domingo

MANO A MANO CON ARTIGAS


ENTREVISTA CON LA HISTORIA (1)


MANO A MANO CON ARTIGAS


RICARDO AROCENA


Por la importancia de su accionar y la riqueza de su pensamiento, que tanto han contribuido a dar vida al cuerpo político de la revolución en esta orilla del Plata, elMontevideano / Laboratorio de Artes entrevistó a Don José Artigas en su Cuartel General, en el Daymán, entre los días 7 y 10 de diciembre del corriente año. Desde los inicios del levantamiento en la Banda Oriental, este dirigente viene descollando de tal modo, que como respuesta a la firma del armisticio de octubre, sus compaisanos reunidos en asamblea dispusieron nombrarlo Jefe de los Orientales. Quienes lo conocen afirman que tiene todas las condiciones como para convertirse en "el hombre de la época" y en uno de los referentes de la revolución rioplatense, aunque, como es sabido, muchos integrantes del Gobierno de Buenos Aires quisieran sofocar sus proyectos. Por vivir entre los muros de la ciudad, a los integrantes de elMontevideano no nos resultó nada fácil concertar la entrevista, y debimos recurrir a los buenos oficios de uno de los pocos frailes del Convento de San Francisco que no fueron expulsados por los españoles durante el sitio de la Plaza. Habida cuenta de la delicada situación política costó bastante convencer al canónigo de que no nos animaba ninguna clase de provocación y de que era imprescindible que el conjunto de la región platense conociera de primera mano las opiniones del revolucionario oriental. El argumento de que la distribución y la lectura del texto en forma planificada, podía beneficiar la organización de la resistencia patriota, acabó por convencer al sacerdote, quien contactó a algunos de sus vínculos clandestinos, que se comunicaron con el General. Por esa vía obtuvimos la autorización para la entrevista. Para que el encuentro no nos deparara sorpresas de ningún género aprovechamos los días anteriores a la partida rumbo al campamento artiguista para interiorizarnos sobre las características personales más sobresalientes del flamante conductor y su historia personal. Algunos vecinos con los que hablamos lo recordaban de la época en que fue oficial de Blandengues y comisario de la Unión y de la Aguada, allá por el año 1806. Nos decían que por aquel entonces le gustaba vestir a la moda, que tenía una propiedad en el Cerrito, que le había sido regalada por su padre y además dos casas que alquilaba, y que disfrutaba jugando a los naipes y tocando el acordeón y la guitarra. Según esas mismas historias en tiempos de juventud, al igual que otros de su generación, fue integrante de partidas de contrabandistas. Se asegura que en sus recorridas solía arbitrar con prontitud y rapidez en cuestiones entre vecinos de los distritos por los que transitaba, lo que le dio gran celebridad. El militar español José María Salazar, reveló a uno de nuestros equipos -que le requirió una opinión sobre el oriental, eludiendo otras explicaciones- que lo había sorprendido su deserción de las filas españolistas, puesto que era considerado "el coquito de la campaña, el niño mimado de los jefes, porque para todo apuro lo llamaban y se estaba seguro del buen éxito". Agregó arredrado, previniendo la peligrosidad que para el imperio hispano significaba su presencia, que en la campaña en diciendo Artigas todos tiemblan. Por su parte Gregorio Espinoza nos confió que la retirada del general a las "márgenes del río Uruguay, vino a ser como un grito que excitó el furor de seguirlo". Desde Buenos Aires desde hacía años se venía buscando su concurso, al punto de que hasta Mariano Moreno había pedido por él, "por sus conocimientos que nos consta que son muy extensos en la campaña, como por sus talentos, opinión, concepto y respeto". Tanto amigos como enemigos insistieron que una vez que adoptaba una decisión, no había nada que lo detuviera, por eso no cabe duda de que tenía planificado cada paso desde que abandonó Colonia en febrero de 1811 rumbo a Buenos Aires para ponerse a disposición de ese gobierno. Ni bien llegamos al Daymán, sin la menor demora, ni siquiera para higienizarnos por el largo recorrido, fuimos conducidos ante Don José Artigas, quien se disculpó de los apuros diciéndonos que era mucho lo que faltaba por hacer en aquel improvisado Cuartel General ante la presencia de gran número de familias orientales que habían resuelto dejar sus preciosas vidas y trasladarse a cualquier punto, donde, según decían, "pudieran ser libres". La entrevista versó sobre cuanto ha venido ocurriendo en la Banda Oriental en este último año, es decir sobre los levantamientos populares, las derrotas de los españoles, el sitio de Montevideo, los tratados de Buenos Aires, las primeras asambleas y en definitiva sobre las expectativas políticas de la revolución oriental. La conferencia -que fue permanentemente interrumpida, ante las miles de fatigas que demandaban una inmediata respuesta- se realizó una parte en una vetusta carreta que le sirve al Jefe Oriental de lugar de descanso, otras partes junto a algunos de los fogones, rodeados por las voces de párvulos inocentes y trémulos ancianos que demandaban protección, y fue finalizada mientras caminábamos por los verdes prados de aquella hermosa región. La conversación alternadamente fue dramática, por ejemplo cuando el interpelado recordó la "sangre de sus hermanos"; por momentos fue áspera, como cuando hizo referencia al recientemente firmado armisticio; también fue irónica, al mencionar el fallido asalto a la Plaza; y hasta sarcástica, al referirse a lo que entiende son componendas a espaldas de su gente. Fueron tres días cargados de tensiones, que quedarán en forma imborrable en la memoria de este cronista, por las condiciones en que el encuentro se desarrolló, por el crucial momento político, y sobre todo por la atrapante figura del entrevistado. Con este esfuerzo elMontevideano / Laboratorio de Artes ha querido contribuir a la mejor comprensión de un proceso como el de la revolución oriental, en el que la lucha popular viene cuestionando en forma radical a las santificadas estructuras coloniales acuñadas durante siglos de dominación. Por la bárbara saña con la que los españoles desde el levantamiento del sitio de Montevideo vienen persiguiendo a todos los que se les oponen, decidimos omitir nombres y otras señas que puedan servir para identificar a aquellos que con la mejor voluntad hicieron posible que el desafío de entrevistar en plena campaña al Jefe de los Orientales se concretara. Vaya para todos ellos nuestro reconocimiento. Cabe agregar que el texto que damos a conocer respeta puntillosamente los modismos del entrevistado y que cuando hemos introducido algún término nuevo, se lo hacemos saber al lector haciendo uso de variaciones tipográficas. Sin más preámbulos, aquí las palabras del Jefe Oriental.


