TRIGESIMOSÉPTIMA ENTREGA
5 / SÍMBOLOS EN UN ANÁLISIS INDIVIDUAL (XIII)
Jolande Jacobi
El sueño final
Otro sueño vino a confirmar irrevocablemente el conocimiento profundo que Henry había adquirido. Después de algunos sueños cortos sin importancia referentes a su vida cotidiana, el último sueño (el quincuagésimo de la serie) apareció con toda la riqueza de símbolos que caracteriza a los llamados “grandes sueños”.
Cuatro de nosotros formamos un grupo amistoso, y tenemos las siguientes experiencias: Tarde. Estamos sentados en una mesa de tablas, larga y tosca, y bebiendo de tres distintos recipientes: de una copa de licor, un licor claro, amarillo, dulce; de un vaso de vino, Campari tinto oscuro; de un recipiente grande y típico, té. Además de nosotros, hay también una muchacha de naturaleza reservada y delicada. Echa su licor en el té.
Noche. Hemos vuelto de una gran taberna. Uno de nosotros es el Presidente de la República Francesa. Estamos en su palacio. Saliendo al balcón, le vemos bajo nosotros, en una calle nevada cuando él, en su estado de embriaguez, orina sobre un montón de nieve. El contenido de su vejiga parece inagotable. Ahora corre tras una vieja solterona que lleva en sus brazos un niño envuelto en una manta color castaño. Él rocía al niño con la orina. La solterona nota la humedad, pero se la achaca al niño. Ella se marcha de prisa a largos pasos.
Mañana. Por la calle, que brilla bajo un sol invernal, va un negro; es una figura magnífica, completamente desnudo. Camina hacia el Este, hacia Berna (es decir, la capital de Suiza). Estamos en la Suiza francesa. Decidimos ir a hacerle una visita.
Mediodía. Después de un largo viaje en automóvil por una solitaria región nevada, llegamos a una ciudad y una casa oscura donde se dice que se ha alojado el negro. Tenemos el gran temor de que pudiera haberse muerto por congelación. Sin embargo, su criado, que es tan oscuro como él, nos recibe. El negro y su criado son mudos. Buscamos en las mochilas que hemos traído para ver qué puede dar cada uno como regalo al negro. Tiene que ser algún objeto característico de la civilización. Soy el primero en darme cuenta de ello y cojo del suelo una caja de cerillas y se la ofrezco con deferencia al negro. Después de que todos han presentado sus regalos, nos unimos al negro en una fiesta feliz, una alegre diversión.
5 / SÍMBOLOS EN UN ANÁLISIS INDIVIDUAL (XIII)
Jolande Jacobi
El sueño final
Otro sueño vino a confirmar irrevocablemente el conocimiento profundo que Henry había adquirido. Después de algunos sueños cortos sin importancia referentes a su vida cotidiana, el último sueño (el quincuagésimo de la serie) apareció con toda la riqueza de símbolos que caracteriza a los llamados “grandes sueños”.
Cuatro de nosotros formamos un grupo amistoso, y tenemos las siguientes experiencias: Tarde. Estamos sentados en una mesa de tablas, larga y tosca, y bebiendo de tres distintos recipientes: de una copa de licor, un licor claro, amarillo, dulce; de un vaso de vino, Campari tinto oscuro; de un recipiente grande y típico, té. Además de nosotros, hay también una muchacha de naturaleza reservada y delicada. Echa su licor en el té.
Noche. Hemos vuelto de una gran taberna. Uno de nosotros es el Presidente de la República Francesa. Estamos en su palacio. Saliendo al balcón, le vemos bajo nosotros, en una calle nevada cuando él, en su estado de embriaguez, orina sobre un montón de nieve. El contenido de su vejiga parece inagotable. Ahora corre tras una vieja solterona que lleva en sus brazos un niño envuelto en una manta color castaño. Él rocía al niño con la orina. La solterona nota la humedad, pero se la achaca al niño. Ella se marcha de prisa a largos pasos.
