“LA BELLEZA SE PRODUCE EN TERRITORIOS DE LIBERTAD”
Daniel Corsino (Uruguay, 1950) se define como un autodidacta que empezó a proyectar su vocación vertebral de ayudar a vivir en una Comunidad de Vida Cristiana que co-fundó e integró durante años, impulsando un Centro Educativo y Social de ayuda a niños y adolescentes en situación de calle y riesgo social.
Es Psicólogo, Psicólogo Social, Logoterapeuta, Facilitador de Grupos de Aprendizaje, Coach Ontológico y Consultor en Empresas de Familia. Ha participado, además, en publicaciones ensayísticas colectivas orientadas por el grupo Ethos, junto a Arnaldo Gomensoro y Elvira Lutz.
En marzo de 2010 empezó su carrera de actuación en la Escuela de Cineastas del Uruguay, habiendo ya participado en una muestra conjunta.
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Daniel Corsino (Uruguay, 1950) se define como un autodidacta que empezó a proyectar su vocación vertebral de ayudar a vivir en una Comunidad de Vida Cristiana que co-fundó e integró durante años, impulsando un Centro Educativo y Social de ayuda a niños y adolescentes en situación de calle y riesgo social.
Es Psicólogo, Psicólogo Social, Logoterapeuta, Facilitador de Grupos de Aprendizaje, Coach Ontológico y Consultor en Empresas de Familia. Ha participado, además, en publicaciones ensayísticas colectivas orientadas por el grupo Ethos, junto a Arnaldo Gomensoro y Elvira Lutz.
En marzo de 2010 empezó su carrera de actuación en la Escuela de Cineastas del Uruguay, habiendo ya participado en una muestra conjunta.
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¿Cómo se concatenaron las etapas decisivas de tu formación psicopedagógica? Después de muchos años de experiencia como terapeuta, ¿qué te impulsó a inscribirte en los cursos de actuación de la Escuela de Cineastas del Uruguay?
Me gustaría empezar citando a Emmanuel Mounier: La persona sólo se desarrolla purificándose incesantemente del individuo que hay en ella. No lo logra a fuerza de volcar su atención sobre sí, sino por el contrario, volviéndose disponible. Y, por ello, más transparente para sí misma y para los demás. Todo ocurre, entonces, como si, no estando ya "ocupada de sí misma", "plena de sí misma", se tornase, y solamente entonces, capaz de acoger al otro, como si entrase en gracia.
Mi vida, más que como terapeuta, transitó sobre el rol de educador y de facilitador de procesos de aprendizaje. Esta distinción es fundamental. Mi vida estuvo marcada por profundas experiencias humanas y existenciales. Forma parte de una narrativa que modeló lo que estoy siendo actualmente como persona y como educador. Me ayudó a desarrollar mi vocación y mis intereses recreativos y artísticos. Alimentó un futuro lleno de oportunidades y desafíos y también de momentos de incertidumbres y de temor.
Nací en un barrio costero a metros de una hermosa playa, donde disfruté gran parte de mi infancia y juventud, en una familia “tipo” sin grandes sobresaltos. Un período signado por el juego callejero, el aire libre, la playa y una sensación de libertad y espontánea exploración de un amplio territorio que estaba descubriendo, muchas veces agresivo y violento, otros amigable y confiable.
Representaba mi hábitat natural ampliado. Una casa en un árbol (nuestro lugar en el mundo de la infancia), caminatas por la playa, basquetbol en un club tradicional barrial, una legítima escuela de la vida. Un breve pasaje por un instituto privado de educación, luego la escuela y liceo pública. Una vecindad amigable. Nada fuera de lo que experimentaban la mayoría de las familias uruguayas a principio de los 50.
Y ahora recuerdo a Sartre: Lo importante no es lo que los otros o las circunstancias han hecho de nosotros, sino lo que nosotros hacemos con lo que los otros o las circunstancias han hecho de nosotros.
Nací en un barrio costero a metros de una hermosa playa, donde disfruté gran parte de mi infancia y juventud, en una familia “tipo” sin grandes sobresaltos. Un período signado por el juego callejero, el aire libre, la playa y una sensación de libertad y espontánea exploración de un amplio territorio que estaba descubriendo, muchas veces agresivo y violento, otros amigable y confiable.
Representaba mi hábitat natural ampliado. Una casa en un árbol (nuestro lugar en el mundo de la infancia), caminatas por la playa, basquetbol en un club tradicional barrial, una legítima escuela de la vida. Un breve pasaje por un instituto privado de educación, luego la escuela y liceo pública. Una vecindad amigable. Nada fuera de lo que experimentaban la mayoría de las familias uruguayas a principio de los 50.
Y ahora recuerdo a Sartre: Lo importante no es lo que los otros o las circunstancias han hecho de nosotros, sino lo que nosotros hacemos con lo que los otros o las circunstancias han hecho de nosotros.
Nada ocurre por casualidad, lo producimos nosotros a nivel conciente o inconciente. Y la vida cambia, cambia en un instante común. Y para muestra un botón. Un domingo de verano, junto a un amigo, luego de intentar “romper” unos vidrios de una parroquia del barrio, fui invitado “amablemente” por una dirigente scouts a formar parte de la estructura del movimiento. A partir de ese momento y durante 25 años parte de mi educación y de mis vivencias más intensas, como también de mis sufrimientos, tuvieron su huella en la Asociación de Scouts Católicos del Uruguay.
En la adolescencia y juventud lo cotidiano para mí eran los viajes, los campamentos y una conversación flechada: revolución, compromiso, ideología política, cambio social, sueños por realizar, era el código de comunicación natural entre nosotros. En esta etapa de mi vida, marcada por un fuerte compromiso personal y social, la participación en cursos de formación en el país y en el exterior y los continuos viajes por América Latina y Europa nos llevó a tomar una decisión: vivir juntos, y compartir una vida de valores y de compromiso, fundando una Comunidad de Vida Cristiana.
