miércoles

MIJAÍL M. BAJTÍN


EL PROBLEMA DEL CONTENIDO
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL

Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero.

DECIMOCUARTA ENTREGA

Para la expresión cognoscitiva, el momento rector lo constituye el significado material, objetivo, de la palabra, el cual trata de hallar un lugar requerido en la unidad objetivo-material del conocimiento. Esta unidad objetiva rige y determina todo en la expresión cognoscitiva, arrojando implacablemente fuera de la borda a todo lo que no guarda relación con ella; en particular, se margina el sentimiento de la ocupación de una posición activa por lo expresado: éste no es referido a la unidad objetiva y no penetra dentro de ella como sentimiento y voluntad creadores y subjetivos, y menos aún es capaz de crear la unidad de la expresión cognoscitiva.

El sentimiento de la actividad verbal en el comportamiento de la palabra (la sentencia, el acuerdo, el perdón, el ruego) no constituye en modo alguno el momento rector; el comportamiento de la palabra está referido a la unidad del hecho ético y se define en ella como necesario y debido.

Sólo en la poesía el sentimiento de generar una expresión significante llega a ser el centro formador, el portador de la unidad de la forma.

De este foco de actividad sensible generadora brota ante todo el ritmo (en el más amplio sentido de la palabra, tanto el poético como el prosaico) y en general todo orden de expresión de carácter no objetivo, orden que devuelve al hablante a sí mismo, a su unidad activa y generadora.

La unidad del orden, basada en el regreso de lo parecido (aunque sólo se devuelvan los momentos semánticos similares), es la unidad de la actividad que regresa a sí misma buscándose de nuevo; el centro de gravedad yace no en el sentido devuelto, sino en el regreso de la actividad del movimiento -interno y externo- del alma y el cuerpo, que generara dicho sentido.

La unidad de todos los momentos composicionales que realizan la forma, y ante todo la unidad de la obra verbal integral (como formal) se considera no en qué o de qué se habla, sino en cómo se habla, en el sentimiento de la actividad del discurso consciente, la cual debe sentirse a sí misma todo el tiempo como una actividad única, independientemente de la unidad objetiva y semántica de su contenido; no se repiten, regresan, ni relacionan los momentos semánticos directamente -en su objetividad, o sea en su total separación de la individualidad hablante del sujeto-, sino el momento de la actividad referente, de la viva autopercepción de la actividad que no se pierde en el objeto, sino que de nuevo siente la propia unidad subjetiva en sí misma, en la intensidad de su posición corporal y espiritual: la unidad no del objeto ni del hecho, sino la del abarcamiento de uno y otro. Así, el principio y el fin de la obra -desde el punto de vista de la unidad de la forma- son el principio y el fin de la actividad: yo comienzo y yo termino.

La unidad objetiva del conocimiento no conoce el fin como positivamente válido: comienza y termina el científico, pero no la ciencia; el fin, el principio y un considerable número de momentos composicionales de un tratado científico reflejan la actividad de su autor-sujeto, o sea, son momentos estéticos que no penetran dentro del abierto, infinito y eterno mundo del conocimiento.

Todas las divisiones composicionales del conjunto verbal -capítulos, párrafos, estrofas, renglones, palabras- expresan la forma solamente como divisiones; las etapas de la actividad generadora verbal son períodos de una tensión única, momentos que alcanzan cierto grado de terminación no del contenido mismo, determinados en el interior de él, momentos de actividad del abarcamiento del contenido desde el exterior, determinados por la actividad del autor orientada al contenido, aunque, como es natural, penetran esencialmente en éste y lo presentan de una manera adecuada desde el punto de vista estético, pero no lo fuerzan.

La unidad de la forma estética es, por lo tanto, la unidad de la posición del alma y el cuerpo actuantes, del hombre integral que interviene apoyándose en sí mismo; en cuanto la unidad se traslada al contenido de la actividad -a la unidad objetiva del conocimiento y a la de sentido del hecho-, la forma se destruye como estética; así, pierden su fuerza formadora el ritmo, la entonación culminadota y los demás momentos formales.

