lunes

GUIONES ELABORADOS EN LA ESCUELA DE CINEASTAS DEL URUGUAY

EL AMOR, LA TRAICIÓN Y LA MADRIGUERA

Micaela Acosta

Escena 1

Gabriel y Celina en una habitación pequeña, con una ventana cerrada y varios cuadros. Los dos rondan los treinta y pico, y se miran sentados en esquinas opuestas. Gabriel, de aspecto bondadoso, cabello negro y camisa a rayas por fuera del pantalón, tiene una Biblia apoyada sobre el pecho, a la altura del corazón. Celina tiene un humilde aspecto rural.

Gabriel: ¿Me extrañás?

Celina: Cada instante.

Gabriel: Yo nunca te engañé (lee contemplándola con dulce profundidad): El amor es sufrido y bondadoso, el amor no es celoso, no se beneficia a sí mismo, no se aburre, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado, no lleva cuenta del daño hecho, no se alegra por la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. Corintios, 13.

Celina (encorvándose con una mirada invadida por un odio lloroso hasta que recupera la tranquilidad): Después de que nuestro Padre Celestial unió a Adán y a Eva en matrimonio, les mandó que tuvieran hijos. Génesis 1, 28. Consuelo te podía dar una familia completa. Y yo no.

Escena 2

Celina y Penélope, una niña de unos 10 años que está sentada en una tercera esquina de la habitación, completamente mojada. Tiene caído sobre el rostro el cabello largo y peinado con raya al medio, ojos grandes y una pañoleta celeste en el cuello.

Penélope: Yo nunca vi los conejos.

Celina: Es que nunca estuvieron allí.

Penélope (frotándose las manos): Ah! Claro... Tengo frío.

Celina: Lo siento.

Penélope: Me gustaba mucho cuando vos y mamá cantaban mientras tendían la ropa. ¿Por qué dejaste de ir a casa? También me gustaba cuando hacíamos ropa para mis muñecas.

Celina: A mí también me gustaba. Pero a veces las cosas cambian. Los adultos somos así, cambiamos.

Penélope: Yo no voy cambiar nunca.

Celina: Perdoname.

Penélope: No llores, está bien. Mi mamá te quería mucho. Estaban preparando algo lindo con Gabriel.

Celina (con la mirada fría y hablándole a la nada): Sí, su nueva familia.

Penélope: ¿Eh? Ellos te estaban preparando una sorpresa que te iba a gustar mucho.

Celina: ¿De qué hablás?

Penélope: A mí siempre me gustaron los conejos. Por eso te fui a ver.

Escena 3

Celina
y Consuelo, una mujer treintona que está parada en la misma esquina donde un momento antes se sentó Penélope. Tiene cabello castaño y la ropa llena de tierra.

Consuelo: Él nunca hablaba de otra cosa que no fueras vos: tus ojos, tus mejillas, tus sueños. De ustedes juntos. Su familia eras vos.

Celina: ¿Yo? ¿Con ustedes paseando a cada rato por ahí? La María me contaba cómo iban y venían, juntitos, tramando algo. Y yo me fui volviendo la guampuda del pueblo.

Consuelo: Mirá que cuando perdiste a Melisa lloré durante días. La lloré igual que a mi marido: fue como si me arrancaran el brazo que me quedaba.

Celina (mirándola fijamente): Pensar que ahora Melisa podría estar jugando con Penélope.

Consuelo: Y todos estaríamos bien.

Celina: Pero la traición fue insoportable.

Consuelo: ¿Qué traición? Vos no sabés lo que habíamos planeado para esa tarde.

Celina: No inventes, no te creo nada.

Escena 4

Celina y Gabriel, sentados como en la primera escena.

Gabriel: ¿Qué te pasó?

Celina: Me enloquecí de amor.

Gabriel le extiende una mano pero ella la rechaza.

Celina (tapándose los oídos con las manos): Ya no quiero escuchar más. ANDATE Y LLEVÁTELAS, no las quiero escuchar ni VER MÁS!

Gabriel: No te asustes, te perdonamos.

Escena 5

Celina en el jardín de una casita alejada del pueblo, espiando por la ventana principal. Gabriel, Consuelo y Penélope se ríen y conversan entusiasmados alrededor de una mesa. Al rato Consuelo se para y vuelve con una torta de cumpleaños: Gabriel le coloca abajo un sobre envuelto en nylon rosa viejo y Penélope le pone de adorno una estatuilla con forma de conejo. Consuelo guarda la torta en la heladera.

Escena 6

Celina
(recuperando cierta calma): ¿Cómo no iba a enloquecerme viéndote ahí tan feliz, con tu “nueva familia”, y encima preparando todo para festejarle el cumpleaños a Penélope?

Gabriel: Yo pensaba en Melisa.

Celina: Los que mueren al nacer no tienen cumpleaños.

Gabriel: En el sobre te escribí que estábamos festejando el nacimiento de nuestra segunda oportunidad.

Escena 7

Mañana del día del cumpleaños de Penélope. Celina la cruza a la calle simulando un encuentro casual.

Celina: ¡Felíz cumpleaños, hermosa!