Veintiuna personas vivimos juntos durante casi 10 años. Compartimos sentimientos, valores, objetivos, sufrimientos y miserias humanas, bienes materiales, muchos nos casamos, tuvimos hijos, otros finalizaron estudios, se definieron vocaciones y sentidos. A su vez como forma de testimoniar un compromiso concreto con la realidad de los niños y jóvenes de Uruguay, creamos el Hogar “La Frontera” en un campo de 15 hectáreas linderos a la Comunidad donde pasaron más de 1.000 niños y jóvenes en los años que tuvo vigencia la experiencia.
El contexto social y político era de mucha incertidumbre y radicalismos. En el país y en el continente se gestaba una polarización de movimientos ideológicos, políticos y sociales que llevó a quiebres institucionales y personales de mucha hondura sicológica y existenciales. La pregunta que me hacía en ese momento tenía que ver con el sentido de vida: ¿para qué estoy?, ¿cuál es mi compromiso con el cambio?, ¿alcanza con resistir?, ¿tengo que asumir algo más?
No hay nada casual, todo es generado por nosotros y para algo suceden. La decisión de crear la Comunidad y el Hogar nos protegió de otras opciones que para muchos no tenía retorno. Era un espacio de reserva ética, desarrollo estético, compromiso concreto y convivencia social. Nos daba cierto alivio que nuestro paso por la vida pudiera tener algún sentido, en un momento donde no había lugar para dilaciones, el compromiso era inevitable, la realidad nos interpelaba fuertemente.
Ante la situación límite que estaba viviendo y ante la responsabilidad asumida sentí una fuerte necesidad de estudiar disciplinas humanas y sociales como forma de acercarme a lo más profundo del ser humano. Aprendí a conocerme (autoconocimiento), a conocer al otro (descentrarme) e iniciar el camino hacia la autorregulación (gobierno de mí mismo). Logré percibir lo delicado de los vínculos y de las conversaciones entre los seres humanos.
Luego de dejar la Comunidad me integro, durante todos estos años, a varias instituciones de gran prestigio nacional y continental y continúo con mi empecinada costumbre de descubrir y plasmar, en lo concreto, el sentido de vida. Sigo estudiando y profundizando en la condición humana, sumando una perspectiva grupal, comunitaria, institucional, filosófica y estética.
La vida nos da sorpresas, pero suceden porque las generamos nosotros. Ante una consulta de rutina en vísperas de un viaje a Ushuaia, me descubren una imagen “extraña” en el pulmón. Para la perspectiva médica se trató de un hallazgo. Con esta amenaza, que fue certeza por un período de dos meses y para el 99% de los especialistas, conviví con la muerte. Al inicio me resistía, luego vino la aceptación, finalmente la declaración: no tenía nada, estaba sano. Es el poder médico, el poder sobre el cuerpo y los estados de ánimo y emociones de nosotros, “sus pacientes”. Un gesto, un monosílabo, un vocablo, una breve frase, que vuelque el profesional de túnica blanca, decide mundos posibles, construye realidades, genera miedos e incertidumbres, decide dónde se ubicará el delicado hilo que separa la vida de la muerte.
Junto a la alegría, la gratitud por estar vivo y contar, nuevamente, con todas las posibilidades de vivir la vida intensamente, en plenitud. Con esta noticia, junto a mi familia, emprendimos el Camino de Santiago, en España. Durante una semana, desafiando el cansancio, el frío, el calor y la lluvia, como también los buenos -y malos- humores, nos transformamos en peregrinos, para decirle sí a la vida.
Caminábamos entre 20 y 25 kilómetros por día. Nos sentíamos protegidos por la mirada profunda y silenciosa de aldeanos y campesinos. Su presencia nos hacía tomar conciencia de un pasado, que dejando sus mejores huellas, nos interpelaba y nos hacía reflexionar sobre nuestras vidas presentes y un futuro por construir. Una pregunta recurrente: ¿qué se puede hacer para otorgarle un sentido profundo y trascendente a nuestro paso por la tierra? Un mundo “líquido”, efímero, materialista, donde tener vale más que ser. Reafirmamos que otra vida es posible y no la imposición silenciosa de un modelo de convivencia despreciable, del use y tire, del zapping, donde todo vale y cuanto más rápido mejor.
Nos fuimos despojando día a día de lo que en algún momento creíamos importante para vivir. La mochila quedó por el camino. Nuestro cuerpo sano y nuestro espíritu en alto era lo único útil para continuar la peregrinación. El resto inservible. Interpelación a una vida que se llena de cosas innecesarias y se nutre de cuestiones intrascendentes. El Camino de Santiago nos mostró otra posibilidad. Sencillez, comunicación esencial, una mirada cómplice, una mano cariñosa, un abrazo solidario, signos de una vida eterna, profunda y bella.
Al entrar a la Catedral de Santiago de Compostela nos invadieron intensas emociones, el cansancio acumulado y el eterno agradecimiento se fundieron en un llanto nostálgico (me invadió la necesidad de seguir el camino) y lleno de agradecimientos por estar vivo, por compartir esta experiencia con mi familia, y por la oportunidad de crear mundo. Y es acá que la dimensión espiritual y estética se presenta con toda su evidencia de vida. La Catedral y lo simbólico de su representación nos hipnotizó con su belleza. Lloré, me emocioné; instante sublime, profundo y eterno; aún resuena en mí como una posibilidad, sé que es posible, sé que se puede llegar a ese lugar sagrado y está ahí como un tesoro a descubrir.
Este breve pero significativo pasaje de mi vida reafirmó mi compromiso por seguir estudiando y cultivando mi vocación y acompañar a personas y grupos en su empeño para clarificar y resolver problemas y confusiones, superando dificultades, identificando y disolviendo quiebres, definiendo cursos de vida, ayudando a descubrir sentidos de vida. Colaborando para crear condiciones para el cambio individual, de pareja, y de colectivos.
Mi trayectoria personal y profesional es una historia de compromiso con la dignidad humana, solidaridad social y responsabilidad profesional. Mis competencias profesionales y mi formación psicopedagógica están respaldadas en la experiencia, la capacitación permanente y en la convicción de que mi vocación está orientada a acompañar el crecimiento y el desarrollo de personas, grupos, empresas, redes, para que alcancen sus propios objetivos y logren resultados extraordinarios.