Mañana. Por la calle, que brilla bajo un sol invernal, va un negro; es una figura magnífica, completamente desnudo. Camina hacia el Este, hacia Berna (es decir, la capital de Suiza). Estamos en la Suiza francesa. Decidimos ir a hacerle una visita.
Mediodía. Después de un largo viaje en automóvil por una solitaria región nevada, llegamos a una ciudad y una casa oscura donde se dice que se ha alojado el negro. Tenemos el gran temor de que pudiera haberse muerto por congelación. Sin embargo, su criado, que es tan oscuro como él, nos recibe. El negro y su criado son mudos. Buscamos en las mochilas que hemos traído para ver qué puede dar cada uno como regalo al negro. Tiene que ser algún objeto característico de la civilización. Soy el primero en darme cuenta de ello y cojo del suelo una caja de cerillas y se la ofrezco con deferencia al negro. Después de que todos han presentado sus regalos, nos unimos al negro en una fiesta feliz, una alegre diversión.
Aun a primera vista, el sueño, con sus cuatro partes, produce una impresión poco corriente. Abarca todo un día y se mueve hacia la “derecha”, en la dirección de la creciente consciencia. El movimiento comienza en el anochecer, continúa en la noche y termina al mediodía, en que el sol está en su cenit. Así el ciclo del “día” aparece como conjunto completo.
En este sueño, los cuatro amigos parecen simbolizar la masculinidad en despliegue de la psique de Henry, y su progreso mediante los cuatro “actos” del sueño tiene un esquema geométrico que recuerda la construcción del mandala. Como primeramente vienen del Este, luego del Oeste, dirigiéndose hacia la “capital” de Suiza (es decir, el centro), parecen describir un itinerario que trata de unir los opuestos en un centro. Y este punto se subraya con el movimiento en el tiempo: el descenso en la noche del inconsciente, siguiendo el curso del sol, que es seguido por un ascenso al cenit brillante de la consciencia.
El sueño comienza por la tarde, tiempo en el que el umbral de la consciencia está más bajo y los impulsos e imágenes del inconsciente pueden cruzarlo. En tal situación (cuando el lado femenino de un hombre se evoca con mayor facilidad) es natural encontrar que una figura femenina se una a los cuatro amigos. Ella es la figura del ánima que pertenece a todos ellos (“reservada y delicada”, que a Henry le recuerda a su hermana) y que los conecta mutuamente. En la mesa hay tres recipientes de distinto tipo, que por su forma cóncava acentúan la receptividad que es símbolo de lo femenino. El hecho de que esos recipientes se utilicen por todos los presentes indica una relación mutua e íntima entre ellos. Los recipientes difieren en la forma (copa de licor, vaso de vino y un recipiente de forma clásica) y en el color de su contenido. Las oposiciones en que se dividen estos líquidos -dulce y amargo, rojo y amarillo, alcohólico y no alcohólico- están todas entremezcladas al ser consumidos por cada una de las cinco personas presentes, que se sumergen en una comunión inconsciente.
La muchacha parece ser el agente secreto, el catalizador que precipita los sucesos (porque es misión del ánima conducir al hombre a su inconsciente y, de ese modo, forzarle a una rememoración más profunda y a acrecentar la consciencia. Es casi como si con la mezcla de licor y té la reunión se acercara a su culmen.
La segunda parte del sueño nos dice más de los sucesos de esa “noche”. Los cuatro amigos se encuentran, de repente, en París (que, para los suizos, representa la ciudad de la sensibilidad, de la alegría desenfrenada y del amor). Aquí se produce cierta diferenciación entre los cuatro, especialmente entre el ego en el sueño (que, en gran parte, se identifica con la función pensante conductora) y el “Presidente de la República”, que representa la función de sentir inconsciente y sin desarrollar.
El ego (Henry y sus dos amigos, que puede ser considerados como representantes de sus funciones semiconscientes) mira hacia abajo desde las alturas de un balcón y ve al Presidente, cuyas características son exactamente las que serían de esperar en el lado indiferenciado de la psique. Es inestable y se ha dejado llevar por sus instintos. Orina en la calle en estado de embriaguez; es inconsciente acerca de sí mismo, como una persona fuera de la civilización que sigue sólo sus naturales impulsos animales. Así el Presidente simboliza un gran contraste para las normas conscientemente aceptadas por un científico suizo de clase media elevada. Sólo en la más oscura noche del inconsciente podía revelarse ese lado de Henry.