Penélope: ¡Gracias, Celina! Esta tarde tenés que venir a casa porque te preparamos una sorpresa.

Celina: Claro que voy. Pero yo antes tengo una sorpresa para vos. Sabés que pasando el portón de los Hernández, cerca del galpón abandonado el que está al lado del río, acabo de ver una madriguera llena de conejitos bebés!

Penélope: ¿En seriooo?

Celina: En serio. Si querés nos encontramos en el galpón dentro de una hora.

Penélope: Bueno… es que mamá me espera porque tengo que comprar algunas cosas para mi cumple.

Celina: Entonces apurate. Dale, comprá las cosas y nos encontramos allá. Pero no le digas a tu mamá así le llevamos un conejito. ¿Ta?

Penélope (abrazando a Celina): ¡Ta! ¡Me gustan mucho los conejitos! Y es mi cumple! Te quiero, tía Celina.

Celina: Y yo a vos, corazón.

Escena 8

Celina en el galpón, viendo llegar a Penélope. La mujer tiene envuelta en su mano una pañoleta celeste.

Penélope: ¿Dónde están?

Celina (le pone la mano en la espalda y caminan): Por acá, vamos.

Penélope: ¿Cuántos son? ¿De qué colores?

Celina: Son muchos y de varios colores. ¿Sabés que yo ahora podría tener una hija de tu edad?

Penélope (sin entender el comentario y deteniéndose de golpe): Y yo un padre de la edad de tu esposo. No veo la madriguera, tía.

Celina: Con tu mamá quieren mucho a Gabriel, ¿no?

Penélope comienza a asustarse mientras Celina desenreda la pañoleta con la mirada ida. Después se abalanza sobre la niña y la estrangula con firmeza, superando toda resistencia y cayendo junto con ella. La observa agonizar con frialdad y se levanta. Trae del galpón una carretilla vieja, carga a Penélope hasta el río, le ata una piedra al cuerpito y se adentra con ella para que se la lleve la corriente.

Escena 9

Celina, mojada, se aproxima a la casa de Consuelo. Al llegar a la casa ve por la ventana trasera a Consuelo y entra a la casa por la puerta de la cocina.

Consuelo (sonriendo): Ay, qué susto que me diste!

Celina (con la mirada extraviada): No quise hacerlo.

Consuelo: ¿Por qué estás toda mojada?

Celina: Por el río, Penélope.

Consuelo: ¿De que hablás? ¿Penélope está en el río? Me asustás, Celina.

Celina (agarrando una cuchilla que está en la mesada): ¿Cómo pudiste traicionarme?? VOS, MI AMIGA.

Consuelo: ¿Pero qué pasa? ¿Dónde está Penélope!?

Al darse vuelta para huir Celina la apuñala dos veces por la espalda y Consuelo cae al piso, quedando inmóvil enseguida. Celina apaga el horno de la cocina.

Secuencia de escenas: Celina profundizando un pozo que hay en el fondo, enterrando a Consuelo, limpiando la casa y yéndose.

Escena 10

Celina llega a su casa con la cuchilla, donde Gabriel está reparando una silla de espaldas a la puerta. La mira y le sonríe al escuchar la puerta y verla entrar.

Celina: Te amo.

Gabriel (acercándose sonriente): Y yo a vos.

Celina saca la cuchilla que llevaba cubierta por la ropa y la clava en el corazón. Él logra mirarla un segundo antes de apagarse y cae.

Anuncio en pantalla: 24 HORAS DESPUÉS.

Celina con la cabeza de Gabriel sobre su regazo y una Biblia en la mano.

Escena 10

Penélope, Gabriel y Celina en las esquinas de la habitación y Consuelo parada al lado de Penélope.

Gabriel: ¿Sabés lo que había en el sobre? Un regalo para nosotros. Una oportunidad.

Celina: ¿Qué me querés decir?

Gabriel: La prima de Ramón, mi jefe, la doctora, comenzó a practicar un tratamiento de fertilidad en Montevideo y entre Consuelo y Ramón nos prestaban la plata.

Celina: ¿Te parece que hubiera tenido chance a los treinta y cuatro años? Llevábamos diez intentándolo.

Gabriel: July dijo que sí, que ya no es como antes y que estaba practicando algo muy innovador... Pero ahora ya no hay chance.

Penélope (levantándose para abrazar a su madre y dejando al descubierto la marca del estrangulamiento): Por eso puse un conejito en la torta, para que después vinieran muchos más, como pasa en las madrigueras.

Celina (agarrándose la cabeza para recostarse contra la pared): ¿Y por qué no me dijeron nada?

Gabriel (bajando la Biblia y dejando al descubierto la herida que tiene a la altura del corazón): Era algo que tenía que llegarte como una sorpresa del cielo, mi amor. ¿Te pensás que no te escuchaba llorar cuando rezabas el salmo de madrugada?

Celina: Don de Dios son los hijos; es merced suya el fruto del vientre. Me faltó fe.

Penélope: Yo no voy a cambiar nunca. ¿Verdad, mamá?

Celina se despierta en el suelo de la pequeña habitación, que es su celda carcelaria, con una carta envuelta en un nylon rosa viejo entre las manos. Los muertos ya no la acompañan.

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