Artigas: "Yo esperaba todo de un gobierno popular, que haría su mayor gloria en contribuir a la felicidad de sus hermanos..." ¿A qué se debe, en vuestra opinión, el gran desorden existente en la campaña desde la destitución del Virrey Liniers?


Es una de esas veces que las revoluciones políticas han reanimado los espíritus abatidos por el poder arbitrario.


Pero... ¿a qué atribuye la arrolladora disposición de tantos espíritus arrojados? Corrido ya el velo del error, se ha mirado con tanto horror y odio el esclavaje y la humillación que antes oprimía, que nada parece demasiado para evitar una retrogradación en la hermosa senda de la libertad.


Se acaban de firmar tratados de paz entre Buenos Aires y Montevideo que los orientales han rechazado, ¿a qué aspiran en esta nueva etapa y cuáles serían los objetivos?


Temerosos los ciudadanos de que la maligna entrega les venza de nuevo bajo la tiranía, aspiramos a concentrar la fuerza y la razón en un gobierno inmediato, que pueda, con menos dificultad, conservar los derechos ilesos y conciliar su seguridad con sus progresos.


En estos días se está hablando de una aproximación de V. S. con respecto a la Junta Gubernativa del Paraguay, ¿hay condiciones para reunir esfuerzos?


Comúnmente se ha visto dividirse en menores estados un cuerpo deforme a quien un cetro de fuerza ha tiranizado, pero la sabia naturaleza parece que ha señalado los límites de las sociedades y de sus relaciones. Y siendo tan declarados los /vínculos/ que en todos respectos tiene la Banda Oriental del Río de la Plata con esa Provincia, yo creo que /pueden estrecharse relaciones/ por una consecuencia del pulso y madurez con que ha debido declarar su libertad y admitir a todos los amadores de ella con su sabio sistema.


¿Qué principios benéficos espera del Paraguay?


Que habrá de reconocer la recíproca conveniencia e intereses de estrechar nuestra comunicación y relaciones del modo que exijan las circunstancias del Estado.


¿En qué términos se ha dirigido a las autoridades de esa región?


Por este principio... he resuelto dar una idea de los principales acontecimientos en esta Banda y de su situación actual, como que debe tener no pequeño influjo en la suerte de las dos Provincias.


