DÉCIMA ENTREGA
CAPÍTULO TERCERO (IV)
61
Hay dos formas de autoridad en el Estado: el soberano, y su maquinaria que es el gobierno. El soberano es la fuente de inteligencia en el Estado, la cual constituye el cuerpo jurídico. Un buen soberano puede hacer más por el cuerpo del Estado con una maquinaria pobre, que lo que puede hacer un mal soberano con una maquinaria perfecta.
62
El soberano de un Estado puede ser un hombre, un parlamento o un congreso. Se deduce como una posibilidad natural que un parlamento de hombres es capaz de dar énfasis a la grandeza de unos de sus miembros, pero esto es algo que sucede raramente. La lucha por el poder entre los legisladores no es el lenguaje del elogio; éste multiplica la fuerza de la brutalidad. Y donde predomina la brutalidad no hay nada atractivo o inspirador.
63
Como Hobbes hace notar muy sagazmente en El Leviatán, el soberano actúa mejor como fuente de ejemplo para la ciudadanía del Estado; si es un buen hombre, el Estado es doblemente mejor de lo que hubiera sido.
64
Una de las curiosas razones de Hobbes para preferir la soberanía del Estado personificada en un rey (entre otras sonoras y mejores razones), es que la misma presencia de los hombres de uno elevado a un alto rango, sugiere con persuasión la presencia de una elevación mucho mayor de la cual puede esperarse que fluyan las virtudes más permanentes más allá del tiempo y del espacio. ¡Hobbes vivió para llegar a ser un convencido ateo!
65
La paz en un Estado presupone la existencia de una relación de buena voluntad y entendimiento entre los administradores de las leyes fijas y el continuo crecimiento, expansión y dulcificación de los miembros del Estado.
66
La ley, aun la que llamamos divina, cesa de ser de utilidad al Estado cuando los términos mortales con los que ha sido concebida se han puesto fuera de uso en el curso de luchas de facciones, por las cuales el Estado se equilibra (por fuera de uso, quiero decir, en la palabra o en la autoridad del incidente o en ambos). Las palabras son sólo las telas del ropaje de las ideas, y como las leyes son el ropaje de las emociones gubernamentales más que las emociones mismas, tienen su propia limitación en ello. Hay que dejar que el maravilloso palabrerío de una ley se desgaste, así como las más grandes ideas se transforman en anacrónicas en el proceso de nuestra aventura humana. ¡Una ley común cuya aplicabilidad a la naturaleza humana permanece fresca y flexible, es una ley divina de primer orden!
67
Para satisfacer sus más profundas necesidades, el labriego (¡hombre feliz!) sólo tiene que obedecer a su inmediato superior en la comunidad, y continuar su labranza continuamente persuadido de que el funcionario al que obedece pierde a menudo su situación de intimidad con el rey de su país. Recordar periódicamente que a uno de sus propios superiores -digamos aquel que en términos de privilegio está colocado tres veces sobre él-, se le ha revelado, y está tan lejos de la esfera del rey como lo está el mismo rey de la esfera de Dios, debe mantener al labrador en un claro equilibrio entre lo correcto y lo erróneo, entre el deseo del bien y su alejamiento del mal.
68
Las llamadas leyes de la naturaleza no son órdenes. Son uniformidades observadas en todas las leyes que parecen órdenes sólo en cuanto provengan de un ser inteligente. Nuestra moral y las leyes divinas llegan a nosotros por el mismo camino. Contribuimos tanto a la comprensión y embriagamiento de las leyes divinas como a la comprensión y embriagamiento de las leyes de la naturaleza.
69
La identificación indiscriminada de las cosas a las cuales el lenguaje común le da el nombre de ley, era y sigue siendo una fuente de confusión. Cada vez que un jurista se desvía hacia la ciencia, abusa de la ley. Cada vez que un científico se convierte en legislador, cierra tras él la puerta de su laboratorio.
70
Como consecuencia de la intervención de los economistas en la ley puramente científica, algunos principios de economía parecen haber adquirido un doble carácter: el de las generalizaciones científicas y el de las reglas que pueden ser desobedecidas impunemente.
71
El mayor mal que puede sobrevenir ahora a un Estado es encontrarse en espíritu de lucha con respecto a alguna ley, cuando una facción del Estado está en perfecto acuerdo con ella, mientras que otra, quizás una minoría, piensa que constituye una violación de su derecho natural.
72
El mayor mal de la ley civil es que su valor se estima por el valor de la palabra, y que la palabra ha llegado a ser la clave de su análisis y de su aplicabilidad. Se puede llamar a esto el espíritu “narcisista” de la ley, sólo que, en cualquiera de los casos, se ha perdido muy poco amor.
