miércoles

MIJÁIL M. BAJTÍN



EL PROBLEMA DEL CONTENIDO
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL

Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero

QUINTA ENTREGA

CAPÍTULO II / EL PROBLEMA DEL CONTENIDO

El problema de una u otra esfera cultural en su conjunto -del conocimiento, la moral, el arte- puede ser entendido como el problema de las fronteras de esa esfera.

Tal o cual punto de vista creador, posible o en realidad existente, deviene convincentemente necesario e indispensable sólo en correlación con otros puntos de vista creadores: allí donde en sus fronteras surge una necesidad esencial de él, de su peculiaridad creadora, encuentra su fundamentación y justificación sólidas; por el contrario, fuera de él mismo, de su filiación a la unidad de la cultura, es sólo desnudamente efectivo, y su peculiaridad puede presentarse simplemente como una arbitrariedad y un capricho.

Ahora bien, no se debe representar la esfera de la cultura como un cierto todo espacial que tiene fronteras y también un territorio interno. La esfera de la cultura no posee ese territorio: está ubicada sobre fronteras que pasan por todas partes, a través de cada momento suyo, y la unidad sistemática de la cultura se extiende a los átomos de la vida cultural, reflejándose como un sol en cada una de sus partes. Todo acto cultural vive esencialmente sobre fronteras: en esto radica su seriedad y significación. Abstraído de éstas, pierde el terreno, se hace vacío, arrogante, degenera y muere.

En este sentido, podemos hablar de la sistematicidad concreta de cada fenómeno de la cultura, de cada acto cultural aislado, y de su participación autónoma y autonomía participante.

Sólo en esta sistematicidad concreta, o sea, en su situación y orientación directas en la unidad de la cultura, el fenómeno deja de ser simplemente un hecho real, desnudo, adquiere validez y sentido y deviene como una mónada que refleja en sí el todo y se refleja en todo.

En efecto: ni un solo acto cultural creador tiene que ver con una materia totalmente indiferente ante el valor o completamente causal y desordenada -la materia y el caos son en general conceptos relativos-, sino siempre con algo ya valorado y ordenado de algún modo, respecto del cual debe ocupar ahora su posición valorativa con responsabilidad. Así, el acto cognoscitivo encuentra la realidad ya elaborada en los conceptos del pensamiento precientífico, pero -y esto es lo principal- ya valorada y ordenada por la conducta ética práctico-cotidiana, social y política, y la encuentra reafirmada religiosamente; por último, el acto cognoscitivo parte de la imagen estéticamente ordenada del objeto, es decir, de la visión de éste.

Lo que es encontrado de antemano por el conocimiento no es, por consiguiente, una res nullius (6), sino la realidad de la conducta ética en todas sus variantes y la realidad de la visión estética; el acto cognoscitivo en todas partes debe ocupar una posición esencial respecto de esa realidad, la cual no debe ser, por supuesto, una colisión causal, sino que puede y debe ser sistemáticamente fundamentada partiendo de la esencia del conocimiento también de otras esferas.

Lo mismo debe ser dicho acerca del acto artístico: también vive y se mueve no en el vacío, sino en la tensa atmósfera valorativa de una indeterminación importante. La obra artística como cosa está delimitada tranquila e inexpresivamente, en espacio y tiempo, de todas las otras cosas: una estatua o un cuadro desplaza físicamente a todo lo demás del espacio que ocupa; la lectura de un libro comienza a determinada hora, ocupa varias horas de tiempo llenándolas y también a determinada hora se acaba el propio libro; además, éste es limitado por la encuadernación que lo abarca por todas partes, pero vive la obra y es artísticamente valiosa en su tensa y activa indeterminación con la realidad conocida y valorada por la conducta. Vive y es valiosa -como obra artística, claro está, no en nuestra psiquis; aquí también sólo existe empíricamente, como un proceso psíquico localizado en el tiempo y psíquicamente normal. Vive y es valiosa la obra en el mundo, también vivo y valioso, en los sentidos cognoscitivo, social, político, económico y religioso.

La habitual contraposición entre la realidad y el arte o de la vida y el arte, y la tendencia a hallar cierto nexo esencial entre ellos, son completamente lícitas, pero requieren una formulación científica más precisa. La realidad, contrapuesta al arte, sólo puede ser la del conocimiento y la de la conducta ética en todas sus variantes, o sea, la realidad de la práctica vital, económica, social, política y propiamente moral.

Se debe señalar que en el plano del pensamiento corriente la realidad, contrapuesta al arte (en tales casos, dicho sea de paso, gustan de utilizar la palabra “vida”), ya está esencialmente estetizada: es ya una imagen artística de la realidad, pero híbrida e inestable. Muy a menudo, al censurar el nuevo arte por su ruptura con la realidad en general, están contraponiendo en efecto a la realidad del viejo arte, del “arte clásico”, e imaginando que es ésta una cierta realidad neutral. Pero a lo estético como tal se debe contraponer con todo rigor y claridad la realidad del conocimiento y la conducta, aun no estetizada y, por lo tanto, no unificada. Se debe recordar que ella deviene vida o realidad concreto-única sólo en la intuición estética, y unidad sistemática dada en el conocimiento filosófico.

Se debe evitar igualmente la limitación, ilícita e injustificada desde el punto de vista metodológico, que plantea al arbitrio sólo un momento del mundo extraestético: así, la necesidad de la naturaleza de las ciencias naturales la contraponen a la libertad y la fantasía del artista, o con especial frecuencia sugieren el momento social o sociopolítico únicamente, y en ocasiones hasta la ingenua e inestable realidad de la práctica vital.

También es necesario recordar, de una vez y para siempre, que no se puede contraponer al arte ninguna realidad en sí, ninguna realidad neutral. Por el mismo hecho de que hablamos de ella y de que la contraponemos a algo, la estamos definiendo y valorando de cierta manera; sólo hay que tener conciencia clara de sí mismo y comprender la orientación real de la valoración propia.

Esto puede expresarse brevemente del siguiente modo: la realidad se contrapone al arte sólo como algo bueno y verdadero a la belleza.

Notas

(6) Cosa de nadie (en latín en el original).

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