jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)



Capítulo 15

He Mantenido Vivos mis Ojos Maravillados

Amado Osho,
Pronto estaré pasando unos días con mis dos hijas adolescentes.
Ellas quieren una madre con una dedicación plena y están enfadadas porque he elegido estar contigo en lugar de estar con ellas. Yo estoy desgarrada, porque aunque se me ha dicho que mi mayor regalo hacia ellas es ser libre, sólo es una idea. Por otro lado, mi deseo de aprobación por ser una buena madre es muy fuerte y me siento culpable por estar contigo mientras ellas sufren solas.
¿Podrías hablar, por favor, de cómo romper el condicionamiento social respecto a la maternidad?

Todo depende de una comprensión muy simple. La idea de que los niños son una posesión tuya es errónea. Nacen a través de ti pero no te pertenecen. Tú tienes un pasado; ellos sólo tienen futuro. Ellos no van a vivir de acuerdo a ti. Vivir de acuerdo a ti casi equivaldría a no vivir en absoluto. Tienen que vivir de acuerdo a sí mismos: en libertad, en responsabilidad, en el peligro, en el desafío. Así es como uno se hace fuerte.

Los padres, a lo largo de siglos, han tenido la idea de que los niños les pertenecían y de que tenían que ser sus copias de calco. Una copia de calco no es algo hermoso, y la existencia no cree en las copias de calco; la existencia disfruta de la originalidad.

Una vez que te das cuenta de que tus hijos no te pertenecen -pertenecen a la existencia, tú sólo has sido un pasaje- tienes que agradecer a la existencia que te haya elegido a ti para ser el pasaje para unos cuantos niños preciosos. Pero no tienes que interferir en su crecimiento, en su potencial. No tienes que imponerte sobre ellos. No van a vivir los mismos tiempos, no van a enfrentar los mismos problemas; serán parte de otro mundo. No los prepares para este mundo, esta sociedad, este tiempo, porque entonces les estarás creando problemas. Se sentirán desencajados, sin la formación adecuada.

Tienes que ayudarles a crecer más allá de ti; tienes que ayudarles a que no te imiten. Ese es realmente el deber de los padres: ayudar a que sus hijos no caigan en la imitación. Los niños son imitativos, y naturalmente, ¿a quién van a imitar? Los padres son los que están más cerca. Y hasta ahora los padres han disfrutado mucho de que los hijos sean como ellos. El padre se siente orgulloso de que su hijo sea como él; debería sentir vergüenza de que su hijo sea como él. Entonces una vida está echada a perder; el hijo no es necesario, con el padre habría sido sufi¬ciente. Debido a este concepto equivocado de sentirnos orgullos de que los niños nos imiten, hemos creado una sociedad de imitadores.

Uno de los más famosos entre los libros cristianos fue escrito por Kempis: Imitación de Cristo. Casi es el segundo libro después de la Sagrada Biblia. Stanley Jones, un gran teólogo cristiano y autor de muchos, muchos tratados, solía quedarse en mi casa cuando pasaba por mi ciudad. Viajaba por todo el mundo continuamente y siempre llevaba consigo el libro, Imitación de Cristo. En una ocasión de dije: «Si realmente entiendes, entonces deberías quemar este libro.»

Enseñar a alguien a imitar a Cristo es destruir a esa persona. Un Cristo es suficiente, más que suficiente. Muchos, muchos Cristos llevando sus cruces a hombros harían una escena muy cómica... ¡y cada uno de ellos proclamando que era el unigénito de Dios!

La palabra «imitación» nunca ha sido condenada, pero debería serlo. Los fundadores de las religiones han querido que la gente les imite, los padres han querido que sus hijos les imiten; los profesores, los catedráticos, los sacerdotes; todo el mundo quiere que los niños le imiten. Los niños se convierten en un fenómeno de masas; copias de calco de mucha gente..., ¡mucho ruido y pocas nueces!

Recuerdo, debía tener unos siete años cuando un amigo de mi padre que no me había visto, que no había venido en siete años..., había ido a hacer una larga peregrinación por el Ganges. Los hindús hace este tipo de cosas: dar la vuelta al Ganges por ambos márgenes. Eso significa miles de kilómetros, entrar en lo profundo de los Himalayas, valles peligrosos, montañas. Después de siete años volvió y quería verme. Y le dijo a mi padre: «Sus ojos se parecen a los tuyos», y a mi abuelo, «su nariz es como la tuya», y a mi tío, «su cara se parece a la tuya.»