Mi opción por los cursos de actuación de la Escuela de Cineastas del Uruguay se inscribe en el proceso de autodescubrimiento y en el cultivo del espíritu. Descubrir, desarrollar y explotar dimensiones desconocidas hasta el momento por mí. Me estimula el proceso de aprendizaje y crecimiento. Seguir en el camino de la perfección humana. Desde siempre me pregunto ¿hasta dónde puede llegar las posibilidades humanas? ¿Será la búsqueda de la completud, en este caso a través del arte y la música, que siento el llamado de lo estético y mi integración en la Escuela? No sé, dejaré esta respuesta a la vida misma que me irá mostrando el camino.
En la adolescencia y juventud lo cotidiano para mí eran los viajes, los campamentos y una conversación flechada: revolución, compromiso, ideología política, cambio social, sueños por realizar, era el código de comunicación natural entre nosotros. En esta etapa de mi vida, marcada por un fuerte compromiso personal y social, la participación en cursos de formación en el país y en el exterior y los continuos viajes por América Latina y Europa nos llevó a tomar una decisión: vivir juntos, y compartir una vida de valores y de compromiso, fundando una Comunidad de Vida Cristiana.
Veintiuna personas vivimos juntos durante casi 10 años. Compartimos sentimientos, valores, objetivos, sufrimientos y miserias humanas, bienes materiales, muchos nos casamos, tuvimos hijos, otros finalizaron estudios, se definieron vocaciones y sentidos. A su vez como forma de testimoniar un compromiso concreto con la realidad de los niños y jóvenes de Uruguay, creamos el Hogar “La Frontera” en un campo de 15 hectáreas linderos a la Comunidad donde pasaron más de 1.000 niños y jóvenes en los años que tuvo vigencia la experiencia.
El contexto social y político era de mucha incertidumbre y radicalismos. En el país y en el continente se gestaba una polarización de movimientos ideológicos, políticos y sociales que llevó a quiebres institucionales y personales de mucha hondura sicológica y existenciales. La pregunta que me hacía en ese momento tenía que ver con el sentido de vida: ¿para qué estoy?, ¿cuál es mi compromiso con el cambio?, ¿alcanza con resistir?, ¿tengo que asumir algo más?
No hay nada casual, todo es generado por nosotros y para algo suceden. La decisión de crear la Comunidad y el Hogar nos protegió de otras opciones que para muchos no tenía retorno. Era un espacio de reserva ética, desarrollo estético, compromiso concreto y convivencia social. Nos daba cierto alivio que nuestro paso por la vida pudiera tener algún sentido, en un momento donde no había lugar para dilaciones, el compromiso era inevitable, la realidad nos interpelaba fuertemente.
Ante la situación límite que estaba viviendo y ante la responsabilidad asumida sentí una fuerte necesidad de estudiar disciplinas humanas y sociales como forma de acercarme a lo más profundo del ser humano. Aprendí a conocerme (autoconocimiento), a conocer al otro (descentrarme) e iniciar el camino hacia la autorregulación (gobierno de mí mismo). Logré percibir lo delicado de los vínculos y de las conversaciones entre los seres humanos.
Luego de dejar la Comunidad me integro, durante todos estos años, a varias instituciones de gran prestigio nacional y continental y continúo con mi empecinada costumbre de descubrir y plasmar, en lo concreto, el sentido de vida. Sigo estudiando y profundizando en la condición humana, sumando una perspectiva grupal, comunitaria, institucional, filosófica y estética.
La vida nos da sorpresas, pero suceden porque las generamos nosotros. Ante una consulta de rutina en vísperas de un viaje a Ushuaia, me descubren una imagen “extraña” en el pulmón. Para la perspectiva médica se trató de un hallazgo. Con esta amenaza, que fue certeza por un período de dos meses y para el 99% de los especialistas, conviví con la muerte. Al inicio me resistía, luego vino la aceptación, finalmente la declaración: no tenía nada, estaba sano. Es el poder médico, el poder sobre el cuerpo y los estados de ánimo y emociones de nosotros, “sus pacientes”. Un gesto, un monosílabo, un vocablo, una breve frase, que vuelque el profesional de túnica blanca, decide mundos posibles, construye realidades, genera miedos e incertidumbres, decide dónde se ubicará el delicado hilo que separa la vida de la muerte.
Junto a la alegría, la gratitud por estar vivo y contar, nuevamente, con todas las posibilidades de vivir la vida intensamente, en plenitud. Con esta noticia, junto a mi familia, emprendimos el Camino de Santiago, en España. Durante una semana, desafiando el cansancio, el frío, el calor y la lluvia, como también los buenos -y malos- humores, nos transformamos en peregrinos, para decirle sí a la vida.
Caminábamos entre 20 y 25 kilómetros por día. Nos sentíamos protegidos por la mirada profunda y silenciosa de aldeanos y campesinos. Su presencia nos hacía tomar conciencia de un pasado, que dejando sus mejores huellas, nos interpelaba y nos hacía reflexionar sobre nuestras vidas presentes y un futuro por construir. Una pregunta recurrente: ¿qué se puede hacer para otorgarle un sentido profundo y trascendente a nuestro paso por la tierra? Un mundo “líquido”, efímero, materialista, donde tener vale más que ser. Reafirmamos que otra vida es posible y no la imposición silenciosa de un modelo de convivencia despreciable, del use y tire, del zapping, donde todo vale y cuanto más rápido mejor.
Nos fuimos despojando día a día de lo que en algún momento creíamos importante para vivir. La mochila quedó por el camino. Nuestro cuerpo sano y nuestro espíritu en alto era lo único útil para continuar la peregrinación. El resto inservible. Interpelación a una vida que se llena de cosas innecesarias y se nutre de cuestiones intrascendentes. El Camino de Santiago nos mostró otra posibilidad. Sencillez, comunicación esencial, una mirada cómplice, una mano cariñosa, un abrazo solidario, signos de una vida eterna, profunda y bella.
