miércoles

YO EL PROTECTOR / MEMORIAL PERSONAL DE PEPE ARTIGAS






VIGÉSIMA Y ÚLTIMA ENTREGA (CAPÍTULOS 30 AL 33 DE TRES Y ÚNICO CAPÍTULO DE CUATRO)


30 / ALQUIMIA

Cuando Clara puso fe en regalarme La conversación consigo mismo del Marqués de Caracciolo, el cielo se lució.

Y al desempolvarlo en Ibiray lo volví a rumiar tanto que podía sacarle rollo a meditaciones sucedáneas con sólo mentar página.

Cómo cuesta encontrar el pez profundo.

La mayor desgracia que puede suceder al hombre es salirse siempre fuera de sí, y vagar como aventurero por medio de innumerables objetos terrestres que nada le hablan, aunque le gritan: nosotros somos tu Dios. Es preciso entonces que él mismo se engañe, o que viva como una bestia. Los filósofos no desbarraron por falta de haber contemplado el sol y los astros; antes bien los contemplaron demasiado; por falta de considerarse a sí mismos erraron. En esta escuela interior se halla la sucesión de innumerables dificultades que no ofrecen los libros, aun los más sabios y los más metódicos; la experiencia de todos los días nos lo enseña. El incrédulo vive y muere en medio de los más fuertes argumentos, sin sentirse conmovido, porque no quiere regresar a sí mismo, y porque se fía sin escrúpulo de los bosquejos de algunos metafísicos bastardos que nos pintan a Dios de un modo muy ridículo.

Y cuando intimamos lindo con el Presidente y supe que él había adquirido la obra por herencia de un abuelo de formación jesuítica y la displicentaba sin siquiera olfatearla, me dio desilusión.

Y no insistí ni un punto en que se desasnara, porque caudillo viejo no maneja más papel que la hojilla del vicio.

Así dicen los sabios.

Hasta que la piadosa hija del Viborón, doña Walda García, nos ofreció licores en su casa a la salida de la Recoleta, y supe que ella también atesoraba el libro incrustado en mi cráneo por Jachukáva.

Tonce López me instó a que historiara la aventura de Purificación, que lo entusiasmaba máximo, y aproveché para fixar protesta por mi luctuosa pobreza de segunda cuereada poblacional.

A lo que hice aclaración, sin la menor vergüenza, de carecer de Dulcinea en costilla y desanaquelé a Caracciolo y para evitar pedantería leí la página 35 que memoriaba mesmo como jaculatoria.

¡Qué utilidad y adelantamiento, no sacan los mortales del fondo de su esencia, cuando saben habitar consigo mismos! Purifican su alma como el oro en el crisol, la separan de la materia que la rodea y ya no ven sino lo qué es ella misma: su libertad, su espiritualidad, su inmortalidad, se dejan ver perfectamente a nuestros ojos!

Y la mujer piadosa murmuró que el logro de esa alquimia era para elegidos y regresé tristísimo a la quinta.

Y a mitad de la noche escuché en sueños a Clara clarinando su Oweráwa Karaí y mi costilla celeste terminó por fulgir como el único punto invencible del Sistema sin Mal que es capaz de reinar en cada criatura.


31 / LEPANTO

Pero antes de rendirme como el puma africano hube de lidiar negro con el mironerío que osó hozarme la jaula.

Y pa colmo al gallego sieteoficios Pancho Brabo, que había llegado en el Fulton junto con Josef y hospedose en la quinta por lambeterío de Frutos, le pintó mamarrachiar el retrato de un prócer hecho momia.

Y logré posar mansito, aunque estuve a un tris de pasaportearlo a la coña de su abuela.

Pepe el bostezador de tabladillo xótico.

Mais iso fue paparrucha en comparancia con el nariguerío que aportaron los letrados Beaurepaire Rohan y Josef Yaramau, en delegación de ingeniería brasilera allanadora de montes.

Al de nombre franchute lo socarronié fácil, xagerando los bastonazos pa impostar senilidá y hacerlo sentirse yena.

Pero el luso Yaramau, que era una especie de glirtodonte buonarrotista, me provocó un eczema en el mero celebro cuando felicitome por haber quixoteado la única ínsula anarquista concebida en la América.

Tonce le aclaré presto que mi Dulcinea jamás fue una Aldonza sin iris y que siempre desutopicé mi andadura celeste en aras a fundar primicias del reino del Espíritu y que obiese ofrecido gostoso ambas manos por triunfar en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.

Eso lo memorié de cuzquillo con Garafales.

El Rohan ya había rumbeado a copetinear con López pero Yaramau porfió que Lepanto fue un sacrificio de carne proletaria inmolada por dos imperios pútridos y hasta levanté el bastón pa partirle la trompa defendiendo a la Liga Santa que traicionaron los pueirredones godos.

