
ARTIGANES O PIERDAS
por HUGO GIOVANETTI VIOLA
El domingo 11 de julio de 2010 la revista argentina Olé presentó en portada a Diego Forlán festejando la espesura celeste con un puño levantado y un título despeinador: Artiganes o pierdas.
Y estos últimos días circula una infaltable devolución mundialista del juglar-star criollo Eduardo Galeano que, como el pulpo alemán, todavía sigue siendo atendido con religiosa reverencia (palabras del propio E.G.) por muchos desprevenidos.
La nota se titula El reino mágico y califica como un Mundial insólito al helado torneo de Sudáfrica 2010.
Como siempre, Galeano enhebra observaciones y reflexiones llenas de brillitos adobados por su ya insufrible ingenio de seductor utopista y encantadoramente desencantado. Un ritual masturbatorio y digno del atrapante consumismo salvaje, que, ay, sigue siendo capaz de incendiarnos la fe para vender tristeza.
Y, como siempre, para hablarlo en Vallejo, a Galeano le falla la tonada.
Tómeselo con calma, me recomendó una vez Manolita Piña de Torres García, riéndose tintineantemente de estos vates culturosos: Pasó toda la vida. Y conviene recordar que la propia palabra in-genio define a su cultor: un no-genio. ¿Es divertido, no?
Pero hay frivolidades que, como la pelota que atajó Suárez, no pueden embolsar las sacrificadas redes de una comunidad que lucha por construir su coherencia.
Galeano, por ejemplo, le agradece al equipo uruguayo su digna no rendición no apta para cardíacos con este insólito párrafo: Numerosos uruguayos, que parecíamos condenados a morir de aburrimiento, celebramos ese riesgo, y las calles del país fueron una fiesta.
Y al final de la nota nos enteramos que se pasó un mes encerrado tomando cerveza y mirando los 64 partidos en su sillón preferido, y que ahora extraña hasta la insoportable letanía de las vuvuzelas. Porque se siente frito.
Bueno, carajo: esta clase de estupideces tóxicas no pueden perforar impunentemente nuestra vulva histórica sagrada.
Primera precisión clave: Uruguay fue el único equipo capaz de dotar a este aburridísimo Mundial de una verticalidad flamígera que simboliza invencibilidad y Purificación al mismo tiempo: Artiganes o pierdas. Lo reconoció la prensa y el agite popular del mundo entero.
Segundo: Galeano considera todopoderosa a la burocracia de la FIFA y se queja de la desobediencia de la Jabulani. Y eso no es verdad. Porque la corrupción arbitral que nos robó el partido contra Holanda no fue más poderosa que la magia celeste: el equipo de Tabárez terminó por pintarle un asombro deslumbrado a la palidez del vacío existencial que congela a una gran parte de la humanidad, incluido Eduardo Galeano. Y la podrida Jabulani tuvo que obedecer a la genialidad y el sacrificio del finalmente coronado mejor jugador del mundo: el Rubio Jefe. Tabárez explicó en una conferencia de prensa que Forlán, en vez de quejarse, se pasaba tres o cuatro horas practicando solo para exorcizar a la tan temida guinda. Y pumba: los clavó.
Está escrito hace siglos: Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los elegidos.
Claro que si el supuesto elegido se siente el mismísimo Dios y tiene capilla y todo, como el señor Diego Armando Maradona, ni el fabuloso Lionel Messi puede jugar tranquilo con Él al lado. Pero insólitamente, Galeano alaba la abrazadora bienvenida que recibió el payaso-títere de los Kirchner, y habla de una multitud que cree en cosas más importantes que el éxito o el fracaso. Lo triste es que es gracioso. ¿En qué carajo creen los mercenarios idólatras de Maradona? Dame nada más que un pedacito de la farándula argentina y enfureceré a las galaxias.
Y para colmo de la hipocresía, nuestro juglar criollo se la agarra con el desgano del divo number one del marketing: Y dicen que Cristiano Ronaldo estuvo, pero nadie lo vio: quizás estaba demasiado ocupado en verse.
Menos mal que se olvida del Niño Torres, que jugó unos minutitos del alargue de la final y enseguida se despatarró como si estuviera embarazado de ocho meses, aunque a la hora de levantar la Copa brincó como en un kidergarten.
Pasa, señor Galeano, que vivir seduciendo degenera en hastío. Para qué recordárselo.
Tercero y último: ¿qué significa ser el mejor equipo del torneo? Lo que interesa no es que sea justo el título que ganó España. Interesa interesar. Y revolucionar. Las consignas políticas se jubilan, pero las banderas espirituales no.