Yo dije: «iEspera! ¿Hay algo que se parezca a mí? ¿Estoy aquí o no? Estás siendo muy poco respetuoso conmigo.» Se sintió conmocionado. No podía concebir que aquello fuera una falta de respeto porque se hace habitualmente, cada día, en cada casa: los ojos del niño se parecen a los de la madre, su cara se parece a la del padre. Y todos se sienten muy orgullosos; y a nadie le importa el niño, a nadie le importa si hay algo que se parezca a él o no.

Pero yo lo dejé muy claro: «Retoma tus palabras, porque yo puedo decirte que mis ojos no son como los de mi padre. Tienen otro aspecto. Y mi cara no es como la de mi tío, ¿cómo va a serlo...? Tengo mis propios ojos y mi propia cara, y voy a ir al mundo con mi cara y con mis ojos.»

Pidió perdón. Después le dijo a mi padre: «Tu hijo parece peligroso. Nunca he visto a nadie tan asertivo; ¡y a su edad!».

Mi padre le dijo: «Al principio solíamos sentimos muy avergonzados por las cosas que decía o hacía, pero ahora estamos empezando a sentimos orgullosos, porque parece tener razón. No eres la primera persona que ha comparado mis ojos con los suyos, otros muchos lo han hecho. Y me ha llevado al espejo para decirme: "Mira, no son iguales." Y tengo que decirte que no son iguales; tiene razón.»

Toda la humanidad ha vivido de una manera tan equivocada, y durante tanto tiempo, que hemos olvidado completamente que puede haber otra forma, que puede haber una alternativa.

Tú estás aquí conmigo. De hecho, deberías hacer entender a tus hijas que para ti esto es una gran oportunidad de ser tú misma: «Si estuviera con vosotras es muy posible que, a sabiendas o no, os trataría de la manera habitual -los viejos hábitos, me comportaría como mis padres se comportaron conmigo- y eso sería feo.»

Y diles que no se sientan mal conmigo; en lugar de eso, tráelas a mí algunas veces. De vez en cuando, cuando tengan vacaciones, haz que vengan a mí. Ellas me entenderán más claramente que tú, porque son más jóvenes, están más frescas, más cerca de la naturaleza, aún no se han echado a perder. No se van a sentir enfadadas conmigo.

Cuando empiecen a entenderme, se sentirán orgullosas de ti; no se sentirán abandonadas, sino que sentirán que les has dado libertad, que es el mayor regalo del mundo. Y las niñas comenzarán a sentirse orgullosas de ti, porque eres una de las escasas madres que les puede dar libertad y acercarles al hombre que puede ayudarles a ser libres y responsables..., a ser ellas mismas.

En este mundo de imitadores, ¿cómo ser original y auténtico?; porque sólo los pocos individuos que son ellos mismos se sienten plenos. Los demás viven miserablemente, esperando que mañana mejoren las cosas; pero ese mañana nunca llega.

Una vez que tus hijas comiencen a entender algo de lo que estoy haciendo aquí y de por qué estás aquí, se sentirán orgullosas de ti. Y el hecho de que se sientan orgullosas de ti borrará inmediatamente tus sentimientos de culpabilidad.

Te sientes culpable de haber dejado a tus hijas solas; de que quizá eso no esté bien. Según la vieja mentalidad no está bien. De acuerdo a la vieja mentalidad, todo tiene que ser enseñado: no se les debe permitir ser ellas mismas; tienen que ser moldeadas por un ideal. Este mismo proceso de moldearlas va a matarlas. Y hay cadáveres por todas partes -moviéndose, haciendo cosas-, pero yo digo que son cadáveres porque no son ellos mismos. Si se les hubiera dado la libertad, si se les hubiera dado la oportunidad de crecer de manera natural, de ser ellos mismos, nunca habrían sido la persona que son. Y sólo entonces habrían sido capaces de encontrar cierta satisfacción y contento.

