martes

LA COMPLETUD EN SERGIO VIERA

8 resonancias y una llamada

por Hugo Giovanetti Viola

SEGUNDA ENTREGA

EL MUNDO / 2

La procesión pertenece a una serie de construcciones (Diálogo, Tanga, Haipiré, El ángel resignado, Símbolos animistas, Signos primigenios) donde los grafismos de anchura todavía umbilical pelean por ordenarse entre una adolescencia de colores casi vencidos por el espejismo de la nada eterna, ese factor asustador constitutivo que el materialismo neurótico -triste astronauta de los cielorrasos- no puede rebasar. SV se defiende religando a la parentela Miró-Klee-Kandinsky con la precolombina y obtiene conmovedoras postales del tan sufrido escalamiento al estrellerío de la adultez.

LA TIERRA / 2

Orante y La advertencia son maderas donde SV se conecta directamente con la Escuela del Sur y la propuesta torresgarciana de refundar, según Juan Fló, un “arte anónimo, monumental e imbuido de un sentido metafísico, que fuese una alternativa al subjetivismo individualista del arte contemporáneo” (1). Y tanto la escultura como la madera policromada en cuestión le agregan su propio sesgo a las facciones colectivas de una tendencia capaz de gravitar más acá o más allá de que el adagio haya sido firmado por Vivaldi, Albinoni, Corelli, Bach o Haendel. Lo que importa en estas correntadas es la otra cosa.

LO SANTO / 2

Aquí el dibujo fecunda radiantemente una especie de mediodía vaporizado hacia otra dimensión. La obra no tiene título. Pero Vallejo -que identificaba a la Trinidad con la Sagrada Familia- le hubiese dedicado una de sus mayores homilías de boliche: “Se dobla así la mala causa, vamos / de tres en tres a la unidad; así / se juega a copas / y salen a mi encuentro los que aléjanse, / acaban lo destinos en bacterias / y se debe todo a todos”. El péndulo figurativo perfora la abstracción entre una delicadísima paleta que transparenta una PAX-LUX de Moebius. Título sugerido: Alcanza con creer: con no creer no alcanza.

LO CÓSMICO / 2

Aspiración de Infinito es un conjunto escultórico donde dos grandes piezas policromadas (una construida sobre un tanque de agua) se integran a una arboleda de San Gregorio de Polanco. Jung hubiera sonreído frente a la gracia de este falo y esta vulva tan satinados por esa contundencia metronómica con que supo danzar el neoplasticismo. SV logra objetivar a la intemperie su plena completud, el hierogasmos o boda de los opuestos que representa la revolucionaria recuperación consciente del paraíso. Y los eucaliptos del parque encantados.

(1) Sorprende que esta biopsia estética, apoyada en el materialismo dialéctico, pueda invocar con soltura el “misticismo platonizante” y “la fe recurrente en una tradición en esencia inmutable” de Torres García y luego insistir en que la aventura radical del maestro en América comportaba una utopía condenada al fracaso, ya que esta excomunión positivista más que un eufemismo implicaría una paradoja.

Pero lo importante es que a pesar de la muy fuerte pretensión de que una divinidad trascendente atrabancaría el vitalismo civilizatorio (ver Yirmiyahu Yovel: Spinoza, el marrano de la razón) no haya podido impedir la coincidencia filosófica de Sergio Viera con el maestro Torres, asumiendo, de esta forma, el reclamo perentorio de vivir en lo eterno (que al contrario de lo utópico es un lugar-reino interior que existe dentro o fuera de la religiosidad o el religamiento sistematizados) y encajar en el reverso energético de la materia, sin titanismos y hacia el Hombre Nuevo que nos atrae teleológicamente (aunque esta palabra atragante a los filósofos del logicismo materialista).

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