Capítulo 14
Deja que se Empape
Dentro de tu Corazón
Amado Osho,
Recientemente te he oído decir que se puede trascender la desgracia y la confusión de la vida bien luchando o bien soltando, siempre que ambos se hagan con totalidad. El camino de Mahavira era la lucha y el tuyo es el abandono.
¿Podrías hablar un poco más del abandono y de su relación con la inteligencia y la responsabilidad? No llego a entenderlo y mi vida parece una extraña mezcla de lucha y abandono. Abandonarse parece más natural y la lucha parece más responsable.
No es únicamente una pregunta tuya, es una pregunta que atañe a todo el mundo: una mezcla de abandonarse y luchar. Pero el abandono del que tú hablas no es el mismo del que hablo yo; el tuyo simplemente es una actitud derrotista. Básicamente quieres luchar, pero hay situaciones en las que no puedes luchar, o quizá hayas llegado al final de tu energía de lucha. Entonces, para encubrir tu derrota, comienzas a abandonarte. Tu abandonarte no es verdad, es falso.
El verdadero abandonarse no va en contra de la lucha. El verdadero abandonarse es una ausencia de lucha.
Y no puedes mezclar el verdadero abandono con las actitudes de lucha, por la simple razón de que la presencia del abandono implica una ausencia de la actitud de lucha. ¿Cómo puedes mezclar algo que está presente con algo que está ausente? De la misma forma que no puedes mezclar la luz y la oscuridad, aunque seas un gran artista, no puedes mezclar la luz y la oscuridad por la simple razón de que la oscuridad sólo es la ausencia de luz. No puedes ponerlas juntas; sólo una de ellas puede estar presente.
Así, lo primero que hay que recordar es que la actitud básica de todo ser humano es la lucha. Por eso no piensas en ella como si fuera un problema personal. Te ayudará mucho comprender que es un problema humano. Entonces puedes mantenerte desimplicado y verla, observarla, comprenderla.
La lucha es la actitud básica porque alimenta el ego. Cuanto más luchas, más fuerte se hace tu ego. Si sales victorioso, el ego tiene una gran alegría. El ego se revitaliza con tus victorias. Pero por otro lado, a medida que el ego se fortalece, tu ser recede cada vez más.
A medida que el ego se fortalece, te vas perdiendo a ti mismo. Puede que estés luchando y que consigas la victoria sin saber que no es una ganancia sino una pérdida. A cada niño se le enseña a luchar de diversas formas. Competir es una lucha, ser el primero de la clase es una lucha, ganar un trofeo deportivo es una lucha. Son preparativos que haces para tu vida. Después viene la lucha en las elecciones, la lucha por el dinero, la lucha por el prestigio. Toda la sociedad está basada en la lucha, en la competición, en el forcejeo, en poner a cada individuo en contra de la totalidad.
Por eso estás en la misma situación que casi todo el mundo. Y después me escuchas hablar de abandono.
Abandono significa no competición, no forcejeo, no lucha...; simplemente relajarse en la existencia, lleve donde lleve. No intentar controlar el futuro, no intentar controlar las consecuencias, sino permitir que ocurran..., sin pensar en ellas siquiera. El abandono ocurre en el presente; las consecuencias vendrán mañana. Y abandonarse es una experiencia tan deliciosa, una relajación total, una profunda sincronicidad con la existencia.
Recuerdo una parábola. La llamo parábola porque es tan hermosa que tal vez no sea verdad. En Oriente, el nombre de Majnu es muy famoso. Es una historia sufí; quizá no haya existido nadie con ese nombre, pero que haya existido o no es irrelevante. Se ha convertido en el símbolo del amante.
Majnu era un joven pobre, con mucho amor y un gran corazón, y se enamoró de la hija del hombre más rico. El matrimonio era imposible; ni siquiera podía tener un encuentro con ella. Sólo podía ver a su amada, Laila, de vez en cuando y desde lejos. Pero el rumor sobre su amor comenzó a extenderse, y el hombre rico, el padre de Laila, temía que manchara el nombre de la familia y que él no pudiera encontrar al hombre adecuado para su hija. Por eso dejó atrás su pueblo para irse a un lejano país en el que nadie hubiera oído hablar de Majnu.
El día en que iban a partir, una gran caravana..., porque tenía mucho dinero y muchas cosas que llevarse, cientos de camellos llevándose cosas. Majnu estaba al lado del camino, junto a un árbol, oculto entre el follaje; el padre de Laila estaba tan enfadado con él que estaba dispuesto incluso a dispararle, a pesar de que no había hecho nada. Ni siquiera había hablado con Laila.
Estaba allí de pie porque quería verla por última vez. Le bastaba con saber que ella estaría bien y sería feliz; él esperaría. Si su amor tenía algún poder, ella volvería. Tenía una enorme confianza. Había visto el amor; la misma llama que ardía en su corazón, también estaba presente en los ojos de Laila. Laila también buscaba y miraba por todas partes desde el camello en el que estaba montada. Sabía que Majnu estaría esperando en algún lugar del camino, y entonces le vio bajo el árbol, oculto entre el denso follaje. Por un momento, sin palabras ni gestos, fueron uno; y a continuación la caravana partió.
Pero para Majnu el tiempo se detuvo en aquel momento y lugar. Se quedó de pie junto al camino esperando y esperando. Se dice que pasaron años. Laila vino, pero llegó un poco tarde. Fue preguntando y la gente le decía: «Nunca hemos oído hablar de él. Desde que te fuiste no ha vuelto a la ciudad.»
Ella corrió al árbol donde le había dejado. Estaba todavía allí, pero le había ocurrido algo raro: se había hecho uno con el árbol. Por eso digo que es una parábola: es demasiado hermosa para ser verdad. Se relajó completamente porque no había nada más que hacer que esperar. Se relajó con el árbol y, poco a poco, comenzaron a entremezclarse. El árbol se convirtió en su alimento; ya no estaban separados, se hicieron uno. Le salieron ramas del cuerpo.
Ya no estaba escondido en el follaje; el follaje era su propio cuerpo: hermosas hojas, bellas y fragantes flores.
Laila no pudo reconocerlo. Pero todo el árbol sólo decía una cosa: «Laila... Laila.» Ella se fue enfadando y preguntaba: «¿Dónde te ocultas?». Y el árbol dijo: «No me oculto. He estado esperando tanto tiempo, sin hacer nada, simplemente permaneciendo relajado, que me he hecho uno con el árbol. Has llegado un poco tarde.
»Lo que iba a ocurrir entre nosotros ha ocurrido entre el árbol y yo. Íbamos a hacernos uno; quizás eso era algo que el destino no podía aceptar. Pero yo ya estaba dispuesto a relajarme en el momento, sin pensar en las consecuencias. Y me siento feliz de que estés viva, de que todavía seas joven y estés aún más bella. Pero yo me he ido muy lejos. Soy inmensamente feliz... solo, relajado, en el abandono.»