No tienes por qué sentirte culpable. Los que están destruyendo a sus hijos: ellos son los que deberían sentirse culpables. Dar libertad a los niños... Y de vez en cuando irás a verlas, de vez en cuando estarás con ellas y eso será un puro regalo, estar con ellas de vez en cuando, porque entonces puedes ser amorosa. Has reunido tanto amor, has estado tantos días alejada. Hay tanta añoranza. Les ducharás con tu amor. Ellas sólo verán tu ser amoroso.

Estar con ellas veinticuatro horas al día, cada día, año tras año; no puedes seguir siendo amorosa. Tendrás que enfadarte, que ponerte celosa; tendrás que ser todo lo que no debes ser delante de tus hijas, y ellas aprenderán todo eso de ti.

Mi idea es que los padres deberían encontrarse con sus hijos sólo de vez en cuando, para poder derramar en ellos todo su corazón, y que los niños conozcan a sus padres y a sus madres sólo como puro amor. Ellos no saben que estas dos personas están luchando continuamente, que discuten, que se tiran cosas.

Yo solía vivir en un lugar en el que todo el mundo se quedaba sorprendido. Era un gran edificio de apartamentos con paredes muy finas, modernas. Se podía oír todo lo que estaba pasando al otro lado. No hacía falta ir al cine ni acudir a ningún otro espectáculo; el espectáculo siempre estaba servido, gratuitamente y sin esfuerzo; estabas tumbado en la cama y ocurrían cosas por todas partes.

Lo más sorprendente era que de todos los apartamentos siempre salían gritos, chillidos, peleas, golpes, se tiraban cosas, se rompían platos. Sólo había una casa en la que siempre se oían carcajadas de risa. Toda el vecindario se quedaba sorprendido; parecían ser la pareja ideal; nunca se oía nada más que grandes risotadas.

Una mañana, al salir de paseo, me encontré con el hombre y le dije: «Sois la pareja ideal, no sólo de este edificio, sino quizá de todo el mundo. Nunca se oye nada más que risas. ¿Puedes contarme vuestro secreto?».

Él dijo: «No me lo preguntes. Es mejor no preguntar, no decir nada al respecto, porque me dan ganas de llorar.»

Yo le dije: «¿Te estoy elogiando y tienes ganas de llorar?».

Él dijo: «No entiendes nada en absoluto. La realidad es que ella me tira cosas. Cuando me pega, se ríe; cuando falla, me río yo. Pero no se lo digas a nadie. Este arreglo está funcionando bien.» Aunque el mismo hombre, cinco años después, fue a los tribunales porque quería el divorcio.

Todo el vecindario se quedó sorprendido. Yo nunca le había dicho nada a nadie, porque era algo muy privado. Todo el mundo estaba sorprendido: «¿Qué les ha ocurrido para ir a los tribunales? ¡Y hemos oído que es para divorciarse!». Yo me dirigía hacia la universidad pero pensé que antes podía pasar a visitarles; y como el tribunal estaba de camino, paré y entré.

El juez les estaba preguntando: «¿Cuánto tiempo lleváis casados?» Ellos dijeron: «Seis años.»

«¿Y por qué queréis el divorcio? ¿Qué ha pasado?».

Él dijo: «¿Qué ha pasado? Ella me tira cosas.»

El juez dijo: «¿Ha empezado a tirarte cosas recientemente?».

Él dijo: «No, me las ha estado tirando desde la primera noche.»

Y el juez añadió: «Me dejas sorprendido. Si ella te ha estado tirando cosas desde la primera noche, ¿qué habéis estado haciendo durante seis años? ¿Por qué no habéis venido antes a divorciaros?»

Él dijo: «No lo entiendes. Ahora ella ya tiene tanta práctica que no falla nunca. Siempre es ella la que se ríe. No me he podido reír durante meses; ya no puedo tolerarlo. Al principio solía ser casi mitad y mitad: una vez reía ella, otra vez reía yo. Estaba bien, los dos estábamos a la par. Ahora es intolerable: sólo se ríe ella y yo me quedo allí de pie como un idiota, nunca tengo oportunidad de reírme.»

Es mejor que los niños no vean vuestras caras más feas. Si el niño nunca llega a conocer estas caras amargas, su vida será totalmente diferente. Será una vida de amor, sin celos, sin discusiones, sin tirarse cosas, porque no habrá tenido la oportunidad de aprender estas cosas.