¿Cómo analiza la diferencia de situaciones vividas a uno y otro costado del Río de la Plata?


Cuando los americanos de Buenos Aires proclamaron sus derechos, los de la Banda Oriental, animados de iguales sentimientos, por un encadenamiento de circunstancias desgraciadas, no solo no pudieron reclamarlos, /sino que/ hubieron de sufrir un yugo más pesado que jamás. La mano que los oprimía, /en/ proporción de la resistencia que debía hallar, si alguna vez se debilitaban sus resortes, oponía mayores esfuerzos y cercaba todos los pasos.


¿Y qué sintió en su fuero íntimo al ver que tantos sueños se frustraban una y otra vez?


Parecía que un genio maligno presidiendo nuestra suerte, presentaba en cada momento dificultades inesperadas que pudieran arredrar los ánimos más empeñados. Sin embargo el fuego patriótico electrizaba los corazones y nada era bastante a detener su rápido curso.


En los inicios del alzamiento, todos decían que por donde V. E. pasaba todos temblaban...


/Simplemente.../ los elementos que debían cimentar nuestra existencia política se hallaban esparcidos entre las mismas cadenas y solo faltaba ordenarlos para que operasen.


Que V. E. sumara su concurso a la causa independentista sorprendió hasta en las Cortes españolas. ¿Qué lo determinó a incorporarse a la revolución?


Yo fui testigo (...) de la bárbara opresión bajo la que gemía toda la Banda Oriental, ...como de la constancia y virtudes de sus hijos, ...conocí los efectos que podía producir y tuve la satisfacción de ofrecer al gobierno de Buenos Aires que llevaría el estandarte de la libertad hasta los muros de Montevideo, siempre que se concediese a estos ciudadanos auxilios de municiones y dinero.


Es de imaginarse el inconmensurable impacto de su proposición...


(...) El tamaño de mi proposición..., podría acaso calificarla de gigantesca..., para aquellos que solo la conocían bajo mi palabra.


¿Y qué esperaba del gobierno de Buenos Aires? Yo esperaba todo de un gobierno popular, que haría su mayor gloria en contribuir a la felicidad de sus hermanos... La justicia, conveniencia e importancia del asunto, pedía de /la/ otra parte el riesgo de un pequeño sacrificio..., que podría ser compensado en exceso.


Mientras V. S. recorría el trayecto desde Colonia a Buenos Aires en procura de respaldos políticos, en la Banda Oriental se suscitaban afanosas fatigas con variable fortuna, primero en Casablanca y Belén, y posteriormente en Mercedes. ¿Lo tomaron desprevenido?


No me engañaron mis esperanzas..., el suceso fue prevenido por uno de aquellos acontecimientos extraordinarios que rara vez favorecen los cálculos ajustados.


¿Cuáles serían los rasgos singulares de aquellos hechos, en particular los de Mercedes?


Un puñado de patriotas orientales, cansado ya de humillaciones, había decretado su libertad en la Villa de Mercedes, llena la medida del sufrimiento, por unos procedimientos, los más escandalosos, del déspota que les oprimía. Habían librado solo a sus brazos el triunfo de la justicia...


Por lo que veo, lo ocurrido aquellos días, continúa alimentándole una patriótica ternura...


Y tal vez hasta entonces (...) no era ofrecido al templo del patriotismo un voto ni más puro, ni más glorioso, ni más arriesgado: en él se tocaba sin remedio, aquella terrible alternativa de vencer o morir libres. Y para huir /de/ este extremo, era preciso que los puñales de los paisanos pasasen por encima de las bayonetas veteranas. Así se verificó prodigiosamente, y la primera voz de los vecinos orientales que llegó a Buenos Aires fue acompañada de la victoria del 28 de febrero de 1811.


V. E. al parecer no comparte que la conquista de Mercedes fue una acción militar menor, como algunos sostienen.

/Para nada... Fue un/ día memorable que había señalado la providencia para sellar los primeros pasos de la libertad en este territorio, (...) y día que no podrá recordarse sin emoción, cualquiera sea nuestra suerte. Los ciudadanos de la Villa de Mercedes, como parte de esta provincia, se declararon libres bajo los auspicios de la Junta de Buenos Aires, a quien pidieron los mismos auxilios que yo había solicitado.


¿Y cómo reaccionó el gobierno de Buenos Aires a los pedidos que tanto V. S. como los paisanos de Mercedes estaban haciendo?


