jueves

EL LIBRO OCULTO DE NIETZSCHE / MI HERMANA Y YO


DUODÉCIMA ENTREGA

CAPÍTULO CUARTO (II)

21

Los ricos dicen que el dinero no tiene verdadera importancia. No lo dan sólo de miedo a dañar, en aquellos a quienes pudieran darlo, el sentido de la apreciación de los valores. Personalmente, nunca quise dinero. Las únicas veces que pienso en él es cuando lo necesito.

22

En Leipzig me perfeccioné mucho espiritualmente, me masturbé ampliamente, y no frecuenté tanto a las prostitutas como debí hacerlo.

23

Prefiero ser un buen psicólogo antes que el Dios del Génesis.

24

Siento por Bismarck lo mismo que Moisés debió sentir por Amalek o Josué por Og, rey de Bashan. Sólo que como soy yo un ciudadano de Amalek, rompo huevos cada mañana con Og.

25

La ironía de mi vida es que elogio al fuerte, simpatizo con el débil y siento un amor inextinguible por los más menesterosos. Ésta es la contradicción imposible de mi vida que me reconcilia con mi actual convivencia entre los dioses menores.

26

Así como Alemania es la negación de Francia, Rusia es la negación de Alemania. Rusia tiene dos importantes ventajas sobre nosotros. Tiene más espacio donde pelear y más judíos con quienes batallar.

27

El mayor susto de mi vida lo tuve en 1866 cuando el cólera apareció a mi alrededor y huí de la ciudad. Ahora sé que es posible soportar mucho más que la rápida, violenta y nauseabunda muerte del cólera.

28

Muchas de las personas que he conocido, parientes en su mayor parte, que yo esperaba que me sobrevivieran, han muerto. Dios haría bien en vigilar a Su único laurel marchito.

Cuando recuerdo el incidente me pregunto qué hizo esa preciosa cantante rubia, Fraulein Raabe, de las canciones que escribí especialmente para ella y le mandé por correo. Estaba ansioso de tener algún contacto físico con su belleza, y ya que el deseo máximo que tenía en la mente era evidentemente imposible, opté por el camino de su deliciosa garganta. Pero es probable que desde el punto de vista del amor, no del digestivo, he elegido el más prescindible de sus orificios.

29

Siempre es un error llevarme a ver una obra teatral. Me río cuando no debo y cuando lloro durante la representación es justamente en el momento que se supone que nadie debe soltar una lágrima. En los espectáculos musicales soy siempre la encarnación de la sobriedad. Por eso es que, sabiendo que nada se espera de mí, no me fijo en nada en particular y perdono a todo el mundo y a todo. Quizás ése es el secreto por el cual Dios se alejó súbitamente del mundo al que durante tanto tiempo no le ha dado un profeta. Si es así, ¿no se debiera informar sobre esto al Papa?

30

La causa de mi oposición a los médicos de aquí, es especialmente su conversación, el vacío e inútil palabrerío que promueven sobre ellos y a su alrededor. Recuerdo un trabajo de puntadas y costuras perpetrado en mi anatomía cuando, siendo joven, y mientras montaba un caballo, fui arrojado contra el pomo de la montura y me lastimé el pecho y el costado. Sólo en esas oportunidades, cuando la carne está desgarrada y los huesos rotos, el médico es verdaderamente útil.

31

La soledad es lo que más me hace padecer aquí, aunque no es una sensación nueva para mí. Pero hay muchas clases de soledad. Existe la soledad de los lugares, la menos dañina de las soledades porque cuando se vive lejos de un lugar querido, nace la esperanza y el deseo de un futuro en el cual el espíritu humano puede felizmente confiar y trae consuelo. Existe también la soledad de una alta aspiración, la más bendita de las soledades, que involucra no sólo planes para sí mismo sino para la humanidad en general, y no necesita así cuidarse de las probables contrariedades que acarrea. Y por fin, está desgraciadamente la soledad que tiene una falta total de compensaciones, la soledad debida al fracaso del individuo para alcanzar un entendimiento común con el mundo. Ésta es la soledad más amarga de todas, la que corroe el corazón de mi existencia.