Para mí, abandonarse significa que no estás luchando por nada, sino dejándolo todo en manos de la vida. Dices que «abandonarse parece natural.» Sólo lo «parece» porque todo tu condicionamiento va en su contra. Durante miles de años has sido educado para luchar. Si luchas, o bien eres derrotado -lo que creará una herida, lo que creará un deseo de revancha- o bien sales victorioso -lo que a su vez creará otro tipo de herida. Eso es el ego. En cualquier caso sales perdiendo. Si eres derrotado, sales perdiendo; si logras la victoria, también sales perdiendo. En cualquier caso te alejas más de ti mismo.
El abandono no ha sido enseñado a la gente porque iría en contra de toda la estructura social, que está basada en la competición y en una lucha en la que todo el mundo es tu enemigo. Incluso tu amigo es un enemigo, incluso tu esposa es un enemigo, incluso tus hijos son tus enemigos, porque todo el mundo está tratando de arrebatarte todo lo que puede.
Y tú estás tratando de hacer lo mismo. El mundo de la miseria se crea porque todo el mundo está intentando arrebatar cosas de todos los demás. No es una existencia pacífica, silenciosa, amorosa; todavía somos bárbaros y animales.
El abandono es un planteamiento totalmente diferente. Su primer paso es abandonar el ego, recordar que no estás separado de la existencia: ¿Con quién estás luchando? No estás separado de la gente: ¿Con quién estás luchando? Contigo mismo..., y esa es la raíz de la miseria. Luches con quien luches, estás luchando contigo mismo, porque no hay nadie más.
Abandonarse es comprender profundamente el fenómeno de que somos parte de la existencia una. No podemos permitirnos tener egos separados; somos uno con todo. Y el todo es vasto, inmenso. Tu comprensión te ayudará a ir con la totalidad, vaya donde vaya. No tienes un objetivo aparte de la totalidad, y la totalidad no tiene objetivos. No va a ninguna parte. Simplemente está aquí.
Comprender el abandono te ayuda a estar simplemente aquí, sin objetivos, sin la intención de lograr nada, sin ningún conflicto, forcejeo, ni lucha, sabiendo que sería luchar contigo mismo; y eso sería simplemente estúpido.
Abandonarse es una comprensión profunda.
No es un acto que tengas que hacer.
Cada acto es parte del mundo de la lucha. Cualquier cosa que tengas que hacer va a ser una lucha. Abandonarse es simplemente comprender.
Y después, una relajación silenciosa- fluyendo con el río, despreocupado de a dónde vaya, despreocupado de que puedas perderte..., sin ansiedad, sin angustia, porque no estás separado de la totalidad; por eso, cualquier cosa que pase, va a ser buena.
Al comprender esto descubrirás que no hay mezcla posible: la comprensión no puede mezclarse con la ignorancia; la percepción de la existencia no puede mezclarse con la ceguera; la consciencia no puede mez¬clarse con la inconsciencia.
Y el abandono no puede mezclarse con los distintos tipos de lucha; es una imposibilidad.
Simplemente deja que penetre dentro de tu corazón, y descubrirás una nueva dimensión de apertura, en la que cada momento es una alegría, en la que cada momento es la eternidad misma.
Amado Osho,
Te he oído decir, en conexión con Martin Heidegger, que el trabajo de un filósofo es orientar a los líderes de la nación, no seguirlos. En este momento, tu trabajo parece ir en esa dirección. Tu trabajo es más global, implica a las naciones y a sus gentes, e incluso las trasciende. Diógenes estaba desnudo -y en gran medida era un desconocido-, sostenía una lámpara a plena luz del día y repetía la frase: «Busco a un hombre.» ¿Es tu trabajo diferente del de Diógenes o sólo lo parece? ¿Estás tú también buscando a un hombre?
Para mí, Diógenes es uno de los seres humanos más amados.
Respecto al mundo, él es uno de esos seres destinados a ser condenados por su comportamiento, por sus ideas. Y Diógenes en particular, porque es muy especial.
Su forma de actuar habría sido comprendida en el extremo Oriente, en Japón; habría sido un gran maestro Zen. En Grecia simplemente fue condenado. No estaba en el lugar adecuado. En primer lugar, estaba desnudo; y por una cierta razón: venimos al mundo desnudos, todos los animales están desnudos, ¿por qué debería el ser humano ocultar su cuerpo salvaje detrás de la ropa?
Su peculiar intuición le decía que no es el clima, el frío o el calor, lo que ha hecho que el ser humano utilice la ropa; como todos los animales pueden vivir sin ropa, esa no es la razón. Y tu cara está desnuda, pero se vuelve inmune. Así es como vive todo el reino animal. Los pajarillos son más poderosos que tú: son inmunes al calor y al frío. No necesitan ropa. ¿Por qué la necesita el ser humano? No para proteger su cuerpo, sino para ocultarlo, porque él es el único animal que no ha sido natural, y su cuerpo se ha hecho feo. Diógenes tuvo una intuición muy peculiar.
Estoy de acuerdo con él, la ropa te ayuda enormemente a ocultar tu cuerpo. El ser humano ha perdido su belleza natural, su agilidad, y por eso tuvo que descubrir la ropa. Es muy extraño: si ponen delante de ti tu cuerpo desnudo, o si ponen delante de ti una fotografía de tu cuerpo desnudo, no podrás reconocerlo. La gente sólo es reconocible por su cara; el resto del cuerpo se ignora. Y gracias a la ropa puedes crear una ilusión de belleza. Puedes ocultar las partes feas y exponer las partes hermosas; puedes resaltar las partes hermosas.
A Diógenes le disgustaba todo este planteamiento. Eso es exhibicionismo, y no lo que Sigmund Freud llamaba exhibicionismo. Yo estoy de acuerdo con Diógenes y no con Sigmund Freud.
Sigmund Freud llama exhibicionista al hombre que trata de enseñar su cuerpo desnudo a alguien. Diógenes llama exhibicionistas a todos los que han sido obligados por lo que llaman civilización a llevar ropa. Éste es el principio del engaño, de la hipocresía Siento que algún día el hombre volverá a estar desnudo y sólo entonces volverá a recuperar su salud, por la simple razón de que entonces tendrá que estar sano, si no es así sentirá vergüenza. Entonces tendrá que hacer ejercicio, entonces tendrá que ir al gimnasio y mantener su cuerpo y su belleza, porque entonces su identidad no residirá únicamente en su cara; su identidad residirá en todo el cuerpo. Y no se sentirá avergonzado; es su cuerpo y la naturaleza se lo ha dado. Se sentirá orgulloso de él.