Aquel gobierno recibió con el interés que podía esperarse la noticia de estos acontecimientos: el dijo a los orientales: -"oficiales esforzados, soldados aguerridos, armas, municiones, dinero, todo vuela en vuestro socorro".


En forma más precisa, ¿cuál fue el apoyo que prestó Buenos Aires?


Se me mandó inmediatamente a esta banda con algunos soldados..., debiendo remitirse hasta el número de 3000 con los demás, necesario para un ejército de esta clase, en cuya inteligencia proclamé a mis paisanos, convidándolos a las armas.


¿Y cuál fue la reacción de los paisanos?


Ellos preveían mis deseos y corrían de todas partes a honrarse con el bello título de soldados de la patria, organizándose militarmente en los mismos puntos en los que se hallaban cercados de sus amigos, en términos que en muy poco tiempo se vio un ejército nuevo, cuya sola divisa era la libertad.


Todos destacan que fue enorme el sacrificio...


...y que hará su mayor y eterna gloria...


Por lo que cuenta, toda la población marchó gustosa...


No eran los paisanos sueltos, ni aquellos que debían su existencia a su jornal o sueldo, los que solos se movían; vecinos establecidos, poseedores de buena suerte y de todas las comodidades que ofrece este suelo, eran los que se convertían repentinamente en soldados, los que abandonaban sus intereses, sus casas, sus familias, los que iban, acaso por primera vez, a presentar su vida a los riesgos de una guerra, los que dejaban acompañados de un triste llanto a sus mujeres e hijos, en fin, los que sordos a la voz de la naturaleza, oían solo la de la Patria.


¿Podría apuntarse que el Grito de Asencio fue el arranque de la revolución oriental?


Este era el primer paso para su libertad (...) .


Sin gente bien dispuesta, la generosa causa no hubiera estado en el horizonte...


Y cualesquiera que sean los sacrificios que ella exija, V.S. conocerá bien el desprendimiento universal y la elevación de sentimientos poco común que se necesita para tamañas empresas...


Le pido que resuma, en pocas palabras, lo que ha venido exteriorizando sobre el temprano levantamiento que diera origen a la Admirable Alarma.


Y que merece sin duda ocupar un lugar distinguido en la historia de nuestra revolución.


Por lo que me cuenta, la liberación de la Banda Oriental, no precisó de apoyos externos.

Los restos del ejército de Buenos Aires que retornaban de esa provincia feliz, fueron destinados a esta Banda, y llegaban a ella cuando los paisanos habían libertado ya su mayor parte, haciendo teatro de sus triunfos al Colla, Maldonado, Santa Teresa, San José y otros puntos...


¿V. S. adónde estaba en ese momento?


Yo tuve entonces el honor de dirigir una división de ellos con solo 250 soldados veteranos, (...) llevando (...) el terror y el espanto a los ministros de la tiranía, hasta las inmediaciones de Montevideo.


Para que no quede ninguna duda sobre lo acontecido a partir de la victoria de Las Piedras, le suplico que nos dé su visión.


Se pudo lograr la memorable victoria del 18 de mayo en los campos de Las Piedras, donde mil patriotas armados en su mayor parte de cuchillos enastados vieron a sus pies novecientos sesenta soldados de las mejores tropas de Montevideo, perfectamente bien armados.


Pero la ciudad no fue ocupada y el triunfo terminó sin fruto.


Y (...) acaso hubieran dichosamente penetrado dentro de sus soberbios muros, si yo no me viese en la necesidad de detener sus marchas al llegar a ella, con arreglo a las órdenes del Jefe del Ejército.


Yo sé que le es aflictivo recordar aquellos sucesos, pero a los lectores posiblemente le interesen detalles del sitio...


V. S. estará instruido en detalle de esta acción por el parte inserto en los papeles públicos.


Comprendo que no quiera recordar aquella frustración, ¿pero cuál fue su reacción cuando le ordenaron sujetar las tropas a las puertas de Montevideo, con el pretexto de que faltaban fuerzas?

Entonces dije al gobierno que la patria podía contar con tantos soldados, cuantos eran los americanos que habitaban la campaña, y la experiencia ha demostrado sobrado bien que no me engañaba.


¿Y la Junta, qué medidas adoptó?


La Junta de Buenos Aires reforzó al ejército, del que fui nombrado segundo jefe y que contaba con el todo de 1500 veteranos y más de 5000 vecinos orientales...


¿Al no acometer contra la ciudad, hubo que cambiar de táctica?