32

Cada artista es la alegre fortuna de los pocos que lo entienden. El artista ha nacido para su público y su público para él. A los ojos del cielo los dos son iguales. No incluyo a los adoradores del populacho que es tan detestable e inútil como la detestable canalla afectada por sus enamorados seudoartistas.

33

Mala gente viene a esta casa, y a la mala gente se le deja partir de ella.

34

He estado enamorado de dos mujeres, quizás sólo de una, y estoy tan alejado de los ángeles como siempre.

35

Recuerdo con respeto al padre que realmente nunca conocí, y sólo puedo pensar con desprecio en mi madre, aunque sé que no hay nada que no hiciera para darme consuelo y comodidad. Dios hace bien en esconderse detrás de Su pico en el monte Sinaí.

36

Para mantener expedito el tubo digestivo, cómanse ciruelas y estúdiese filología. Mientras reservé mis energías para la contemplación de las diosas frívolas de ordenados sonidos, gocé de buena salud y espíritu alegre. Sólo cuando troqué la filología por la filosofía me atacó la maligna progenie de Pandora. Pobre Rhode, que creía que me elevaba sobre el mundo cuando se me ofreció la primera cátedra de filosofía en Basilea.

37

Nada de lo que amo es bueno para mí. Ni siquiera la cerveza. Bebo sólo un vaso y ya quedo tan soñoliento que prefiero dormir a conversar.

38

A mis colegas profesores de la Universidad que se sentían satisfechos de su trabajo los llamaba lechuzas y topos. Para caracterizar a los rebeldes los hubiera debido llamar ratas. ¿No son acaso éstos los que minan la casa de la filosofía?

39

Una pelea entre filósofos debe tomarse tan en serio como una discusión filosófica entre dos albañiles.

40

Hoy tuve otra de esas conversaciones con mi hermana que ponen a prueba. Mi madre, como de costumbre, vino con ella y también como de costumbre se quedó en la puerta del consultorio en lugar de acompañarme en la visita.
¿Por qué esta amabilidad súbita?, le pregunté a Elisabeth.
Culpa tuya, Fritz, me respondió. La sacas demasiado de sí misma cuando la sometes a tu conversación. ¿No te imaginas que goza más estando aquí sin verte?
Puedes consolarte con el pensamiento de que tú sola me torturas por las dos.
¿Cómo te torturamos?
Espiándome. Mamá espía en la oficina mientras tú lo haces aquí. ¿Por qué no me dejáis en paz?
¿No quieres que vengamos más aquí?

Mi corazón empezó a fallar. La verdad es que no lo sé realmente.
De súbito me miró con agudeza y clavó en mis ojos su peligrosa mirada.
¿Escribes algo aquí?, me preguntó.
He escrito bastante sobre el mundo, le dije. Deja que el mundo escriba ahora sobre mí.
Eso ya sucede,
me aseguró. Brands y Strindberg no son ahora los únicos que proclaman tu genio. Hay otros, muchos otros. Hasta me han pedido que escriba mis impresiones sobre ti.
Me resultaba difícil creerlo.
¡A ti!
Sí, y me han ofrecido dinero también.
¡Pero no lo harás!
¿Por qué no?
No sabes nada de mí ni de mis ideas.
¿Quién puede saberlo mejor que tu propia hermana?
Sí, ¿y quién puede conocerme menos? Prométeme, Elisabeth, que no lo harás.

Dudó, y por un momento pareció que consentiría.
No puedo, dijo finalmente.
¿Y por qué no puedes?, pregunté.
Rió rápidamente.
¡Simplemente porque todavía no me he decidido, Fritz!
Un minuto después se había ido.

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