Diógenes era un hombre muy hermoso, como Mahavira -ambos vivieron desnudos- tan proporcionados, tan bellos. En India, el desnudo de Mahavira se convirtió en algo espiritual; en Grecia Diógenes se convirtió en un loco. Solía llevar consigo una lámpara y cuando se encontraba con alguien -aunque fuera a plena luz del día- levantaba la lámpara y le miraba. Y la gente le preguntaba: «¿Qué estás haciendo?, estamos a plena luz del día, el sol brilla; ¿por qué llevas una lámpara? ¿Y por qué miras a la cara de la gente?».
Él solía decir: «Estoy buscando un hombre real, auténtico.»
Mi búsqueda, en cierto sentido, es similar: yo también estoy buscando al hombre auténtico, al hombre real. Pero al hombre real, auténtico no se le puede buscar con una lámpara.
La lámpara de Diógenes sólo es un símbolo. Simplemente significa que está enfocando todo su ser encendido en la persona, como los rayos-X, para ver que si queda algo de ella o si todo es hipocresía. El día que murió tenía la lámpara consigo, en su mano. Un hombre, en broma, le preguntó: «Ahora te estás muriendo. Pero antes de morir, por favor, respóndeme a una pregunta. Durante toda tu vida has estado buscando con tu lámpara al hombre real, al hombre auténtico. ¿Lo has encontrado o no?».
Diógenes era verdaderamente un hombre muy bello. Se rió y dijo: «No lo he encontrado, pero agradezco a toda la humanidad que no me hayan robado la lámpara, porque me he encontrado con todo tipo de ladrones. No me he podido cruzar con ningún hombre auténtico, pero me basta con que me hayan dejado la lámpara; cuando miraba a esta gente veía que eran criminales, asesinos, ladrones, y me preocupaba la lámpara, que es lo único que tengo. Por eso puedo decir una cosa antes de morir -una cosa buena respecto a la humanidad- y es que no me robaron la lámpara.»
Podía reírse y hacer chistes incluso en el momento de la muerte. En Grecia no fue comprendido en absoluto. Pertenece a la categoría de personas como Bodhidharma, Chuang Tzu, Hotei. Esa era su categoría, pero estaba con la gente equivocada. Aristóteles había definido al hombre -Diógenes era contemporáneo de Aristóteles- como un «animal de dos piernas sin plumas.» Eso muestra la profundidad de la lógica y la penetración intelectual de Aristóteles. Cuando Diógenes lo oyó, cogió un animal de dos piernas, le quitó las plumas y se lo regaló, diciéndole: «Éste es tu hombre: un animal de dos piernas sin plumas.»
Aristóteles se enfadó mucho: «¡Esto no es un chiste y Diógenes nunca se toma nada en serio!» Pero yo os digo que era muy serio. Le estaba diciendo a Aristóteles: «Ésta no es forma de definir al hombre: con dos piernas y sin plumas. Estás degradando a los hombres al nivel de los animales; sólo son una variedad diferente, que no tiene plumas. Esa es toda la diferencia: Hay muchos animales con dos piernas.»
Diógenes no estaba de broma; iba en serio. Y también era serio en su búsqueda de un hombre auténtico. No se trata de definirlo; es una cuestión de encontrarlo. Sólo puedes definirlo después de haberlo encontrado.
El hombre que existe no es auténtico.
Sí, mi trabajo en cierta forma es muy similar: yo también estoy buscando al hombre auténtico, destruyendo todo lo que no es auténtico en ti, a riesgo de ser condenado en todo el mundo. Pero no llevo una lámpara en la mano porque se que eso sólo era un gesto.
Estoy trabajando realmente con cada individuo que ha entrado en contacto conmigo para ayudarle a dejar todos sus condicionamientos innecesarios y entrar en comunión con la naturaleza.
Para ser natural serás auténtico.
Para ser natural serás humano.
Y para ser natural serás un ser lleno de alegrías.
Es tu falta de naturalidad lo que está creando todas tus miserias, y de la misma forma que el dinero llama al dinero, la miseria llama a más miseria. Tengas lo que tengas, atrae a lo de su clase. Si tienes un poco de alegría, atraerás mucha alegría; si tienes un poco de silencio, entonces atraerás silencio incluso de las estrellas lejanas, entonces incluso en medio de la multitud, en el mercado, estarás atrayendo el silencio.
Depende de lo que tengas dentro de ti; eso crea una gravitación que atrae lo que es de su misma clase. Bastará con un poco de experiencia y ya no habrá necesidad de empujarte; irás en esa dirección por ti mismo.
Todo mi esfuerzo sólo es para daros un pequeño vislumbre, sólo abrir una ventana que te permita ver el cielo con todos los colores del crepúsculo.
Se que saldrás del agujero para ver la totalidad del cielo, para ver los pájaros regresar a casa, para ver los árboles echarse a dormir, prepararse la cama...Pero ahora mismo sólo tienes miseria, y esa miseria atrae más miseria.
Mi trabajo es crear de alguna forma una grieta en tu miserable existencia... una pequeña ventana.
Amado Osho,
¿La muerte natural transciende la naturaleza?
Nada transciende la naturaleza. Todo se va haciendo más y más natural -una naturaleza cada vez más profunda, una naturaleza cada vez más alta- pero nada transciende la naturaleza porque no hay nada más que naturaleza.
Tienes que abandonar las viejas categorías: está por un lado lo natural y por otro lo sobrenatural. Lo que se ha llamado sobrenatural no es más que el pico más alto del ser natural. ¿Por qué crear categorías cuan¬do la naturaleza sola es capaz de contenerlo todo?
El punto más alto y el punto más bajo de la vida, ambos son naturales. El asesino y el hombre iluminado, ambos son naturales. El asesino está en el punto más bajo, el hombre iluminado está en el punto más alto. Pero como hombres son parte de la misma naturaleza, y siendo naturales, son similares. Y esto abre una nueva posibilidad: el asesino puede iluminarse. No se lo estamos impidiendo, no le estamos poniendo en una categoría aparte. Puede iluminarse porque es parte de la naturaleza. Quizá estaba cabeza abajo, simplemente tiene que cambiar de postura.
Pero la naturaleza es profunda. Lo contiene todo -lo bueno, lo malo, lo malvado, lo divino- y yo quiero que todos ellos sean parte de la misma naturaleza, para que la transformación no sea imposible. Las viejas religiones han creado categorías y saltos que hacen imposible...