Y no habiendo aprovechado los primeros momentos después de la acción del 18, en que el terror había sobrecogido los ánimos de nuestros enemigos, era preciso pensar en un sitio formal, a que el gobierno se determinaba, tanto más cuanto que estaba persuadido que el enemigo limítrofe no entorpecía nuestras operaciones.


¿Por qué estaba tan seguro de que no invadiría? Como que me lo habían asegurado (...)


¿En qué basaba su confianza de una victoria en el asalto a Montevideo?


Y porque el ardor de nuestras tropas, dispuestas a cualquier empresa, y que hasta entonces parece habían encadenado la victoria, nos prometía todo en cualquier caso. Así nos vimos empeñados en un sitio de cerca de cinco meses (...)


¿En qué apoya sus protestas de aquel momento?


En que mil y mil accidentes privaron de que se coronasen nuestros triunfos (...)


Pero... ¿durante el sitio vuestro corazón a qué apostaba?


A que las tropas /estuvieran/ siempre preparadas. Los enemigos fueron batidos en todos los puntos y en sus repetidas salidas no recogieron otros frutos que una retirada vergonzosa dentro de los muros que defendían su cobardía. Nada se tentó que no se consiguiese: multiplicadas operaciones militares fueron iniciadas para ocupar la plaza, pero sin llevarlas a término.


¿Y qué argüían los superiores para no intervenir la plaza?


Ya porque el General en Jefe creía que se presentaban dificultades invencibles, o que debía esperar órdenes señaladas para tentativas de esta clase, ya por falta de municiones, ya finalmente porque llegó una fuerza extranjera a llamar nuestra atención.


Pero el último de los que mencionó es un vigoroso argumento...


Yo no sé si cuatro mil portugueses podrían prometerse alguna ventaja sobre nuestro ejército, cuando los ciudadanos que le componían habían redoblado su entusiasmo, y el patriotismo elevado los ánimos hasta un grado incalculable. Pero no habiéndoseles opuesto en tiempo una resistencia, esperando siempre por momentos un refuerzo de mil cuatrocientos hombres que había ofrecido la Junta de Buenos Aires desde la primera noticia de la irrupción de los limítrofes, y habiéndose emprendido últimamente varias negociaciones con los jefes de Montevideo, nuestras operaciones se vieron como paralizadas a despecho de nuestras tropas; y los portugueses casi sin oposición pisaron con pié sacrílego nuestro territorio hasta Maldonado.


¿Y qué fue lo que finalmente aconteció?


En esta época desgraciada, el sabio gobierno de Buenos Aires, creyendo de necesidad retirar su ejército con el doble objeto de salvarle de los peligros que ofrecía nuestra situación y de atender a los necesitados de otras provincias... Y persuadiéndome a que una negociación con Elío sería el mejor medio de conciliar la prontitud y la seguridad de la retirada, con los menos perjuicios posibles a este vecindario heroico, entabló el negocio que empezó al momento de girarse por medio del señor doctor don José Julián Pérez, venido de aquella superioridad con la bastante autorización para el objeto.


¿Cómo reaccionaron los orientales enfrentados a aquel cuadro tan complejo?


Estos beneméritos ciudadanos tuvieron la fortuna de trascender la sustancia del todo, y una representación absolutamente precisa en nuestro sistema, dirigida al señor General en Jefe auxiliador, manifestó en términos legales y justos, ser la voluntad general no se procediese a la conclusión de los tratados sin anuencia de los orientales cuya suerte era la que iba a decidirse.


¿Cuál fue la respuesta?


A consecuencia de esto fue congregada la Asamblea de los ciudadanos por el mismo Jefe auxiliador, y sostenida por ellos mismos y el Eximo. Sr. Representante. Siendo el resultado de ella asegurar estos dignos hijos de la libertad, que sus puñales eran la única alternativa que ofrecían al no vencer.


Pero... ¿qué enunciaron los asambleístas frente a aquellas delicadas circunstancias?


Que se levantase el sitio de Montevideo, solo con el objeto de tomar una posición militar ventajosa para poder esperar a los portugueses, y que en cuanto a lo demás respondiese yo del feliz resultado de sus afanes, siendo evidente haber quedado garantido en mí desde el gran momento que forjó su compromiso.


¿Cuál fue su postura personal?


Yo entonces reconociendo la fuerza de su expresión y conciliando mi opinión política sobre el particular con mis deberes, respeté las decisiones de la superioridad sin olvidar el carácter de ciudadano. Y sin desconocer el imperio de la subordinación, recordé cuánto debía a sus compaisanos.