A lo que el ateísta irredento, que parlaba vaporizando draconíferamente sus gafas y se sentía en misión de emporcador de quienes asumimos nuestra fe a costo inquisitorio o guillotinoso o logiero, protestó desengaño por haber encontrado en Ibiray un cuerdo pastoral y no un Quixote invencido y lo mandé a la mierda.

Con Dios ni ofendo ni temo.

Y antes de irse arreboladísimo el pelucón labró la ingeniosa bravuconada de que era la humanidad la que tenía que perdonar a Yeshua pois el profeta de la cruz no supo lo que fizo y a eso sólo contesté con un pedo mazamorrero.

Pero inmediatamente puse a flamear en mi veranda el blasón tricolor bordado por la Clara y asusté al vecindario, tanto que la señora de Mariños mandó enseguida a un tape a preguntar si me era menester algún yuyo pal reuma.

Sólo Ansina va a morir sabiendo que a partir de aquella injuria bauticé nuestra casa como el Cuartel General de Lepanto.

Acá hay Liga Santa, macho.

Tras de un amoroso lance, / y no de esperanza falto, / volé tan alto, tan alto, / que le di a la caza alcance.


32 / 86


La conversación consigo mismo se la regalé a Rómulo José de Yegros la mañana de mi 86 cumpleaños, siendo el teniente mi primer agasajador y sorprendiéndome mientras le desgranaba maíz a las ponedoras.

Era un apenas treintañero hombre-mozalbete ceñido por la irradiación innata de su estirpe, y supe que creía en la cosa antes que desmontara.

Mateamos mansamente bajo el ibirapitá, evocando la invasión anglesa donde nos conocimos con su padre y la bala que ordené le extrajeran en Las Piedras sin esperanza médica ninguna.

Tonce desembuchó que venía a agradecerme su paso por la tierra, porque de no mediar aquella cirujía él no hubiese nacido.

Yo soy malo pa no llorar, pero me tragué el nudo tras entrever rejucilantemente el duelo inaliviable que debió envararle el ánimo a aquel Yegros esperando tan párvulo con su familia a que les trajeran los pedazos de Fulgencio ya carroñeados bajo el naranjo por expresísima orden del Viborón.

Una angustia sin fondo.

Uno ya ni cabalgaba y duraría poquísimo, así que ni dudé en obsequiarle el más grande tesoro libresco conseguido en mis años.

De mano en mano se pasa la verdad / y en cada mano olvidará / algo de cierto y también se llevará / de cada mano el parecer. / Si caminamos calendario atrás / todo estaría al revés.

Cuando Ansina trajo el tomo de Caracciolo, el teniente lo hojeó con una especie de consuelo en barbecho y rogome oficioso que se lo dedicara.

Y al trasladarnos a la veranda del cuartelillo enastamos la tricolor y le expliqué al teniente que la franja colorada representaba imborrablemente, entre tantos caídos por la América Nueva, a su rumboso padre.

¿Y bien? ¿Te sana el metaloide pálido? / Los metaloides incendiarios, cívicos, / inclinados al río atroz del polvo?

Esclavo, es ya la hora circular / en que las dos aurículas se forman / anillos guturales, corredizos.

Señor esclavo, en la mañana mágica / se ve, por fin / el busto de tu trémulo ronquido / vense tus sufrimientos a caballo, / pasa el órgano bueno, el de tres asas / hojeo, mes por mes, tu monocorde cabellera / tu suegra llora / haciendo huesecillos de sus dedos, / se inclina tu alma con pasión a verte / y tu sien, un momento marca el paso.

Y la gallina pone su huevo infinito, uno por uno; / sale la tierra hermosa de las humeantes sílabas, / te retratas de pie junto a tu hermano, / truena el color oscuro bajo el lecho / y corren y entrechócanse los pulpos.

Señor esclavo ¿y bien? / ¿Los metaloides obran en tu angustia?

Aquella noche el Presidente ofreció un piscolabis en honor a Pepe Ortiga.

Y Yegros se llevó la antorcha purificante.

No me puedo quejar.


33 / CHARRÚA

Se me va la cabeza.

Aunque tu cráneo sigue aquí, Charrúa.

Ya llevás otorgándomelo para que lo acaricie dende el viático mesmo porque sabés que estribo a la luminación.

¿Te acordás cuando habitabas un cuerpazo atigrado y al bajar de Herrería campamos en la duna mayor pa empaparnos con perlas?

La llaman Punta del Diablo / aunque otros dicen que fuera / Punta de las Calaveras / y así la voy a llamar / mientras pesca su cantar / el corazón mar afuera.

Ahí no había urutaúses ni aguarases pingajeando lo que queda de un cuerpo.

