CRÓNICAS DEL CELULOIDE (1)
RICARDO AROCENA
El 16 de abril Carlitos Chaplin cumplió sus primeros 122 años de inmortalidad. El ser minúsculo que lo perpetuó, bien puede ser considerado un prototipo del ser humano universal. Débil, por momentos ridículo, poco más que un marginal, ajeno a los éxitos y a los multicolores de la notoriedad, personificó las fortalezas y fragilidades de la gente promedio, por lo general opacada por las rutinas diarias, pero capaz de los amores más ardorosos y de los gestos más desprendidos. Encumbrando al mimo, aquellas multitudes redimieron lo mejor de sí mismas. "Carlitos" fue la personificación de todo en lo que creían, sobre todo cuando tiempos difíciles reclamaron paradigmas, o cuando los dramas personales se recostaron sobre sus hombros. Lloraron, rieron, penaron, gimieron, se opusieron y denunciaron a través del payaso eterno, y por eso no se permiten olvidarlo, porque sería lo mismo que apartarse de todo lo que vale la pena. Proscrito por Hollywood —esa factoría de estrellas fugaces que cada tanto enciende querellas, en particular con motivo de la entrega de los Oscares, con los cuales por lo general premia más la sensación de espectáculo que la calidad artística—, perseguido como enemigo público y sumado a listas negras por el "gran inquisidor" Mc. Carthy en la inmediata post-guerra, calumniado por la gran prensa, el "Rey de los mimos" se las ha ingeniado para seguir rutilando hasta nuestros días. Sus más de setenta y nueve películas, lejos de caer en un ocaso, siguen siendo tema de debate entre críticos especializados, quienes con sus renovados comentarios continúan alimentando la más gigantesca bibliografía que registra el cine mundial sobre un artista en particular. Con sus zapatos fuera de medida, bastón y andar tambaleante, el multifacético Carlitos hizo reír a generaciones, pero si trascendió más allá de su tiempo es porque fue mucho más que un comediante. La forma como encarnó los sueños de las multitudes, el diálogo que supo establecer con sus contemporáneos y la fineza de sus actuaciones, lo colocaron en forma categórica en el sitial que hoy ostenta. Allí lo llevaron los que alguna vez se sintieron identificados con la carita sucia del infante que en el filme "El Pibe" gemía por ternura. A ese lugar fue aupado por los obreros industriales, que víctimas de alienantes e incomprensibles engranajes, se vieron reflejados en "Tiempos Modernos". Ese reconocimiento se lo otorgaron los que identificándose con Carlitos, en la película "El Circo, recordaron sus propios abandonos, en el rechazo de Merna. Uno de sus críticos, explicando la eternidad del mimo, resumiría: "tal vez el paso del tiempo borre muchas referencias concretas que Chaplin anota en sus obras. Aún así su temática seguirá vigente, porque cada uno de los temas tratados tiene esencia universal y hace al hombre de todos los tiempos. Porque como pedía Terencio, a Chaplin nada de lo humano le fue ajeno, es que cosechó variopintas adhesiones, pero también en más de una oportunidad debió enfrentar sinsabores, desventuras y la voracidad de la intolerancia, que lo persiguió hasta el final de sus días.
HOLLYWOOD
Por su condición humilde el actor debió recorrer asilos y escuelas para niños pobres y sortear los sinsabores de una vida callejera acuciada por el hambre, lo que se hizo notar en su producción artística, a tal punto que puede decirse que Chaplin fue capaz como nadie de narrar el drama de la niñez abandónica. En "El Pibe" una mujer abandona a su hijo recién nacido en un barrio pobre en el que habita Carlitos, quien trabaja como vidriero. Luego de recoger al botija abandonado, el modesto trabajador poco a poco se va convirtiendo en su padre adoptivo. Con el correr de los años el infante ayuda a su protector rompiendo vidrios que éste posteriormente ofrecerá reparar. Los lazos de amor entre aquellos dos frágiles seres se fortalecerán, dándole fuerzas al hombre para luchar contra las "damas de caridad" que quieren separarlos y para intentar que la madre, ahora rica y poderosa, recobre al hijo perdido Por la despiadada descripción de los ambientes pobres adonde alternan los personajes del drama, aquella historia conmovió al público cuando fue estrenada. Pero además se transformó en una ácida denuncia de las instituciones caritativas y puritanas, e implícitamente de las autoridades que con hipocresía las resguardan. Tantas cáusticas críticas no fueron del agrado de Hollywood, que además se espantaba del militante anticapitalismo de un hombre que lo enfrentaba con invulnerables ristras de ternura. Como se sabe estrechos vínculos desde siempre han ligado a la poderosa empresa con el "establishment", que exigía a la Academia productos afines al estilo de vida dominante y no precisamente obras de penetrante cuestionamiento social. Por ese motivo poco le atrae celuloides como "Carlitos empapelador", adonde el personaje aparece tirando de un carro cargado de rollos de papel, sobre los cuales va sentado el patrón armado de un látigo, película con la que obviamente Chaplin reprueba la explotación de la fuerza de trabajo. Aunque, sin lugar a dudas, es en "Tiempos Modernos" adonde el cineasta realiza su condena más despiadada a la sociedad de consumo. Eran tiempos de fordismo, en los que la mecanización, el trabajo en cadena, la producción en masa, la racionalización productiva, estaban en auge, con su contracara de enajenamiento, masividad y despersonalización. En la película Chaplin denuncia la enajenación colectiva y a un sistema que paradojalmente acabará por entrar en crisis debido a una sobreproducción que deja al protagonista sin vivienda y sin trabajo. En aquella trama Carlitos encarna a los desposeídos que fruto de la desesperación van adquiriendo conciencia social, a tal punto de que en cierto momento aparece recogiendo una bandera de "peligro" que cae de un camión, pero cuando se apresta a devolverla, a sus espaldas surge una manifestación obrera que lo planta a su frente, hasta que la policía llega para disolver con violencia la protesta.
