio y de moverse con él. Puede ser difícil; lo más fácil es tener una idea una vez y después darlo por acabado.
Una historia sufí...; Mulla Nasruddin fue nombrado primer ministro de un rey porque se sabía que era muy sabio; su sabiduría era algo rara, pero, de todos modos, la sabiduría es sabiduría. El primer día, cuando fueron a cenar juntos, el cocinero hizo una verdura llamada bindhi, aderezada con especias orientales. Se considera un plato exquisito.
El rey dio las gracias al cocinero y después Mulla dijo para agradecer el bindhi: «Ésta es la verdura más valiosa del mundo. Te da larga vida, te mantiene sano, te hace resistente a las enfermedades», y así sucesivamente.
El rey dijo: «No sabía que tu supieras tanto de verduras.»
El cocinero lo oyó y pensó: «Si el bindhi es tan especial que permite a nuestro rey vivir largo tiempo, mantenerse sano y joven». Al día siguiente se volvió a hacer bindhi, y de nuevo el Mulla lo ensalzó, aún más que el primer día. El tercer día se volvió a hacer bindhi y el Mulla lo ensalzó todavía más. El cuarto día también se hizo bindhi y el Mulla lo ensalzaba más y más. El quinto día el Mulla incluso dijo que el bindhi es un alimento divino: Dios sólo come bindhi.
Pero el rey estaba aburrido. Tiró el plato de bindhi y dijo a Mulla Nasruddin: «Eres un idiota. Bindhi". ¿Y Dios come bindhi cada día? ¡Me vas a volver loco!».
Mulla dijo: «Señor, te estás encrespando innecesariamente. Yo soy tu sirviente; tú dijiste que el bindhi era bueno, yo simplemente te seguí, y cuando hago algo, lo hago a la perfección. Yo no sirvo al bindhi, te sirvo a ti. La verdad es que el bindhi es lo peor del mundo; no lo comen ni los diablos. Hiciste muy bien en tirarlo.»
Tiró su plato aún más lejos que el rey y dijo: «Debes recordar siempre que soy tu sirviente, y que tú siempre tienes razón. Yo soy una persona consistente; seguiré siendo tu sirviente consistentemente; pase lo que pase.»
Hay gente -casi todo el mundo- que vive en una cierta consistencia. Es más fácil. Pero cuando te acercas a un hombre como yo, vas a tener dificultades; tendrás que abandonar la idea de consistencia o tendrás que abandonarme a mí. Y la gente está tan enamorada de sus ideas que me pueden abandonar a mí, pero no pueden abandonar sus ideas.
Mi primer libro fue publicado en 1960. Yo estaba en casa de unos amigos y la señora de la casa me dijo: «Mi padre es un monje, un monje jaina; es un anciano, ya tiene noventa años. La orden jaina le ha dicho que ya no tiene que mendigar, es demasiado viejo, por eso se queda en las afueras de la ciudad en una cabaña y le llevamos la comida allí. Pero él quiere venir a verte, insiste en hacerlo. Le hemos dicho: "Podemos traerte a la persona que quieres ver...».
De hecho yo solía pasar por aquella carretera cada mañana. Ella me dijo: «Sería muy fácil que te acercaras a ver al anciano, pero él insiste: "No, eso no sería respetuoso." Lee tus libros; ha dejado de leer todos los demás libros. Y dice: "Si estuviera en mi poder, declararía a este hombre nuestro veinticincoavo tirthankara."»
Los jainas tienen veinticuatro tirthankara en un ciclo de existencia; en el jainismo hay ciclos de existencia. Es una filosofía muy matemática, En el mundo todo se mueve en ciclos; la existencia también tiene su ciclo: comienza, acaba, vuelve a empezar, vuelve a acabar... es un largo, largo camino. De hecho, en India se utilizan términos que indican los periodos de tiempo más largos. Ninguna otra lengua tiene términos que describan periodos tan largos. Y se tienen que usar los términos más grandes para contar lo que se tarda en completar un ciclo.
En un ciclo hay veinticuatro tirthankaras, de la misma forma que en un día hay veinticuatro horas. Por cada hora del ciclo de la existencia hay un maestro. Este viejo monje había dicho algo que era casi sacrílego: si estuviera en su poder, me declararía el veinticincoavo tirthankara. Estaba tan encantado con el libro que dijo que nunca antes había entendido cosas que el libro le había hecho entender, y que estaba contento de haberlo encontrado antes de morir.
Vino a verme; debe haber llegado sobre las seis de la tarde. La hija de la señora de la casa vino a decirme: «Debes tomar tu baño porque tu cena ya está lista.»