No tienes que sentirte culpable; los padres que nunca dejan a sus hijos en paz son los que deberían sentirse culpables. Ve de vez en cuando a estar con ellas y entonces puedes hacerlo tan totalmente como te sea posible. Y de vez en cuando tráelas aquí.

Tienes que compartirme con tus hijas.

Si me amas, también querrás que tus hijas me amen. No dejes que estén enfadadas conmigo; eso no está bien.

Y su amor hacia mí te ayudará inmensamente a no sentirte culpable. También ayudará a las niñas a sentir que está bien que tú estés aquí. A ellas también les gustará estar aquí en algún momento: cuando hayan completado su educación, cuando hayan crecido y estén preparadas para entrar en la vida. Les gustará aprender más de las complejidades de la existencia, de lo intrincado de la vida, de sus deleites y del arte de alcanzarlos.

Amado Osho,
Esta mañana, cuando hablabas, me di cuenta de que soy un luchador, sólo conozco la lucha y desgraciadamente soy un luchador orgulloso; aún peor, me encanta luchar. Me encanta estar delante de la mayor tormenta y reírme. Es una gran alegría. No me gusta tomar el sol y fundirme. Y sin embargo, detrás de mi mente, mi corazón añora fundirse. Lo añora, pero parece que nunca tengo la oportunidad de luchar. ¿Cómo puedo salvar mi ser?

No hay problema en ello.

Si sientes que eres un luchador, si disfrutas luchando, no sólo eso, si te sientes orgulloso de ser un luchador, entonces relájate. ¡Lucha totalmente! Entonces no luches contra tu naturaleza luchadora. Eso será el abandono para ti.

Es perfectamente bello ponerse ante la mayor tormenta y reírse. No te sientas culpable. Simplemente intenta comprender una cosa: cuando hablo de abandonarse, no quiere decir que tengas que cambiar nada. Simplemente quiero decir: permítete ser totalmente cualquier cosa que sientas que eres.

Sé un luchador con todo tu ser, y en esa totalidad encontrarás que tu corazón se funde. Esa será tu recompensa por ser total. No tienes que hacer nada para ello; las recompensan vendrán por sí mismas. Simplemente se total en cualquier cosa por la que sientas amor, de la que te sientas orgulloso: simplemente se total en ello. No crees una división.

No seas mitad y mitad; no seas parcial.

Si eres total, un día -cuando estés ante la mayor tormenta, riéndote- repentinamente sentirás que tu corazón se funde al sol. Esa será tu recompensa.

El hombre crea problemas innecesariamente. Quiero que entiendas que en la vida no hay otros problemas que los que tú te creas. Intenta verlo: cualquier cosa que te haga sentirte bien es buena. ¡Entonces recorre todo su camino. Aunque todo el mundo está en contra de ello, no importa. Y la recompensa decidirá si lo has hecho de manera total y completa!




Si en un momento dado empiezas a sentir que te fundes de repente, entonces sabrás que no te has engañado a ti mismo, que has sido sincero, verdadero. Ese es realmente el momento en el que te puedes sentir orgulloso.

Amado Osho,
¿Cuál crees que será la próxima fase de tu trabajo, una vez que hayas encontrado una residencia estable? ¿Y qué piensas que harán tus sannyasins?

Eso es realmente un problema; un problema al que no puedo responder porque nunca pienso en el mañana, y no se lo que va a pasar mañana. ¡Eso se lo dejo al mañana! No me cargo demasiado. Hoy es suficiente en sí mismo.

Mañana yo estaré allí, los problemas estarán allí, los desafíos estarán allí; y yo estaré disponible para esos desafíos, para esos problemas.

He vivido así durante toda mi vida: sin decisiones previas, sin compromisos de futuro, sin ninguna promesa ni para mí mismo ni para los demás respecto al momento siguiente. Y eso me ha dado el regalo más precioso de la vida. Estoy sintonizado con la existencia; sin saber a dónde voy, voy alegremente.

Hay una cosa que se: la existencia no tiene objetivos y, como parte de la existencia, yo tampoco puedo tener objetivos. En el momento en que tienes un objetivo, te cortas de la existencia. Entonces la pequeña gota de gota intenta luchar contra el océano. Innecesario es el problema, carente de significado la lucha.

Yo nunca pienso en los ayeres.

Yo nunca pienso en los mañanas.

Eso sólo me deja un breve momento, el momento presente: descargado, sin atropellos, limpio, libre.

