una blognovela de
HUGO GIOVANETTI VIOLA
adaptada para el cine por
ÁLVARO MOURE CLOUZET
HUGO GIOVANETTI VIOLA
adaptada para el cine por
ÁLVARO MOURE CLOUZET
OCTAVA ENTREGA
29 / LA LOBA
Leonardo Regusci le pasó el trapo al mosaico, y apenas accionó el pestillo para volver al dormitorio escuchó gruñir:
-Dejá la luz prendida y quedate allí. Desnudo.
El muchacho se sacó el short y la camisa mientras la neblina de los cigarrillos derramaba altamente en el baño.
-¿Y tampoco te acordás lo que hacía la Tantriste con la bolsa, director de laTorre / Laboratorio de Artes?
-Calentaba un revólver.
-Para felatiarse salado. Hasta que se limpió. Ruleta rusa, pibe: Admitió, sin vergüenza, la farsa que estaba cumpliendo. Luego escuchó, sin prisa, sin miedo, los tres golpes fallidos del percutor. Escuchó, por segundos, el cuarto tiro de la bala que le rompía el cerebro. Sin entender, estuvo un tiempo en la primera noche y la luna, creyó que volvía a tener derramado en su garganta el sabor del hombre, tan parecido al pasto fresco, a la felicidad y al verano. Avanzaba pertinaz en cada bocacalle del sueño y el cerebro deshechos, en cada momento de fatiga mientras remontaba la cuesta interminable, semidesnuda, torcida por la valija. La luna continuaba creciendo.
-Qué querés.
-Bueno, acabo de pajearme en paz. ¿Y vos qué hacías en el agua? Te escuché sacar la cabeza tres veces como si te asfixiaras.
-La cosa viene brava.
-Y me imagino que conocés un cuento de Cheever que se llama El tren de las cinco y cuarenta y ocho. ¿Eh? Contestá, carajo.
-Lo conozco, Señora.
-No me digas más así. Y tirate al suelo rápido. Rápido, carajo. Dale. Y ahora chupá el barro de mi palacio o me ruleteo como la Tantriste. Me cansé de odiar todo.
Entonces el muchacho se arrodilló a besar una baldosa espejando infantilmente la explosión de luciérnagas que provocó el yesquero en los ojazos y los pezones y el revólver con el que se apuntaba la mujer-loba y murmuró:
-Perdón.
-Perdón no. Hay que ser santo. ¿Querés hablar con Dios o que te la chupen los contratistas?
-Tengo que trabajar.
-Se baila en cualquier lado.
-Yo no voy a abandonarte.
-Bueno, ahora vení y haceme sentir como si fuera una luna invisible, degenerado. Yo ya sé que eso es lo único que te importa, aunque la tenés más parada y más mojada que un delfín en La Florida.
Leonardo Regusci apagó la luz del baño y después que se acostó a tientas contra la ventana empezó a frotar el perfil montañoso de la mujer, que sonrió aplastando el cigarrillo y dejó el Smith and Wesson y la bolsa en el suelo.
30 / ATEOS
Al otro día Leonardo encontró a Federica y al representante de Senequilla esperándolo en la casona con cuatro botellas de tinto frutado.
-Don Maldito quedó entusiasmadísimo con el ping-pong tanático, Flaco Jefe -se frotaba las zarpitas sin poder creerlo Franco.
-A lo mejor termino montándome un delirio de místico y todo -pareció ilusionársele la dentadura obscenamente flamante al empresario-cadáver. -Me contaba Sabina que hasta la Chavela Vargas anda hablando del túnel donde la espera Cristo. ¿No es fatal? La Chavela.
-Lo que debe haber sido fatal para genios como Sabina o el Silvio fue tener que jugar al ateísmo de segunda mano durante medio siglo -ensilló el mate Leonardo. -Yo no pienso tomar a esta hora. ¿No grabamos dentro de un rato?
-Un ping pong, por favor -destapó dos Don Pascual el viejo mal teñido. -Se lo ruego, maestro.