Sin embargo, la figura del Presidente tiene también un aspecto muy positivo. Su orina (que podría ser el símbolo de una corriente de libido psíquica) parece ser inagotable. Da prueba de abundancia, de vigor creativo y vital. (Los pueblos primitivos, por ejemplo, consideran todo lo proveniente del cuerpo -pelo, excremento, orina o saliva- como fuerzas creadoras con poder mágico.) Por tanto, esta desagradable imagen del Presidente también podría ser un signo de poder y la plenitud que con frecuencia se adhieren al lado sombrío del ego. No sólo orina sin cohibimiento sino que corre tras una vieja que lleva a un niño.
Esta “vieja solterona” es, en cierto modo, lo opuesto o el complemento del ánima tímida y frágil de la primera parte del sueño. Es aun virgen, aunque es vieja y, Henry la asocia a la imagen arquetípica de María con el niño Jesús. Pero el hecho de que el niño vaya envuelto en una manta de color castaño (el color de la tierra) le hace parece la contraimagen tectónica y terrenal del Salvador más que un niño celestial. El Presidente, que rocía al niño con la orina, parece realizar una parodia del bautismo. Si consideramos al niño como símbolo de una potencialidad dentro de Henry que es aun infantil, entonces podría recibir fuerza por medio de este ritual. Pero el sueño no dice nada más; la mujer se marcha con el niño.
Esta escena marca el punto de giro del sueño. Otra vez es por la mañana. Todo lo que era oscuro, negro, primitivo y poderoso en el último episodio, se ha reunido y simbolizado en un negro magnífico que aparece desnudo, es decir, es real y verdadero.
Así como las tinieblas y la brillante mañana -u orina caliente y nieve fría- son opuestos, así ahora el hombre negro y el paisaje blanco forman una antítesis tajante. Los cuatro amigos tienen que orientarse ahora dentro de esas dimensiones nuevas. Ha cambiado su posición; el camino que les conducía por París les lleva, inesperadamente, a la Suiza francesa (de donde procede la novia de Henry). Se ha producido una transformación de Henry durante la primera fase, cuando fue dominado por los contenidos inconscientes de su psique. Ahora, por primera vez, puede empezar a encontrar su camino avanzado desde un lugar que era la patria de su novia (mostrando que él acepta el fondo psicológico de ella).
Al principio, él va de la Suiza oriental hacia París (del Este al Oeste, donde el camino conduce a la oscuridad, al inconsciente). Ahora ha dado una vuelta de 180 grados, hacia el sol naciente y la siempre en aumento claridad de la consciencia. Ese camino apunta hacia la mitad de Suiza, a su capital, Berna, y simboliza los esfuerzos de Henry en busca de un centro que una las oposiciones que hay dentro de él.
El negro es para mucha gente la imagen arquetípica de la “oscura criatura primaria” y, por tanto, una personificación de ciertos contenidos del inconsciente. Quizá esto es una razón de por qué el negro es tan frecuentemente rechazado y temido por la gente de raza blanca. En él ve el hombre blanco su contrafigura viviente, su lado oscuro y oculto puesto ante sus ojos. (Esto es precisamente lo que la mayoría de la gente trata de evitar; trata de desgajarlo y reprimirlo.) Los blancos proyectan en el negro los impulsos primitivos, las fuerzas arcaicas, los instintos indominables que no desean admitir en sí mismos, de los cuales son inconscientes y que, por tanto, designan como cualidades correspondientes de otras personas.
Para un joven de la edad de Henry, el negro puede representar, por una parte, la suma de todos los rasgos reprimidos en el inconsciente; por otra parte, puede representar la suma de sus fuerzas y potencialidad masculinas y primitivas, su poderío emotivo y físico. Que Henry y sus amigos intentan conscientemente encontrarse con el negro significa, por tanto, un paso decisivo en el camino de la virilidad.
