jueves

EL LIBRO OCULTO DE NIETZSCHE / MI HERMANA Y YO


TRIGESIMOPRIMERA ENTREGA

CAPÍTULO UNDÉCIMO (III)

31

Ah, el loco torbellino de los sátiros, faunos, ninfas y dríades sorprendidos en la furia dionisíaca y desnuda de un crepúsculo romano, mientras los ebrios gritos atravesaban sus desnudos muslos con los pintados remos. Fue entonces que yo, Nerón, el primero de los agustinos, vi a la vestal Elisabeth, quien me incitó a penetrar en su gruta entoldada y luego me rechazó, uniéndose a las sirenas de la terraza, cuyos cuerpos estaban cubiertos por una red que descubría, sin embargo, los deleites más íntimos.

Estreché a la vestal, y en el éxtasis de su arrobamiento hizo verter sangre de mis labios, sangre de un César. Estimulado en mi locura caí sobre mi madre Agripina y la estrangulé con una fibra del cíngulo de Venus. Su sombra desapareció en las regiones de impenetrable oscuridad, y por fin me dejó en paz.

32

¡Mírame, tirano de Turín! Siento hace mucho que la sangre de un tirano corre por mis venas, ya que a los cincuenta años soy un hombre muerto que vive de gracia, a pesar de que mis abuelos llegaron a edad muy avanzada.

Yo, que quise ser Jehová e imponer al mundo mi voluntad, no puedo siquiera escribir un párrafo sin sufrir un terrible dolor en mis dedos entumecidos.

33

He tratado de sostenerme sobre mis propios hombros, sobreponer el genio a la naturaleza, negando un dios creador, insistiendo que el mundo vive por sí mismo; y como dije en alguna parte de mis notas, se alimenta de sus propios excrementos.

¿Adónde me condujo el titanismo del desafío? ¡Al mismo pozo titánico de la negación de Schopenhauer, a la extenuación moral y espiritual, a la nada del “abismo”!

¡Mi esfuerzo para saltar sobre mí mismo, para sostenerme sobre mi propia cabeza, me ha llevado a la última declinación del ser; ¡me siento inferior a la cucaracha del muro, que tiene una vida viril y se mofa de mi cuerpo paralítico, de mi brazo petrificado que no puede detener su rastrera insolencia, su insinuante desafío por mi desesperación! Como Childe Roland, me introduje en la “oscura torre” de la muerte moral; mi espíritu ha sido encerrado y debo elegir entre un dios muerto o un infierno viviente… Pero ¿y si Dios viviera, y yo me condené a la destrucción por haberme separado de Él?

Este es un pensamiento terrible, como el de Cristo en el Gólgota, ¡pero al revés! ¡El judío temía que Dios lo hubiese abandonado, mientras que yo me temo a mí mismo por haber abandonado a Dios!

¿Debo llevarme al altar de mi propio sacrificio, y ver que mi orgullo prometeico se esfuma, encontrando la salvación en el sacrificio de mi ser y en mis cenizas, de donde el fénix de mi espíritu se levantará nuevamente en inefable esplendor?

¿Constituye mi eterno retorno, el retorno fundamental a la cruz, que se eleva por encima de la roca prometeica y perturba el sepulcro del ser hasta someterlo a la voluntad de Dios? Jeremías e Ireneo consideran la apostasía como el sendero hacia la redención: ¡en mi agonía final podré quizás abrirme camino hacia el dios de la vida y dejar atrás la “oscura torre”!...

Pero, como Ricardo III, estoy determinado a probar por siempre que soy un villano; no puedo superar mi satanismo, el desafío titánico de nuestra era fáustica. El pensamiento de verme abrazando un dios inexistente es fantástico, ¡y si lo hago es prueba de que mi mente se eclipsa en la oscuridad total! Nietzsche, un creyente de Dios; ¿puede un río retroceder y elegir otro lecho para seguir su curso? ¿Puede una montaña hundirse hasta un valle y ofrecer su cumbre para que las vacas puedan pacer en él?

