miércoles

MIJAÍL M. BAJTÍN



EL PROBLEMA DEL CONTENIDO
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL


Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero

TERCERA ENTREGA

3. En las obras de la estética material ocurre una constante mezcla, inevitable para ella, de las formas arquitectónicas y composicionales; ahora bien, las primeras no alcanzan nunca claridad de principios y pureza de definición y son subestimadas por eso.

Esta deficiencia de la estética material está condicionada por la esencia misma de esta concepción y no es superable sobre su terreno. Ella, claro está, se encuentra ligada en forma estrecha con las particularidades señaladas por nosotros en los puntos primero y segundo.

He aquí algunos ejemplos de diferenciación metódica de las formas arquitectónicas y composicionales.

La individualidad estética es la forma puramente arquitectónica del propio objeto estético; se individualiza un suceso, una persona, un objeto material estéticamente animado, etcétera; la individualidad del auto-creador, que también entra en el objeto estético, ostenta un carácter especial; pero la forma de la individualidad no puede ser atribuida en ese mismo sentido -o sea, en el puramente estético- a la obra como material organizado (al cuadro, el todo verbal, etcétera); se les puede atribuir individualidad sólo metafóricamente, o sea, convirtiéndolos en el objeto de una nueva obra artística verbal elemental -la metáfora-, poetizándolos.

La forma de autosuficiencia de independencia, que pertenece a todo lo estéticamente terminado es una forma arquitectónica pura, mucho menos factible de ser trasladada a la obra como material organizado: ésta es un todo teleológico composicional donde cada momento y el propio todo están orientados a un objetivo, materializan y sirven a algo. Por ejemplo, sólo se puede calificar al todo verbal de una obra de autosuficiente si se utiliza una metáfora en alto grado osada y puramente romántica.

La novela es una forma composicional de organización de las masas verbales; con ella se materializa en un objeto estético la forma arquitectónica del acabado artístico de un hecho histórico o social, lo cual constituye una variante de la formas del acabado épico.

El drama es una forma composicional (el diálogo, la división en actos y demás); pero lo trágico y lo cómico son formas arquitectónicas del acabado.

También se puede hablar de las formas composicionales de la comedia y la tragedia como variantes de la dramática, teniendo en cuenta, al hacerlo, los procedimientos del ordenamiento compositivo del material verbal, no de los valores cognoscitivo-éticos: la terminología no es sólida ni plena. Se debe tomar en consideración que toda forma arquitectónica se realiza con determinados procedimientos composicionales; por otra parte, las formas compositivas más importantes -por ejemplo, las de género- se corresponden en el objeto realizado con las formas arquitectónicas esenciales.

La forma de lo lírico es arquitectónica, pero existen las formas composicionales de los poemas líricos.

El humor, la heroización, el tipo y el carácter son formas puramente arquitectónicas, pero se realizan, claro está, mediante determinados procedimientos composicionales; el poema, el relato y la noveleta son formas puramente compositivas, de género; y el capítulo, la estrofa, y el párrafo, divisiones puramente composicionales (aunque también pueden entenderse en forma puramente lingüística, o sea, con independencia de su telos estético).

El ritmo puede ser entendido tanto en uno como en otro sentido, es decir, como forma arquitectónica o como forma composicional. Como forma de ordenamiento del material sonoro empíricamente percibido, audible y cognoscible, el ritmo es composicional; emocionalmente dirigido, orientado hacia el valor de la tendencia y la tensión internas que él culmina, el ritmo es arquitectónico.

Entre estas formas arquitectónicas que hemos señalado sin ningún orden sistemático hay, por supuesto, gradaciones sustanciales en cuyo examen no vamos a entrar aquí; sólo nos importa que todas ellas -en contraposición a las formas compositivas- entran en el objeto estético.

Las formas arquitectónicas son formas del valor espiritual y corporal del hombre estético; formas de la naturaleza como el entorno de éste, formas del suceso en sus aspectos personal-vital, social, histórico, etcétera. Todas ellas constituyen logros, materializaciones; no sirven a nada, sino que se bastan tranquilamente a sí mismas: son formas de la existencia estética en su peculiaridad.

Las formas composicionales que organizan el material llevan un carácter teleológico, auxiliar y, al parecer, intranquilo, y se someten a una valoración puramente técnica: a cuán adecuadamente realizan ellas la tarea arquitectónica. La forma arquitectónica determina la elección de la compositiva; así, la forma de la tragedia (la forma del suceso y en particular del individuo es de carácter trágico) elige la forma compositiva adecuada: la dramática. De aquí no se deduce, claro está, que la forma arquitectónica existe en algún lugar en un aspecto acabado y que puede ser realizada además de la compositiva.

Sobre el terreno de la estética material es completamente imposible una rigurosa diferenciación de principio de las formas composicionales y arquitectónicas, y a menudo se genera la tendencia a diluir por completo las formas arquitectónicas en las compositivas. La expresión extrema de esta tendencia es el método formal ruso, donde la forma de composición y de género se esfuerzan por absorber todo el objeto estético y donde, por añadidura, no hay una rigurosa diferenciación de las formas compositivas y lingüísticas.

Esta cuestión cambia poco en esencia cuando refieren las formas arquitectónicas a la temática y las compositivas a la estilística, la instrumentación de la composición -en un sentido mucho más estrecho que el que nosotros damos a este término-; al mismo tiempo, se consideran como unidas en la obra (no hay diferencia entre el objeto estético y la obra externa) y se diferencian sólo como formas de ordenamiento de las distintas facetas del material (como, por ejemplo, en las obras de V. M. Zhirmunski). La diferenciación metódica de principio de las obras compositivas y arquitectónicas y la comprensión de su diversidad total de planos falta aquí también. A esto se une, además, la negación del momento temático en algunas artes (por ejemplo, en la música), lo cual implica que se abra un profundo abismo entre las artes temáticas y no temáticas, Se debe señalar que, en la concepción de Zhirmunski, la temática dista mucho de coincidir con la arquitectónico del objeto estético; es cierto que en ella entra la mayoría de las formas arquitectónicas, pero no todas, y junto con éstas coincide algo ajeno al objeto estético.

Las formas arquitectónicas fundamentales son comunes a todas las artes y a toda la esfera de lo estético: constituyen la unidad de ésta. Entre las formas composicionales de las diversas artes existen analogías, condicionadas por lo común de las tareas arquitectónicas, pero aquí también las particularidades de los materiales asumen sus derechos.

El planteamiento correcto del problema del estilo, uno de los problemas cardinales de la estética, es imposible sin una rigurosa diferenciación de las formas arquitectónicas y composicionales.

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