(reportajes recuperados)
La primera edición de este reportaje verdaderamente perseguido por TATIANA OROÑO fue publicada en Jaque el 19 de abril de 1985. Nueve años después lo reditábamos en el Nro 2 de la revista Fundación precedido por esta introducción: El 23 de junio fue inaugurada la esperada muestra antológica de Augusto Torres (1913-1992) en el Museo Torres García. La organización correspondió a la Embajada de España y al Instituto de Cooperación Iberoamericana, exponiéndose obras fechadas entre 1936 y 1991. Los cuatro pisos del Museo Torres García y parte del Cabildo de Montevideo pasaron a albergar entonces pinturas, maderas y dibujos de uno de nuestros más grandes plásticos. Aunque uruguayo por adopción, Augusto Torres consolidó su más nítido perfil de frente al río marrón y el frutal oro pálido que enamoraron a Borges. Este es nuestro homenaje.
H.G.V.
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“UNA PINTURA QUE NO TENGA ESTRUCTURA… NO VA”
por TATIANA OROÑO
“Una vez vinieron Maneco y Maggi -muy jovencitos- a casa y se llevaron unos poemas bastantes raros de mi padre: para publicarlos en la revista Apex, creo…” (a ver Maggi, si Ud. se acuerda y nos da la pista hazañosa de esos versos de Torres García).
Terminábamos con esta inesperada evocación, la entrevista con AUGUSTO TORRES -apagado ya el grabador que tanto costó que aceptara prendido- durante el segundo encuentro que tuvimos para lograr esta nota. Entre el primero y este último, Augusto hizo un viaje de estudios por México y Estados Unidos de cuyos resultados todavía no quiere hablar: Augusto es supersticioso y no menta al diablo -si el diablo es dar por hecho lo que se proyecta- pero es un hombre de palabra, y se compromete a darnos la primicia, cuando llegue el momento. Cosa que así será: doy fe, después de haber sorteado el difícil camino del reportaje a un pintor que no los concede así nomás. Porque se niega a la curiosidad periodística con la misma obstinación con la que pinta. Tan irreductible como la fe con la que cree en la pintura.
Jacques Lassaigne (Presidente de Honor de la Asociación de Críticos de Arte) valoró el suyo como un “arte de resultados, arte de atmósfera, intensamente sentida, que ignora las formas aprendidas y los léxicos ya formulados, que no hace uso de grafismos inútiles para marcar intenciones o intervenciones exteriores. Cada color puesto sobre la tela es como la aproximación de matices distintos y a veces opuestos. Ella parece inventada, realmente nueva, y es su consistencia, su densidad que califica las formas, mejor que los contornos de esas mismas o las apariencias que ellas revisten. Así, el universo del cual esta pintura nos revela el secreto, en sus fragmentos como en su concepción de conjunto, encuentra su espíritu y su significación en su sustancia misma”.
Conociste a Mondrian, Van Doesburg, Arp… Has viajado y pintado toda una vida. ¿Cuál es la situación actual de la pintura?
Se vive un momento de crisis: no hay una orientación, una búsqueda determinada, clara, como la de los impresionistas, la de los cubistas o la de los fauves…
¿Qué cosas buscaban ellos?
Los impresionistas se querían escapar de la pintura académica y salieron al aire libre, a hacer pintura de la luz. Encontraron una serie de soluciones técnicas a su problema y aunque la paleta se hizo clara, colorida en relación a las pinturas anteriores, el concepto de pintura renacentista quedó.
Los que siguieron más profundamente a Manet fueron Cézanne -que quiso llevar el cuadro no tan de acuerdo a la visión óptica sino poniendo un sentido más de estructura, construyendo y salvando los valores plásticos- y los postimpresionistas como Van Gogh y Gauguin ya empezaron a dibujar las cosas con líneas, pero sin abandonar la tradición.
Los cubistas se orientan en otra dirección, una pintura más geométrica, y destacan los valores plásticos más profundamente y llegan a una abstracción… pero sigue el concepto de la pintura al ordenar el cuadro, estableciendo ritmo, estructura, relaciones de los volúmenes, del color y todas esas cosas…
Y con el Neoplasticismo se llega a la abstracción total. Kandinsky fue el primer no figurativo. Mondrian divide el cuadro en secciones -la línea y el plano- buscando un equilibrio…
Aunque Torres García opinó que “Mondrian resolvió otro problema, pero no el de la pintura…”
Sí; él resolvió el problema de la pintura llevado al extremo límite. Al final quedó la línea y el plano de color: eran los elementos plásticos por excelencia. A partir de ahí se esperaba que eso evolucionara hacia otra cosa.
¿Y evolucionó?
No, no evolucionó. Se quedó allí porque había llegado al límite de su búsqueda. Además, por la mitad se metió el Surrealismo que trajo todo ese despertar del inconsciente, la intuición y esos valores que no se pueden codificar; esa reacción contra la inteligencia, la lógica, la razón y todo eso que hace que uno se puente entender, ¿no? Si no estaríamos todos locos.
¿Una ruptura o una pérdida de aquella orientación estructuradora?
Bueno, rompieron con la tradición abstracta pero aportaron una libertad… Contra la actitud que tenían los abstractos de que las cosas tenían que ser razonadas y todo eso, volvió a ponerse sobre el tapete el misterio de las cosas del mundo, la propuesta de una pintura que fuera la representación de lo que uno no ve pero sabe que existe. En fin, los tres tenían razón.