Mientras tanto, ha llegado el mediodía, en el cual el sol está en su altura máxima y la consciencia ha alcanzado su mayor claridad. Podríamos decir que el ego de Henry se ha ido haciendo más y más sólido, que ha realzado conscientemente su capacidad para tomar una decisión. Todavía es invierno, lo cual puede indicar una falta de sentimiento y calor en Henry; su paisaje psíquico aun es invernal y, en apariencia, muy frío intelectualmente. Los cuatro amigos temen que el negro desnudo (por estar acostumbrados a un clima cálido) pueda helarse. Pero su temor resulta infundado, pues después de un largo viaje por unas tierras desiertas y cubiertas de nieve, se detienen en una ciudad extraña y entran en una casa oscura. Este viaje y las tierras desoladas simbolizan la larga y fatigada búsqueda del autodesarrollo.
Una nueva complicación espera aquí a los cuatro amigos. El negro y su criado son mudos. Por tanto, no es posible entablar con ellos contacto verbal; los cuatro amigos tienen que buscar otros medios para ponerse en contacto con el negro. No pueden emplear medios intelectuales (palabras) sino gestos emotivos para echarse a él. Le ofrecen un presente como se hace una ofrenda a los dioses, para ganar su interés y su afecto. Y tiene que ser un objeto de nuestra civilización, perteneciente a los valores del intelectual hombre blanco. Nuevamente, se requiere un sacrificium intellectus para ganarse el favor del negro, quien representa a la naturaleza y el instinto.
Henry es el primero en darse cuenta de lo que hay que hacer. Esto es natural puesto que él es el portador del ego, cuya orgullosa conciencia (o hybris) tiene que ser humillada. Coge del suelo una caja de cerillas y se la presenta “con deferencia” al negro. A primera vista, puede parecer absurdo que un pequeño objeto tirado en el suelo y, probablemente, desechado, fuera un regalo adecuado, pero era una elección acertada. Las cerillas son el fuego almacenado y dominado, un medio por el cual puede encenderse una llama y apagarse en cualquier momento. Fuego y llama simbolizan calor y amor, sentimiento y pasión; tienen cualidades del corazón, encontradas dondequiera existan seres humanos.
Al dar al negro tal presente, Henry combina simbólicamente un producto del elevado desarrollo civilizado de su ego consciente con el centro de su propio primitivismo y fuerza masculina, simbolizado por el negro. De este modo, Henry puede entrar en plena posesión de su lado masculino, con el cual debe su ego permanecer en contacto constante de ahora en adelante.
Ese fue el resultado. Las seis personas masculinas -los cuatro amigos, el negro y su criado- ahora están juntas con alegre humor en una comida comunal. Está claro que, aquí, la totalidad masculina de Henry se ha redondeado. Su ego parece haber encontrado la seguridad que necesitaba para capacitarle, consciente y libremente, para someterse a la personalidad arquetípica mayor que hay en él y que presagiaba el surgimiento del “sí-mismo”.
Lo que ocurrió en el sueño tuvo también su paralelo en la vida despierta de Henry. Ahora estaba seguro de sí mismo. Decidiéndolo rápidamente, formalizó su compromiso. Exactamente nueve meses después de que hubiera comenzado su análisis, se casó en una iglesita de la Suiza occidental y, al día siguiente, salió con su joven esposa hacia el Canadá para tomar posesión de un empleo para que el que había sido nombrado durante las decisivas semanas de sus últimos sueños. Desde entonces, ha estado haciendo una vida activa, creadora, como cabeza de una pequeña familia y desempeña un puesto directivo en una gran industria.
El caso de Henry revela, por así decir, una maduración acelerada hacia una hombría independiente y responsable. Representa la iniciación en la realidad de la vida exterior, el fortalecimiento del ego y su masculinidad, y con ello, el complemento de la primera mitad del proceso de individuación. La segunda mitad -que es el establecimiento de una relación adecuada entre el ego y el “sí-mismo”- todavía le espera a Henry, en la segunda mitad de su vida.