Por eso no se la respuesta a tu pregunta. Todo lo que ha ocurrido en mi vida..., si intentas recapitularlo, descubrirás que ciertamente ha habido un gran programa tremendamente sistemático; como si hubiera planeado cada cosa desde el principio, hasta el menor detalle. Pero esa es una idea absolutamente equivocada.

En lo que a mí respecta, yo nunca he planeado nada; simplemente he vivido, preguntándome qué va a ocurrir a continuación. He mantenido vivos mis ojos maravillados, como un niño pequeño.

Hasya tiene que planear, Jayesh tiene que planear, John tiene que planear: todos ellos tienen fiebre, están cansados. . ¡Mira a Jayesh!

Pero yo sólo me pregunto qué va a ocurrir.

Amado Osho,
Estás dando tu vida para ayudar a la gente a encontrar la libertad interna, y todo el mundo está tratando de quitarte la libertad: es decir, tu libertad de discurso, de movimiento, y así sucesivamente. ¿Cómo es posible que no te rindas? ¿Qué es la compasión?' ¿La compasión te posee como el amor, o puedes elegir tener compasión o no?

Esta pregunta tiene muchas preguntas en ella.

En primer lugar, yo no estoy haciendo ningún esfuerzo por liberar a la gente de la ligazón con su podrido pasado. No es un esfuerzo para mí, sino una alegría. Me gusta hacerlo; de ahí que, lo consiga o no, no supone una tensión. No estoy serio, sólo son ganas de jugar. Soy libre, lo disfruto, y de esa alegría surge un desbordamiento de energía que se extiende espontáneamente.

Sólo soy un observador, no un actor.

En segundo lugar, el mundo no puede llevarse mi libertad. Puede intentarlo, pero es absolutamente cierto que va a fracasar por la simple razón que para mí la libertad es más valiosa que la vida. Prefiero arriesgar mi vida que elegir perder la libertad; de ahí que nadie pueda llevársela. Pueden matarme, pero no pueden matar mi espíritu, no pueden matar mi libertad. Hacen todo lo que está en su mano, parecen estar desesperados. Y yo trato alegremente de encontrar nuevas formas de llegar a la gente. Y lo más que pueden arrebatarme es la vida, pero no pueden llevarse mi libertad.

Sólo pueden quitarte la libertad cuando valoras la vida más que la libertad; entonces pueden llevarse tu libertad muy fácilmente: Con una simple amenaza a tu vida pueden llevarse tu libertad. Pero no pueden llevarse mi libertad porque para mí la vida no vale nada y la libertad lo vale todo.

Para mí, la libertad es la vida.

Pueden destruir mi cuerpo pero no pueden destruir mi consciencia. Por eso la cuestión no es que se lleven mi libertad. Pueden ser poderosos; de hecho lo son. Todos los Gobiernos del mundo unidos contra un solo individuo, y aún así no pueden quitarle su libertad. Y puedo decir con toda certeza que no pueden quitarme la libertad porque estoy dispuesto a ofrecer mi vida en cualquier momento.

En tercer lugar, preguntas: ¿puede la compasión poseerte como el amor? No, la compasión no es posesiva. El amor es algo que te sobreviene, de ahí la frase «caer enamorado o enamorarse». ¿Has oído decir de alguien que «cae en la compasión»? Ese tipo de frase no existe en ningún lenguaje. Te elevas a la compasión.

Ni posees la compasión ni la compasión te posee a ti.

Esto es algo sutil que tiene que entenderse. Es fácil comprender si te posee o no, pero mi respuesta es: la compasión no me posee, ni yo la poseo a ella.

La compasión se ha convertido en mi naturaleza. No hay dualidad entre el poseedor y lo poseído. Por eso es una situación muy diferente al amor.

No está en mi mano dejar de ser compasivo, porque no estoy separado de ello. En cualquier caso, poseas algo o te posea a ti, la dualidad permanece.

Pero en la compasión la dualidad desaparece.

Eres compasión, no hay nada más; por eso puedes simplemente ser ella.

No hay ninguna otra forma de ser.

Amado Osho,
Tener una oportunidad tan increíble de hacerte una pregunta, y tener tanto miedo de plantearla, muestra cuán poca confianza tengo. ¿Puedo aún seguir siendo tu sannyasin?