34

¡No puedo dejar que Dios me supere; sólo puedo superarme a mí mismo en la nada infinita; en el eterno vacío del “no existir”, la tierra fantasma de las sombras donde los exiliados de la vida flotan en la oscura opacidad de un sueño confuso!

Como escribí en Zaratustra, al confesar el tormento interior de mi espíritu:

¿Tengo yo todavía un fin? ¿Un puerto adonde se dirija mi vela?

¿Un buen viento? ¡Ay!, sólo aquel que sabe donde va sabe también cuál es para el buen viento, el viento favorable.

¿Qué me ha quedado? Un corazón fatigado e impertinente, una voluntad inestable, alas estremecidas, un espinazo roto.

Ese afán de correr en busca de mi morada -¿sabes tú, Zaratustra-, ese afán ha sido mi obsesión: me devora.

“¿Dónde está mi morada?” Ella es la que yo busco, la que he buscado, la que no he encontrado. ¡Oh eterno “en todas partes”! ¡Oh eterno “en ninguna parte”! Oh eterno… “en vano”

Así habló mi sombra, la sombra de Zaratustra, la sombra condenada de mi desesperanza. He puesto en guardia a mi sombra sobre mi desesperación. Le advertí que evitara la captura por una fe estrecha, pero hay más seguridad en la caverna de Platón que en un desierto ilimitado y barrido por los vientos de la duda.

35

La adoración de mí mismo ha rechazado su propio credo en tal forma que sus infinitas posibilidades han llegado a ser la posibilidad para ¡nada! Por eso en mi Voluntad de dominio he profetizado la inminente catástrofe de la violencia del mundo, de la cultura reducida al caos primario, ¡a la nada! El nihilismo se mantiene frente a la puerta. La destrucción golpea a los portales de mi ser, y en mi propio aniquilamiento veo reflejada la faz del mundo que se estrella y queda reducida a una masa informe de caótica nada!

¡El nihilismo se mantiene frente a la puerta y golpea con el puño de la locura! La muerte ha llegado, ¡y no hay escapatoria!

36

Jesús estará en agonía hasta el fin del mundo, dijo Pascal. La humanidad duerme como Pedro, mientras yo agonizo. Ésa es su dulce venganza por mi desprecio de la humanidad, la piedra angular de la nueva cultura socialista que rechacé con prometeico desprecio. Y así debo adherirme a la roca y ser devorado por los buitres, para sufrir más tormento que Jesús, porque mi fe en el Superhombre sólo fue una romántica ilusión, mientras que su fe en Dios fue sacudida, pero nunca destruida.

Como los romanos atrapados en los desfiladeros de Claudio (1), estoy forzado a rendirme incondicionalmente al enemigo. Pero Cristo, mi eterno adversario, nunca gozará del espectáculo de ver a Nietzsche arrodillado frente a la cruz: tengo más orgullo que los romanos, más orgullo que el mismo Satán, que lamenta su exilio y maquina por siempre colocarse en el trono vacante de Dios. El punto de apoyo de Arquímedes en la historia no es Cristo sino yo mismo, el Anticristo. Soy la fuerza de la palanca del nuevo siglo del poder, y poco me importa si se inclina hacia el pueblo o hacia el príncipe Maquiavelo.

El poder del espíritu es lo importante. Decreta la muerte a la muerte y se consagra a la vida eterna.

Dios está muerto, Cristo es un mito, y el hombre se mantiene solo. ¡Pero se mantiene majestuosamente!

37

Nada hay más aborrecible que los fantasmas, los duendes y los gnomos de las leyendas alemanas, decía Heine. Así como la de Lutero, mi mente se ha infectado de ellas desde mi temprana juventud. Atrapado en un mundo al que perseguían los obscenos demonios de la imaginación alemana, he llegado a la conclusión luterana de que no tenemos libertad moral ni autonomía espiritual. Lutero hizo de mí un ateo, ya que, a pesar de sí mismo, él era un ateo que veneraba al demonio.

Fue Lutero quien preguntó: “¿Cómo puede prepararse un hombre a hacer el bien ya que no está en su poder hacer el mal? Porque Dios también es responsable de las malas obras.”