No todos los casos llevan un curso tan activo y afortunado, y no todos pueden ser tratados en forma análoga. Por el contrario, cada caso es diferente. No sólo los jóvenes y los viejos, o los hombres y las mujeres requieren tratamiento distinto; sino que así ocurre en cada caso individual en todas estas categorías. Aun los mismos símbolos requieren interpretación distinta en cada caso. Escogí este porque representa un ejemplo especialmente impresionante de la autonomía del proceso inconsciente y muestra, por su abundancia de imágenes, el incansable poder de creación de símbolos del fondo psíquico. Demuestra que la acción autorreguladora de la psique (cuando no está estorbada por demasiadas explicaciones racionales o disecciones) puede ayudar al proceso de desarrollo del alma.
En este sueño, los cuatro amigos parecen simbolizar la masculinidad en despliegue de la psique de Henry, y su progreso mediante los cuatro “actos” del sueño tiene un esquema geométrico que recuerda la construcción del mandala. Como primeramente vienen del Este, luego del Oeste, dirigiéndose hacia la “capital” de Suiza (es decir, el centro), parecen describir un itinerario que trata de unir los opuestos en un centro. Y este punto se subraya con el movimiento en el tiempo: el descenso en la noche del inconsciente, siguiendo el curso del sol, que es seguido por un ascenso al cenit brillante de la consciencia.
El sueño comienza por la tarde, tiempo en el que el umbral de la consciencia está más bajo y los impulsos e imágenes del inconsciente pueden cruzarlo. En tal situación (cuando el lado femenino de un hombre se evoca con mayor facilidad) es natural encontrar que una figura femenina se una a los cuatro amigos. Ella es la figura del ánima que pertenece a todos ellos (“reservada y delicada”, que a Henry le recuerda a su hermana) y que los conecta mutuamente. En la mesa hay tres recipientes de distinto tipo, que por su forma cóncava acentúan la receptividad que es símbolo de lo femenino. El hecho de que esos recipientes se utilicen por todos los presentes indica una relación mutua e íntima entre ellos. Los recipientes difieren en la forma (copa de licor, vaso de vino y un recipiente de forma clásica) y en el color de su contenido. Las oposiciones en que se dividen estos líquidos -dulce y amargo, rojo y amarillo, alcohólico y no alcohólico- están todas entremezcladas al ser consumidos por cada una de las cinco personas presentes, que se sumergen en una comunión inconsciente.
La muchacha parece ser el agente secreto, el catalizador que precipita los sucesos (porque es misión del ánima conducir al hombre a su inconsciente y, de ese modo, forzarle a una rememoración más profunda y a acrecentar la consciencia. Es casi como si con la mezcla de licor y té la reunión se acercara a su culmen.
La segunda parte del sueño nos dice más de los sucesos de esa “noche”. Los cuatro amigos se encuentran, de repente, en París (que, para los suizos, representa la ciudad de la sensibilidad, de la alegría desenfrenada y del amor). Aquí se produce cierta diferenciación entre los cuatro, especialmente entre el ego en el sueño (que, en gran parte, se identifica con la función pensante conductora) y el “Presidente de la República”, que representa la función de sentir inconsciente y sin desarrollar.
El ego (Henry y sus dos amigos, que puede ser considerados como representantes de sus funciones semiconscientes) mira hacia abajo desde las alturas de un balcón y ve al Presidente, cuyas características son exactamente las que serían de esperar en el lado indiferenciado de la psique. Es inestable y se ha dejado llevar por sus instintos. Orina en la calle en estado de embriaguez; es inconsciente acerca de sí mismo, como una persona fuera de la civilización que sigue sólo sus naturales impulsos animales. Así el Presidente simboliza un gran contraste para las normas conscientemente aceptadas por un científico suizo de clase media elevada. Sólo en la más oscura noche del inconsciente podía revelarse ese lado de Henry.
Sin embargo, la figura del Presidente tiene también un aspecto muy positivo. Su orina (que podría ser el símbolo de una corriente de libido psíquica) parece ser inagotable. Da prueba de abundancia, de vigor creativo y vital. (Los pueblos primitivos, por ejemplo, consideran todo lo proveniente del cuerpo -pelo, excremento, orina o saliva- como fuerzas creadoras con poder mágico.) Por tanto, esta desagradable imagen del Presidente también podría ser un signo de poder y la plenitud que con frecuencia se adhieren al lado sombrío del ego. No sólo orina sin cohibimiento sino que corre tras una vieja que lleva a un niño.