Por ejemplo, la cristiandad cree en el infierno eterno, lo que es absolutamente absurdo. No puedes cometer tantos pecados en una corta vida de setenta años. Una tercera parte de ella se pierde durmien-do; buena parte de ella se pierde en la infancia, en las enfermedades, en ganarse el pan, en pelear con tus maridos, con tus esposas, con tus vecinos. No te queda mucho tiempo para cometer pecados. E incluso si estuvieras pecando sin parar, desde el nacimiento hasta tu último aliento, sin tomarte ningún descanso para el café -sólo pecar y pecar- tampoco se justifica el infierno eterno. En ese caso con setenta años cuanto mucho debería haber bastante. Pero el infierno eterno, sin fin, para siempre jamás... La cristiandad no le deja al pecador ninguna posibilidad de cambiar. Le corta todo el futuro.
Mi planteamiento es simple: lo peor y lo mejor son parte de la misma naturaleza. Uno puede estar en el punto más bajo, el otro puede estar en el punto más alto, pero pertenecen a la misma naturaleza, y por tanto tienen una posibilidad de transformación. La persona más baja puede empezar a escalar al pico más alto, y eso es algo que ha ocurrido muchas veces.
En la India hay una historia hindú... El libro más antiguo sobre la vida de Rama fue escrito por Balmik. Balmik era un ladrón, saqueador, asesino; había hecho todo lo que puedas concebir. Esa era su única profesión. No tenía educación pero era un hombre tremendamente poderoso; esperaba a la gente en los caminos y a cualquiera que pillaba le obligaba a darle todo o acababa con él. La familia de Balmik vivía en medio del lujo; él les llevaba muchas cosas cada día.
Un día pasó por allí un santo muy hermoso, Nardar, que siempre llevaba consigo su ektara: un instrumento musical muy simple, con una única cuerda, que se había convertido en su símbolo; pasó cantando y tocando su ektara y Balmik lo atrapó. Pero él siguió cantando y tocando su ektara.
Balmik dijo: «¿Estás loco o qué? ¿No me ves, no ves mi espada?
iDame todo lo que tengas!».
Nardar dijo: «Has atrapado a un mendigo; sólo tengo esta duma. Y no te la voy a dar fácilmente porque, ¿para qué la quieres? Pero si la quieres, te la doy. Y si quieres mi vida, también te la puedo dar. Pero antes de darte nada, quiero hacerte una pregunta.»
Balmik dijo: «¿Pregunta? ¿Qué pregunta?».
Y Nardar dijo: «Ve a tu casa y plantéale una pregunta a tu esposa, tú has estado matando a gente, robándole... ¿Está dispuesta a compartir la responsabilidad contigo? Pregúntales a tu padre, a tu madre, a tu hijo, a tu hija. ¿Están dispuestos a compartir la responsabilidad de lo que estás haciendo?».
Balmik nunca había pensado en nada semejante; era un hombre sin educación. Y dijo: «Nunca lo he pensado. Ellos deben compartir la responsabilidad. Yo la estoy haciendo por ellos.»
Nardar dijo: «Yo estaré aquí. No te preocupes, puedes dejarme atado a un árbol para que no escape.» Lo dejó atado al árbol y Balmik corrió a su casa a preguntar a su esposa. Su esposa dijo: «No tengo nada que ver con tus responsabilidades. Alimentar a tu esposa es tu responsabilidad; no me importa en absoluto cómo lo hagas.» Y obtuvo la misma respuesta de todos los demás.
Hasta su propia madre le dijo: «Es tu responsabilidad cuidar de tus ancianos padres. La forma de hacerla depende de ti. Nosotros no te hemos dicho que mates ni que robes a la gente; lo estás haciendo por propia iniciativa. Nosotros no somos responsables de ninguno de tus actos.»
Ni una sola persona de su hogar estaba dispuesta a compartir la responsabilidad. ¡Se quedó conmocionado! Volvió, desató a Nardar, le tocó los pies y le dijo: «Toda mi vida he sido una mala persona. ¿Existe alguna posibilidad de que me libere de todo lo que he hecho?».
Nardar dijo: «No hay problema. Deja de hacerlo porque la gente por la que lo estás haciendo no está dispuesta siquiera a hacerse responsable de ello. Y yo te enseñaré mi canción. Mi canción es muy simple; simplemente repite el nombre de Rama. Es tan simple que no se requiere ninguna educación. Te sientas debajo de un árbol y repites: "Rama, Rama..." mientras puedas, y te transformarás; porque, intrínsecamente, tu núcleo central siempre permanece puro. Sólo se trata de quitarle las capas de fuera.»
A los pocos meses Nardar volvió y se quedó sorprendido: Balmik estaba sentado debajo de un árbol. Nardar había estado toda su vida repitiendo el nombre de Rama, el dios hindú, pero no le había pasado nada parecido. Balmik estaba rodeado por un aura de luz. Al acercarte a él sentías un tremendo silencio, una gran alegría.
Él dijo: «Dios mío, he estado repitiendo el nombre de Dios toda mi vida, y este hombre que es un ladrón y un asesino, que ha cometido todos los crímenes posibles y que es mi estudiante -yo mismo le he enseñado a repetir el nombre de Rama- ¡parece transformado, transmutado!».
Nardar tuvo que esperar. No se atrevía a tocarle o molestarle; su presencia era muy sagrada. Cuando Balmik abrió los ojos, tocó los pies de Nardar. Nardar dijo: «No tienes que tocarme los pies; yo tengo que tocártelos a ti. ¿Qué ha ocurrido? ¡En unos meses eres un hombre nuevo! ¿Has encontrado algo más de lo que yo te di? porque yo he estado usando el mantra "Rama, Rama..." durante toda mi vida. Y ahora me siento como un estúpido; en unos pocos meses...; ¡Debes haber hecho alguna otra cosa!».
Él dijo: «Dios mío, ¿es Rama? Lo había olvidado.» Porque al repetirlo continuamente...; si repites, «Rama, Rama, Rama...» Y como no tenía educación -era un ladrón y un asesino- no lo había hecho así. Repetir «Rama» continuamente y sin espacios...; lo olvidó y comenzó a repetir «Mara, Mara...» En lugar de repetir «Rama», unió dos «Ramas» y se olvidó de lo que era, por eso empezó a repetir «Mara, Mara...» Mara significa muerto.
Balmik dijo: «iEsto es otro milagro! Has estado repitiendo "Mara", que significa "muerto"; no es el nombre de Dios. Pero tu sinceridad, tu inocencia, tu totalidad lo ha cambiado. Estás muy por delante de mí.
¡No vuelvas a tocar mis pies!».
Lo más bajo puede cambiar hacia lo más alto.
No hay barrera, no hay muro.
La naturaleza es todo lo que hay.
Por eso, ni siquiera una muerte natural la transciende; simplemente realiza la naturaleza en su totalidad.
Osho,
No tenemos más preguntas.
No tenéis ninguna más?
Anando, ¿alguna pregunta sobre el pobre Avesh? ¿No? ¡Vale!