Al entrar a la Catedral de Santiago de Compostela nos invadieron intensas emociones, el cansancio acumulado y el eterno agradecimiento se fundieron en un llanto nostálgico (me invadió la necesidad de seguir el camino) y lleno de agradecimientos por estar vivo, por compartir esta experiencia con mi familia, y por la oportunidad de crear mundo. Y es acá que la dimensión espiritual y estética se presenta con toda su evidencia de vida. La Catedral y lo simbólico de su representación nos hipnotizó con su belleza. Lloré, me emocioné; instante sublime, profundo y eterno; aún resuena en mí como una posibilidad, sé que es posible, sé que se puede llegar a ese lugar sagrado y está ahí como un tesoro a descubrir.
Este breve pero significativo pasaje de mi vida reafirmó mi compromiso por seguir estudiando y cultivando mi vocación y acompañar a personas y grupos en su empeño para clarificar y resolver problemas y confusiones, superando dificultades, identificando y disolviendo quiebres, definiendo cursos de vida, ayudando a descubrir sentidos de vida. Colaborando para crear condiciones para el cambio individual, de pareja, y de colectivos.
Mi trayectoria personal y profesional es una historia de compromiso con la dignidad humana, solidaridad social y responsabilidad profesional. Mis competencias profesionales y mi formación psicopedagógica están respaldadas en la experiencia, la capacitación permanente y en la convicción de que mi vocación está orientada a acompañar el crecimiento y el desarrollo de personas, grupos, empresas, redes, para que alcancen sus propios objetivos y logren resultados extraordinarios.
Mi opción por los cursos de actuación de la Escuela de Cineastas del Uruguay se inscribe en el proceso de autodescubrimiento y en el cultivo del espíritu. Descubrir, desarrollar y explotar dimensiones desconocidas hasta el momento por mí. Me estimula el proceso de aprendizaje y crecimiento. Seguir en el camino de la perfección humana. Desde siempre me pregunto ¿hasta dónde puede llegar las posibilidades humanas? ¿Será la búsqueda de la completud, en este caso a través del arte y la música, que siento el llamado de lo estético y mi integración en la Escuela? No sé, dejaré esta respuesta a la vida misma que me irá mostrando el camino.
Y ahora recurro a Goethe: Trata a un hombre como es, y seguirá siendo lo que es, trata a un hombre como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser.
Tanto Confucio como La Compañía de Jesús -para citar dos paradigmas de la prédica prospectiva hacia la “espiritualidad empresarial”- parecen reafirmar cada día con más fuerza la necesidad de un viraje hacia la transparencia sincera y no “de lobby” en los emprendimientos colectivos, si se quiere alcanzar un éxito fructífero a todo nivel. ¿Cómo se implementa el incremento de esa convicción en tus talleres?
Se hace inevitable ante semejante pregunta una breve mención al contexto socio-político de América Latina y del mundo. Entre otras cosas estamos frente al vértigo en los cambios, la transformación radical del mundo del trabajo (del trabajo manual a la era del conocimiento) con permanencias fugaces, relaciones interpersonales de corto plazo y sin compromiso, lenguaje virtual omnipresente, exclusión social, acumulación de riqueza, fuertes desigualdades entre sectores, explotación sin medida de nuestro habitat natural, la expropiación por parte del sector empresarial de los bienes que son de todos (el aire, el agua, etc.) para el provecho propio y privado, la desvalorización de lo estético y del arte, etc. Si existiera el infierno ya está entre nosotros.
No tengo dudas, que, a partir del cambio de época que estamos viviendo, tendremos que reinventar el mundo que queremos vivir y por ende el modelo de empresa y el perfil de emprendedor/a y liderazgo que conocemos hasta el momento. Debemos incorporar, con creatividad y apertura, nuevas ideas, competencias y actitudes. Tendremos que incorporar un nuevo marco de valores donde la ética de la responsabilidad extrema, el cuidado con uno mismo y los otros -mis hermanos- y el ambiente y los valores de cooperación e inclusión tengan que prevalecer ante otras formas de relación entre las personas y de estas con el entorno marcadas por la competencia, la irresponsabilidad, la explotación, la destrucción, la miseria.
En la nueva empresa y en los nuevos modelos de negocio la regulación interna ya no descansa sobre el mando y el control sino sobre la autonomía responsable y la autorregulación. Las claves de la productividad no descansan más sobre el estudio de tiempos y movimientos sino en el ejercicio de competencias conversacionales y en el conocimiento. Son organizaciones que cada vez más se orientan hacia la participación, la autogestión y el trabajo en equipo. Entienden el trabajo no manual como una red de conversaciones que se constituyen en una interrelación del lenguaje, emociones y cuerpo. Si esto es así, diseñar conversaciones sanas y productivas puede ser una de las habilidades más importante para una organización que tiene como tarea principal la inserción en un mercado altamente globalizado, multicultural y flexible.
La coordinación de acciones entre sus integrantes se vuelve uno de los principales activos de una organización. La confianza, en lugar del miedo, se convierte en la emocionalidad que en las empresas emergentes (y en la familia, en la pareja, en los grupos) regula las interacciones entre los individuos. El bienestar y el sentido valen más que la rentabilidad y la búsqueda del lucro.
La metodología de mis talleres recurre a la pregunta como herramienta central para generar procesos de aprendizaje. Por ejemplo, ante esta nueva mirada del empresario y la empresa nos preguntamos: ¿Existe un único modelo de empresa, existe un único modelo de empresario? O lo que es lo mismo: ¿Existe un único modelo de personas? Ya que antes que empresarios somos personas.
En principio podemos acordar que no. Cada persona es un ser diferente, único e irrepetible y responde a las distintas situaciones de vida de modo original. Cada uno es un observador distinto de la realidad. A priori, podemos acordar que todos y todas somos potenciales empresarios (y emprendedores) con la posibilidad de descubrir y desarrollar competencias personales orientadas a metas y a la definición de un perfil profesional y de negocio determinado con una perspectiva ética distinta.
Lo que fue puede dejar de serlo y transformarse en un modelo distinto, donde la articulación entre el conocimiento, necesario para la eficacia y eficiencia de los procesos productivos, se oriente por valores y una ética del respeto, el cuidado y la responsabilidad, desarrollando al mismo tiempo la perspectiva artística (estética), siendo esta una síntesis del espíritu organizacional, un acto de comunicación y una síntesis de sentido.
