VIDELA Y EL ROJO EMBLEMA DEL VALOR
RICARDO AROCENA
El primer día de 1813 sería el último de la vida del Capitán Videla, quien moriría heroicamente durante el segundo sitio de Montevideo, luego de ser capturado por cuadrillas españolas. Un fiero soldado peninsular le asentó la bayoneta en el pecho cuando ya estaba dominado y en el piso, para luego intimarlo a que aclamara al monarca hispánico si es que quería continuar con vida. Cabe imaginar el tenso momento, las miradas feroces que se cruzan y el cruel dilema que caía sobre el impotente guerrero patriota.
En tales circunstancias la posibilidad de la muerte suele importunar con recuerdos y el pasado se impone determinando las conductas presentes. En el efímero silencio suele presentirse lo que definitivamente acabará ocurriendo. Para Videla la suerte estaba echada, no porque el verdugo no estuviera dispuesto a consumar su oferta, sino porque aceptarla era proyectarse hacia la ignominia y la vergüenza. No cedería ante la provocación: debía de estar a la altura de su historia personal y del afecto de su gente. Por ese motivo con parsimonia carga de aire sus pulmones, para que a nadie escape el estentóreo bramido:
-¡Viva la patria!
El grito detona el pulso del verdugo, que hunde la lanceta en el oscuro pecho del Capitán, convirtiendo a la sangre en un rojo emblema del valor. Puede que en aquel momento terminal, a los últimos arrestos de su sensibilidad, haya llegado el rugir del combate, que en ese mismo instante libraba el resto de sus compañeros del Regimiento Número 6, también conocido popularmente como el de los "pardos y morenos". Quien sabe... también puede que un imaginario tronar de tambores lo haya acompañado en el recorrido final, hacia moradas sin retorno.
La causa independentista conoció del concurso de afro orientales como el Capitán Videla desde la precursora Admirable Alarma. Es más, cuando Don José Artigas parte para Buenos Aires, durante los preanuncios revolucionarios, un puñado de negros lanceros cruza el Río Negro y se dirige a la costa del Uruguay, convirtiéndose, de hecho, en el primer ejército de la patria. Acompañaba al futuro Jefe revolucionario en aquella alborada, el tío Peña, otro afro-oriental.
Con palabras de neto corte antiesclavista José Artigas acabaría impulsando en la práctica, la libertad de los afro descendientes: "conforme a los intereses del sistema se proteja la libertad de la esclavatura contra las leyes del despotismo... que aborrece la humanidad a favor de la naturaleza", acabaría ordenando. Desde hacía tiempo miles de esclavos se venían convirtiendo en bravos combatientes, obteniendo de esa forma la condición de "libres".
Más de 400 pardos y morenos, agrupados en un regimiento, se integrarían en 1811 a la Segunda División dirigida por el teniente coronel Agustín Sosa para avanzar sobre la amurallada Montevideo, pasando a formar parte, luego de la Batalla de las Piedras, del ejército sitiador. En el día de Reyes de 1812, la unidad adoptaría el número 6, que antes había pertenecido a un destacamento que había combatido en Alto Perú, y que fue degradado a batallón.
El combate de Itapebí Grande cubriría de gloria al rebautizado regimiento por impedir el avance portugués hacia el campamento oriental durante los tiempos de la Redota, y sus integrantes patrullarían la provincia, diseminados por los ríos Cuareim, Negro y Tacuarembó, ante las arremetidas de las crueles partidas tranquilizadoras.
Calibrando el alto nivel guerrero de aquellos hombres, el porteño Manuel de Sarratea, acabará arrancándolos de entre las filas orientales en los momentos más ásperos del conflicto con Artigas. Pero finalmente Rondeau, convocará al legendario destacamento, para marchar sobre Montevideo, lugar en el que escribirá una de las más gloriosas páginas de nuestra historia patria, al resistir en desventaja el avance enemigo, durante la famosa "Batalla del Cerrito".