-A mí váyanme a buscar a la oficina -se ajirafó biliosamente Federica y aulló antes del portazo: -Esto es peor que la jaula de las locas. Enamorás a un pueblo, desgraciado de mierda.
Entonces Leonardo Regusci se sentó a lo Buda en el rincón de los graffiti y besó su botella con más piedad que asco:
-Ella por lo menos es una santa de Satanás, don Maldito. ¿Vos sabés que hasta a Robespierre le repugnaba el ateísmo?
-Yo no tengo cultura -se chorreó la corbata el contratista ordeñando el Don Pascual. -Sabina y Silvio torean hasta cagando, pero a mí lo único que me enseñaron fue a contar pesetas y a reírme de la religión. Y ya no aguanto el miedo.
-¿Viste La noche oscura de Saura?
-Fui hasta amigo de Carlos. Pero me parece que él tampoco cree de verdad.
-Está escrito: Un segundo de amor te vuelve puro amor. Creer de verdad es eso. Saura y Sabina y Silvio son santos con muñones.
-¿No me podrías llevar a la Torre de Maldonado?
-Lo único que hay que hacer es adorar sin condones, Maldito.
-Sin condones.
-Trabajar aunque te maten.
En ese momento sonó el celular de Franco y el homúnculo gruñó un Pa sin desprenderse de la teta tanática y al final anunció:
-Federica acaba de encontrar muerto al gordo en el estudio.
-Era cuestión de días. Ahora tenemos que comprar otras cuatro botellas -saltó el muchacho persignándose. -Me pidió que lo veláramos así. Y me dejó escrita la lista de toda la música que quiere oír en el estudio y en el cementerio. Lo que no sabe es que yo además le tengo preparada una sorpresa.
Franco ayudó a pararse a Maldito con una risa sucia:
-¿Ves? Ya estás aprendiendo que la muerte no existe.
31 / ALARMA
Tannat dejó encargado que lo velaran en el estudio entre cuatro botellas y sin que dejaran de sonar las mejores canciones que había grabado en los últimos treinta años.
-Acababa de cumplir los sesenta y creo que no tenía familia -le comentó Leonardo a Maldito al amanecer, cuando quedaba nada más que Franco durmiendo en la oficina. -Y lo único que llegó a contarme de la niñez fue que la madre le compraba los cucuruchos vacíos de los helados para que no se resfriara con la crema.
-¿Y este tío tenía fe?
-Se tenía fe para para peinar la desesperación. Él casi no conocía gente que no se dedicara a la música y lo único que le importaba era que grabaran bien y se calmaran. A Tannat la belleza de las canciones nunca le pareció lo principal. Lo que tenía era un poder de alarma infalible para saber si alguien traía el corazón al estudio. Y yo hasta terminé componiendo un tema sobre eso. ¿Querés oírlo?
-Hala, loco.
-Se llama Hombre-Alarma -apagó el compactero de la cabina y desenfundó su guitarra Leonardo. -Demoré meses en entender lo que estaba escribiendo pero al final parí de nalgas y la metimos en mi segundo disco.
Y acomodó una banqueta frente al ataúd para cantar ojicerradamente:
-Es una sonrisa de baldosas flojas / un puesto de frutas abajo de un sombrero. / Un piano a piñas / un tsunami de alcohol / los ojos atrás de una bicicleta estrellada. / El miedo hizo su hormiguero ahí / quién es tan puro hasta el dolor / yo que sólo he sido Dios mío el Hombre-Alarma. / El infierno está cinco estrellas / es un compost cada corazón Dios mío / es el Hombre-Alarma. / Planchando su angustia / amasando quejas / tosiendo telarañas / tejiendo su ternura. / Es una cuchara arrodillándose / un llanto de anzuelos / un cerebro sin caricias. / Lo eterno cuelga de una canilla / quién es tan pobre hasta el amor / yo que sólo he sido Dios mío el Hombre Alarma.