Deja que se Empape
Dentro de tu Corazón
Amado Osho,
Recientemente te he oído decir que se puede trascender la desgracia y la confusión de la vida bien luchando o bien soltando, siempre que ambos se hagan con totalidad. El camino de Mahavira era la lucha y el tuyo es el abandono.
¿Podrías hablar un poco más del abandono y de su relación con la inteligencia y la responsabilidad? No llego a entenderlo y mi vida parece una extraña mezcla de lucha y abandono. Abandonarse parece más natural y la lucha parece más responsable.
No es únicamente una pregunta tuya, es una pregunta que atañe a todo el mundo: una mezcla de abandonarse y luchar. Pero el abandono del que tú hablas no es el mismo del que hablo yo; el tuyo simplemente es una actitud derrotista. Básicamente quieres luchar, pero hay situaciones en las que no puedes luchar, o quizá hayas llegado al final de tu energía de lucha. Entonces, para encubrir tu derrota, comienzas a abandonarte. Tu abandonarte no es verdad, es falso.
El verdadero abandonarse no va en contra de la lucha. El verdadero abandonarse es una ausencia de lucha.
Y no puedes mezclar el verdadero abandono con las actitudes de lucha, por la simple razón de que la presencia del abandono implica una ausencia de la actitud de lucha. ¿Cómo puedes mezclar algo que está presente con algo que está ausente? De la misma forma que no puedes mezclar la luz y la oscuridad, aunque seas un gran artista, no puedes mezclar la luz y la oscuridad por la simple razón de que la oscuridad sólo es la ausencia de luz. No puedes ponerlas juntas; sólo una de ellas puede estar presente.
Así, lo primero que hay que recordar es que la actitud básica de todo ser humano es la lucha. Por eso no piensas en ella como si fuera un problema personal. Te ayudará mucho comprender que es un problema humano. Entonces puedes mantenerte desimplicado y verla, observarla, comprenderla.
La lucha es la actitud básica porque alimenta el ego. Cuanto más luchas, más fuerte se hace tu ego. Si sales victorioso, el ego tiene una gran alegría. El ego se revitaliza con tus victorias. Pero por otro lado, a medida que el ego se fortalece, tu ser recede cada vez más.
A medida que el ego se fortalece, te vas perdiendo a ti mismo. Puede que estés luchando y que consigas la victoria sin saber que no es una ganancia sino una pérdida. A cada niño se le enseña a luchar de diversas formas. Competir es una lucha, ser el primero de la clase es una lucha, ganar un trofeo deportivo es una lucha. Son preparativos que haces para tu vida. Después viene la lucha en las elecciones, la lucha por el dinero, la lucha por el prestigio. Toda la sociedad está basada en la lucha, en la competición, en el forcejeo, en poner a cada individuo en contra de la totalidad.
Por eso estás en la misma situación que casi todo el mundo. Y después me escuchas hablar de abandono.
Abandono significa no competición, no forcejeo, no lucha...; simplemente relajarse en la existencia, lleve donde lleve. No intentar controlar el futuro, no intentar controlar las consecuencias, sino permitir que ocurran..., sin pensar en ellas siquiera. El abandono ocurre en el presente; las consecuencias vendrán mañana. Y abandonarse es una experiencia tan deliciosa, una relajación total, una profunda sincronicidad con la existencia.
Recuerdo una parábola. La llamo parábola porque es tan hermosa que tal vez no sea verdad. En Oriente, el nombre de Majnu es muy famoso. Es una historia sufí; quizá no haya existido nadie con ese nombre, pero que haya existido o no es irrelevante. Se ha convertido en el símbolo del amante.
Majnu era un joven pobre, con mucho amor y un gran corazón, y se enamoró de la hija del hombre más rico. El matrimonio era imposible; ni siquiera podía tener un encuentro con ella. Sólo podía ver a su amada, Laila, de vez en cuando y desde lejos. Pero el rumor sobre su amor comenzó a extenderse, y el hombre rico, el padre de Laila, temía que manchara el nombre de la familia y que él no pudiera encontrar al hombre adecuado para su hija. Por eso dejó atrás su pueblo para irse a un lejano país en el que nadie hubiera oído hablar de Majnu.
El día en que iban a partir, una gran caravana..., porque tenía mucho dinero y muchas cosas que llevarse, cientos de camellos llevándose cosas. Majnu estaba al lado del camino, junto a un árbol, oculto entre el follaje; el padre de Laila estaba tan enfadado con él que estaba dispuesto incluso a dispararle, a pesar de que no había hecho nada. Ni siquiera había hablado con Laila.
Estaba allí de pie porque quería verla por última vez. Le bastaba con saber que ella estaría bien y sería feliz; él esperaría. Si su amor tenía algún poder, ella volvería. Tenía una enorme confianza. Había visto el amor; la misma llama que ardía en su corazón, también estaba presente en los ojos de Laila. Laila también buscaba y miraba por todas partes desde el camello en el que estaba montada. Sabía que Majnu estaría esperando en algún lugar del camino, y entonces le vio bajo el árbol, oculto entre el denso follaje. Por un momento, sin palabras ni gestos, fueron uno; y a continuación la caravana partió.
Pero para Majnu el tiempo se detuvo en aquel momento y lugar. Se quedó de pie junto al camino esperando y esperando. Se dice que pasaron años. Laila vino, pero llegó un poco tarde. Fue preguntando y la gente le decía: «Nunca hemos oído hablar de él. Desde que te fuiste no ha vuelto a la ciudad.»
Ella corrió al árbol donde le había dejado. Estaba todavía allí, pero le había ocurrido algo raro: se había hecho uno con el árbol. Por eso digo que es una parábola: es demasiado hermosa para ser verdad. Se relajó completamente porque no había nada más que hacer que esperar. Se relajó con el árbol y, poco a poco, comenzaron a entremezclarse. El árbol se convirtió en su alimento; ya no estaban separados, se hicieron uno. Le salieron ramas del cuerpo.
Ya no estaba escondido en el follaje; el follaje era su propio cuerpo: hermosas hojas, bellas y fragantes flores.
Laila no pudo reconocerlo. Pero todo el árbol sólo decía una cosa: «Laila... Laila.» Ella se fue enfadando y preguntaba: «¿Dónde te ocultas?». Y el árbol dijo: «No me oculto. He estado esperando tanto tiempo, sin hacer nada, simplemente permaneciendo relajado, que me he hecho uno con el árbol. Has llegado un poco tarde.
»Lo que iba a ocurrir entre nosotros ha ocurrido entre el árbol y yo. Íbamos a hacernos uno; quizás eso era algo que el destino no podía aceptar. Pero yo ya estaba dispuesto a relajarme en el momento, sin pensar en las consecuencias. Y me siento feliz de que estés viva, de que todavía seas joven y estés aún más bella. Pero yo me he ido muy lejos. Soy inmensamente feliz... solo, relajado, en el abandono.»