Subiéndose al carro en aquel momento de glorias, el inefable Sarratea no tendrá más remedio que reconocer que "las tropas del asedio de Montevideo, que en la actualidad tengo el honor de mandar, le han ganado a la patria un nuevo triunfo. Al fin verificó la guarnición enemiga la salida general que tanto se nos anunciaba. Felicito a V. E. y a la patria toda por este galante ensayo en que se han distinguido sus armas. Recomiendo a la consideración de la superioridad el mérito contraído por los dignos jefes, esforzada oficialidad y valientes tropas que han concurrido a esta memorable acción y confiado en su honor, intrepidez y disciplina, me atrevo a aventurar el pronóstico de que este triunfo será subseguido de otros mayores".
El Capitán Videla y otros 43 "pardos y mulatos", además de otros muchos patriotas, habían pagado con su vida el "galante ensayo". Además los hechos indican que el sacrificio durante el combate en las cercanías del Montevideo, no fue unánime ni parejo, y que no todos estuvieron a la altura de las circunstancias en el momento crucial.
LA BATALLA DEL CERRITO
El Gral. Rondeau previno reiteradas veces al coronel Francisco Javier de Viana sobre la inminente ofensiva enemiga, al observar movimiento de tropas en los alrededores de la ciudad, pero su camarada de armas le había respondido que se preocupara él de la situación y que nada tenía para hacer. Desde el inicio del sitio de Montevideo, exactamente tres meses atrás, se preveía la posibilidad de un contraataque hispano, pero cuando éste parecía inminente, uno de los oficiales de mayor graduación de las fuerzas sitiadoras, se había encogido de hombros.
El devenir de los siglos verifica numerosos hechos militares o políticos de importancia acaecidos hacia fines de año. Quienes los promovieron procuraron por lo general aprovechar el natural relajamiento propio de esas fechas, para tomar por sorpresa al eventual adversario. En este caso el Gobernador de Montevideo, Gaspar de Vigodet, ordenó pasar a la ofensiva al recibir la información de un paisano desertor, de que el ejército sitiador carecía de municiones, cosa que por otra parte era verdad. Lo que no sabía el espía, era que justamente la noche anterior al enfrentamiento, a las fuerzas revolucionarias le había llegado una remesa de cartuchos.
Vigodet había arengado a sus más de dos mil hombres, antes de que salieran a la batalla, con inflamadas palabras. "Soldados, os conduzco al campo del honor, y ya os miro coronados del laurel de la victoria: vuestra subordinación y disciplina no dejarán fallidas mis esperanzas, así como vuestro valor no quedará sin premio. El enemigo que vamos a batir es despreciable en todas acepciones; pero dejaría de serlo, si por un momento olvidarais vosotros las sagradas obligaciones que os impone la patria y el honor. Sin obediencia a los jefes no se ha ganado hasta hoy ninguna batalla..."
En realidad las autoridades españolas no creían demasiado en la fidelidad de sus hombres y bien sabían que no pocos de ellos, a la menor oportunidad, desertarían al bando enemigo, por eso promovían "premios" y exigían el cumplimiento estricto de la "debida obediencia". Entre quienes por lo general desertaban estaban los "pardos y morenos", que escapaban de la esclavitud integrándose a las filas patriotas.
El Regimiento Nº 6 de afro orientales, al que en el momento crucial sugestivamente le había faltado Don Miguel Estanislao Soler, su comandante, debió replegarse ante el furibundo embate hispano, al cercano "Cerrito", para poder rehacerse y volver al combate. El Brigadier español Vicente Muesas logra expulsarlo barranca abajo, pero el destacamento de negros libertos recupera posiciones, pese a encontrarse en el declive del terreno, sorprendiendo a los españoles que debieron descender al pie de la pendiente, adonde quedaron a merced de las fuerzas patriotas comandadas por Rafael Hortiguera.
Por otra parte, el brigadier Muesas, -en el pasado Jefe de Artigas, cuando éste aún se desempeñaba en el ejército español, y con quien mantenía diarios altercados-, caería herido de muerte durante aquellos enfrentamientos, lo que sumerge en el desconcierto a sus soldados. Entre sus ropas fue encontrado un ejemplar impreso de la proclama con la que Vigodet se había dirigido a sus tropas.
No ha quedado para nada claro cuál fue realmente el comportamiento de Soler durante aquellos enfrentamientos. Unos dirán que por su concurso se logró revertir la situación, otros que no estaba en su puesto en el momento decisivo. El propio Rondeau comentará furibundo que lo encontró vestido de soldado, con un fusil en lugar de la espada que debía empuñar, "pero no me detuve en reprocharle aquel disfraz tan contrario a las prácticas militares, y lo que es más al espíritu de las ordenanzas, porque mi objeto principal en aquellos momentos era hacer volver al batallón al combate".