Sin embargo, esta actividad generadora del sonido-palabra significante, que se siente a sí misma y asimila su unidad en el sentimiento, no se basta a sí misma, no se satisface sólo consigo, sino que sale fuera de los límites del organismo y la psiquis actuantes, se dirige al exterior de sí, ya que es una actividad que ama, sublima, rebaja, canta, lamenta, etcétera, o sea, constituye una actitud definida de modo valorativo (en el plano psicológico, posee una determinada tonalidad emocional-volitiva), ya que se genera no sólo el sonido, sino el sonido significante; la actividad generadora de la palabra penetra y toma conciencia de sí valorativamente en la faceta entonativa de la palabra, y asimila esta valoración en el sentimiento de la entonación activa. (19) Por faceta entonativa de la palabra entendemos la capacidad que posee ésta para expresar toda la diversidad de actitudes valorativas del hablante ante el contenido de la expresión (en el plano psicológico, la diversidad de reacciones emocional-volitivas del hablante); por lo demás bien se exprese esta faceta de la palabra en una entonación real durante su interpretación, o bien se sienta sólo como una posibilidad, será de todos modos estéticamente ponderable. La actividad del autor deviene actividad de la valoración expresada, que matiza todas las facetas de la palabra: ésta reprende, acaricia, es indiferente, rebaja, embellece, etcétera. (20)

Además, la actividad generadora asimila las relaciones verbales significantes (el símil y la metáfora; el uso composicional de los nexos sintácticos, las repeticiones, los paralelismos y la forma interrogativa; la utilización composicional de los nexos hipotácticos y paratácticos, etcétera): el sentimiento de la unidad de la vinculación es, también en ellas, organizador, pero ya se ha definido valorativamente. De esta manera, el símil y la metáfora se apoyan en la unidad de la actividad de la valoración, o sea, el nexo concluye las facetas entonativas de las palabras -no indiferentes, claro está, al significado objetivo (en el plano psicológico, la metáfora, el símil y otros nexos verbales poetizados se basan en la interrelación emocional-volitiva y en la afinidad de las palabras)-; la unidad se crea no por el pensamiento lógico, sino por el sentimiento de la actividad valorativa; no son nexos objetivos necesarios que dejan al sujeto que siente y voliciona fuera de sí y no lo requieren, sino puramente subjetivos que se apoyan en la unidad subjetiva del hombre que siente y voliciona. Sin embargo, la metáfora y el símil presuponen tanto la unidad y vinculación objetiva posible como la unidad del hecho ético, sobre el fondo de las cuales se siente su actividad creadora: la metáfora y el símil abarcan la orientación cognoscitivo-ética pertinaz, y la valoración expresada en ellos se hace verdaderamente formadora del objeto, materializadora de él. Separada del sentimiento de la actividad vinculadora y formadora del autor, la metáfora muere, o sea, deja de ser poética, o se convierte en un mito (como una metáfora sólo lingüística, ella puede servir maravillosamente a los fines de la expresión cognoscitiva).

Todos los nexos verbales sintácticos, para devenir compositivos y realizar la forma en el objeto artístico, deben estar penetrados de la unidad del sentimiento de la actividad vinculadora y orientados a la unidad -realizada por ellos mismos- de los nexos objetivos y semánticos de carácter cognoscitivo o ético; en fin, deben estar penetrados de la unidad del sentimiento de la tensión y del abarcamiento formador del contenido cognoscitivo-ético en su interior.

También el significado objetivo, material, de la palabra se cubre con el sentimiento de la actividad de selección del significado, con el singular sentimiento de la iniciatividad semántica del sujeto-creador (ésta no existe en el conocimiento, donde no se puede ser iniciador y donde el sentimiento de la actividad de selección se arroja fuera de los límites del mundo de lo conocido). Pero este sentimiento de la selección está referido a lo elegible y abarca su autolegitimidad cognoscitiva y ética.

Notas

(19) El orden de la asimilación de los momentos de la palabra por la actividad del autor y el espectador, que nosotros indicamos más adelante, no constituye en modo alguno el orden de la percepción y creación reales.
(20) Nosotros tenemos en cuenta la entonación valorativa puramente estética del autor, a diferencia de la entonación ética, llamada “realista”, del personaje o héroe real o posible que siente el hecho de manera éticamente interesada, pero no de modo estético.

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