La cuestión no está en ser mi sannyasin, sino en ser un sannyasin. Ser mi sannyasin significa cierto compromiso, cierta rendición. Y yo no quiero que te rindas a mí, o que te comprometas conmigo. Quiero que te rindas a la naturaleza, que te comprometas con la existencia. No tienes que ser mi sannyasin, sólo tienes que ser un sannyasin; y esa es la única forma de ser mi sannyasin.

No es un fenómeno directo, no te comprometes directamente y te rindes a la existencia. Pero cuanto más te rindas a la existencia, a la vida, a la naturaleza, más amoroso, más intuitivo, más comprensivo te haces; y esa comprensión te traerá más cerca de mí. Encontrarás en mí, indirectamente, el estado de rendición total, de total confianza.

No te preocupes por no tener esa confianza total ahora. Con tener un poco de confianza es suficiente para empezar. Simplemente es como abrir una cuenta bancaria; no tienes que tener millones para abrir la cuenta. La más mínima confianza te sirve para empezar el viaje, y a medida que se profundiza en el viaje, la confianza también se hace más profunda. Pronto te darás cuenta de que lo único que te rodea es la confianza.

En ese momento te darás cuenta de que eres un sannyasin.

Los que han venido directamente a mí pueden ser traidores. Los que han venido indirectamente no pueden traicionarme, porque antes de venir a mí ya habían saboreado algo del más allá y la traición es imposible. Pero hay muchos sannyasins que han venido directamente a mí. Para empezar, comenzaron con su compromiso, con su confianza hacia mí. Éste no es el principio correcto, porque eso significa que hay cierta creencia. No me conocen, no pueden conocerme; pero sin embargo han creído.

Existe un peligro porque hay una duda; cualquier día, la duda puede desbancar su creencia. Pero los auténticos sannyasins, los sannyasins reales, han llegado a mí de manera muy indirecta. Te será muy difícil saber cómo ha llegado cada cual porque es algo interno que no puedes ver. Pero la gente que ha venido lentamente, tratando de entenderme, paso a paso, la gente que empieza a ser natural, auténtica, sincera..., de repente un día se dan cuenta de que están en relación conmigo. Extraño; nunca lo habían intentado, nunca habían hecho ningún esfuerzo. Es un descubrimiento.

Por eso, sannyas para mí tiene que ser un descubrimiento.

Entonces no puedes perderlo; es tu propio descubrimiento.

No te preocupes porque tu confianza sea parcial; eso es suficiente, eso bastará. Quieres aprender a nadar... no tienes porque saltar a las aguas profundas inmediatamente; si lo haces cabe la posibilidad de que te quedes aterrado para toda la vida. Nunca querrás volver al agua.

Hay una historia sufí en la que Mulla Nasruddin quería aprender a nadar. Pero al acercarse al río con el profesor que le iba a enseñar, se resbaló y cayó al agua; y era un río profundo. El profesor le salvó, pero estuvo varias veces hundido debajo del agua; por eso, cuando lo sacaron, se quitó los zapatos y salió corriendo.

El profesor le preguntó: «¿Dónde vas? Has venido para aprender a nadar.»

Él respondió: «Lo que voy a hacer es: primero aprenderé a nadar y después me acercaré al agua; es demasiado peligroso. Primero aprenderé a nadar.» ¿Pero dónde vas a ir para aprender a nadar? No puedes aprender a nadar en tu habitación.

No hay otra forma... pero desgraciadamente entró en el río por el extremo equivocado. El profesor le habría llevado donde el agua era poco profunda, y le habría ido animando lentamente a entrar en aguas cada vez más profundas. A medida que fuera adquiriendo más destreza, el profesor le habría animado a entrar cada vez más adentro.

Con un poco de confianza es bastante.

Al principio no puedes esperar que la confianza sea total. Así es como empezamos a exigirnos cosas imposibles y después no podemos realizarlas. Surge la culpa, surge la condena hacia uno mismo, surge el rechazo: «no merezco...». Pero todas esas cosas son innecesarias.

Y esto ha ocurrido en todo el mundo. Todos se sienten indignos porque aspiran a encontrar el final en el principio mismo.

Naturalmente era imposible -no podía alcanzarlo- y eso le impidió volver a intentarlo otra vez.