MACCARTHYSMO
Chaplin era londinense, de Walworth, adonde nació en 1889. Su primer viaje a los Estados Unidos lo realizó con la compañía de mimos "Karno" en 1910, posteriormente sería "descubierto" por un contratista, que lo inserta en la industria cinematográfica. Era por lo tanto un inmigrante, que como tantos otros llegó a esas tierras buscando un futuro. El éxito no le hizo olvidar que la gran mayoría de los que arribaban, terminaban sufriendo las contingencias de una vida injusta. Por eso en "Carlitos inmigrante", el artista nos cuenta a través de su inefable personaje, de las ilusiones de los que zarpaban para Norteamérica. —¡Ah la libertad! —Exclaman los recién llegados, cuando desde el barco divisan la conocida estatua, símbolo del país del norte. Pero inmediatamente oficiales de a bordo acorralan a los emigrantes con una cuerda como si fueran ganado, colocándole a cada uno una tarjeta de identificación. Posteriormente, una vez en tierra, deberán enfrentar la estrechez y la postergación, aunque siempre hay espacio para la esperanza y el protagonista termina por encontrar un futuro junto a su amada. Nuevamente la crítica social está presente en una película que Chaplin realiza en su madurez, en la cual puso particular empeño y que dicho sea de paso continúa siendo de candente actualidad. Ninguno de estos temas, obviamente, eran del gusto de los poderosos, que presionarán a tal punto al creador, que no tendrá más remedio que retornar al viejo continente. La derrota de la España Republicana y el inicio de la 2da. Guerra Mundial, encuentran a Chaplin como un abanderado del antifascismo, al punto que el 15 de octubre de 1940 estrena "El Gran Dictador", película con la que satiriza nada menos que a Adolfo Hitler. Pero el filme es rechazado en los Estados Unidos, país que por entonces todavía mantenía una política neutralista, defendida por la denominada "Comisión de los diez", que reflejaba el ala más reaccionaria del aislacionismo. Tozudamente Chaplin protege su largometraje, a tal punto que llega a desafiar: "Si no me dan un local para mostrar mi filme lo proyectaré yo mismo, en tiendas, a diez centavos la entrada". Todavía resonaban las tragedias de Hiroshima y Nagasaki, cuando con el estreno en 1947 de "Monsieur Verdoux", Chaplin se suma a la condena general a cualquier tipo de guerras, y en particular a la utilización de energía nuclear con fines bélicos. La película concitó contra el realizador una verdadera persecución organizada: el maccarthismo estaba en auge y muchos intelectuales y artistas que vivían en los EEUU eran condenados por supuestas "actividades anti-norteamericanas". A los extranjeros que se los encontraba culpables, se los expulsaba, como fue el caso del músico Hans Eisler, gran amigo de Chaplin. Con el correr de los años el realizador condenaría las injusticias de aquellos tiempos oscuros en su película "Un rey en Nueva York". La trama de aquel film realizado en Inglaterra desnuda la delación, el chantaje, la corrupción política y en definitiva, yendo más al fondo, al propio sistema que transmuta al ciudadano en consumidor. El niño frustrado, aterrorizado, disminuido, rebajado en su condición humana, que protagoniza la película, poco tiene que ver con el romántico "pibe" de 1936.
CANDILEJAS
En "Candilejas", último filme de Chaplin en los Estados Unidos, el artista reflexiona sobre la vida, la muerte y la inmortalidad. El protagonista, de nombre Calvero, avejentado, malogrado y postergado, se sabe en los últimos tramos de su vida. Es entonces que conoce a la joven Terry, quien ha fallado en un intento de suicidio y con incontenible sed de vivir, dedica sus esfuerzos a salvarla. "Han sido preciso millones de años para crear la conciencia humana, y usted quiere deshacer el milagro de la vida", le reprocha. Finalmente ella triunfa en el campo del arte, y decide homenajear a su protector con una función. Calvero, entusiasmado por los aplausos del público, realiza una última cabriola que le resulta fatal, pero antes de fallecer, agonizante le pide a Terry, en quien el viejo payaso ve la continuidad de su obra, que baile. Chaplin y Calvero son la misma persona, para ambos todo ha sido lucha y felicidad ganada con esfuerzo y dignidad. La joven danzando al costado del anciano moribundo expresa la proyección, a través de la creación, del ser humano, más allá de su partida. Puede decirse que aquella fue una premonición. Chaplin ya no está entre nosotros, pero nos dejó a "Carlitos", que continuará siendo nuestro amparo, mientras lo necesitemos. La humanidad que tanto el uno como el otro sedujeron sin medida, continúa a la deriva y sin un norte preciso, acosada por guerras, consumismos e insolidaridades. Las globalizaciones y posmodernidades que tentadoras se le ofrecen, en esencia no proponen otra cosa que más de lo mismo: un mero y profundizado vasallaje. Quienes continuamos sin creer que los humanos sean un conglomerado desenvuelto de necesidades aleatorias y la cultura simplemente una pulsión satisfecha, cada día con más fuerza convocamos al sempiterno payaso, que desde el fondo del tiempo nos sigue diciendo que la libertad es algo más que la posibilidad de cambiar de cadenas. Por eso y por muchas cosas más, Carlitos Chaplin es inmortal.
























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