Se hace inevitable ante semejante pregunta una breve mención al contexto socio-político de América Latina y del mundo. Entre otras cosas estamos frente al vértigo en los cambios, la transformación radical del mundo del trabajo (del trabajo manual a la era del conocimiento) con permanencias fugaces, relaciones interpersonales de corto plazo y sin compromiso, lenguaje virtual omnipresente, exclusión social, acumulación de riqueza, fuertes desigualdades entre sectores, explotación sin medida de nuestro habitat natural, la expropiación por parte del sector empresarial de los bienes que son de todos (el aire, el agua, etc.) para el provecho propio y privado, la desvalorización de lo estético y del arte, etc. Si existiera el infierno ya está entre nosotros.
No tengo dudas, que, a partir del cambio de época que estamos viviendo, tendremos que reinventar el mundo que queremos vivir y por ende el modelo de empresa y el perfil de emprendedor/a y liderazgo que conocemos hasta el momento. Debemos incorporar, con creatividad y apertura, nuevas ideas, competencias y actitudes. Tendremos que incorporar un nuevo marco de valores donde la ética de la responsabilidad extrema, el cuidado con uno mismo y los otros -mis hermanos- y el ambiente y los valores de cooperación e inclusión tengan que prevalecer ante otras formas de relación entre las personas y de estas con el entorno marcadas por la competencia, la irresponsabilidad, la explotación, la destrucción, la miseria.
En la nueva empresa y en los nuevos modelos de negocio la regulación interna ya no descansa sobre el mando y el control sino sobre la autonomía responsable y la autorregulación. Las claves de la productividad no descansan más sobre el estudio de tiempos y movimientos sino en el ejercicio de competencias conversacionales y en el conocimiento. Son organizaciones que cada vez más se orientan hacia la participación, la autogestión y el trabajo en equipo. Entienden el trabajo no manual como una red de conversaciones que se constituyen en una interrelación del lenguaje, emociones y cuerpo. Si esto es así, diseñar conversaciones sanas y productivas puede ser una de las habilidades más importante para una organización que tiene como tarea principal la inserción en un mercado altamente globalizado, multicultural y flexible.
La coordinación de acciones entre sus integrantes se vuelve uno de los principales activos de una organización. La confianza, en lugar del miedo, se convierte en la emocionalidad que en las empresas emergentes (y en la familia, en la pareja, en los grupos) regula las interacciones entre los individuos. El bienestar y el sentido valen más que la rentabilidad y la búsqueda del lucro.
La metodología de mis talleres recurre a la pregunta como herramienta central para generar procesos de aprendizaje. Por ejemplo, ante esta nueva mirada del empresario y la empresa nos preguntamos: ¿Existe un único modelo de empresa, existe un único modelo de empresario? O lo que es lo mismo: ¿Existe un único modelo de personas? Ya que antes que empresarios somos personas.
En principio podemos acordar que no. Cada persona es un ser diferente, único e irrepetible y responde a las distintas situaciones de vida de modo original. Cada uno es un observador distinto de la realidad. A priori, podemos acordar que todos y todas somos potenciales empresarios (y emprendedores) con la posibilidad de descubrir y desarrollar competencias personales orientadas a metas y a la definición de un perfil profesional y de negocio determinado con una perspectiva ética distinta.
Lo que fue puede dejar de serlo y transformarse en un modelo distinto, donde la articulación entre el conocimiento, necesario para la eficacia y eficiencia de los procesos productivos, se oriente por valores y una ética del respeto, el cuidado y la responsabilidad, desarrollando al mismo tiempo la perspectiva artística (estética), siendo esta una síntesis del espíritu organizacional, un acto de comunicación y una síntesis de sentido.
En los talleres se profundiza en el ser humano que se desempeñará en el rol de empresario y/o emprendedor. Y nos surge inmediatamente la siguiente pregunta ¿el empresario/emprendedor nace o se nace? Lo que es cierto es que el ser humano es emprendedor por naturaleza. La única forma de sobrevivir es valerse por sí mismo. En este proceso transita de la heteronomía a la autonomía, incorporando, descubriendo y desarrollando ciertas características y rasgos emprendedores que permiten concretar proyectos, sueños, y darle un sentido a la vida haciendo lo que le gusta, desarrollando su vocación.
Las personas estamos dotadas de habilidades o capacidades para iniciar acciones o actividades que le signifiquen mantener su vida, desarrollarse y alcanzar niveles de mayor bienestar. Estas habilidades constituyen un patrimonio o herencia propia de la especie, mediante las cuales el ser humano ha desarrollado la sociedad humana, con todas sus limitaciones y virtudes.
Está en ellos, haciendo uso de su libertad para decidir sobre el curso que desea para su vida, y con responsabilidad, esfuerzo, trabajo, constancia, descubrir, aprovechar y potenciar esta condición humana y desarrollar al máximo su capacidad para emprender proyectos y negocios. Hay que decidir hacer algo para que ese algo se concrete y se haga realidad. Nadie puede decidir por otro.
Encuentra un trabajo que te guste (que te apasione), y no trabajarás un solo día más de tu vida. La sabiduría popular dice que “querer es poder” y quizá sea discutible, pero lo que sí parece cierto es que de poco sirve saber y poder si no se quiere hacer algo. Las anteriores respuestas se enfocan en las dos primeras pero nada dicen del motor que nos hace “querer”. El apasionado toma acción, se entrega, hace lo que sea necesario, se siente capaz de todo, busca y encuentra los recursos -económicos, temporales- para salvar los obstáculos, persigue hasta la extenuación su meta.
La pasión también acaba haciendo expertos. Por todo ello, la pasión casi se constituye en una garantía del resultado. No sólo eso. Lo más importante es que da sentido a la vida. Y tener algo que apasione es un antídoto automedicado (sin receta pero en este caso eficaz) contra la depresión, la infelicidad, el inmovilismo y la falta de sentido de vida. Quien tiene un para qué soporta cualquier cómo, decía Nietzsche.