73
En mi experiencia, lo que más me asombra es el modo inconsciente con que los hombres y las mujeres tienen por seguro que son los superiores naturales de la flora y de la fauna a su alrededor. ¿Qué sabemos, por ejemplo, de los animales, plantas y pájaros, que pueda justificar tal conclusión? En efecto, no tenemos mejor aspecto y algunas veces parecemos mucho peor. Una vez vi en un zoológico un animal con un rostro tan bello que tuve que pensar en San Francisco de Asís para compararlo en nobleza de fisonomía. Qué muestra extraordinaria de arrogancia, pensé cuando miraba la cara de la bestia, es suponer que lo que acontece detrás de esa frente peluda es de menor importancia que lo que sucede detrás de mi delgada piel.
74
¿Han visto alguna vez alguna niña tan bonita como el más abandonado de los gatos de albañal?
75
Entre todos los habitantes de este planeta, los árboles me parecen los más nobles. Despliegan sin duda el más perfecto sentido de la simetría. Continuamente tratan de elevarse sin abandonar sus raíces que se hunden más y más profundamente en la tierra que los engendró.
76
Si alguna vez vuelvo a casa, creo que observaré más atentamente al egipcio Libro de la Muerte, cuyas páginas he hojeado, pero nunca leí con la atención que tal libro requiere de un lector que habita un mundo tan diferente de aquel en que fue escrito. Como pueblo y clase dominante, los ingleses sólo tuvieron un interés mínimo en los problemas morales; por eso estaban mejor equipados que todas las naciones para iniciar y llevar a cabo un programa de cultura científica. Se les podría envidiar, aunque, de acuerdo con lo que sabemos, no aportaron mucho en ese sentido. Si lo consideramos como amo de sus oportunidades, el egipcio evolucionado es menos admirable que su sucesor lineal, el europeo evolucionado.
77
Siempre quise ampliar mis primeras observaciones sobre el europeo evolucionado, cuya función más importante debe ser llenar el hueco entre el hombre tal como es hoy y el Superhombre, que con el tiempo, infinita paciencia y coraje, esperamos realizar. La tarea del europeo evolucionado es conservar la pasión de Cristo por la verdad en la ciencia y la sinceridad en la vida, mientras arrastra a su conciencia a sonreír cuando saca la lengua cada vez que pasa ante una iglesia, una sinagoga o una mezquita.
78
¿Cómo deberá ser el Superhombre? No es suficiente esperar de él que sólo sea capaz de sacar la lengua a los absurdos remanentes de un mundo muerto. Y es demasiado esperar de él que aprenda a gozar completamente de la vida en este planeta. Ya que jamás podremos sustraer de la vida del hombre la necesidad orgánica de decaer y morir.
79
Es esqueleto del europeo evolucionado deberá formarse de una mezcla del anglosajón, escandinavo, galo, celta y del teutón que hoy lucha por el dominio espiritual del continente. Se advertirá que no he dicho nada del judío, que ciertamente es carne y hueso en esta gran lucha. En cierta manera, el judío es parte de esta contienda y, sin embargo, no está en ella. Quizás es una especie de director, un maestro de ceremonias no oficial; no lo sé.
80
Hubiera deseado que los escandinavos no renunciaran tan fácilmente a la puja por la dirección física de Europa. Desde la humillación de Carlos XII a manos de una mujer polaca, y no muy bonita, si debo creer en la palabra de Voltaire…
81
No me gustan los alemanes, y me desagradan especialmente los alemanes germanos. Sin embargo, me considero extraordinariamente feliz de haber nacido en Alemania, rodeado de alemanes de diversos grados de índole detestable, que me permite la exuberante y ocasional sensación de sentirme una especie de personificación de un alba que atraviesa un bosque particularmente tenebroso.
82
Dejad que aquellos que dirigen el pueblo, dirijan, y dejad que el pueblo -cuyos movimientos no deben impedir los demagogos- se deje conducir a las plenitudes de la edad científica. Dejad que disminuya la guerra de palabras entre los que tienen tanta capacidad para recibir y tan poco para ofrecer. Nada bueno resulta del debate público que los americanos consideran tan importante para determinar un veredicto. Decidir el destino de la comunidad mediante el voto común se parece mucho a elegir una mujer por lotería.
83
Nada se ha hecho en Europa para instaurar los ritos de Baco que se practicaban en la era clásica. ¿Será posible que el apetito europeo por la comida y la bebida haya disminuido? ¿O es a causa de su repugnancia a sentarse en la mesa con su vecino?
84
He encontrado en mi vida por lo menos cuatro personas que pensaban que haría un buen papel como centro de una religión. Tres de ellas eran mujeres. Esto me ha hecho desconfiar de la religión y también de las mujeres.
85
He amado a Sócrates con un afecto que no sentí por ningún ser humano en la historia. Le he perdonado aun su único gran pecado: la transformación de la razón en una fuerza tiránica.
