NEOMETAMORFOSIS DEL NIÑO ACUCARACHADO
H.G.V.
Quince años después de la publicación de La primera mañana del futuro (Grupo Lector Universo / Jitanjáfora, 1996), Marcos Barcellos (Uruguay, 1975) ha publicado su segundo poemario, Cantar sobre las ruinas (Caracol al Galope / Grupo Editor Conjunto, 2011).
El poeta y performer es un integrante histórico del colectivo multimedia Buceo Invisible, y durante todos estos años sus textos siguieron proyectándose en muestras públicas y discos (ya sea leídos o musicalizados), pero si desglosamos este nuevo libro podemos detectar un interesantísimo proceso de neometamorfosis posterior al ocurrido en la nouvelle de Kafka.
Una tarde de julio enterré a mi vieja en la sombra / de todo lo que veía -escribió Barcellos en 1996: conocí entonces que todos entierran algo inútil encima de sus cabezas.
Golpes como del odio de Dios -completaría Vallejo: como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma… Yo no sé!
Finalmente, en Cantar sobre las ruinas, el arquetipo del devastado Gregorio Samsa desapareciendo al borde del amanecer ajeno parece reconvertirse en un monstruo capaz de abrazar ciegamente, iluminando huesos: ¿podrá aquel niño volver a cantar canciones / que aplaquen la locura de esa casa / de esos retratos / armar un baile / con los huesos de sus habitantes desconocidos / y desenterrar la alegría?
En Noche (detenerse) se agrupan dos acápites decisivos para completar la redondez simbólica del libro. Uno pertenece a Santiago Barcellos: Es larga la noche hijo mío no basta con ser sólo testigo / hay que enamorarse hasta abrazar a la distancia / como la estrella más lejana. Y el otro a Diego Presa: Sin la noche la estrella no brilla / en la oscura noche vos brillás.
Y entonces un poeta ya adulto y dueño de su paso florecido como los árboles familiares que parecían irremediablemente asesinados por la plaga del vértigo, afirma lunarmente: Hay que detenerse bajo la noche seca / a recuperar el brillo / después de haber caído / en cunetas (miles) de estrellas muertas / detener la noche / bucear en lo oscuro recuperar la claridad / navegar su abismo / navegar la sombra de estos días / la noche proyectando el dolor de las estrellas / un fulgor despierta el cielo / la noche proyectando su versión / su sin sentido / un lastimarse invisible / un amor que quema el muro / navegar la noche de estos días.
Cantar sobre las ruinas es uno de esos escasísimos libros capaces, con el tiempo, de ser reconocidos como portavoces de un período histórico donde se reconoce el relumbrar de una vuelta de espiral ascendente a nivel colectivo.
Incipit vita nova.
H.G.V.
Quince años después de la publicación de La primera mañana del futuro (Grupo Lector Universo / Jitanjáfora, 1996), Marcos Barcellos (Uruguay, 1975) ha publicado su segundo poemario, Cantar sobre las ruinas (Caracol al Galope / Grupo Editor Conjunto, 2011).
El poeta y performer es un integrante histórico del colectivo multimedia Buceo Invisible, y durante todos estos años sus textos siguieron proyectándose en muestras públicas y discos (ya sea leídos o musicalizados), pero si desglosamos este nuevo libro podemos detectar un interesantísimo proceso de neometamorfosis posterior al ocurrido en la nouvelle de Kafka.
Una tarde de julio enterré a mi vieja en la sombra / de todo lo que veía -escribió Barcellos en 1996: conocí entonces que todos entierran algo inútil encima de sus cabezas.
Golpes como del odio de Dios -completaría Vallejo: como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma… Yo no sé!
Finalmente, en Cantar sobre las ruinas, el arquetipo del devastado Gregorio Samsa desapareciendo al borde del amanecer ajeno parece reconvertirse en un monstruo capaz de abrazar ciegamente, iluminando huesos: ¿podrá aquel niño volver a cantar canciones / que aplaquen la locura de esa casa / de esos retratos / armar un baile / con los huesos de sus habitantes desconocidos / y desenterrar la alegría?
En Noche (detenerse) se agrupan dos acápites decisivos para completar la redondez simbólica del libro. Uno pertenece a Santiago Barcellos: Es larga la noche hijo mío no basta con ser sólo testigo / hay que enamorarse hasta abrazar a la distancia / como la estrella más lejana. Y el otro a Diego Presa: Sin la noche la estrella no brilla / en la oscura noche vos brillás.
Y entonces un poeta ya adulto y dueño de su paso florecido como los árboles familiares que parecían irremediablemente asesinados por la plaga del vértigo, afirma lunarmente: Hay que detenerse bajo la noche seca / a recuperar el brillo / después de haber caído / en cunetas (miles) de estrellas muertas / detener la noche / bucear en lo oscuro recuperar la claridad / navegar su abismo / navegar la sombra de estos días / la noche proyectando el dolor de las estrellas / un fulgor despierta el cielo / la noche proyectando su versión / su sin sentido / un lastimarse invisible / un amor que quema el muro / navegar la noche de estos días.
Cantar sobre las ruinas es uno de esos escasísimos libros capaces, con el tiempo, de ser reconocidos como portavoces de un período histórico donde se reconoce el relumbrar de una vuelta de espiral ascendente a nivel colectivo.
Incipit vita nova.
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