La felicidad es un sentimiento de satisfacción y bienestar, complaciente de sí mismo, que no suele llevar a la acción ni a un objetivo. Frente a la pasividad de la felicidad, la pasión mueve a actuar y hacia la meta. Es el ingrediente secreto y diferenciador que distingue las personas que apenas han mejorado, de las que han logrado resultados extraordinarios, sorprendentes y muy por encima de sus expectativas. Pasión por algo, por alguien, o por la propia vida. He aquí a los y las verdaderos/as emprendedores/as (empresarios emprendedores) capaz de crear un nuevo modo de hacer empresa y estar en el mundo.
Y vuelvo a Sartre: Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer (amar) lo que uno hace.
En suma, a partir de una metodología vivencial, trato de facilitar talleres donde el empresario emprendedor descubra que es posible una interpretación distinta del ser humano que es, emergiendo en él una nueva persona que: 1) está disconforme con las circunstancias de su vida; 2) decide transformarse en una persona diferente; se rebela contra la pasividad y el conformismo de aceptar pasivamente “lo que le tocó vivir”, para iniciar el proceso de "irse convirtiendo en persona" y en un empresario innovador y transformador; 4) no cree en la suerte, ni en el destino, ni en la circunstancias, cree únicamente en su propia acción y sus decisiones (existo luego existo); 5) está convencidas de ser dueña de su destino y no víctima de las circunstancias; 6) es “modelo” de integridad, comportamiento ético y compromiso de responsabilidad total; 7) pone al servicio de la ética y la estética los conocimientos técnicos y los instrumentos operativos; 8) posee la energía, pasión y persistencia para convertir su idea de negocio en una historia de éxito e innovación; 9) está dispuesto a la autorregulación, la participación, la autogestión y el trabajo en equipo; 10) sabe que diseñar conversaciones productivas es una de las habilidades más importante para emprender una idea de negocio; 11) está abierto al aprendizaje de las habilidades de ejecución para llevar adelante el proyecto de negocio que se proponga.
Vivimos en una cultura global donde sigue predominando el miedo a la libertad de construir un camino personal hacia el “tesoro íntimo”. ¿Qué importancia le asignas a la búsqueda estética en la concreción de esta “zona sagrada”?
La estética, para mí, es una verdad absoluta y sublime, donde la sociedad se reconoce y hace síntesis en una obra de arte, llámese música, teatro, cine, pintura, trascendiendo la cotidianidad y la vulgaridad de la vida, creando sentidos. Es la expresión pública (con belleza) de los sentidos que una persona, grupo, sociedad quiere que sean reconocidos, es la forma que se dan los pueblos para la identidad. De ahí la importancia de no renunciar a la dimensión estética de la vida humana para darle sentido a la vida.
Toda expresión artística (estética) es una síntesis del espíritu y un acto de comunicación. La obra de arte es el resultado de una búsqueda interior para identificar y aprehender el sentido de las cosas, de la vida y de los modos de estar en el mundo con los otros. Surge de la admiración y la contemplación del mundo. Su finalidad es comunicar, convocar y contribuir a evocar nuevos sentidos, para darle sentido a la vida misma.
El arte es un acto ético, en cuanto busca recuperar y proteger el sentido de la dignidad del espíritu humano. En su esencia, el acto estético, cuando se hace con integridad, es transgresor, subversivo y se mueve en una zona de indecencia y desacato al “estado del momento actual” y al “establishment”.
Tengamos en cuenta además que el arte es uno de los productos de la autonomía personal y social. La belleza se produce en territorios de libertad. Si estamos sometidos, atemorizados o somos dependientes, el arte nace en aquellas zonas en las que el miedo, el amo o el tirano no pueden llegar. A veces en espacios marginales o clandestinos, como fueron el Jazz, el Blues, el Tango.
Formar en el arte es formar para la autonomía. Arte, Libertad, Ética, Democracia, Derechos Humanos, Autonomía, Convivencia Democrática, Belleza, Confianza… son bienes todos de la misma familia y habitan en los mismos territorios. La autonomía personal o social es el resultado combinado del autoconocimiento, la autoestima y la autorregulación.
El autoconocimiento proviene de saber de dónde venimos, quiénes somos y por qué somos como somos. Es aceptar que somos mestizos: somos América, somos Europa y somos África. Y en algunas regiones como Sao Paulo o Lima también somos Asia. El mestizaje se revela en todas nuestras expresiones artísticas y culturales: el cine, el teatro, la música, el canto, el vestido, la comida, la estructura del habla, la arquitectura, los ritos, los mitos, los carnavales, las fiestas religiosas; en el cortejo, en la artesanía, la literatura, el fútbol, etc.
La historia, la geografía y la literatura son materias que adecuadamente enseñadas son útiles para ayudar a comprender y entender este mestizaje que se inició hace 500 años. Pero es la formación y la educación artística la que permite que el estudiante perciba en su interior por qué es como es; que pueda sintetizar, sentir y admirar al mismo tiempo la Teoría de la Relatividad, la Gran Anaconda y el Candomblé; reunir en una sola conciencia las tres memorias euro-afro-americanas. El arte, por ser arte, es una síntesis espiritual, y la formación y educación artística es la mejor forma de llegar a esa síntesis como estado normal del espíritu.
La autoestima es un bien que nosotros no podemos construir por nosotros mismos, requiere de los otros para existir. Poder obtener y recibir el reconocimiento de los otros, de lo que somos y hacemos, es una de las formas de construir la autoestima. Muchos niños, jóvenes y por qué no adultos tenemos dificultades para comunicarnos dentro de los códigos sociales, ya sea por razones de clase social, étnicas, religiosas, psicológicas, grupo etáreo, opción sexual y de género, etc. Para ellos la expresión artística es el camino para recuperar la ruta de la comunicación y de la espiritualidad.
La autorregulación es la capacidad de darse orden a sí mismo para ser digno. Es la base de la gobernabilidad democrática, entendida como la capacidad de una sociedad de darse orden a sí misma para hacer posible su propia dignidad. La autorregulación es ciudadanía; ser ciudadano es tener la capacidad de crear, cuidar o transformar el orden social a favor de la dignidad humana.