38

El pequeño pastor, incitado por Lutero, comenzó a mirar a Dios como a un descarado embaucador que recompensa el mal con el bien y el bien con el mal, al conceder su gracia a los condenados y condenar a aquellos que son dignos de perdón, actuando así, no como un judío, sino como Bismarck, la encarnación de la falsedad y duplicidad prusianas.

Como observó Michelet, Lutero se hundió cada vez más profundamente en el pantano de la sensualidad e inmoralidad como resultado de su demoníaca concepción de Dios.

Debí proclamarme ateo para salvar a Dios de sus adoradores luteranos, esos satánicos obscenos que esconden sus verdaderos instintos bajo las máscaras piadosas de la fe evangélica.

39

La justificación por medio de la fe, ¿qué es esto sino una demoníaca invitación para prorrumpir en una cantinela y sustituir el estupro por una revelación?

Mientras estaba en Tautenburg en los brazos de mi Venus eslava, llegué a ser un perfecto luterano, es decir, un perfecto inmoralista, no sólo en el pensamiento sino en la acción. Seguir el consejo de Lutero de comer, beber y divertirse, ¡la cura luterana contra el Diablo!

40

Bebí un jarro de cerveza frente a las narices del Diablo y me mofé de él, dijo Lutero. Soy el único alemán que desprecia la cerveza como la amarga mezcla fabricada en el mismo infierno, pero mi Venus eslava me hizo conocer su bebida nacional ¡y así ahogamos al Diablo en litros de vodka! Si no ahogamos realmente a Belcebú, lo pusimos en fuga al continuar ese comportamiento diabólico que lograba hacer sonrojar a él y a los púdicos habitantes de Tautenburg.

Imaginando que estaba en Wittenberg en lugar de Tautenburg, me apropié de la mente obscena de Lutero y vi con sus ojos piadosos a las desnudas brujas alemanas que volaban sobre sus palos de escoba hacia el Broken, donde cada una de ellas, con un cirio en la mano, se aproximaba al entremetido Satán y lo besaba allí donde termina su espalda. Cuando el Diablo me amenazó, repetí el encantamiento de Lutero: besa mi…, y Lucifer, sonrojado hasta sus ladeadas orejas de sátiro, volvió precipitadamente hacia su reino infernal.

Pero sólo en Tautenburg pude creer como Lutero que Dios obra a menudo como un loco (närrisch) estableciendo de antemano los actos de Sus criaturas y hundiéndolas luego en el fuego del infierno si actúan de acuerdo con los deseos predeterminados del Señor, como Adán o Eva, o Judas mismo.

Cuando abandoné Tautenburg perdí a mi judía, pero me adherí al dios de sus padres, el racional Jehová, que recompensa el bien y castiga el mal y cuyo redimente amor provenía de su profunda ira, la divina cólera que causó el estrago entre los filisteos.

41

La crisis de nuestro siglo se convirtió en mi crisis personal, como en el caso de Lutero (2), que era más lógico que Erasmo, porque era menos que un lógico y sabía que la guerra entre los dos sistemas del mundo se gana no por la razón, sino por el fanático celo por una causa que el apasionado identifica con el proceso cósmico en sí mismo.

Nos estamos introduciendo ahora en una nueva era de conflictos que anunciará una nueva realidad, la realidad espiritual basada en las necesidades de la gente, y no en los filósofos revolucionarios como Hegel que racionalizan sus preferencias prusianas en un sistema mundial donde la verdad emerge.

42

Del mismo modo que San Agustín abandonó la seudorazón para caer sobre la sociedad, que se hallaba destrozada, perturbada y esperando su toque mágico para organizarse nuevamente en la vida y la esperanza, nuestro siglo XIX, disolviéndose en sangre y en locura, espera a los grandes organizadores agustinos.

Ellos colocarán la existencia antes que el pensamiento, el cuerpo de la vida antes que la frágil plantita pensante que Pascal identifica con la mente, y construirán el siglo XX sobre las sólidas bases de la necesidad social.