-Vale -se le doró una especie de éxtasis torturado al contratista. -Pero lo tuyo es demasiado bueno para las góndolas de los supermercados, tío.
-Y ahora voy a cantarte la sorpresa que tenía preparada para regalarle a solas a Tannat antes de salir para el cementerio. Se la eyaculé esta semana a una poeta de Maldonado.
Y esta vez pareció levitar cadereando un arpegio candombeado:
-Es una muchacha / un carozo de sol cansado su corazón. / En su pecho / la lluvia del pelo fue gastando la roca. / Sus piernas son nietas de cordillera / su pollera un paraguas que el viento atropelló. / Es una cangura / con cachorros con mucha noche noqueándolos. / Su rodilla llorando pedregullo / su abrazo es un balazo. / Besa como el barro / quiere como un cactus / su sexo alucina de mandarinas. / Humo humano: su angustia es una ducha de cuchillos / una niebla de tigres de bengala. / Su alma es un pozo azul / sus huesos un huerto de fósforos en flor. / Arrastra una estrella encadenada al pie. / Es una muchacha bailando.
-¿Y se puede conocerla?
-Vamos esta noche mismo, si querés.
32 / LA TETA
Maldito Rodríguez y Leonardo Regusci llegaron a las ocho de la noche al barrio Vigía en un auto alquilado por el contratista.
-Todavía no te comenté que en esta plaza vive la poeta que me inspiró el candombe -señaló la esquina donde alquilaba Mariana Ventura el muchacho. -Y tampoco te dije que trabaja de puta. A esta hora ya debe estar en el quilombo de Naná.
-Yo quiero conocerla.
-Claro. Pero primero quería que te peinaras la desesperación contemplando este falo construido en el 800 para defender la fe.
-Toma. Este es tu reino áureo -estacionó frente a la Torre todavía más acelestada por el neón que el por el estrellerío el viejo mal teñido. -Este paisaje es más hermoso que toda la península del glamour.
-Una vez le dije a un periodista que Punta del Este podía compararse con Jerusalén y esta colina con el Tabor donde se transfiguró Cristo y Federica quería crucificarme.
-Lo triste es que es gracioso.
-Aquí parece que hubo un accidente. Demasiada gente amontonada. Lo raro es que no venga la policía.
Y cuando se abrieron paso entre los vecinos encontraron una masacre difícil de descifrar a primera vista.
-Fueron unos pitucos muy drogados que llegaron a sacarse de arriba unos gatitos -les explicó una mujer silbantemente obesa. -En mi época ahogaban a las crías, pero se ve que estaban aburridos y se les ocurrió embolsarlos contra el cordón de la vereda y empezar a pasarles por arriba con una cuatro por cuatro.
-Coño -tuvo que retener una arcada Maldito frente al amasijo fluorescente que todavía burbujeaba con chispazos vitales. -Y en las Torres Gemelas y en Bagdad lo hacen con nosotros, tío.
-Estos guachos eran porteños -informó otra vecina. -Yo les vi la chapa. Les pasaron no sé cuántas veces por arriba y lloraban de risa. Por lo menos estaban perdiendo el alma divertidísimos.
-El infierno está cinco estrellas -sacó del brazo Leonardo a Maldito. -Con cachorros con mucha noche noqueándolos.
-Y hubo una cría que se salvó y la recogieron -señaló el otro montón de gente que rodeaba la pequeña escalera exterior de la Torre la vecina-medusa.
-Perdona la memez -se agarró de un cañón antiguo que decoraba el césped el empresario de resplandor postizo. -¿Pero cómo hacen tantos millones de desgraciados para seguir creyendo en el alma?
-Es fácil. Somos alma. O nos salvamos o desaparecemos.
Y sobre los escalones de la Torre distinguieron a Mariana Ventura ya vestida como para salir y metiendo un gigantesco pezón consolador en la ceguera del gatito sobreviviente.