La autorregulación es la base de la libertad. Sólo puede ser libre y responsable el que fundamenta su actuación en una autorregulación fundada en la dignidad humana (ética autónoma).
El arte es uno de los frutos de la búsqueda de la expresión autónoma. Toda obra de arte contiene una dosis de rebeldía, de búsqueda de espacios. La educación en el arte es una estrategia que contribuye a superar la actuación heterónoma (actuar por temor a la autoridad o la culpa) y fundar la actuación ética autónoma, porque la expresión artística obliga a recuperar ese espacio interior en donde podemos ser como queremos ser y estar donde podemos y debemos de estar.
Filósofos de todos los tiempos han expresado que la estética es el orden más elevado de la vida, al extraer de ésta su más grande valor. Este valor de la vida, esta cualidad de la estética, es la belleza. ¿Qué es la belleza y cómo la reconocemos? ¿Se hereda el sentido estético o lo adquirimos y lo desarrollamos? Todo logro magnífico del ser humano en cualquier aspecto de su esfuerzo ha estado apoyado por un impulso estético. ¿Transmitimos la idea de belleza a todas las cosas de nuestro mundo a las cuales llamamos hermosas o las cosas despiertan dentro de nosotros la conciencia de la belleza?
Sócrates dice que el amor es un mediador entre Dios y el hombre. Es la aspiración de lo incompleto hacia aquello que lo completará. Sócrates dice que el amor avanza paso a paso. Primero, existe el amor del cuerpo, la belleza física. Luego sigue la belleza de la mente y el alma. Finalmente, existe la belleza en sí misma, absoluta, separada, simple, eterna.
Platón nos dice que la alegría de la belleza es la imitación de la idea del bien. Esta idea está en armonía con el bien que concebimos. Poniéndolo de una manera simple, existen ciertos valores que concebimos como buenos. Entonces, lo hermoso es aquello que representa o está en armonía con las ideas del bien.
Kant dijo que lo hermoso tiene un carácter a priori. En otras palabras, la noción de lo hermoso es innata; es una cualidad que reside en el hombre. La forma que nos encanta tiene una relación externa con esta cualidad de belleza interna a priori que tenemos. No obstante, este sentido de belleza interno es amorfo. En consecuencia, no puede haber belleza que sea universalmente reconocida por todos los hombres. Expresado en forma simple, la plenitud de la belleza surge en conexión con los objetos que se relacionan armoniosamente con nuestra sensibilidad personal.
Por lo tanto, podemos hacer nuestro mundo más hermoso o podemos limitarlo a unos cuantos tipos de belleza física. La búsqueda de la belleza en la categoría estética de la vida empieza dentro de nosotros, cuando tocamos la “zona sagrada”. Comienza con el sentido y la comprensión de la armonía interna y la sensibilidad de nuestro ser. Por lo tanto, consiste en cultivar los sentimientos más sutiles y finos que poseemos, es indagar en nuestro inconciente es rescatar nuestros sueños.
Cuando nos emocionamos psíquicamente en meditación por estas sensaciones más sutiles, entonces buscamos exteriorizarlas. Deseamos hacer a la materia, al mundo físico, asumir un orden, una forma que complementará nuestros sentimientos internos. Cuando hacemos esto, la categoría estética de la vida es magnífica y nos proyecta hacia lo eterno y el infinito.
Los filósofos griegos ponían un ejemplo muy bonito. Un escultor empieza con un bloque de mármol. Entonces imprime físicamente sobre éste el ideal de belleza, la forma que ve y siente dentro de sí mismo. La estatua sólo se vuelve bella cuando corresponde a la belleza interna del artista; vuelca en ella todo el bien interior y el amor incondicional a la vida.
La estética, para mí, es una verdad absoluta y sublime, donde la sociedad se reconoce y hace síntesis en una obra de arte, llámese música, teatro, cine, pintura, trascendiendo la cotidianidad y la vulgaridad de la vida, creando sentidos. Es la expresión pública (con belleza) de los sentidos que una persona, grupo, sociedad quiere que sean reconocidos, es la forma que se dan los pueblos para la identidad. De ahí la importancia de no renunciar a la dimensión estética de la vida humana para darle sentido a la vida.
Toda expresión artística (estética) es una síntesis del espíritu y un acto de comunicación. La obra de arte es el resultado de una búsqueda interior para identificar y aprehender el sentido de las cosas, de la vida y de los modos de estar en el mundo con los otros. Surge de la admiración y la contemplación del mundo. Su finalidad es comunicar, convocar y contribuir a evocar nuevos sentidos, para darle sentido a la vida misma.
El arte es un acto ético, en cuanto busca recuperar y proteger el sentido de la dignidad del espíritu humano. En su esencia, el acto estético, cuando se hace con integridad, es transgresor, subversivo y se mueve en una zona de indecencia y desacato al “estado del momento actual” y al “establishment”.
Tengamos en cuenta además que el arte es uno de los productos de la autonomía personal y social. La belleza se produce en territorios de libertad. Si estamos sometidos, atemorizados o somos dependientes, el arte nace en aquellas zonas en las que el miedo, el amo o el tirano no pueden llegar. A veces en espacios marginales o clandestinos, como fueron el Jazz, el Blues, el Tango.
Formar en el arte es formar para la autonomía. Arte, Libertad, Ética, Democracia, Derechos Humanos, Autonomía, Convivencia Democrática, Belleza, Confianza… son bienes todos de la misma familia y habitan en los mismos territorios. La autonomía personal o social es el resultado combinado del autoconocimiento, la autoestima y la autorregulación.
El autoconocimiento proviene de saber de dónde venimos, quiénes somos y por qué somos como somos. Es aceptar que somos mestizos: somos América, somos Europa y somos África. Y en algunas regiones como Sao Paulo o Lima también somos Asia. El mestizaje se revela en todas nuestras expresiones artísticas y culturales: el cine, el teatro, la música, el canto, el vestido, la comida, la estructura del habla, la arquitectura, los ritos, los mitos, los carnavales, las fiestas religiosas; en el cortejo, en la artesanía, la literatura, el fútbol, etc.