En otras palabras, el militar se había enmascarado, sin pedir ni ordenar que alguien lo reemplazase. Comandando el Regimiento de afro orientales, Soler se hizo notar venciendo en las pequeñas batallas de Soriano y el Colla, para luego participar, junto con Artigas, en la confrontación de San José. Luego del combate del Cerrito y pese a las dudas que su comportamiento inspiraba a algunos de los que lo conocían, sería ascendido a coronel.
Durante el sitio de Montevideo haría carrera, al punto de que en agosto de 1814 fue nombrado Gobernador de la Banda Oriental, cargo desde el que perseguirá a las fuerzas artiguistas, hasta que en 1815 debe abandonar la ciudad. Quedó en el recuerdo de la gente común y corriente que estuvo bajo su autoridad, por haberse marchado de la ciudad llevando consigo todo el dinero y los objetos de valor que pudo encontrar.
"ÑA" MARIA IGNACIA Y EL TRIBUNAL
Mientras en los alrededores de Montevideo los negros liberados se sumaban a la causa de la libertad formando parte de las fuerzas sitiadoras, dentro de las murallas los conflictos generados por la esclavitud llegaban a los tribunales. Uno de los más sonados fue el que en pleno sitio enfrentó al vecino de extramuros, emigrado en Montevideo José Zamallúa y a la ex esclava "María Ignacia Parda Libre, vecina de esta Plaza", y que llegaría hasta el propio Vigodet, quien determinaría que "se administre justicia con arreglo a la constitución" por parte del Juzgado de Segundo Voto.
Zamallúa se había quedado con un esclavo, también llamado José, que le pertenecía al español Felipe García, para cobrarse una deuda, arrancándolo de la protección de doña María, a quien el propietario le había confiado la custodia. Con el argumento de que estaba en mejores condiciones de resguardarlo, la mujer intentaba que le fuera devuelto. Había conocido la esclavitud y quería evitar que José quedara a merced del individuo que tenía enfrente. Los documentos judiciales permiten conjeturar la querella, y conocer los argumentos esgrimidos por los contendores ante el juez.
-Defendiendo los derechos de la nación ante V. S., con el debido respeto que se debe, me presento para decirle que Felipe García -que también residía en la plaza según documento que obra en mi poder-, me es deudor de 158 pesos, con dos reales corrientes, los que por dicho documento se obliga a satisfacerme. Como mi deudor se hubo pasado a los enemigos que nos están sitiando en estos días pasados, según estoy informado, ...a quien pudieron quitarle la vida los enemigos por ser europeo, …porque la insurrección no es ni se conoce sino dirigida contra éstos y los derechos de la nación…, me obliga a recurrir a V. S. bajo el derecho que me asiste, a manifestarle que al citado Felipe García, mi deudor, no le conozco más móviles ni raíces, que un liquido esclavo de su procedencia llamado José, que existe en poder de la parda María Ignacia, vecina de esta ciudad.-argumenta Zamallúa, en forma altisonante, alternando en su discurso acusaciones, con palabras complacientes para con el poder colonial, confiado de que acabará siendo amparado por el tribunal por ser blanco y partidario de la realeza. Con un enfoque despótico, desafiaba con suficiencia la situación: los esclavos no eran para él más que "móviles" con los cuales saldar alguna deuda.
-Con el más sumiso respeto, hago presente que con motivo de haberse embarcado en esta bahía Felipe García, a efectos de ir a carnear por la costa, para conducir víveres a esta plaza, por cuya razón le fue forzoso dejarle a la exponente un negro esclavo suyo, para que lo cuidase y tuviese en su poder, hasta su regreso....-Intenta aclarar María Ignacia, eludiendo la acusación de que García había pasado a filas sitiadoras, lo que hubiera significado la inmediata pérdida del juicio...
Entonces interviene Zamallúa, alcanzándole al magistrado un denso escrito, con el que intentaba justificar su comportamiento y en el que proponía soluciones que lo favorecían. Dirigiéndose a la alta autoridad, le explica el contenido.