-¿No te enfadas si volvemos ya mismo a Montevideo? -se secó una palidez desencajada Maldito Rodríguez. -En este momento no me apetece ni visitar un burdel.
29 / LA LOBA
Leonardo Regusci le pasó el trapo al mosaico, y apenas accionó el pestillo para volver al dormitorio escuchó gruñir:
-Dejá la luz prendida y quedate allí. Desnudo.
El muchacho se sacó el short y la camisa mientras la neblina de los cigarrillos derramaba altamente en el baño.
-¿Y tampoco te acordás lo que hacía la Tantriste con la bolsa, director de laTorre / Laboratorio de Artes?
-Calentaba un revólver.
-Para felatiarse salado. Hasta que se limpió. Ruleta rusa, pibe: Admitió, sin vergüenza, la farsa que estaba cumpliendo. Luego escuchó, sin prisa, sin miedo, los tres golpes fallidos del percutor. Escuchó, por segundos, el cuarto tiro de la bala que le rompía el cerebro. Sin entender, estuvo un tiempo en la primera noche y la luna, creyó que volvía a tener derramado en su garganta el sabor del hombre, tan parecido al pasto fresco, a la felicidad y al verano. Avanzaba pertinaz en cada bocacalle del sueño y el cerebro deshechos, en cada momento de fatiga mientras remontaba la cuesta interminable, semidesnuda, torcida por la valija. La luna continuaba creciendo.
-Qué querés.
-Bueno, acabo de pajearme en paz. ¿Y vos qué hacías en el agua? Te escuché sacar la cabeza tres veces como si te asfixiaras.
-La cosa viene brava.
-Y me imagino que conocés un cuento de Cheever que se llama El tren de las cinco y cuarenta y ocho. ¿Eh? Contestá, carajo.
-Lo conozco, Señora.
-No me digas más así. Y tirate al suelo rápido. Rápido, carajo. Dale. Y ahora chupá el barro de mi palacio o me ruleteo como la Tantriste. Me cansé de odiar todo.
Entonces el muchacho se arrodilló a besar una baldosa espejando infantilmente la explosión de luciérnagas que provocó el yesquero en los ojazos y los pezones y el revólver con el que se apuntaba la mujer-loba y murmuró:
-Perdón.
-Perdón no. Hay que ser santo. ¿Querés hablar con Dios o que te la chupen los contratistas?
-Tengo que trabajar.
-Se baila en cualquier lado.
-Yo no voy a abandonarte.
-Bueno, ahora vení y haceme sentir como si fuera una luna invisible, degenerado. Yo ya sé que eso es lo único que te importa, aunque la tenés más parada y más mojada que un delfín en La Florida.
Leonardo Regusci apagó la luz del baño y después que se acostó a tientas contra la ventana empezó a frotar el perfil montañoso de la mujer, que sonrió aplastando el cigarrillo y dejó el Smith and Wesson y la bolsa en el suelo.
30 / ATEOS
Al otro día Leonardo encontró a Federica y al representante de Senequilla esperándolo en la casona con cuatro botellas de tinto frutado.
-Don Maldito quedó entusiasmadísimo con el ping-pong tanático, Flaco Jefe -se frotaba las zarpitas sin poder creerlo Franco.
-A lo mejor termino montándome un delirio de místico y todo -pareció ilusionársele la dentadura obscenamente flamante al empresario-cadáver. -Me contaba Sabina que hasta la Chavela Vargas anda hablando del túnel donde la espera Cristo. ¿No es fatal? La Chavela.
-Lo que debe haber sido fatal para genios como Sabina o el Silvio fue tener que jugar al ateísmo de segunda mano durante medio siglo -ensilló el mate Leonardo. -Yo no pienso tomar a esta hora. ¿No grabamos dentro de un rato?
-Un ping pong, por favor -destapó dos Don Pascual el viejo mal teñido. -Se lo ruego, maestro.