Artiganes o pierdas.
Y estos últimos días circula una infaltable devolución mundialista del juglar-star criollo Eduardo Galeano que, como el pulpo alemán, todavía sigue siendo atendido con religiosa reverencia (palabras del propio E.G.) por muchos desprevenidos.
La nota se titula El reino mágico y califica como un Mundial insólito al helado torneo de Sudáfrica 2010.
Como siempre, Galeano enhebra observaciones y reflexiones llenas de brillitos adobados por su ya insufrible ingenio de seductor utopista y encantadoramente desencantado. Un ritual masturbatorio y digno del atrapante consumismo salvaje, que, ay, sigue siendo capaz de incendiarnos la fe para vender tristeza.
Y, como siempre, para hablarlo en Vallejo, a Galeano le falla la tonada.
Tómeselo con calma, me recomendó una vez Manolita Piña de Torres García, riéndose tintineantemente de estos vates culturosos: Pasó toda la vida. Y conviene recordar que la propia palabra in-genio define a su cultor: un no-genio. ¿Es divertido, no?
Pero hay frivolidades que, como la pelota que atajó Suárez, no pueden embolsar las sacrificadas redes de una comunidad que lucha por construir su coherencia.
Galeano, por ejemplo, le agradece al equipo uruguayo su digna no rendición no apta para cardíacos con este insólito párrafo: Numerosos uruguayos, que parecíamos condenados a morir de aburrimiento, celebramos ese riesgo, y las calles del país fueron una fiesta.
Y al final de la nota nos enteramos que se pasó un mes encerrado tomando cerveza y mirando los 64 partidos en su sillón preferido, y que ahora extraña hasta la insoportable letanía de las vuvuzelas. Porque se siente frito.
Bueno, carajo: esta clase de estupideces tóxicas no pueden perforar impunentemente nuestra vulva histórica sagrada.
Primera precisión clave: Uruguay fue el único equipo capaz de dotar a este aburridísimo Mundial de una verticalidad flamígera que simboliza invencibilidad y Purificación al mismo tiempo: Artiganes o pierdas. Lo reconoció la prensa y el agite popular del mundo entero.
Segundo: Galeano considera todopoderosa a la burocracia de la FIFA y se queja de la desobediencia de la Jabulani. Y eso no es verdad. Porque la corrupción arbitral que nos robó el partido contra Holanda no fue más poderosa que la magia celeste: el equipo de Tabárez terminó por pintarle un asombro deslumbrado a la palidez del vacío existencial que congela a una gran parte de la humanidad, incluido Eduardo Galeano. Y la podrida Jabulani tuvo que obedecer a la genialidad y el sacrificio del finalmente coronado mejor jugador del mundo: el Rubio Jefe. Tabárez explicó en una conferencia de prensa que Forlán, en vez de quejarse, se pasaba tres o cuatro horas practicando solo para exorcizar a la tan temida guinda. Y pumba: los clavó.
Está escrito hace siglos: Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los elegidos.
Claro que si el supuesto elegido se siente el mismísimo Dios y tiene capilla y todo, como el señor Diego Armando Maradona, ni el fabuloso Lionel Messi puede jugar tranquilo con Él al lado. Pero insólitamente, Galeano alaba la abrazadora bienvenida que recibió el payaso-títere de los Kirchner, y habla de una multitud que cree en cosas más importantes que el éxito o el fracaso. Lo triste es que es gracioso. ¿En qué carajo creen los mercenarios idólatras de Maradona? Dame nada más que un pedacito de la farándula argentina y enfureceré a las galaxias.
Y para colmo de la hipocresía, nuestro juglar criollo se la agarra con el desgano del divo number one del marketing: Y dicen que Cristiano Ronaldo estuvo, pero nadie lo vio: quizás estaba demasiado ocupado en verse.
Menos mal que se olvida del Niño Torres, que jugó unos minutitos del alargue de la final y enseguida se despatarró como si estuviera embarazado de ocho meses, aunque a la hora de levantar la Copa brincó como en un kidergarten.
Pasa, señor Galeano, que vivir seduciendo degenera en hastío. Para qué recordárselo.
Tercero y último: ¿qué significa ser el mejor equipo del torneo? Lo que interesa no es que sea justo el título que ganó España. Interesa interesar. Y revolucionar. Las consignas políticas se jubilan, pero las banderas espirituales no.
Artiganes o pierdas.

























No hay comentarios:
Publicar un comentario