-Yo señor, viendo lo mal seguro que está este esclavo, y la mala correspondencia y lo expuesto que ha sido mi deudor, en este día llamé al citado esclavo y lo detuve en mi casa, hasta tanto me presentaba a V. S., para que enterado de la situación, se sirva el mandar que el mencionado esclavo se deposite en persona llana y abonada, que lo tenga a derecho, hasta el vencimiento del plazo del documento, o se presente mi deudor.
María Ignacia protesta y se defiende haciendo mención a su condición social y de género, procurando sensibilizar al tribunal, al no encontrar otros argumentos con los que rebatir la elocuencia de su contrincante:
-Pero señor…, con el acontecimiento de haber caído prisionero por los insurgentes el referido Felipe García, que aún permanece, y el haberme arrebatado el dicho esclavo la persona de Don José Zamallúa, diciendo que le debía el tal García la cantidad de 150 pesos, …valido de su autoridad y espotiquez..., por contemplarme una pobre mujer y de color bajo, y no pareciéndome ser de justicia este procedimiento…
Pero Zamallúa, en forma altanera, interrumpe groseramente las palabras de "Ña" María para dirigirse al Ministro. Y con un tono casi amenazador, insiste con sus planteos:
-Si V. S. hallase por conveniente, que quede en mi poder por vía de depósito, me obligo con mi persona, bienes habidos y por haber, a dar satisfacción del citado esclavo, siempre que sea reclamado por ese juzgado, a otro que de la causa conozca, en cuyo cumplimiento daré una fianza, si fuese llana y abonada, protestando costos y costas, y apartándome de todo litis que por parte de mi deudor se me ocasione, que en justicia que pido y juro no proceder de malicia…
María, con voz trémula, responde nerviosa dirigiéndose a la autoridad:
-A V. S. rendidamente suplico, que atendiendo a los verdaderos puntos que llevo expuestos, tenga la bondad de prever una de sus muy justificadas providencias a fin de que el señor de Zamallúa, me devuelva el referido esclavo, pues me contemplo con más facultades para tenerlo en depósito, pues su legítimo dueño a mí me lo dejó encargado y que así mismo es mayor la cantidad que resulta debiendo que la de Zamallúa, así lo espero del justificado proceder de V. S.
Poco entendía la mujer de la terminología instruida con la que estaba siendo embrollada. Defendía su punto de vista con las escasas armas con las que contaba, aunque presentía que no alcanzaba, y por eso a último momento había recurrido al improvisado argumento de que también a ella se le estaba debiendo. Conociendo la arbitrariedad de los tribunales coloniales, presagiaba que la suerte del esclavo José estaba sellada, y que no podría zafar del, por lo menos para ella, poderoso contrincante.
CASI HOY
Los documentos no registran cuál fue la resolución judicial en lo referente a esta contienda. Pero cabe suponer lo ocurrido, aunque los agitados tiempos forzaban a jueces y autoridades a mostrarse un poco más indulgentes, ante los riesgos de deserciones masivas. Numerosos afro orientales destacarán durante la Patria Vieja, entre ellos Encarnación Benítez, Gay, Manuel Ledesma y por supuesto, el tan celebrado compadre de Artigas, Joaquín Ancina, o "tío Lencinas", que también fue guerrero del legendario "regimiento de pardos".
En el antiguo barrio de "los españoles", ubicado en los contornos del Parque Batlle, las calles de la zona fueron bautizadas hace décadas por los emigrantes que iban llegando, con nombres que les recordaban a su lejana tierra natal. Encontramos así, por ejemplo, un Mercado Municipal con el nombre de "Castelar", o arterias que recuerdan al General Espartero o la batalla de Lepanto, que obviamente tanto tienen que ver con la historia ibérica.
Pero cruzando en diagonal la zona, hay una calle sin embargo, que por algún motivo no revive nostalgias peninsulares. No sabemos de quien fue la iniciativa, pero en algún momento fue acertadamente bautizada con el nombre de Capitán Videla, en recuerdo del heroico afro oriental. En poco se diferencia de otras del entorno, con sus casas bajas e imperturbable tranquilidad. Vale la pena recorrerla como homenaje a los que hace 200 años, luchando por su patria y mientras otros defeccionaban, tiñeron la tierra con su roja sangre, perdurable emblema del valor.