-A mí váyanme a buscar a la oficina -se ajirafó biliosamente Federica y aulló antes del portazo: -Esto es peor que la jaula de las locas. Enamorás a un pueblo, desgraciado de mierda.
Entonces Leonardo Regusci se sentó a lo Buda en el rincón de los graffiti y besó su botella con más piedad que asco:
-Ella por lo menos es una santa de Satanás, don Maldito. ¿Vos sabés que hasta a Robespierre le repugnaba el ateísmo?
-Yo no tengo cultura -se chorreó la corbata el contratista ordeñando el Don Pascual. -Sabina y Silvio torean hasta cagando, pero a mí lo único que me enseñaron fue a contar pesetas y a reírme de la religión. Y ya no aguanto el miedo.
-¿Viste La noche oscura de Saura?
-Fui hasta amigo de Carlos. Pero me parece que él tampoco cree de verdad.
-Está escrito: Un segundo de amor te vuelve puro amor. Creer de verdad es eso. Saura y Sabina y Silvio son santos con muñones.
-¿No me podrías llevar a la Torre de Maldonado?
-Lo único que hay que hacer es adorar sin condones, Maldito.
-Sin condones.
-Trabajar aunque te maten.
En ese momento sonó el celular de Franco y el homúnculo gruñó un Pa sin desprenderse de la teta tanática y al final anunció:
-Federica acaba de encontrar muerto al gordo en el estudio.
-Era cuestión de días. Ahora tenemos que comprar otras cuatro botellas -saltó el muchacho persignándose. -Me pidió que lo veláramos así. Y me dejó escrita la lista de toda la música que quiere oír en el estudio y en el cementerio. Lo que no sabe es que yo además le tengo preparada una sorpresa.
Franco ayudó a pararse a Maldito con una risa sucia:
-¿Ves? Ya estás aprendiendo que la muerte no existe.
31 / ALARMA
Tannat dejó encargado que lo velaran en el estudio entre cuatro botellas y sin que dejaran de sonar las mejores canciones que había grabado en los últimos treinta años.
-Acababa de cumplir los sesenta y creo que no tenía familia -le comentó Leonardo a Maldito al amanecer, cuando quedaba nada más que Franco durmiendo en la oficina. -Y lo único que llegó a contarme de la niñez fue que la madre le compraba los cucuruchos vacíos de los helados para que no se resfriara con la crema.
-¿Y este tío tenía fe?
-Se tenía fe para para peinar la desesperación. Él casi no conocía gente que no se dedicara a la música y lo único que le importaba era que grabaran bien y se calmaran. A Tannat la belleza de las canciones nunca le pareció lo principal. Lo que tenía era un poder de alarma infalible para saber si alguien traía el corazón al estudio. Y yo hasta terminé componiendo un tema sobre eso. ¿Querés oírlo?
-Hala, loco.
-Se llama Hombre-Alarma -apagó el compactero de la cabina y desenfundó su guitarra Leonardo. -Demoré meses en entender lo que estaba escribiendo pero al final parí de nalgas y la metimos en mi segundo disco.
Y acomodó una banqueta frente al ataúd para cantar ojicerradamente:
-Es una sonrisa de baldosas flojas / un puesto de frutas abajo de un sombrero. / Un piano a piñas / un tsunami de alcohol / los ojos atrás de una bicicleta estrellada. / El miedo hizo su hormiguero ahí / quién es tan puro hasta el dolor / yo que sólo he sido Dios mío el Hombre-Alarma. / El infierno está cinco estrellas / es un compost cada corazón Dios mío / es el Hombre-Alarma. / Planchando su angustia / amasando quejas / tosiendo telarañas / tejiendo su ternura. / Es una cuchara arrodillándose / un llanto de anzuelos / un cerebro sin caricias. / Lo eterno cuelga de una canilla / quién es tan pobre hasta el amor / yo que sólo he sido Dios mío el Hombre Alarma.
-Vale -se le doró una especie de éxtasis torturado al contratista. -Pero lo tuyo es demasiado bueno para las góndolas de los supermercados, tío.