CAPÍTULO TERCERO (IV)
61
Hay dos formas de autoridad en el Estado: el soberano, y su maquinaria que es el gobierno. El soberano es la fuente de inteligencia en el Estado, la cual constituye el cuerpo jurídico. Un buen soberano puede hacer más por el cuerpo del Estado con una maquinaria pobre, que lo que puede hacer un mal soberano con una maquinaria perfecta.
62
El soberano de un Estado puede ser un hombre, un parlamento o un congreso. Se deduce como una posibilidad natural que un parlamento de hombres es capaz de dar énfasis a la grandeza de unos de sus miembros, pero esto es algo que sucede raramente. La lucha por el poder entre los legisladores no es el lenguaje del elogio; éste multiplica la fuerza de la brutalidad. Y donde predomina la brutalidad no hay nada atractivo o inspirador.
63
Como Hobbes hace notar muy sagazmente en El Leviatán, el soberano actúa mejor como fuente de ejemplo para la ciudadanía del Estado; si es un buen hombre, el Estado es doblemente mejor de lo que hubiera sido.
64
Una de las curiosas razones de Hobbes para preferir la soberanía del Estado personificada en un rey (entre otras sonoras y mejores razones), es que la misma presencia de los hombres de uno elevado a un alto rango, sugiere con persuasión la presencia de una elevación mucho mayor de la cual puede esperarse que fluyan las virtudes más permanentes más allá del tiempo y del espacio. ¡Hobbes vivió para llegar a ser un convencido ateo!
65
La paz en un Estado presupone la existencia de una relación de buena voluntad y entendimiento entre los administradores de las leyes fijas y el continuo crecimiento, expansión y dulcificación de los miembros del Estado.
66
La ley, aun la que llamamos divina, cesa de ser de utilidad al Estado cuando los términos mortales con los que ha sido concebida se han puesto fuera de uso en el curso de luchas de facciones, por las cuales el Estado se equilibra (por fuera de uso, quiero decir, en la palabra o en la autoridad del incidente o en ambos). Las palabras son sólo las telas del ropaje de las ideas, y como las leyes son el ropaje de las emociones gubernamentales más que las emociones mismas, tienen su propia limitación en ello. Hay que dejar que el maravilloso palabrerío de una ley se desgaste, así como las más grandes ideas se transforman en anacrónicas en el proceso de nuestra aventura humana. ¡Una ley común cuya aplicabilidad a la naturaleza humana permanece fresca y flexible, es una ley divina de primer orden!
67
Para satisfacer sus más profundas necesidades, el labriego (¡hombre feliz!) sólo tiene que obedecer a su inmediato superior en la comunidad, y continuar su labranza continuamente persuadido de que el funcionario al que obedece pierde a menudo su situación de intimidad con el rey de su país. Recordar periódicamente que a uno de sus propios superiores -digamos aquel que en términos de privilegio está colocado tres veces sobre él-, se le ha revelado, y está tan lejos de la esfera del rey como lo está el mismo rey de la esfera de Dios, debe mantener al labrador en un claro equilibrio entre lo correcto y lo erróneo, entre el deseo del bien y su alejamiento del mal.
68
Las llamadas leyes de la naturaleza no son órdenes. Son uniformidades observadas en todas las leyes que parecen órdenes sólo en cuanto provengan de un ser inteligente. Nuestra moral y las leyes divinas llegan a nosotros por el mismo camino. Contribuimos tanto a la comprensión y embriagamiento de las leyes divinas como a la comprensión y embriagamiento de las leyes de la naturaleza.
69
La identificación indiscriminada de las cosas a las cuales el lenguaje común le da el nombre de ley, era y sigue siendo una fuente de confusión. Cada vez que un jurista se desvía hacia la ciencia, abusa de la ley. Cada vez que un científico se convierte en legislador, cierra tras él la puerta de su laboratorio.
70
Como consecuencia de la intervención de los economistas en la ley puramente científica, algunos principios de economía parecen haber adquirido un doble carácter: el de las generalizaciones científicas y el de las reglas que pueden ser desobedecidas impunemente.
71
El mayor mal que puede sobrevenir ahora a un Estado es encontrarse en espíritu de lucha con respecto a alguna ley, cuando una facción del Estado está en perfecto acuerdo con ella, mientras que otra, quizás una minoría, piensa que constituye una violación de su derecho natural.
72
El mayor mal de la ley civil es que su valor se estima por el valor de la palabra, y que la palabra ha llegado a ser la clave de su análisis y de su aplicabilidad. Se puede llamar a esto el espíritu “narcisista” de la ley, sólo que, en cualquiera de los casos, se ha perdido muy poco amor.