Solía vivir con uno de mis profesores universitarios, en la misma casa. Yo estaba viviendo solo y él sintió que, viendo las condiciones en que estaba mi apartamento... me dijo: «Es mejor que te vengas a vivir conmigo», porque tenía la cama junto a la puerta para poder saltar dentro y fuera de ella... Nunca entraba en casa porque ¿quién limpiaría todo?

Cuando vio la situación me dijo: «Nunca he visto semejante manera de vivir.» Justo frente a mí estaba el baño; ese era todo el espacio que empleaba: iba de la cama al baño. Todos mis libros estaban alrededor de la cama para poder tomar el que necesitaba, y cuando la cama se ensuciaba demasiado, simplemente apagaba la luz: ¡así todo tenía el mismo aspecto!

Él dijo: «Esto no está bien. Mi esposa cuidará de ti, ven conmigo, y además no tenemos hijos.» Era un anciano, era casi como un padre para mí. Me dijo: «No voy a permitir que vivas aquí. Nunca hubiera pensado que estabas viviendo así. Has inventado una forma de vivir completamente nueva: apagas la luz cuando ves que todo está demasiado sucio.»

Así que fui a vivir a su casa. Era ateo; no creía en Dios. Y estaba interesado en mí porque creía que yo también era ateo: me había oído decir en la universidad y en otros lugares que Dios no existe. Pensó que ambos éramos ateos.

Pero mientras íbamos de camino se lo dejé muy claro: «Creo que tienes una impresión equivocada, no soy ateo.»

Él dijo: «¿Qué? ¡Pero si vas declarando por todas partes que Dios no existe!

Yo dije: «Sí, declaro que Dios no existe. Por eso no puedo ser teísta; para ser teísta hace falta que haya Dios, hay que creer en él. Pero también hace falta Dios para ser ateo, para no creer en él. Y como Dios no existe, yo no caigo en ninguna de las dos categorías.»

Él dijo: «¡Dios mío! ¿O sea, que no entras en ninguna de las dos categorías?». Yo dije: «No.»

Estuve viviendo unos meses con él y cuanto más trataba de entenderle, más llegaba a la conclusión -a una conclusión muy extraña que resultó ser cierta para muchos otros ateos con los que me encontré en mi vida- de que este hombre había sido un gran teísta en una vida anterior y como no pudo encontrar a Dios, cambió su posición hacia el otro extremo. De otro modo es inexplicable que los ateos pierdan tanto tiempo negando a Dios. Si Dios no existe, ¿por qué molestarse por él? Los ateos escriben libros y panfletos, y crean asociaciones. Tienen su propia filosofía y son más discutidores que los teístas. Casi constantemente, en todo momento, con cualquiera que estén, antes o después la conversación se dirige hacia el ateísmo, hacia el hecho de que Dios no existe.

Semejante insistencia, tal pérdida de tiempo en algo negativo simplemente significa que se están tomando la revancha contra sí mismos.




Han sido teístas.

Llegué a esta conclusión porque comencé a hipnotizar al anciano. Le dije: «He llegado a esta conclusión lógica, pero quiero saber exactamente dónde estabas en tu vida anterior, en qué creencia, en qué religión.» Estaba apasionado por saberlo y por eso se mostró muy dispuesto.

No puedes hipnotizar a una persona a menos que esté dispuesta a ello. El arte de la hipnosis requiere de una persona muy inteligente y dispuesta. No puedes hipnotizar a un idiota; eso es imposible. Sólo se puede hipnotizar a unas pocas personas muy inteligentes, muy agudas, y además tienen que estar dispuestas a hacer el viaje interior. No puedes forzarlo simplemente, tienen que seguirte la corriente.

Viviendo con él fui persuadiéndole poco a poco. Y se convirtió en un buen médium para la hipnosis. Su esposa hacía de juez, solía pedirle que se sentara allí y observara la situación, porque el hombre no recordaría nada al despertar y negaría haber dicho lo que había dicho. Ella tenía que ser mi testigo. El hombre había sido un gran teísta, había pasado toda su vida adorando a Dios, había renunciado a su familia y había hecho todo tipo de disciplinas ascéticas. Y fracasó, tenía que hacerlo, ya que no hay un Dios que alcanzar. Tal fracaso hizo que el péndulo de su consciencia se moviera hacia el otro extremo: ahora tenía ganas de venganza, sin saberlo, inconscientemente. Y cuando le desperté y se lo dije, lo negó: «No, nunca he sido teísta y no creo en las vidas pasadas.»