Para mí, abandonarse significa que no estás luchando por nada, sino dejándolo todo en manos de la vida. Dices que «abandonarse parece natural.» Sólo lo «parece» porque todo tu condicionamiento va en su contra. Durante miles de años has sido educado para luchar. Si luchas, o bien eres derrotado -lo que creará una herida, lo que creará un deseo de revancha- o bien sales victorioso -lo que a su vez creará otro tipo de herida. Eso es el ego. En cualquier caso sales perdiendo. Si eres derrotado, sales perdiendo; si logras la victoria, también sales perdiendo. En cualquier caso te alejas más de ti mismo.
El abandono no ha sido enseñado a la gente porque iría en contra de toda la estructura social, que está basada en la competición y en una lucha en la que todo el mundo es tu enemigo. Incluso tu amigo es un enemigo, incluso tu esposa es un enemigo, incluso tus hijos son tus enemigos, porque todo el mundo está tratando de arrebatarte todo lo que puede.
Y tú estás tratando de hacer lo mismo. El mundo de la miseria se crea porque todo el mundo está intentando arrebatar cosas de todos los demás. No es una existencia pacífica, silenciosa, amorosa; todavía somos bárbaros y animales.
El abandono es un planteamiento totalmente diferente. Su primer paso es abandonar el ego, recordar que no estás separado de la existencia: ¿Con quién estás luchando? No estás separado de la gente: ¿Con quién estás luchando? Contigo mismo..., y esa es la raíz de la miseria. Luches con quien luches, estás luchando contigo mismo, porque no hay nadie más.
Abandonarse es comprender profundamente el fenómeno de que somos parte de la existencia una. No podemos permitirnos tener egos separados; somos uno con todo. Y el todo es vasto, inmenso. Tu comprensión te ayudará a ir con la totalidad, vaya donde vaya. No tienes un objetivo aparte de la totalidad, y la totalidad no tiene objetivos. No va a ninguna parte. Simplemente está aquí.
Comprender el abandono te ayuda a estar simplemente aquí, sin objetivos, sin la intención de lograr nada, sin ningún conflicto, forcejeo, ni lucha, sabiendo que sería luchar contigo mismo; y eso sería simplemente estúpido.
Abandonarse es una comprensión profunda.
No es un acto que tengas que hacer.
Cada acto es parte del mundo de la lucha. Cualquier cosa que tengas que hacer va a ser una lucha. Abandonarse es simplemente comprender.
Y después, una relajación silenciosa- fluyendo con el río, despreocupado de a dónde vaya, despreocupado de que puedas perderte..., sin ansiedad, sin angustia, porque no estás separado de la totalidad; por eso, cualquier cosa que pase, va a ser buena.
Al comprender esto descubrirás que no hay mezcla posible: la comprensión no puede mezclarse con la ignorancia; la percepción de la existencia no puede mezclarse con la ceguera; la consciencia no puede mez¬clarse con la inconsciencia.
Y el abandono no puede mezclarse con los distintos tipos de lucha; es una imposibilidad.
Simplemente deja que penetre dentro de tu corazón, y descubrirás una nueva dimensión de apertura, en la que cada momento es una alegría, en la que cada momento es la eternidad misma.
Amado Osho,
Te he oído decir, en conexión con Martin Heidegger, que el trabajo de un filósofo es orientar a los líderes de la nación, no seguirlos. En este momento, tu trabajo parece ir en esa dirección. Tu trabajo es más global, implica a las naciones y a sus gentes, e incluso las trasciende. Diógenes estaba desnudo -y en gran medida era un desconocido-, sostenía una lámpara a plena luz del día y repetía la frase: «Busco a un hombre.» ¿Es tu trabajo diferente del de Diógenes o sólo lo parece? ¿Estás tú también buscando a un hombre?
Para mí, Diógenes es uno de los seres humanos más amados.
Respecto al mundo, él es uno de esos seres destinados a ser condenados por su comportamiento, por sus ideas. Y Diógenes en particular, porque es muy especial.
Su forma de actuar habría sido comprendida en el extremo Oriente, en Japón; habría sido un gran maestro Zen. En Grecia simplemente fue condenado. No estaba en el lugar adecuado. En primer lugar, estaba desnudo; y por una cierta razón: venimos al mundo desnudos, todos los animales están desnudos, ¿por qué debería el ser humano ocultar su cuerpo salvaje detrás de la ropa?
Su peculiar intuición le decía que no es el clima, el frío o el calor, lo que ha hecho que el ser humano utilice la ropa; como todos los animales pueden vivir sin ropa, esa no es la razón. Y tu cara está desnuda, pero se vuelve inmune. Así es como vive todo el reino animal. Los pajarillos son más poderosos que tú: son inmunes al calor y al frío. No necesitan ropa. ¿Por qué la necesita el ser humano? No para proteger su cuerpo, sino para ocultarlo, porque él es el único animal que no ha sido natural, y su cuerpo se ha hecho feo. Diógenes tuvo una intuición muy peculiar.
Estoy de acuerdo con él, la ropa te ayuda enormemente a ocultar tu cuerpo. El ser humano ha perdido su belleza natural, su agilidad, y por eso tuvo que descubrir la ropa. Es muy extraño: si ponen delante de ti tu cuerpo desnudo, o si ponen delante de ti una fotografía de tu cuerpo desnudo, no podrás reconocerlo. La gente sólo es reconocible por su cara; el resto del cuerpo se ignora. Y gracias a la ropa puedes crear una ilusión de belleza. Puedes ocultar las partes feas y exponer las partes hermosas; puedes resaltar las partes hermosas.
A Diógenes le disgustaba todo este planteamiento. Eso es exhibicionismo, y no lo que Sigmund Freud llamaba exhibicionismo. Yo estoy de acuerdo con Diógenes y no con Sigmund Freud.
Sigmund Freud llama exhibicionista al hombre que trata de enseñar su cuerpo desnudo a alguien. Diógenes llama exhibicionistas a todos los que han sido obligados por lo que llaman civilización a llevar ropa. Éste es el principio del engaño, de la hipocresía Siento que algún día el hombre volverá a estar desnudo y sólo entonces volverá a recuperar su salud, por la simple razón de que entonces tendrá que estar sano, si no es así sentirá vergüenza. Entonces tendrá que hacer ejercicio, entonces tendrá que ir al gimnasio y mantener su cuerpo y su belleza, porque entonces su identidad no residirá únicamente en su cara; su identidad residirá en todo el cuerpo. Y no se sentirá avergonzado; es su cuerpo y la naturaleza se lo ha dado. Se sentirá orgulloso de él.