Yo dije: «Espera, este anciano ha venido desde tan lejos.» Y el anciano -a los pocos minutos de estar allí- ya había dicho: «Eres el veinticincoavo tirthankara. Quizá, como esto no es posible según los ciclos de existencia, seas el primer tirthankara del nuevo ciclo. Tu libro me ha dado tanto; todos los libros que he leído en mi vida -todas las escrituras- han demostrado ser inútiles.»
Tocó mis pies. Yo le dije: «No es bueno. Tienes noventa años y un monje jaina no tiene por qué tocar los pies de nadie.»
Él dijo: «No me importa. Te considero mi maestro.» Pero cuando oyó a la chica pedirme que me preparara, se quedó conmocionado porque ya se había puesto el sol, y los jainas no comen después de la puesta de sol. Todo cambió inmediatamente.
Dijo: «¿Comes después de la puesta de sol?».
Y yo le contesté: «Habitualmente no. Pero tú has venido de tan lejos, eres un anciano, y yo quería estar contigo. No importa si es un poco tarde. Puedo cenar un poco tarde.»
Él dijo: «Entonces perdóname. Quiero retirar todo lo que te he dicho. Ni siquiera eres un jaina, ¿cómo podrías convertirte en un tirthankara jaina? Primero deberías aprender a poner disciplina en tu vida.»
Comenzó a enseñarme. El momento anterior yo era el maestro, e iba a ser el primer tirthankara del nuevo ciclo: ¡ahora ya no era ni un discípulo! Y en su mente había una condena total. El libro que había traído consigo -mi libro- simplemente lo dejó allí. No se lo llevó.
Yo le pregunté: «¿Qué ha ocurrido? Ese libro... Puede que yo haya caído ante tus ojos, pero el libro no toma la cena. Puedes llevártelo.»
Él dijo: «No puedo ni tocarlo. Tú lo has escrito y no conoces ni las cosas más simples, como que no se puede comer después del atardecer.
Si uno come después del atardecer, no puede saber qué es la realidad.»
Aquello fue realmente cómico; toda la familia se reunió para verlo. El marido era un hombre peculiar. Me dijo: «Excepto yo, todo el resto de la familia te va a traicionar. Al final yo seré el único que se quedará contigo porque no soy una persona religiosa; todos están contra mí. Yo no voy al templo, no leo las escrituras y tampoco sigo la disciplina jaina: no comer de noche, no comer antes del amanecer, y esas cosas. Seré el último en quedarse contigo, porque, hagas lo que hagas, no me afectará; yo no me hago ninguna imagen de ti, simplemente te veo.
»Cada vez que vienes a casa tienes un aspecto diferente y toda esta gente tienen dificultades. Se sienten confusos: la última vez dijiste algo y esta vez dices lo contrario. Yo soy el único al que no le parece confuso porque ¡la última vez fue la última vez! El agua del Ganges ha seguido fluyendo. Esta vez es esta vez, y para mí eres hermoso cada vez.»
Y tenía razón. Poco a poco toda la gente de su familia se fue quedando atascada con alguna imagen de mí. Sólo él me siguió hasta el final. Ahora ha muerto. Justo antes de morir dijo: «Decidle a Osho: "Sólo tú estás en mi mente ahora mismo, en el momento de dejar mi cuerpo."» Era un hombre que verdaderamente tuvo el valor de seguir conmigo a lo largo de todas las estaciones del año, de todos los cambios de la vida. Si realmente quieres estar conmigo, tienes que dejar de hacerte imágenes. ¿Para qué necesitas una imagen? Necesitas aferrarte a algo.
Permanece sin imagen, para que tus ojos no estén cegados por viejas imágenes y estés disponible a mí directamente, a cada momento.
Esta intimidad directa es la verdadera relación entre tú y yo.
Cualquier cosa que sea menos que eso, carece de valor.
Amado Osho,
El otro día te oí decir: «Con sólo oírme puede ser suficiente para transformarse.» Me sentí tan agradecido a ti y tan relajado durante un momento. Pero una parte de mí dudaba y se preguntaba: «¿Es realmente así de fácil? ¿Puedo verdaderamente relajarme y dejar que la existencia asuma el mando?». Mi mente charlatana quiere hacer algo. ¿Cómo puedo ser más paciente y confiar de verdad?
Tuviste ese vislumbre durante un momento. Ahora permanece cada más y más disponible...; ese vislumbre vuelve una y otra vez, se va profundizando. Y no te preocupes de la mente charlatana.
Usa la mente charlatana para plantear nuevas preguntas.
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