La historia, la geografía y la literatura son materias que adecuadamente enseñadas son útiles para ayudar a comprender y entender este mestizaje que se inició hace 500 años. Pero es la formación y la educación artística la que permite que el estudiante perciba en su interior por qué es como es; que pueda sintetizar, sentir y admirar al mismo tiempo la Teoría de la Relatividad, la Gran Anaconda y el Candomblé; reunir en una sola conciencia las tres memorias euro-afro-americanas. El arte, por ser arte, es una síntesis espiritual, y la formación y educación artística es la mejor forma de llegar a esa síntesis como estado normal del espíritu.
La autoestima es un bien que nosotros no podemos construir por nosotros mismos, requiere de los otros para existir. Poder obtener y recibir el reconocimiento de los otros, de lo que somos y hacemos, es una de las formas de construir la autoestima. Muchos niños, jóvenes y por qué no adultos tenemos dificultades para comunicarnos dentro de los códigos sociales, ya sea por razones de clase social, étnicas, religiosas, psicológicas, grupo etáreo, opción sexual y de género, etc. Para ellos la expresión artística es el camino para recuperar la ruta de la comunicación y de la espiritualidad.
La autorregulación es la capacidad de darse orden a sí mismo para ser digno. Es la base de la gobernabilidad democrática, entendida como la capacidad de una sociedad de darse orden a sí misma para hacer posible su propia dignidad. La autorregulación es ciudadanía; ser ciudadano es tener la capacidad de crear, cuidar o transformar el orden social a favor de la dignidad humana.
La autorregulación es la base de la libertad. Sólo puede ser libre y responsable el que fundamenta su actuación en una autorregulación fundada en la dignidad humana (ética autónoma).
El arte es uno de los frutos de la búsqueda de la expresión autónoma. Toda obra de arte contiene una dosis de rebeldía, de búsqueda de espacios. La educación en el arte es una estrategia que contribuye a superar la actuación heterónoma (actuar por temor a la autoridad o la culpa) y fundar la actuación ética autónoma, porque la expresión artística obliga a recuperar ese espacio interior en donde podemos ser como queremos ser y estar donde podemos y debemos de estar.
Filósofos de todos los tiempos han expresado que la estética es el orden más elevado de la vida, al extraer de ésta su más grande valor. Este valor de la vida, esta cualidad de la estética, es la belleza. ¿Qué es la belleza y cómo la reconocemos? ¿Se hereda el sentido estético o lo adquirimos y lo desarrollamos? Todo logro magnífico del ser humano en cualquier aspecto de su esfuerzo ha estado apoyado por un impulso estético. ¿Transmitimos la idea de belleza a todas las cosas de nuestro mundo a las cuales llamamos hermosas o las cosas despiertan dentro de nosotros la conciencia de la belleza?
Sócrates dice que el amor es un mediador entre Dios y el hombre. Es la aspiración de lo incompleto hacia aquello que lo completará. Sócrates dice que el amor avanza paso a paso. Primero, existe el amor del cuerpo, la belleza física. Luego sigue la belleza de la mente y el alma. Finalmente, existe la belleza en sí misma, absoluta, separada, simple, eterna.
Platón nos dice que la alegría de la belleza es la imitación de la idea del bien. Esta idea está en armonía con el bien que concebimos. Poniéndolo de una manera simple, existen ciertos valores que concebimos como buenos. Entonces, lo hermoso es aquello que representa o está en armonía con las ideas del bien.
Kant dijo que lo hermoso tiene un carácter a priori. En otras palabras, la noción de lo hermoso es innata; es una cualidad que reside en el hombre. La forma que nos encanta tiene una relación externa con esta cualidad de belleza interna a priori que tenemos. No obstante, este sentido de belleza interno es amorfo. En consecuencia, no puede haber belleza que sea universalmente reconocida por todos los hombres. Expresado en forma simple, la plenitud de la belleza surge en conexión con los objetos que se relacionan armoniosamente con nuestra sensibilidad personal.
Por lo tanto, podemos hacer nuestro mundo más hermoso o podemos limitarlo a unos cuantos tipos de belleza física. La búsqueda de la belleza en la categoría estética de la vida empieza dentro de nosotros, cuando tocamos la “zona sagrada”. Comienza con el sentido y la comprensión de la armonía interna y la sensibilidad de nuestro ser. Por lo tanto, consiste en cultivar los sentimientos más sutiles y finos que poseemos, es indagar en nuestro inconciente es rescatar nuestros sueños.
Cuando nos emocionamos psíquicamente en meditación por estas sensaciones más sutiles, entonces buscamos exteriorizarlas. Deseamos hacer a la materia, al mundo físico, asumir un orden, una forma que complementará nuestros sentimientos internos. Cuando hacemos esto, la categoría estética de la vida es magnífica y nos proyecta hacia lo eterno y el infinito.
Los filósofos griegos ponían un ejemplo muy bonito. Un escultor empieza con un bloque de mármol. Entonces imprime físicamente sobre éste el ideal de belleza, la forma que ve y siente dentro de sí mismo. La estatua sólo se vuelve bella cuando corresponde a la belleza interna del artista; vuelca en ella todo el bien interior y el amor incondicional a la vida.
























3 comentarios:
Si todavía eres ese Daniel que conocí en Beijing, me da gusto saber que has seguido viajando y que literalmente has aprendido de la vida que en si misma es un viaje hacia nuestro interior.
Un abrazo desde Tepoztlán Morelos
Rosa D.Caudillo
FELICITACIONES!!!!! Comparto cada uno de tus comentarios y los aplico a mi vida en forma continua..........a pesar de las circunstancias. Creo en el Amor y en lo que ese sentimiento provoca encada una de nuestras acciones, pensamientos, estados.
Gracias por todo Daniel,por tu dedicación,por tu pasión en los talleres.Muy impactante desde todo punto de vista,personal ,profesional,y vivencial.Me quedo con lo que me trasmitiste, "Todo lo que hagamos que salga de adentro,que salga de nuestras entrañas" María Galiacoop
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