Diógenes era un hombre muy hermoso, como Mahavira -ambos vivieron desnudos- tan proporcionados, tan bellos. En India, el desnudo de Mahavira se convirtió en algo espiritual; en Grecia Diógenes se convirtió en un loco. Solía llevar consigo una lámpara y cuando se encontraba con alguien -aunque fuera a plena luz del día- levantaba la lámpara y le miraba. Y la gente le preguntaba: «¿Qué estás haciendo?, estamos a plena luz del día, el sol brilla; ¿por qué llevas una lámpara? ¿Y por qué miras a la cara de la gente?».
Él solía decir: «Estoy buscando un hombre real, auténtico.»
Mi búsqueda, en cierto sentido, es similar: yo también estoy buscando al hombre auténtico, al hombre real. Pero al hombre real, auténtico no se le puede buscar con una lámpara.
La lámpara de Diógenes sólo es un símbolo. Simplemente significa que está enfocando todo su ser encendido en la persona, como los rayos-X, para ver que si queda algo de ella o si todo es hipocresía. El día que murió tenía la lámpara consigo, en su mano. Un hombre, en broma, le preguntó: «Ahora te estás muriendo. Pero antes de morir, por favor, respóndeme a una pregunta. Durante toda tu vida has estado buscando con tu lámpara al hombre real, al hombre auténtico. ¿Lo has encontrado o no?».
Diógenes era verdaderamente un hombre muy bello. Se rió y dijo: «No lo he encontrado, pero agradezco a toda la humanidad que no me hayan robado la lámpara, porque me he encontrado con todo tipo de ladrones. No me he podido cruzar con ningún hombre auténtico, pero me basta con que me hayan dejado la lámpara; cuando miraba a esta gente veía que eran criminales, asesinos, ladrones, y me preocupaba la lámpara, que es lo único que tengo. Por eso puedo decir una cosa antes de morir -una cosa buena respecto a la humanidad- y es que no me robaron la lámpara.»
Podía reírse y hacer chistes incluso en el momento de la muerte. En Grecia no fue comprendido en absoluto. Pertenece a la categoría de personas como Bodhidharma, Chuang Tzu, Hotei. Esa era su categoría, pero estaba con la gente equivocada. Aristóteles había definido al hombre -Diógenes era contemporáneo de Aristóteles- como un «animal de dos piernas sin plumas.» Eso muestra la profundidad de la lógica y la penetración intelectual de Aristóteles. Cuando Diógenes lo oyó, cogió un animal de dos piernas, le quitó las plumas y se lo regaló, diciéndole: «Éste es tu hombre: un animal de dos piernas sin plumas.»
Aristóteles se enfadó mucho: «¡Esto no es un chiste y Diógenes nunca se toma nada en serio!» Pero yo os digo que era muy serio. Le estaba diciendo a Aristóteles: «Ésta no es forma de definir al hombre: con dos piernas y sin plumas. Estás degradando a los hombres al nivel de los animales; sólo son una variedad diferente, que no tiene plumas. Esa es toda la diferencia: Hay muchos animales con dos piernas.»
Diógenes no estaba de broma; iba en serio. Y también era serio en su búsqueda de un hombre auténtico. No se trata de definirlo; es una cuestión de encontrarlo. Sólo puedes definirlo después de haberlo encontrado.
El hombre que existe no es auténtico.
Sí, mi trabajo en cierta forma es muy similar: yo también estoy buscando al hombre auténtico, destruyendo todo lo que no es auténtico en ti, a riesgo de ser condenado en todo el mundo. Pero no llevo una lámpara en la mano porque se que eso sólo era un gesto.
Estoy trabajando realmente con cada individuo que ha entrado en contacto conmigo para ayudarle a dejar todos sus condicionamientos innecesarios y entrar en comunión con la naturaleza.
Para ser natural serás auténtico.
Para ser natural serás humano.
Y para ser natural serás un ser lleno de alegrías.
Es tu falta de naturalidad lo que está creando todas tus miserias, y de la misma forma que el dinero llama al dinero, la miseria llama a más miseria. Tengas lo que tengas, atrae a lo de su clase. Si tienes un poco de alegría, atraerás mucha alegría; si tienes un poco de silencio, entonces atraerás silencio incluso de las estrellas lejanas, entonces incluso en medio de la multitud, en el mercado, estarás atrayendo el silencio.
Depende de lo que tengas dentro de ti; eso crea una gravitación que atrae lo que es de su misma clase. Bastará con un poco de experiencia y ya no habrá necesidad de empujarte; irás en esa dirección por ti mismo.
Todo mi esfuerzo sólo es para daros un pequeño vislumbre, sólo abrir una ventana que te permita ver el cielo con todos los colores del crepúsculo.
Se que saldrás del agujero para ver la totalidad del cielo, para ver los pájaros regresar a casa, para ver los árboles echarse a dormir, prepararse la cama...Pero ahora mismo sólo tienes miseria, y esa miseria atrae más miseria.
Mi trabajo es crear de alguna forma una grieta en tu miserable existencia... una pequeña ventana.
Amado Osho,
¿La muerte natural transciende la naturaleza?
Nada transciende la naturaleza. Todo se va haciendo más y más natural -una naturaleza cada vez más profunda, una naturaleza cada vez más alta- pero nada transciende la naturaleza porque no hay nada más que naturaleza.
Tienes que abandonar las viejas categorías: está por un lado lo natural y por otro lo sobrenatural. Lo que se ha llamado sobrenatural no es más que el pico más alto del ser natural. ¿Por qué crear categorías cuan¬do la naturaleza sola es capaz de contenerlo todo?
El punto más alto y el punto más bajo de la vida, ambos son naturales. El asesino y el hombre iluminado, ambos son naturales. El asesino está en el punto más bajo, el hombre iluminado está en el punto más alto. Pero como hombres son parte de la misma naturaleza, y siendo naturales, son similares. Y esto abre una nueva posibilidad: el asesino puede iluminarse. No se lo estamos impidiendo, no le estamos poniendo en una categoría aparte. Puede iluminarse porque es parte de la naturaleza. Quizá estaba cabeza abajo, simplemente tiene que cambiar de postura.
Pero la naturaleza es profunda. Lo contiene todo -lo bueno, lo malo, lo malvado, lo divino- y yo quiero que todos ellos sean parte de la misma naturaleza, para que la transformación no sea imposible. Las viejas religiones han creado categorías y saltos que hacen imposible...