73
En mi experiencia, lo que más me asombra es el modo inconsciente con que los hombres y las mujeres tienen por seguro que son los superiores naturales de la flora y de la fauna a su alrededor. ¿Qué sabemos, por ejemplo, de los animales, plantas y pájaros, que pueda justificar tal conclusión? En efecto, no tenemos mejor aspecto y algunas veces parecemos mucho peor. Una vez vi en un zoológico un animal con un rostro tan bello que tuve que pensar en San Francisco de Asís para compararlo en nobleza de fisonomía. Qué muestra extraordinaria de arrogancia, pensé cuando miraba la cara de la bestia, es suponer que lo que acontece detrás de esa frente peluda es de menor importancia que lo que sucede detrás de mi delgada piel.
74
¿Han visto alguna vez alguna niña tan bonita como el más abandonado de los gatos de albañal?
75
Entre todos los habitantes de este planeta, los árboles me parecen los más nobles. Despliegan sin duda el más perfecto sentido de la simetría. Continuamente tratan de elevarse sin abandonar sus raíces que se hunden más y más profundamente en la tierra que los engendró.
76
Si alguna vez vuelvo a casa, creo que observaré más atentamente al egipcio Libro de la Muerte, cuyas páginas he hojeado, pero nunca leí con la atención que tal libro requiere de un lector que habita un mundo tan diferente de aquel en que fue escrito. Como pueblo y clase dominante, los ingleses sólo tuvieron un interés mínimo en los problemas morales; por eso estaban mejor equipados que todas las naciones para iniciar y llevar a cabo un programa de cultura científica. Se les podría envidiar, aunque, de acuerdo con lo que sabemos, no aportaron mucho en ese sentido. Si lo consideramos como amo de sus oportunidades, el egipcio evolucionado es menos admirable que su sucesor lineal, el europeo evolucionado.
77
Siempre quise ampliar mis primeras observaciones sobre el europeo evolucionado, cuya función más importante debe ser llenar el hueco entre el hombre tal como es hoy y el Superhombre, que con el tiempo, infinita paciencia y coraje, esperamos realizar. La tarea del europeo evolucionado es conservar la pasión de Cristo por la verdad en la ciencia y la sinceridad en la vida, mientras arrastra a su conciencia a sonreír cuando saca la lengua cada vez que pasa ante una iglesia, una sinagoga o una mezquita.
78
¿Cómo deberá ser el Superhombre? No es suficiente esperar de él que sólo sea capaz de sacar la lengua a los absurdos remanentes de un mundo muerto. Y es demasiado esperar de él que aprenda a gozar completamente de la vida en este planeta. Ya que jamás podremos sustraer de la vida del hombre la necesidad orgánica de decaer y morir.
79
Es esqueleto del europeo evolucionado deberá formarse de una mezcla del anglosajón, escandinavo, galo, celta y del teutón que hoy lucha por el dominio espiritual del continente. Se advertirá que no he dicho nada del judío, que ciertamente es carne y hueso en esta gran lucha. En cierta manera, el judío es parte de esta contienda y, sin embargo, no está en ella. Quizás es una especie de director, un maestro de ceremonias no oficial; no lo sé.
80
Hubiera deseado que los escandinavos no renunciaran tan fácilmente a la puja por la dirección física de Europa. Desde la humillación de Carlos XII a manos de una mujer polaca, y no muy bonita, si debo creer en la palabra de Voltaire…
81
No me gustan los alemanes, y me desagradan especialmente los alemanes germanos. Sin embargo, me considero extraordinariamente feliz de haber nacido en Alemania, rodeado de alemanes de diversos grados de índole detestable, que me permite la exuberante y ocasional sensación de sentirme una especie de personificación de un alba que atraviesa un bosque particularmente tenebroso.
82
Dejad que aquellos que dirigen el pueblo, dirijan, y dejad que el pueblo -cuyos movimientos no deben impedir los demagogos- se deje conducir a las plenitudes de la edad científica. Dejad que disminuya la guerra de palabras entre los que tienen tanta capacidad para recibir y tan poco para ofrecer. Nada bueno resulta del debate público que los americanos consideran tan importante para determinar un veredicto. Decidir el destino de la comunidad mediante el voto común se parece mucho a elegir una mujer por lotería.
83
Nada se ha hecho en Europa para instaurar los ritos de Baco que se practicaban en la era clásica. ¿Será posible que el apetito europeo por la comida y la bebida haya disminuido? ¿O es a causa de su repugnancia a sentarse en la mesa con su vecino?
84
He encontrado en mi vida por lo menos cuatro personas que pensaban que haría un buen papel como centro de una religión. Tres de ellas eran mujeres. Esto me ha hecho desconfiar de la religión y también de las mujeres.
85
He amado a Sócrates con un afecto que no sentí por ningún ser humano en la historia. Le he perdonado aun su único gran pecado: la transformación de la razón en una fuerza tiránica.
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