RICARDO AROCENA
El primer día de 1813 sería el último de la vida del Capitán Videla, quien moriría heroicamente durante el segundo sitio de Montevideo, luego de ser capturado por cuadrillas españolas. Un fiero soldado peninsular le asentó la bayoneta en el pecho cuando ya estaba dominado y en el piso, para luego intimarlo a que aclamara al monarca hispánico si es que quería continuar con vida. Cabe imaginar el tenso momento, las miradas feroces que se cruzan y el cruel dilema que caía sobre el impotente guerrero patriota.
En tales circunstancias la posibilidad de la muerte suele importunar con recuerdos y el pasado se impone determinando las conductas presentes. En el efímero silencio suele presentirse lo que definitivamente acabará ocurriendo. Para Videla la suerte estaba echada, no porque el verdugo no estuviera dispuesto a consumar su oferta, sino porque aceptarla era proyectarse hacia la ignominia y la vergüenza. No cedería ante la provocación: debía de estar a la altura de su historia personal y del afecto de su gente. Por ese motivo con parsimonia carga de aire sus pulmones, para que a nadie escape el estentóreo bramido:
-¡Viva la patria!
El grito detona el pulso del verdugo, que hunde la lanceta en el oscuro pecho del Capitán, convirtiendo a la sangre en un rojo emblema del valor. Puede que en aquel momento terminal, a los últimos arrestos de su sensibilidad, haya llegado el rugir del combate, que en ese mismo instante libraba el resto de sus compañeros del Regimiento Número 6, también conocido popularmente como el de los "pardos y morenos". Quien sabe... también puede que un imaginario tronar de tambores lo haya acompañado en el recorrido final, hacia moradas sin retorno.
La causa independentista conoció del concurso de afro orientales como el Capitán Videla desde la precursora Admirable Alarma. Es más, cuando Don José Artigas parte para Buenos Aires, durante los preanuncios revolucionarios, un puñado de negros lanceros cruza el Río Negro y se dirige a la costa del Uruguay, convirtiéndose, de hecho, en el primer ejército de la patria. Acompañaba al futuro Jefe revolucionario en aquella alborada, el tío Peña, otro afro-oriental.
Con palabras de neto corte antiesclavista José Artigas acabaría impulsando en la práctica, la libertad de los afro descendientes: "conforme a los intereses del sistema se proteja la libertad de la esclavatura contra las leyes del despotismo... que aborrece la humanidad a favor de la naturaleza", acabaría ordenando. Desde hacía tiempo miles de esclavos se venían convirtiendo en bravos combatientes, obteniendo de esa forma la condición de "libres".
Más de 400 pardos y morenos, agrupados en un regimiento, se integrarían en 1811 a la Segunda División dirigida por el teniente coronel Agustín Sosa para avanzar sobre la amurallada Montevideo, pasando a formar parte, luego de la Batalla de las Piedras, del ejército sitiador. En el día de Reyes de 1812, la unidad adoptaría el número 6, que antes había pertenecido a un destacamento que había combatido en Alto Perú, y que fue degradado a batallón.
El combate de Itapebí Grande cubriría de gloria al rebautizado regimiento por impedir el avance portugués hacia el campamento oriental durante los tiempos de la Redota, y sus integrantes patrullarían la provincia, diseminados por los ríos Cuareim, Negro y Tacuarembó, ante las arremetidas de las crueles partidas tranquilizadoras.
Calibrando el alto nivel guerrero de aquellos hombres, el porteño Manuel de Sarratea, acabará arrancándolos de entre las filas orientales en los momentos más ásperos del conflicto con Artigas. Pero finalmente Rondeau, convocará al legendario destacamento, para marchar sobre Montevideo, lugar en el que escribirá una de las más gloriosas páginas de nuestra historia patria, al resistir en desventaja el avance enemigo, durante la famosa "Batalla del Cerrito".
Subiéndose al carro en aquel momento de glorias, el inefable Sarratea no tendrá más remedio que reconocer que "las tropas del asedio de Montevideo, que en la actualidad tengo el honor de mandar, le han ganado a la patria un nuevo triunfo. Al fin verificó la guarnición enemiga la salida general que tanto se nos anunciaba. Felicito a V. E. y a la patria toda por este galante ensayo en que se han distinguido sus armas. Recomiendo a la consideración de la superioridad el mérito contraído por los dignos jefes, esforzada oficialidad y valientes tropas que han concurrido a esta memorable acción y confiado en su honor, intrepidez y disciplina, me atrevo a aventurar el pronóstico de que este triunfo será subseguido de otros mayores".