Por ejemplo, la cristiandad cree en el infierno eterno, lo que es absolutamente absurdo. No puedes cometer tantos pecados en una corta vida de setenta años. Una tercera parte de ella se pierde durmien-do; buena parte de ella se pierde en la infancia, en las enfermedades, en ganarse el pan, en pelear con tus maridos, con tus esposas, con tus vecinos. No te queda mucho tiempo para cometer pecados. E incluso si estuvieras pecando sin parar, desde el nacimiento hasta tu último aliento, sin tomarte ningún descanso para el café -sólo pecar y pecar- tampoco se justifica el infierno eterno. En ese caso con setenta años cuanto mucho debería haber bastante. Pero el infierno eterno, sin fin, para siempre jamás... La cristiandad no le deja al pecador ninguna posibilidad de cambiar. Le corta todo el futuro.
Mi planteamiento es simple: lo peor y lo mejor son parte de la misma naturaleza. Uno puede estar en el punto más bajo, el otro puede estar en el punto más alto, pero pertenecen a la misma naturaleza, y por tanto tienen una posibilidad de transformación. La persona más baja puede empezar a escalar al pico más alto, y eso es algo que ha ocurrido muchas veces.
En la India hay una historia hindú... El libro más antiguo sobre la vida de Rama fue escrito por Balmik. Balmik era un ladrón, saqueador, asesino; había hecho todo lo que puedas concebir. Esa era su única profesión. No tenía educación pero era un hombre tremendamente poderoso; esperaba a la gente en los caminos y a cualquiera que pillaba le obligaba a darle todo o acababa con él. La familia de Balmik vivía en medio del lujo; él les llevaba muchas cosas cada día.
Un día pasó por allí un santo muy hermoso, Nardar, que siempre llevaba consigo su ektara: un instrumento musical muy simple, con una única cuerda, que se había convertido en su símbolo; pasó cantando y tocando su ektara y Balmik lo atrapó. Pero él siguió cantando y tocando su ektara.
Balmik dijo: «¿Estás loco o qué? ¿No me ves, no ves mi espada?
iDame todo lo que tengas!».
Nardar dijo: «Has atrapado a un mendigo; sólo tengo esta duma. Y no te la voy a dar fácilmente porque, ¿para qué la quieres? Pero si la quieres, te la doy. Y si quieres mi vida, también te la puedo dar. Pero antes de darte nada, quiero hacerte una pregunta.»
Balmik dijo: «¿Pregunta? ¿Qué pregunta?».
Y Nardar dijo: «Ve a tu casa y plantéale una pregunta a tu esposa, tú has estado matando a gente, robándole... ¿Está dispuesta a compartir la responsabilidad contigo? Pregúntales a tu padre, a tu madre, a tu hijo, a tu hija. ¿Están dispuestos a compartir la responsabilidad de lo que estás haciendo?».
Balmik nunca había pensado en nada semejante; era un hombre sin educación. Y dijo: «Nunca lo he pensado. Ellos deben compartir la responsabilidad. Yo la estoy haciendo por ellos.»
Nardar dijo: «Yo estaré aquí. No te preocupes, puedes dejarme atado a un árbol para que no escape.» Lo dejó atado al árbol y Balmik corrió a su casa a preguntar a su esposa. Su esposa dijo: «No tengo nada que ver con tus responsabilidades. Alimentar a tu esposa es tu responsabilidad; no me importa en absoluto cómo lo hagas.» Y obtuvo la misma respuesta de todos los demás.
Hasta su propia madre le dijo: «Es tu responsabilidad cuidar de tus ancianos padres. La forma de hacerla depende de ti. Nosotros no te hemos dicho que mates ni que robes a la gente; lo estás haciendo por propia iniciativa. Nosotros no somos responsables de ninguno de tus actos.»
Ni una sola persona de su hogar estaba dispuesta a compartir la responsabilidad. ¡Se quedó conmocionado! Volvió, desató a Nardar, le tocó los pies y le dijo: «Toda mi vida he sido una mala persona. ¿Existe alguna posibilidad de que me libere de todo lo que he hecho?».
Nardar dijo: «No hay problema. Deja de hacerlo porque la gente por la que lo estás haciendo no está dispuesta siquiera a hacerse responsable de ello. Y yo te enseñaré mi canción. Mi canción es muy simple; simplemente repite el nombre de Rama. Es tan simple que no se requiere ninguna educación. Te sientas debajo de un árbol y repites: "Rama, Rama..." mientras puedas, y te transformarás; porque, intrínsecamente, tu núcleo central siempre permanece puro. Sólo se trata de quitarle las capas de fuera.»
A los pocos meses Nardar volvió y se quedó sorprendido: Balmik estaba sentado debajo de un árbol. Nardar había estado toda su vida repitiendo el nombre de Rama, el dios hindú, pero no le había pasado nada parecido. Balmik estaba rodeado por un aura de luz. Al acercarte a él sentías un tremendo silencio, una gran alegría.
Él dijo: «Dios mío, he estado repitiendo el nombre de Dios toda mi vida, y este hombre que es un ladrón y un asesino, que ha cometido todos los crímenes posibles y que es mi estudiante -yo mismo le he enseñado a repetir el nombre de Rama- ¡parece transformado, transmutado!».
Nardar tuvo que esperar. No se atrevía a tocarle o molestarle; su presencia era muy sagrada. Cuando Balmik abrió los ojos, tocó los pies de Nardar. Nardar dijo: «No tienes que tocarme los pies; yo tengo que tocártelos a ti. ¿Qué ha ocurrido? ¡En unos meses eres un hombre nuevo! ¿Has encontrado algo más de lo que yo te di? porque yo he estado usando el mantra "Rama, Rama..." durante toda mi vida. Y ahora me siento como un estúpido; en unos pocos meses...; ¡Debes haber hecho alguna otra cosa!».
Él dijo: «Dios mío, ¿es Rama? Lo había olvidado.» Porque al repetirlo continuamente...; si repites, «Rama, Rama, Rama...» Y como no tenía educación -era un ladrón y un asesino- no lo había hecho así. Repetir «Rama» continuamente y sin espacios...; lo olvidó y comenzó a repetir «Mara, Mara...» En lugar de repetir «Rama», unió dos «Ramas» y se olvidó de lo que era, por eso empezó a repetir «Mara, Mara...» Mara significa muerto.
Balmik dijo: «iEsto es otro milagro! Has estado repitiendo "Mara", que significa "muerto"; no es el nombre de Dios. Pero tu sinceridad, tu inocencia, tu totalidad lo ha cambiado. Estás muy por delante de mí.
¡No vuelvas a tocar mis pies!».
Lo más bajo puede cambiar hacia lo más alto.
No hay barrera, no hay muro.
La naturaleza es todo lo que hay.
Por eso, ni siquiera una muerte natural la transciende; simplemente realiza la naturaleza en su totalidad.
Osho,
No tenemos más preguntas.
No tenéis ninguna más?
Anando, ¿alguna pregunta sobre el pobre Avesh? ¿No? ¡Vale!
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