Yo dije: «Tengo una testigo -tu esposa- de que puedes regresar, bajo hipnosis, a tus vidas pasadas.» Repetí el experimento docenas de veces siempre con el mismo resultado: había sido un gran teísta, sin excepción. Se había revelado contra sí mismo por haber perdido una vida.

Yo le dije: «Ahora estás perdiendo otra vida. Por eso te digo que yo no pertenezco a ninguna categoría. No quiero perder mi vida por Dios, de un modo o del otro.»

Para mí, el hombre tiene dentro de sí el potencial más alto de existencia y consciencia. Si lo explora llegará a un estado divino: no a ser Dios, sino a un estado divino.

Pero no debe preocuparte empezar con sólo un poco de confianza; es suficiente. Cualquier cosa es suficiente para empezar; el simple deseo de hacer una peregrinación es suficiente. Y no te preocupes por tener que ser mi sannyasin; simplemente sé un sannyasin. Simplemente se un buscador de la verdad. Y quizá en algún momento del camino me encuentre contigo.

Te contaré una historia sufí: «Un hombre parte en busca de la verdad. A la salida de la ciudad, encuentra a un hombre sentado bajo un árbol. El joven no sabe dónde ir en busca de la verdad. Ha oído que tiene que ir a alguna parte, tiene que hacer una peregrinación en busca de la verdad, pero ¿a dónde? Los caminos van en todas las direcciones. ¿Qué camino es el camino?

“Al ver al hombre sentado debajo del árbol pensó: quizá este hombre sea lo suficientemente viejo para saber qué camino conduce a la verdad. Y se lo preguntó. El hombre le respondió: "Sí, conozco el camino. Sigue a la derecha y continúa hasta que encuentres un árbol-y le describió el árbol con todo detalle, las hojas, los frutos-, y debajo de él encontrarás a un anciano... (para que te hagas una idea, es alguien como yo pero con treinta años más). Ese hombre será tu guía.”

»El hombre se sintió muy feliz. Dio las gracias al anciano y se apresuró camino adelante por donde el anciano le había mostrado. Durante treinta años estuvo peregrinando y peregrinando, y nunca encontró el árbol ni al anciano. Se fue cansando, ya se estaba haciendo viejo y dijo: " iQué tontería!

»Finalmente decidió: "Es mejor volver a casa... ¡Ya basta! He perdido treinta años yendo en busca de la verdad y ni siquiera he encontrado al anciano que tiene que ser mi guía. Y sabe Dios qué tipo de guía me dará cuando me encuentre con él y cuánto tiempo necesitaré. Parece demasiado complicado; más me vale regresar a casa. Tenía mi propio negocio. Lo destruí y me metí en problemas innecesarios por haber oído la palabra 'verdad' una y otra vez."

»Volvió. Pasó de nuevo junto al árbol y se quedó atónito: era el árbol que le había descrito el anciano. Miró bajo el árbol y vio al anciano; era el mismo hombre con treinta años más y estaba exactamente como él mismo se había descrito. Dijo: "¡Dios mío! ¿Por qué me has hecho perder treinta años?".

»El anciano dijo: " ¿Yo te he hecho perder treinta años o tú me los has hecho perder a mí? En aquel momento no estabas maduro para ser guiado porque te di todas las claves y ni siquiera miraste al árbol, y eso que te lo describí con todo detalle. Describí a tu guía con todo detalle y ni siquiera me miraste un momento para comprobar que me estaba describiendo a mí mismo. Tenías tanta prisa; eras demasiado joven. Pero nada se ha perdido. He estado esperando, sabiendo que volverías algún día, que reconocerías el árbol, que reconocerías al anciano: ¡yo soy tu guía!".

»El joven dijo: "Este parece un asunto muy extraño."»

Esta historia es muy significativa. Tienes poca confianza. No te preocupes, tuerce hacia la derecha... Pero esta vez no bajo un árbol, sino sobre una hermosa silla, encontrarás a un anciano, alguien que se parece a mí.

Ese será el momento adecuado para ti de convertirte en mi sannyasin. Ahora mismo, se sólo un sannyasin; ¡no seas codicioso!

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