Esta “vieja solterona” es, en cierto modo, lo opuesto o el complemento del ánima tímida y frágil de la primera parte del sueño. Es aun virgen, aunque es vieja y, Henry la asocia a la imagen arquetípica de María con el niño Jesús. Pero el hecho de que el niño vaya envuelto en una manta de color castaño (el color de la tierra) le hace parece la contraimagen tectónica y terrenal del Salvador más que un niño celestial. El Presidente, que rocía al niño con la orina, parece realizar una parodia del bautismo. Si consideramos al niño como símbolo de una potencialidad dentro de Henry que es aun infantil, entonces podría recibir fuerza por medio de este ritual. Pero el sueño no dice nada más; la mujer se marcha con el niño.
Esta escena marca el punto de giro del sueño. Otra vez es por la mañana. Todo lo que era oscuro, negro, primitivo y poderoso en el último episodio, se ha reunido y simbolizado en un negro magnífico que aparece desnudo, es decir, es real y verdadero.
Así como las tinieblas y la brillante mañana -u orina caliente y nieve fría- son opuestos, así ahora el hombre negro y el paisaje blanco forman una antítesis tajante. Los cuatro amigos tienen que orientarse ahora dentro de esas dimensiones nuevas. Ha cambiado su posición; el camino que les conducía por París les lleva, inesperadamente, a la Suiza francesa (de donde procede la novia de Henry). Se ha producido una transformación de Henry durante la primera fase, cuando fue dominado por los contenidos inconscientes de su psique. Ahora, por primera vez, puede empezar a encontrar su camino avanzado desde un lugar que era la patria de su novia (mostrando que él acepta el fondo psicológico de ella).
Al principio, él va de la Suiza oriental hacia París (del Este al Oeste, donde el camino conduce a la oscuridad, al inconsciente). Ahora ha dado una vuelta de 180 grados, hacia el sol naciente y la siempre en aumento claridad de la consciencia. Ese camino apunta hacia la mitad de Suiza, a su capital, Berna, y simboliza los esfuerzos de Henry en busca de un centro que una las oposiciones que hay dentro de él.
El negro es para mucha gente la imagen arquetípica de la “oscura criatura primaria” y, por tanto, una personificación de ciertos contenidos del inconsciente. Quizá esto es una razón de por qué el negro es tan frecuentemente rechazado y temido por la gente de raza blanca. En él ve el hombre blanco su contrafigura viviente, su lado oscuro y oculto puesto ante sus ojos. (Esto es precisamente lo que la mayoría de la gente trata de evitar; trata de desgajarlo y reprimirlo.) Los blancos proyectan en el negro los impulsos primitivos, las fuerzas arcaicas, los instintos indominables que no desean admitir en sí mismos, de los cuales son inconscientes y que, por tanto, designan como cualidades correspondientes de otras personas.
Para un joven de la edad de Henry, el negro puede representar, por una parte, la suma de todos los rasgos reprimidos en el inconsciente; por otra parte, puede representar la suma de sus fuerzas y potencialidad masculinas y primitivas, su poderío emotivo y físico. Que Henry y sus amigos intentan conscientemente encontrarse con el negro significa, por tanto, un paso decisivo en el camino de la virilidad.
Mientras tanto, ha llegado el mediodía, en el cual el sol está en su altura máxima y la consciencia ha alcanzado su mayor claridad. Podríamos decir que el ego de Henry se ha ido haciendo más y más sólido, que ha realzado conscientemente su capacidad para tomar una decisión. Todavía es invierno, lo cual puede indicar una falta de sentimiento y calor en Henry; su paisaje psíquico aun es invernal y, en apariencia, muy frío intelectualmente. Los cuatro amigos temen que el negro desnudo (por estar acostumbrados a un clima cálido) pueda helarse. Pero su temor resulta infundado, pues después de un largo viaje por unas tierras desiertas y cubiertas de nieve, se detienen en una ciudad extraña y entran en una casa oscura. Este viaje y las tierras desoladas simbolizan la larga y fatigada búsqueda del autodesarrollo.