¿Qué lo condujo a respaldar las proposiciones de aquellos encendidos ciudadanos?


Testigo de sus sacrificios, me era imposible mirar su suerte con indiferencia, y no me detuve en asegurar del modo más positivo cuánto repugnaba se les abandonase en un todo. Esto mismo había hecho ya conocer al Sr. Representante.


¿Y qué más planteó?


Y me negué absolutamente desde el principio a entender en unos tratados que consideré siempre inconciliables con nuestras fatigas.


¿No le pareció que eran bastante sensatos al permitir salvaguardar los ejércitos patriotas?


Muy bastantes (...) para conservar el germen de las continuas disensiones entre nosotros y la corte de Brasil, ...y muy capaces por sí solos de causar la dificultad en el arreglo de nuestro sistema continental.


¿Y qué más se dijo en la Asamblea?


Seguidamente representaron los ciudadanos que de ninguna manera podían serles admisibles los artículos de la negociación: que el ejército auxiliador se tornase a la capital, si así se lo ordenaba aquella superioridad. Y declarándome su General en Jefe, protestaron no dejar la guerra en esta Banda hasta extinguir en ella a sus opresores, o morir dando con su sangre el mayor triunfo a la libertad.


Al privárseles de auxilio los orientales por primera vez eligen un Jefe. ¿Cómo reaccionó el representante de Buenos Aires ante los esbozos autonomistas de la asamblea?

En vista de esto el Eximo. Sr. Representante, determinó una sesión que debía tenerse entre dicho señor, un ciudadano particular y yo: en ella se nos aseguró haberse dado cuenta de todo a Buenos Aires, y que esperásemos la resolución, pero que entretanto estuviésemos convencidos de la entera adhesión de aquel gobierno a sostener con sus auxilios nuestros deseos, y ofreciéndonos a su nombre toda clase de socorros, cesó por aquel instante toda solicitud.


Luego de aquella reunión, levantan el sitio. ¿Y qué aconteció después?


Marchamos los sitiadores en retirada hasta San José y allí se vieron precisados los bravos orientales a recibir el gran golpe que hizo la prueba de su constancia. El gobierno de Buenos Aires ratificó el tratado en todas sus partes


¿Recuerda las cláusulas del armisticio?


Yo tengo de incluir a V. S. un ejemplar, por el se priva de un asilo a las almas libres en toda la Banda Oriental. Y por él se entregan pueblos enteros a la dominación de aquel mismo señor Elío, bajo cuyo yugo gimieron.


¿No considera V. E. que fue necesario ratificar aquel tratado?


¡Dura necesidad!


Una vez firmado ¿cómo actuaron los orientales?


En consecuencia del contrato, todo fue preparado, y comenzaron las operaciones relativas a él.


Ha pasado un tiempo de aquellos sucesos, qué reflexión le merecen a la luz de la distancia.


Permítame V. S. otra vez que recuerde y compare el glorioso 28 de Febrero, con el 23 de Octubre, día en que se tuvo noticia de la ratificación: ¡qué contraste singular presenta el prospecto de uno y otro! El 28, ciudadanos heroicos haciendo pedazos las cadenas y revistiéndose del carácter que les concedió la naturaleza, y que nadie estuvo autorizado para arrancarles: el 23, estos mismos ciudadanos unidos a aquellas cadenas por un gobierno popular...


Entiendo su ironía..., ¿entonces fue que comenzaron las familias orientales a agruparse detrás de vuestras tropas?


Pero V. S. no está instruido de las circunstancias que hacen acaso más admirable el día que debiera ser más aciago, y temo que en alguna manera me será imposible dar una idea exacta de los accidentes que le prepararon.


Ha sido para nosotros muy importante esta entrevista, permitirá difundir vuestro pensamiento en un instante histórico crucial, como el que se está viviendo.


En esta relación, que /mantuve con/ la sinceridad que me caracteriza, la verdad /fue/ mi objeto: /hablé/ con la dignidad del ciudadano sin desentenderme del carácter y obligaciones de coronel de los ejércitos de la patria con que el gobierno de Buenos Aires se ha dignado honrarme.


Ambos tenemos un largo camino por delante... ¡Salud y libertad!


¡Dios guarde a V. S. muchos años!


Cuartel General en el Daymán 7, 8 y 9 de diciembre de 1811

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