Razones…
No, no; razón. Porque una pintura que no tenga estructura no va; una cosa que no tenga ese misterio, es poesía, no va tampoco, y una pintura que no tenga calidad plástica, donde no haya una comprensión de la materia -como la que demostraron los fauves (reivindicadores del “temperamento” del pintor)-, una pintura que no deje expresarse a la materia, es también un arte que no va.
En este repaso va implícita una concepción del arte, ¿del arte ideal o del cuadro concreto?
Del arte como ideal. A partir de allí hay que ir a lo que uno busca. Yo creo que uno busca la suma, en arte, de ciertas cosas, pero la tiene que resolver plástica y pictóricamente: ahí no va lo literario-descriptivo. Figurativo, puede ser, porque abstracción no requiere decir no figuración y justamente UNO BUSCA LO ABSTRACTO, que es lo concreto que hay; lo real que hay en el cuadro (aunque éste sea figurativo). Yo pinto para resolver eso como yo lo entiendo. Y eso son mis cuadros. Si en ellos se resuelve eso lo tienen que juzgar los otros, no yo.
Desde el punto de vista de la obra: ¿cómo se exterioriza esa crisis de la pintura?
Hace treinta años vi los primeros tachistas -Pollock y otros que hacían manchas-; el Pop-art; los gestualistas, influidos por ciertas tendencias orientales; todo el informalismo de la post-guerra, que era un irse abajo con todas las cosas que habían hecho los otros, porque se buscaban texturas, nada más; o el gesto del momento. Siendo un arte que, para mí, no tocaba la pintura en su estado más esencial. A mí no alcanzaron a interesarme.
Esa polarización del cuadro, ¿no estaría anunciando una necesidad de libertad obturada por la guerra?
A un individuo que practicó la estructura y la construcción del cuadro, el informalismo no le viene bien. Yo no la podía sentir, aunque he reconocido valores, cono el color de Tapies. Pero así como a Picasso no le influyó, tampoco a Chagall y todos siguieron en lo suyo. Nosotros seguimos en la línea del Taller, en Nueva York, en Barcelona y aquí.
¿Qué había pasado aquí, a partir del 34, cuando llegó Torres García y recuperó “la luz blanca” de Montevideo?
Mi padre planteó la cosa aquí de la siguiente manera: lo primero es hacer una estructura. Lo cual quiere decir ir a lo abstracto; irla depurando para que en ese mundo entrara lo abstracto. Es decir, resolver una relación: el ritmo, que debe sentirse como una cosa viva, que tiene la función de unificar todo aquello conformando una totalidad.
Estructurar es construir, construir es relacionar. Es lo que decía Braque: “lo que interesa no son los objetos sino las relaciones entre ellos”, y aunque los objetos no aparecieran, quedarían las relaciones entre otros elementos plásticos constitutivos: manchas o líneas…
Lo que también planteaba la Lingüística al abordar la lengua como sistema…
Fíjate que un cuadro debe tener un desequilibrio en el cual tú equilibres; pero siempre se está al tris de desequilibrarse y siempre se equilibra por lo que pones. Es un equilibrio dinámico que es la vida del cuadro. Por eso los buenos cuadros siempre son jóvenes (y eso no lo puede matar nadie).
Yo diría que en tus trabajos -además de una “techné”- se advierte la presencia de una música de la pintura.
Te voy a decir lo que pasa: el arte se aprende mirando afuera: tanto la realidad te impresiona, como los cuadros te impresionan. Así se aprende a pintar: mirando cómo pintaban los otros. Imposible que un pintor pinte algo que no tenga relación con algo que ya está, no se puede.
Y el pintor que se enfrenta con los cuadros hechos, resueltos, tiene que profundizar en ellos hasta que encuentra la raíz de aquello. Hasta ver qué cosas son las esenciales; qué es lo que juega en ese cuadro, qué es lo más vivo y lo que tiene menos la personalidad del pintor que lo hizo… Es a esas cosas que en todas las artes existen, a esas cosas las tiene que encontrar si quiere hablar él, algo; entonces, en aquel momento el pintor conquista la libertad, pero sólo si hace eso, si no…
¿Podrías decir qué cosas son esas constantes, esos universales semánticos del arte?
Hay una cosa que es así; los pintores nacen, no se fabrican. Un poeta no se fabrica. Entonces, el que lo sea tendrá la capacidad de ser perceptivo a las cosas que son “la pintura”, “la poesía” o “la música”. Por eso decía Rubinstein cuando le preguntaban cómo veía a los virtuosos de su época: “son técnicamente impecables, pero he de decirles que la música es otra cosa…”.
Y la pintura se puede hacer muy bien, pero si no está esa otra cosa no se puede explicar porque es inefable… agrega todo lo que quieras pero de ahí no sale nada…
Y eso no se puede explicar en lenguaje: se puede buscar, se busca -hay mil maneras- porque los hombres hicieron constantes de ciertas proporciones, de ciertas cosas, leyes armónicas; pero también, si el que las emplea no las sabe hacer cantar, ¿qué hace? Porque por más “bien” que lo hagas, si no hacés que ellas “estén vivas”, que tengan un lenguaje adentro de ellas que las unifique, que creen una armonía…
Porque en el fondo se trata de eso: de unificar todas esas partes, para que aquello quede armónico y que evada del peso que tiene la realidad.
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