43

Por supuesto, estos grandes estrategas del destino humano necesitarán metafísicos que realicen el trabajo de pioneros de la ingeniería social, y se apropiarán de mi filosofía del poder como herramientas mentales.

Pero si no son cuidadosos, estos ingenieros sociales hundirán nuevamente al mundo en el nihilismo, ya que la gente vulgar, al tomar todo el poder en sus manos, podría, como un Sansón colectivo, demoler el templo de la civilización sobre sus cabezas.

Las masas necesitan el mito de Dios para refrenar su voluntad fáustica hacia la autodestrucción. Pero ya en el año 500 antes de Jesucristo, Jenófanes el presocrático había descubierto que creamos a Dios a nuestra propia imagen, de acuerdo con nuestro grado y forma de entendimiento. Decía que los etíopes hicieron negros a sus dioses y de nariz roma y ancha, mientras los tracianos los proveían de ojos azules y cabellos rojizos, dotándolos así de sus propias características.

Si los leones y los bueyes pudieran pensar e imaginar figuras harían a sus dioses a su semejanza, del mismo modo que Homero y Hesíodo, al observar las inmoralidades de las clases dominantes, imaginaban que los dioses eran una cuadrilla de ladrones, estafadores y adúlteros.

Parece que nada puede impedir que las clases trabajadoras transformen su voluntad de poder en un dios todopoderoso, el divino Superhombre que los redimirá del cautiverio de Egipto.

44

Cuando la humanidad se nivele en una masa común y no haya barreras de raza, propiedad o intelecto que cree las diferencias mentales y morales entre los hombres, ¿llegará al fin la utopía con que sueñan los socialistas? Lo dudo. Cuando la sociedad se transforme en un montón amorfo y desfigurado, un democrático cúmulo de estiércol, volveremos nuevamente a la era prehistórica de las tribus primitivas cuando todo se compartía, incluso las esposas de los demás hombres. Pero esto parece inevitable, ya que la humanidad debe girar por siempre en las ruedas del eterno retorno.

Si mi limpiabotas llega a ser mi igual, no rechinaré mis dientes de ira, sino que soñaré con el día en que él llegue a ser un filósofo como yo, ¡ésta será realmente una dulce venganza!

Dejad que teja telarañas metafísicas; yo me contentaré con limpiar botas, agregando mi poquitín a las amenidades de la vida.

45

Lutero comprendió los peligros y confusiones de fabricar un dios cuando escribió: “Las tentaciones de la carne son nimiedades; cualquier mujer puede ponerles fin. Pero Dios nos preserve de las tentaciones que sustenta la eternidad. Entonces cesaremos de saber quién es Dios y quién es el Diablo. Hasta comenzaremos a preguntarnos si el Diablo no será Dios”.

46

Fue Schopenhauer quien descubrió que el ciego y destructivo Diablo era Dios, mediante el mero proceso de imaginar su propia naturaleza bruta dentro del cosmos en la forma prevista por Jenófanes.

Si el socialista cree que he puesto un déspota prusiano en el sitio vacío del Señor, está autorizado a creerlo. Ya he insistido hace mucho que un filósofo no puede separarse de su filosofía y esconderse tras la cortina de su omnisciencia cósmica. Hasta el mismo Lutero creó a su Dios a imagen del Diablo que temía; una deidad inmoral y prelógica que no tenía más relación con el Jehová de Jesús, el Dios de la absoluta justicia, que con el Baal de Canaán que pedía la violación de las vírgenes para que la lluvia seminal descendiera de los cielos y las cosechas surgieran de la tierra.

47

¿No dijo Lutero?: ¡Ay!, el demonio tiene una fortaleza desde nos ataca; nuestra carne y nuestra sangre le pertenecen.

Si nuestra carne y nuestra sangre pertenecen al demonio, no gozamos de mejor salud mental que los obispos en la dieta de Augsburgo, quienes, según Lutero, estaban tan llenos de demonios como los perros de pulgas. Y cuando Lutero insistía en que cualquier mujer puede poner fin a las insignificantes tentaciones de la carne, se contradecía, ya que a través de la mujer, el demonio extiende sus dominios desde la carne y la sangre del hombre hasta su mente y su alma. ¡Lutero debía saber esto, porque dividió el reino de Cristo en miles de fragmentos sectarios para poder seducir a una monja bajo los correspondientes auspicios del santo matrimonio!