El Capitán Videla y otros 43 "pardos y mulatos", además de otros muchos patriotas, habían pagado con su vida el "galante ensayo". Además los hechos indican que el sacrificio durante el combate en las cercanías del Montevideo, no fue unánime ni parejo, y que no todos estuvieron a la altura de las circunstancias en el momento crucial.
LA BATALLA DEL CERRITO
El Gral. Rondeau previno reiteradas veces al coronel Francisco Javier de Viana sobre la inminente ofensiva enemiga, al observar movimiento de tropas en los alrededores de la ciudad, pero su camarada de armas le había respondido que se preocupara él de la situación y que nada tenía para hacer. Desde el inicio del sitio de Montevideo, exactamente tres meses atrás, se preveía la posibilidad de un contraataque hispano, pero cuando éste parecía inminente, uno de los oficiales de mayor graduación de las fuerzas sitiadoras, se había encogido de hombros.
El devenir de los siglos verifica numerosos hechos militares o políticos de importancia acaecidos hacia fines de año. Quienes los promovieron procuraron por lo general aprovechar el natural relajamiento propio de esas fechas, para tomar por sorpresa al eventual adversario. En este caso el Gobernador de Montevideo, Gaspar de Vigodet, ordenó pasar a la ofensiva al recibir la información de un paisano desertor, de que el ejército sitiador carecía de municiones, cosa que por otra parte era verdad. Lo que no sabía el espía, era que justamente la noche anterior al enfrentamiento, a las fuerzas revolucionarias le había llegado una remesa de cartuchos.
Vigodet había arengado a sus más de dos mil hombres, antes de que salieran a la batalla, con inflamadas palabras. "Soldados, os conduzco al campo del honor, y ya os miro coronados del laurel de la victoria: vuestra subordinación y disciplina no dejarán fallidas mis esperanzas, así como vuestro valor no quedará sin premio. El enemigo que vamos a batir es despreciable en todas acepciones; pero dejaría de serlo, si por un momento olvidarais vosotros las sagradas obligaciones que os impone la patria y el honor. Sin obediencia a los jefes no se ha ganado hasta hoy ninguna batalla..."
En realidad las autoridades españolas no creían demasiado en la fidelidad de sus hombres y bien sabían que no pocos de ellos, a la menor oportunidad, desertarían al bando enemigo, por eso promovían "premios" y exigían el cumplimiento estricto de la "debida obediencia". Entre quienes por lo general desertaban estaban los "pardos y morenos", que escapaban de la esclavitud integrándose a las filas patriotas.
El Regimiento Nº 6 de afro orientales, al que en el momento crucial sugestivamente le había faltado Don Miguel Estanislao Soler, su comandante, debió replegarse ante el furibundo embate hispano, al cercano "Cerrito", para poder rehacerse y volver al combate. El Brigadier español Vicente Muesas logra expulsarlo barranca abajo, pero el destacamento de negros libertos recupera posiciones, pese a encontrarse en el declive del terreno, sorprendiendo a los españoles que debieron descender al pie de la pendiente, adonde quedaron a merced de las fuerzas patriotas comandadas por Rafael Hortiguera.
Por otra parte, el brigadier Muesas, -en el pasado Jefe de Artigas, cuando éste aún se desempeñaba en el ejército español, y con quien mantenía diarios altercados-, caería herido de muerte durante aquellos enfrentamientos, lo que sumerge en el desconcierto a sus soldados. Entre sus ropas fue encontrado un ejemplar impreso de la proclama con la que Vigodet se había dirigido a sus tropas.
No ha quedado para nada claro cuál fue realmente el comportamiento de Soler durante aquellos enfrentamientos. Unos dirán que por su concurso se logró revertir la situación, otros que no estaba en su puesto en el momento decisivo. El propio Rondeau comentará furibundo que lo encontró vestido de soldado, con un fusil en lugar de la espada que debía empuñar, "pero no me detuve en reprocharle aquel disfraz tan contrario a las prácticas militares, y lo que es más al espíritu de las ordenanzas, porque mi objeto principal en aquellos momentos era hacer volver al batallón al combate".