-Y ahora voy a cantarte la sorpresa que tenía preparada para regalarle a solas a Tannat antes de salir para el cementerio. Se la eyaculé esta semana a una poeta de Maldonado.
Y esta vez pareció levitar cadereando un arpegio candombeado:
-Es una muchacha / un carozo de sol cansado su corazón. / En su pecho / la lluvia del pelo fue gastando la roca. / Sus piernas son nietas de cordillera / su pollera un paraguas que el viento atropelló. / Es una cangura / con cachorros con mucha noche noqueándolos. / Su rodilla llorando pedregullo / su abrazo es un balazo. / Besa como el barro / quiere como un cactus / su sexo alucina de mandarinas. / Humo humano: su angustia es una ducha de cuchillos / una niebla de tigres de bengala. / Su alma es un pozo azul / sus huesos un huerto de fósforos en flor. / Arrastra una estrella encadenada al pie. / Es una muchacha bailando.
-¿Y se puede conocerla?
-Vamos esta noche mismo, si querés.
32 / LA TETA
Maldito Rodríguez y Leonardo Regusci llegaron a las ocho de la noche al barrio Vigía en un auto alquilado por el contratista.
-Todavía no te comenté que en esta plaza vive la poeta que me inspiró el candombe -señaló la esquina donde alquilaba Mariana Ventura el muchacho. -Y tampoco te dije que trabaja de puta. A esta hora ya debe estar en el quilombo de Naná.
-Yo quiero conocerla.
-Claro. Pero primero quería que te peinaras la desesperación contemplando este falo construido en el 800 para defender la fe.
-Toma. Este es tu reino áureo -estacionó frente a la Torre todavía más acelestada por el neón que el por el estrellerío el viejo mal teñido. -Este paisaje es más hermoso que toda la península del glamour.
-Una vez le dije a un periodista que Punta del Este podía compararse con Jerusalén y esta colina con el Tabor donde se transfiguró Cristo y Federica quería crucificarme.
-Lo triste es que es gracioso.
-Aquí parece que hubo un accidente. Demasiada gente amontonada. Lo raro es que no venga la policía.
Y cuando se abrieron paso entre los vecinos encontraron una masacre difícil de descifrar a primera vista.
-Fueron unos pitucos muy drogados que llegaron a sacarse de arriba unos gatitos -les explicó una mujer silbantemente obesa. -En mi época ahogaban a las crías, pero se ve que estaban aburridos y se les ocurrió embolsarlos contra el cordón de la vereda y empezar a pasarles por arriba con una cuatro por cuatro.
-Coño -tuvo que retener una arcada Maldito frente al amasijo fluorescente que todavía burbujeaba con chispazos vitales. -Y en las Torres Gemelas y en Bagdad lo hacen con nosotros, tío.
-Estos guachos eran porteños -informó otra vecina. -Yo les vi la chapa. Les pasaron no sé cuántas veces por arriba y lloraban de risa. Por lo menos estaban perdiendo el alma divertidísimos.
-El infierno está cinco estrellas -sacó del brazo Leonardo a Maldito. -Con cachorros con mucha noche noqueándolos.
-Y hubo una cría que se salvó y la recogieron -señaló el otro montón de gente que rodeaba la pequeña escalera exterior de la Torre la vecina-medusa.
-Perdona la memez -se agarró de un cañón antiguo que decoraba el césped el empresario de resplandor postizo. -¿Pero cómo hacen tantos millones de desgraciados para seguir creyendo en el alma?
-Es fácil. Somos alma. O nos salvamos o desaparecemos.
Y sobre los escalones de la Torre distinguieron a Mariana Ventura ya vestida como para salir y metiendo un gigantesco pezón consolador en la ceguera del gatito sobreviviente.
-¿No te enfadas si volvemos ya mismo a Montevideo? -se secó una palidez desencajada Maldito Rodríguez. -En este momento no me apetece ni visitar un burdel.
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