Una nueva complicación espera aquí a los cuatro amigos. El negro y su criado son mudos. Por tanto, no es posible entablar con ellos contacto verbal; los cuatro amigos tienen que buscar otros medios para ponerse en contacto con el negro. No pueden emplear medios intelectuales (palabras) sino gestos emotivos para echarse a él. Le ofrecen un presente como se hace una ofrenda a los dioses, para ganar su interés y su afecto. Y tiene que ser un objeto de nuestra civilización, perteneciente a los valores del intelectual hombre blanco. Nuevamente, se requiere un sacrificium intellectus para ganarse el favor del negro, quien representa a la naturaleza y el instinto.
Henry es el primero en darse cuenta de lo que hay que hacer. Esto es natural puesto que él es el portador del ego, cuya orgullosa conciencia (o hybris) tiene que ser humillada. Coge del suelo una caja de cerillas y se la presenta “con deferencia” al negro. A primera vista, puede parecer absurdo que un pequeño objeto tirado en el suelo y, probablemente, desechado, fuera un regalo adecuado, pero era una elección acertada. Las cerillas son el fuego almacenado y dominado, un medio por el cual puede encenderse una llama y apagarse en cualquier momento. Fuego y llama simbolizan calor y amor, sentimiento y pasión; tienen cualidades del corazón, encontradas dondequiera existan seres humanos.
Al dar al negro tal presente, Henry combina simbólicamente un producto del elevado desarrollo civilizado de su ego consciente con el centro de su propio primitivismo y fuerza masculina, simbolizado por el negro. De este modo, Henry puede entrar en plena posesión de su lado masculino, con el cual debe su ego permanecer en contacto constante de ahora en adelante.
Ese fue el resultado. Las seis personas masculinas -los cuatro amigos, el negro y su criado- ahora están juntas con alegre humor en una comida comunal. Está claro que, aquí, la totalidad masculina de Henry se ha redondeado. Su ego parece haber encontrado la seguridad que necesitaba para capacitarle, consciente y libremente, para someterse a la personalidad arquetípica mayor que hay en él y que presagiaba el surgimiento del “sí-mismo”.
Lo que ocurrió en el sueño tuvo también su paralelo en la vida despierta de Henry. Ahora estaba seguro de sí mismo. Decidiéndolo rápidamente, formalizó su compromiso. Exactamente nueve meses después de que hubiera comenzado su análisis, se casó en una iglesita de la Suiza occidental y, al día siguiente, salió con su joven esposa hacia el Canadá para tomar posesión de un empleo para que el que había sido nombrado durante las decisivas semanas de sus últimos sueños. Desde entonces, ha estado haciendo una vida activa, creadora, como cabeza de una pequeña familia y desempeña un puesto directivo en una gran industria.
El caso de Henry revela, por así decir, una maduración acelerada hacia una hombría independiente y responsable. Representa la iniciación en la realidad de la vida exterior, el fortalecimiento del ego y su masculinidad, y con ello, el complemento de la primera mitad del proceso de individuación. La segunda mitad -que es el establecimiento de una relación adecuada entre el ego y el “sí-mismo”- todavía le espera a Henry, en la segunda mitad de su vida.
No todos los casos llevan un curso tan activo y afortunado, y no todos pueden ser tratados en forma análoga. Por el contrario, cada caso es diferente. No sólo los jóvenes y los viejos, o los hombres y las mujeres requieren tratamiento distinto; sino que así ocurre en cada caso individual en todas estas categorías. Aun los mismos símbolos requieren interpretación distinta en cada caso. Escogí este porque representa un ejemplo especialmente impresionante de la autonomía del proceso inconsciente y muestra, por su abundancia de imágenes, el incansable poder de creación de símbolos del fondo psíquico. Demuestra que la acción autorreguladora de la psique (cuando no está estorbada por demasiadas explicaciones racionales o disecciones) puede ayudar al proceso de desarrollo del alma.
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