48

Desde aquellos tiempos de mi niñez en que mis compañeros escolares me apodaban el pequeño pastor, siempre he vivido bajo el dominio temeroso del pensamiento luterano conducido por el demonio y heredado de mis padres, tíos y tías luteranos.

El deseo de raptar una monja se transfirió aquí al convento de Naumburg, y Lama, inmaculada y pura como cualquier abadesa medieval, envalentonó los oscuros y demoníacos impulsos de mi mente luterana.

Cuando busqué una saludable relación erótica con Lou, ella hizo consciente en mí el veneno antisemítico que todo alemán ingiere en la leche de su madre. ¡Esto también forma parte de la herencia dejada por Lutero, puesto que después de dar a los alemanes la Biblia judía como sustituto de la del papa, y de condenar directamente a Roma por su persecución al judaísmo, volcó al ánfora de su odio sobre los judíos, porque su Biblia democrática, abrazada por los revoltosos paisanos, amenazaba a Alemania de salvaje anarquía y caos!...

49

Si he sido contradictorio en mi actitud hacia los judíos y las judías que causaron tanto estrago en mi vida, es porque soy un hijo de Lutero cuya patología forma parte de la locura de nuestra era. El judío es el símbolo europeo de la democracia, del poder del pueblo, que él identifica con la voluntad de Dios, pero que Lutero y yo vemos como hechura del Demonio, y conspira para sembrar confusión y anarquía en el mundo. Y aun el judío, con su aristocrático orgullo e infinitas exigencias, y su imperialismo cultural que sacudió los cimientos de Roma, también apeló a mí, quien como Anticristo me he identificado con Jesús, el judío, el Superhombre espiritual que arrojó su guante en desafío contra el mundo romano.

50

Mientras estuve con Lou Salomé, el centro de mi atención se trasladó de la cabeza al corazón y todas las contradicciones luteranas de mi naturaleza se fundieron en una sola pasión de amor por el pueblo judío y por todos los pueblos. Me despojé de mis anteojeras intelectuales y vi la vida desde el ángulo de la matriz orgánica, el místico reino que reposa bajo la ciencia y, por consiguiente, está por encima de ella, dominando las complejas exigencias de nuestra naturaleza total.

Esta sacerdotisa de Isis profundizó mi sabiduría; empecé a conocer la vida como vivida experiencia, como la armoniosa mezcla de lo visible y lo invisible, como una actividad artística a tono con las fuerzas cósmicas que me colmaron de esplendor y la desolación de una existencia semejante a la divina.

Ella era el Juan Bautista hembra, que anunciaba el advenimiento de la fe en la “simplicidad”, que une lo interno con lo externo, el centro con la periferia, el cuerpo con el hálito y con el alma, en la única matriz del útero. Pero, al perderla, caí nuevamente en mis demonios luteranos, en mi ser dividido que jamás podrá llegar hasta Dios, el Todo, y por consiguiente supone que Dios está muerto…

¡Soy, pues, el viudo de Dios!, y en su cósmico interior Él se ríe de mi insensata presunción.

51

Como Lord Kelvin, los ingleses no pueden entender nada que no sea susceptible de ser reducido a un modelo mecánico. La mecánica de Newton con sus comprobaciones y equilibrios, sus pistones, volantes e indicadores, se ha hecho carne en la mente europea, la mente vulgar de los filisteos.

Hay nietzscheanos ingleses que me ven de reflejo en sus propios espejos mecánicos y me convierten en una herramienta manejada por monos que se alimentan de monedas. Niego pertenecer a esta simiesca humanidad de los ingleses, tal como San Atanasio, fugado el paraíso pagano el emperador Juliano. A este respecto soy cristiano, ya que no hago del placer de la carne la base de un vivir triunfante.

