
Hugo Giovanetti Viola
Esta carta abierta está dirigida a los maricas lorquianos del plantel del Atlético de Madrid que actualmente basurean a mundo abierto al Rubio Jefe de los uruguayos, Diego Forlán, el mejor jugador del último Mundial.
Hasta los pulpos de la FIFA y sus vasallos y esbirros no tuvieron más remedio que reconocerlo.
Federico García Lorca, uno de los más grandes poetas de todos los tiempos, se encargó de definir, en su Oda a Walt Whitman, a esta clase de monstruos.
Los llamó, sencillísimamente, los maricas.
Y este calificativo no alude a la sexualidad de nadie, sino a la envidia y a la perversidad de los castrados que se transforman en carne para fusta.
Los poetas usan símbolos, muchachos, y cuando Federico habló de los asesinos de palomas, se referían a la gente como vosotros, maricas de las ciudades, de carne tumefacta y pensamiento inmundo, / madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño / del Amor que reparte coronas de alegría.
Diego aprendió a hacerle el amor a la Jabulani y le pintó la cara al mundo de celeste y triunfa con la pureza de alma que tienen solamente los que reparten dignidad.
Y está escrito que Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los elegidos.
Federico dixit, babosos: Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño. / Este es el mundo, amigo, agonía, agonía. / Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades, / la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises, / los ricos dan a sus queridas / pequeños moribundos iluminados / y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.
Una revista argentina, durante el mundial, le dedicó una tapa al Rubio Jefe con un título insuperablemente inteligente: Artiganes o pierdas.
Porque el mejor jugador del Mundial pertenece a la comunidad que fundó José Gervasio Artigas, que supo triunfar perdiendo.
Pero era un profeta con un estrellerío espiritual, una genialidad y unos cojones capaces de desafiar a los perros del oro de todo el planeta junto.
Por eso su proyección simbólica es la más alta de la historia de América.
Lo más ridículo de todo esto es que vuestras cuchufletas demuestran que os masturbáis en los vestuarios de la imaginación soñando ser Forlanes.
Y me despido aullando como el gran Federico: Os escupo en la cara.
Esta carta abierta está dirigida a los maricas lorquianos del plantel del Atlético de Madrid que actualmente basurean a mundo abierto al Rubio Jefe de los uruguayos, Diego Forlán, el mejor jugador del último Mundial.
Hasta los pulpos de la FIFA y sus vasallos y esbirros no tuvieron más remedio que reconocerlo.
Federico García Lorca, uno de los más grandes poetas de todos los tiempos, se encargó de definir, en su Oda a Walt Whitman, a esta clase de monstruos.
Los llamó, sencillísimamente, los maricas.
Y este calificativo no alude a la sexualidad de nadie, sino a la envidia y a la perversidad de los castrados que se transforman en carne para fusta.
Los poetas usan símbolos, muchachos, y cuando Federico habló de los asesinos de palomas, se referían a la gente como vosotros, maricas de las ciudades, de carne tumefacta y pensamiento inmundo, / madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño / del Amor que reparte coronas de alegría.
Diego aprendió a hacerle el amor a la Jabulani y le pintó la cara al mundo de celeste y triunfa con la pureza de alma que tienen solamente los que reparten dignidad.
Y está escrito que Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los elegidos.
Federico dixit, babosos: Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño. / Este es el mundo, amigo, agonía, agonía. / Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades, / la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises, / los ricos dan a sus queridas / pequeños moribundos iluminados / y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.
Una revista argentina, durante el mundial, le dedicó una tapa al Rubio Jefe con un título insuperablemente inteligente: Artiganes o pierdas.
Porque el mejor jugador del Mundial pertenece a la comunidad que fundó José Gervasio Artigas, que supo triunfar perdiendo.
Pero era un profeta con un estrellerío espiritual, una genialidad y unos cojones capaces de desafiar a los perros del oro de todo el planeta junto.
Por eso su proyección simbólica es la más alta de la historia de América.
Lo más ridículo de todo esto es que vuestras cuchufletas demuestran que os masturbáis en los vestuarios de la imaginación soñando ser Forlanes.
Y me despido aullando como el gran Federico: Os escupo en la cara.
























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