En otras palabras, el militar se había enmascarado, sin pedir ni ordenar que alguien lo reemplazase. Comandando el Regimiento de afro orientales, Soler se hizo notar venciendo en las pequeñas batallas de Soriano y el Colla, para luego participar, junto con Artigas, en la confrontación de San José. Luego del combate del Cerrito y pese a las dudas que su comportamiento inspiraba a algunos de los que lo conocían, sería ascendido a coronel.
Durante el sitio de Montevideo haría carrera, al punto de que en agosto de 1814 fue nombrado Gobernador de la Banda Oriental, cargo desde el que perseguirá a las fuerzas artiguistas, hasta que en 1815 debe abandonar la ciudad. Quedó en el recuerdo de la gente común y corriente que estuvo bajo su autoridad, por haberse marchado de la ciudad llevando consigo todo el dinero y los objetos de valor que pudo encontrar.
"ÑA" MARIA IGNACIA Y EL TRIBUNAL
Mientras en los alrededores de Montevideo los negros liberados se sumaban a la causa de la libertad formando parte de las fuerzas sitiadoras, dentro de las murallas los conflictos generados por la esclavitud llegaban a los tribunales. Uno de los más sonados fue el que en pleno sitio enfrentó al vecino de extramuros, emigrado en Montevideo José Zamallúa y a la ex esclava "María Ignacia Parda Libre, vecina de esta Plaza", y que llegaría hasta el propio Vigodet, quien determinaría que "se administre justicia con arreglo a la constitución" por parte del Juzgado de Segundo Voto.
Zamallúa se había quedado con un esclavo, también llamado José, que le pertenecía al español Felipe García, para cobrarse una deuda, arrancándolo de la protección de doña María, a quien el propietario le había confiado la custodia. Con el argumento de que estaba en mejores condiciones de resguardarlo, la mujer intentaba que le fuera devuelto. Había conocido la esclavitud y quería evitar que José quedara a merced del individuo que tenía enfrente. Los documentos judiciales permiten conjeturar la querella, y conocer los argumentos esgrimidos por los contendores ante el juez.
-Defendiendo los derechos de la nación ante V. S., con el debido respeto que se debe, me presento para decirle que Felipe García -que también residía en la plaza según documento que obra en mi poder-, me es deudor de 158 pesos, con dos reales corrientes, los que por dicho documento se obliga a satisfacerme. Como mi deudor se hubo pasado a los enemigos que nos están sitiando en estos días pasados, según estoy informado, ...a quien pudieron quitarle la vida los enemigos por ser europeo, …porque la insurrección no es ni se conoce sino dirigida contra éstos y los derechos de la nación…, me obliga a recurrir a V. S. bajo el derecho que me asiste, a manifestarle que al citado Felipe García, mi deudor, no le conozco más móviles ni raíces, que un liquido esclavo de su procedencia llamado José, que existe en poder de la parda María Ignacia, vecina de esta ciudad.-argumenta Zamallúa, en forma altisonante, alternando en su discurso acusaciones, con palabras complacientes para con el poder colonial, confiado de que acabará siendo amparado por el tribunal por ser blanco y partidario de la realeza. Con un enfoque despótico, desafiaba con suficiencia la situación: los esclavos no eran para él más que "móviles" con los cuales saldar alguna deuda.
-Con el más sumiso respeto, hago presente que con motivo de haberse embarcado en esta bahía Felipe García, a efectos de ir a carnear por la costa, para conducir víveres a esta plaza, por cuya razón le fue forzoso dejarle a la exponente un negro esclavo suyo, para que lo cuidase y tuviese en su poder, hasta su regreso....-Intenta aclarar María Ignacia, eludiendo la acusación de que García había pasado a filas sitiadoras, lo que hubiera significado la inmediata pérdida del juicio...
Entonces interviene Zamallúa, alcanzándole al magistrado un denso escrito, con el que intentaba justificar su comportamiento y en el que proponía soluciones que lo favorecían. Dirigiéndose a la alta autoridad, le explica el contenido.