Lo máximo importante para confiarle de últimas al padre Bonifacio fue que la incomprensión me derrotó cuadrado y mientras me lengüeteaba el sudorazo en el calabozo de Curuguaty la paz no aparecía.

Perdonar lleva escarnio.

Y me odiaron a tumba por ser un elegido.

Hay un celeste salvaje / posado sobre la brisa / y el amarillo ceniza / de las arenas quebradas: / la vida y la mar plateadas / en la Barra de Valizas.

Ese arcano inquebrable de que vos sigas siendo mi ángel protegedor al través de tantos perros que almaron tu humedá me consuela un sinfín.

Vivir da mucha pena.

Y lo que ujerea más que una bomba de cañón es esa indiferencia mapeada en secreto por los celos, y que naides condena nunca como maldá.

Se juyen a sus hoyitos pior que las avestruces.

Vidas que dan a la mar / hombre, diablo y calaveras / pero también la certera / certeza de caminar / de caminar y nadar / por la vida duradera.

Y uno masca limosna.

Mi más alta esperanza es que el historiamento me ase como a un caballo sarnoso, aunque harto nutritivo.

Lástima que ya pujan pa usarme de estatuilla y mentir sobre mi afán.

Y los que antorchen mi projundidá van a joderse lindo porque en ese Uruguay que amañaron los gringos se prohibe hilar estrellas.

La luna en el mirador / abre una enorme penumbra / y el corazón se deslumbra / con su porfiado poder: / poder vivir para ver / cómo la verdad se alumbra.

Aura tu hocico besa mi costilla celeste.

Pero las gacetillas de los cajetilludos son mero emputecimiento dedicado a olvidar el vuelo de los locos.

Lo malo es que la sangre que van a pretender agregarle a mi bandera es amorcillamiento de matadero falto de idealidá.

El poder sin la cosa es como un mar sin agua.

La llaman Punta del Diablo / aunque otros dicen que fuera / Punta de las Calaveras / y así la voy a llamar / mientras pesca su cantar / el corazón muerte afuera.


CUATRO: PAX-LUX



MORITO



Llegó el trance de patriar al lejísimo, Morito.

Aura escucho el hondón de tu resuello como cuando disolví a la gente que me quedaba tras la infamia de Frutos.

Otro poco de calma, camarada; / un mucho inmenso, septentrional, completo, / feroz, de calma chica, / al servicio menor de cada triunfo, / y en la audaz servidumbre del fracaso.

Embriaguez te sobra, y no hay / tanta locura en la razón como éste / tu raciocinio muscular, y no hay / más racional error que tu experiencia.

Y en Ábalos cundieron los rebrotes de la puta ilusión, pero por más delicadeza que conllevara el reconocimiento de Corrientes y Misiones a su Protector redotado, la cosa ya era topía.

Gracias por la idea, Pepe.

Aunque ahora los que mandamos en la federación somos los jedorosos.

Pero, hablando más claro / y pensándolo en oro, eres de acero / a condición que no seas / tonto y rehuses / entusiasmarte por la muerte tanto / y por la vida, con tu sola tumba.

Necesario es que sepas / contener tu volumen sin correr, sin afligirte / tu realidad molecular entera / y más allá, la marcha de tus vivas, / y más acá, tus mueras legendarios.

Y cuando asoló el Pancho en Yuquerí y no hube tiempo ni de montarte y me le enanqué a Manuel, sentí que te perdía.

¿Cómo boyaste pa encontrarme entre tanto chuzazo?

Eres de acero, como dicen / con tal que no tiembles y no vayas / a reventar, compadre / de mi cálculo, enfático ahijado / de mis sales luminosas.

Anda, nomás; resuelve / considera tu crisis, suma, sigue / tájala, bájala, ájala / el destino, las energías, íntimas, los catorce / versículos del pan. ¡Cuántos diplomas / y poderes, al borde fehaciente de tu arranque! / ¡Cuánto detalle, en síntesis, contigo! / ¡Cuánta presión idéntica, a tus pies! / ¡Cuánto rigor y cuánto patrocinio!

Y entuavía vas a vivir más que yo y seguro fue juzgado como alucinación que pidiera pa recibir la oblea de Su Majestad a lomos de mi pingo.

Casi naides me entiende.

Es idiota / ese método de padecimiento, / esa luz modulada y virulenta / si con sólo la calma hace señales / serias, características, fatales.

Toy contento, carajo.

La tierra huele leve y me parece que la Clara quiere fazer malabar con paloma en el moño.

Escapate hasta Limpio y mormorale mi último resollar.

Vamos a ver, hombre; / cuéntame lo que me pasa, / que yo, aunque grite, estoy siempre a tus órdenes.

Con Dios ni ofendo ni temo.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+