Como los antiguos pitagóricos que se entregaban a fútiles fantasías numéricas, los mecanicistas ingleses y los utilitarios tratan de sostener nuestra confianza en el cosmos, exhibiéndonos tablas matemáticas de dolor y placer, y olvidan que la alegría de unos puede ser el pesar para otros. El lebrel que persigue a un zorro no comparte sus mismas emociones, ni el pollo en la boca del zorro el apetito de éste.

¡Pero basta de trivialidades! Insisto en que nunca fui un nietzscheano, y los que en Inglaterra me alaban por mi brutalidad pagana deben dirigir sus cartas a Treitschke y a los imperialistas prusianos con los que no tengo nada en común. ¡Así como Jesús no fue un cristiano y permaneció fiel y temeroso de Jehová, judío hasta el fin, yo nunca fui nietzscheano y seguiré siendo un nazareno hasta mi última gota de sangre!

52

Mi hermana proclamó la caída de Zaratustra en Tautenburg, que anunció al mundo como mi Waterloo moral. Es cierto que mediante su pernicioso y antinatural dominio sobre mis emociones me retrogradó hasta “el pequeño pastor” que zahirió a la señorita Salomé por su liviano comportamiento, y su erótica bohemia. Pero si mi hermana hace de esto un hecho capital (3) y trata de tornar a Nietzsche, el sátiro, en un santo de yeso que fue tentado como San Antonio a pecar, quiero anotar para la posteridad que Tautenburg, más que Naumburg, era mi morada genuina y natural, y que mi mayor deseo ha sido sentarme al lado de Nerón y contemplar a los respetables cristianos mientras eran devorados por los leones.

A menudo imaginé ser Nerón que observaba los bamboleantes carniceros desde el palco del circo, y bostezaba mientras los martirizados cristianos clamaban ¡Christus regnat!, al tiempo que acariciaba la barbilla a mi judía esposa Popea (Lou Salomé), la bella Augusta.

Es muy apropiado que los dos grandes Anticristos de Occidente, Nerón y Nietzsche, hayan tenido esposas judías: de esta manera queda vengada la historia, y apaciguados los océanos de sangre judía vertida en nombre del Príncipe de la Paz.

Raul Rée, Georg Brandes, Leo Berg, Maximiliano Harden, y hasta la misma Salomé, han visto en mí a un campeón de la judería masacrada, y cuando solté los leones y el occidente cristiano perdió miembro tras miembro, hubo alegría en Jerusalén, porque osé rasgar las máscaras de los seudocristianos que ruegan a Cristo, pero hacen los trabajos de César cada día de sus paganas vidas.

Mis amigos judíos nunca tomaron en serio mi antijudaísmo, porque conocían mi locura derivada de haber confundido el trueno del Sinaí con el nauseabundo llanto y la piedad del calvario.

53

Comencé a comprender que el cristiano no era sino el confundido, indisciplinado y exhausto judío que en su budista desesperación volviose en nihilismo y pogroms para afirmar el poder de su voluntad.

Yo acosé a los Apóstoles. (Impúdica chusma, ¡osan compararse a los profetas!) Comprendí el retumbo del trueno de Jehová y grité: ¿Qué le debe Europa al judío? ¡Una grandiosa escuela de moralidad, la temeridad y majestuosidad de infinitas exigencias y de infinitos significados!

Empecé a comprender el verdadero sentido de la moralidad judía, el deseo nacional judío de vivir, ¡el más tenaz, como ya lo he dicho, que jamás haya existido sobre la tierra! Soñé con una cruza de judíos y prusianos, pero ésta, por supuesto, era una idea temeraria. ¿Qué es el culto prusiano del mando y de la obediencia sino el culto de la deshumanización y del bestialismo?

La “élite” judía surge entre ellos, porque viven en un mundo de lo humano y superhumano, donde los mandamientos de Dios se convierten en un hábito del alma, y la obediencia recibe la sanción del espíritu, transformando la obligación en libertad.