-Yo señor, viendo lo mal seguro que está este esclavo, y la mala correspondencia y lo expuesto que ha sido mi deudor, en este día llamé al citado esclavo y lo detuve en mi casa, hasta tanto me presentaba a V. S., para que enterado de la situación, se sirva el mandar que el mencionado esclavo se deposite en persona llana y abonada, que lo tenga a derecho, hasta el vencimiento del plazo del documento, o se presente mi deudor.
María Ignacia protesta y se defiende haciendo mención a su condición social y de género, procurando sensibilizar al tribunal, al no encontrar otros argumentos con los que rebatir la elocuencia de su contrincante:
-Pero señor…, con el acontecimiento de haber caído prisionero por los insurgentes el referido Felipe García, que aún permanece, y el haberme arrebatado el dicho esclavo la persona de Don José Zamallúa, diciendo que le debía el tal García la cantidad de 150 pesos, …valido de su autoridad y espotiquez..., por contemplarme una pobre mujer y de color bajo, y no pareciéndome ser de justicia este procedimiento…
Pero Zamallúa, en forma altanera, interrumpe groseramente las palabras de "Ña" María para dirigirse al Ministro. Y con un tono casi amenazador, insiste con sus planteos:
-Si V. S. hallase por conveniente, que quede en mi poder por vía de depósito, me obligo con mi persona, bienes habidos y por haber, a dar satisfacción del citado esclavo, siempre que sea reclamado por ese juzgado, a otro que de la causa conozca, en cuyo cumplimiento daré una fianza, si fuese llana y abonada, protestando costos y costas, y apartándome de todo litis que por parte de mi deudor se me ocasione, que en justicia que pido y juro no proceder de malicia…
María, con voz trémula, responde nerviosa dirigiéndose a la autoridad:
-A V. S. rendidamente suplico, que atendiendo a los verdaderos puntos que llevo expuestos, tenga la bondad de prever una de sus muy justificadas providencias a fin de que el señor de Zamallúa, me devuelva el referido esclavo, pues me contemplo con más facultades para tenerlo en depósito, pues su legítimo dueño a mí me lo dejó encargado y que así mismo es mayor la cantidad que resulta debiendo que la de Zamallúa, así lo espero del justificado proceder de V. S.
Poco entendía la mujer de la terminología instruida con la que estaba siendo embrollada. Defendía su punto de vista con las escasas armas con las que contaba, aunque presentía que no alcanzaba, y por eso a último momento había recurrido al improvisado argumento de que también a ella se le estaba debiendo. Conociendo la arbitrariedad de los tribunales coloniales, presagiaba que la suerte del esclavo José estaba sellada, y que no podría zafar del, por lo menos para ella, poderoso contrincante.
CASI HOY
Los documentos no registran cuál fue la resolución judicial en lo referente a esta contienda. Pero cabe suponer lo ocurrido, aunque los agitados tiempos forzaban a jueces y autoridades a mostrarse un poco más indulgentes, ante los riesgos de deserciones masivas. Numerosos afro orientales destacarán durante la Patria Vieja, entre ellos Encarnación Benítez, Gay, Manuel Ledesma y por supuesto, el tan celebrado compadre de Artigas, Joaquín Ancina, o "tío Lencinas", que también fue guerrero del legendario "regimiento de pardos".
En el antiguo barrio de "los españoles", ubicado en los contornos del Parque Batlle, las calles de la zona fueron bautizadas hace décadas por los emigrantes que iban llegando, con nombres que les recordaban a su lejana tierra natal. Encontramos así, por ejemplo, un Mercado Municipal con el nombre de "Castelar", o arterias que recuerdan al General Espartero o la batalla de Lepanto, que obviamente tanto tienen que ver con la historia ibérica.
Pero cruzando en diagonal la zona, hay una calle sin embargo, que por algún motivo no revive nostalgias peninsulares. No sabemos de quien fue la iniciativa, pero en algún momento fue acertadamente bautizada con el nombre de Capitán Videla, en recuerdo del heroico afro oriental. En poco se diferencia de otras del entorno, con sus casas bajas e imperturbable tranquilidad. Vale la pena recorrerla como homenaje a los que hace 200 años, luchando por su patria y mientras otros defeccionaban, tiñeron la tierra con su roja sangre, perdurable emblema del valor.
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