El judío no sólo cultivó el hábito de la divinidad, sino que compartía la afirmación de Plotino: Nuestra empresa no es sólo mantenernos sin pecado sino ser Dios. Jesús pensó que era Dios, y muchos judaicocristianos así como paganos bautizados, realmente creyeron que era el Señor. Por cierto, los instintos democráticos de los judíos impidieron a muchos de ellos, como lo dijo Heine, reconocer a un camarada judío como a Jehová, pero esto no impidió que los antiguos fariseos se esforzaran hacia la divina virilidad, a parecerse a Dios en lo posible. Los apóstoles cristianos que sufrían de agotamiento moral y físico blasfemaron de los fariseos por aproximarse a lo divino, lo cual condujo a creer, durante siglos, que éstos eran sepulcros culpables mientras que los apóstoles, exhaustos y corruptos, constituían modelos de integridad espiritual.

54

El deseo de ser Dios no solamente lo compartían los judíos, sino también los filósofos románticos como yo. Tal como Empédocles saltó a las llamas del Etna, y así como puede pensarse, a la manera de Elías que se elevó en un carro de fuego hacia los dominios de Dios, yo también me arrojé al llameante cráter de la locura para completar mi apoteosis, mi derecho a sentarme en el trono vacío de Jehová.

Mas ¿cómo ha de mantenerse el trono de Dios sobre un fragmento del mundo despedazado? Éste fue mi error: ¡haber pensado que una criatura temporal, náufraga, estrellada y dispersada en todas direcciones, pudiera ocupar el lugar del Dios de Spinoza que construyó su tribunal sobre los firmes cimientos de la eternidad!

55

Con la teoría de que el fuego con fuego ha de combatirse, mi madre deseó que me tratara un loco, un cierto doctor Julius Langbein, quien, imitando mi volumen Schopenhauer Educador, escribió Rembrandt Educador, para probar que Rembrandt puede curarnos de cualquier cosa, incluso de cólicos y de sabañones. Cuando estaba en el manicomio yo esperaba su llegada con gran deleite, porque por comparación sentíame cuerdo y sobrio. Ahora que he vuelto a Naumburg sólo me recuerda el triste hecho de que únicamente los que están en su sano juicio viven presos en los asilos de lunáticos.

El profesor, constituye la enfermedad nacional alemana, y el doctor Langbein, que parece ser un profesor de estética, exhala la enfermedad nacional por todos los poros. Infiero de su alborotada charla que las mentes quebradas pueden componerse concentrándose en bellas pinturas, pero yo prefiero concentrarme en mujeres hermosas, que son criaturas de carne y hueso, obras maestras que ni siquiera Rembrandt puede imitar.

Las costumbres son más importantes que la estética; así lo creí cuando posé de gran inmoralista para imponer normas de moral a nuestra era nihilista. El hombre estético, el heleno, es un desamparado cuando se encuentra con la catástrofe pública o privada: esto es lo que Heine descubrió en su lecho de muerte.

Mientras me hallo en el mundo sublunar con Odiseo, una sombra entre las sombras, me es difícil creer que las pinturas de Rembrandt o la música de Wagner puedan salvar al hombre del infierno terrenal. ¡Lo que hace falta son las trompetas del juicio final, proclamando la condena de nuestro mundo putrefacto!

56

A Heine le gustaba acotar que por haber nacido el 1ro de enero de 1801 (lo que no era cierto), anunció el nuevo siglo. Espero no vivir tanto como para proclamar su fin.

Notas

(1) El incidente fue referido por Livio en su Historia de Roma. Nietzsche olvida que los romanos tenían la elección de Hobson de morir o rendirse y optaron por la última, entregándose así a merced del conquistador. Nietzsche inventa una tercera alternativa: ¡seguir batallando! (N. del T. I.)
(2) Nietzsche es ahora el pequeño pastor que defiende ¡contra sí mismo a Lutero!
(3) Nietzsche se anticipa a la gazmoña biográfica que anunció su hermana en la que lo muestra como un alegre fraile, feliz y casto, hasta que Lou Salomé tentó su alma, alejándolo del dominio fraterno. (N. del T. I.)

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+