sábado

Diario de una Señora - Andrea Moreira


EL PIBE QUE ATROPELLASTE
(Un guión de trabajo escrito para la Escuela de Cineastas del Uruguay)

Escena 1

Tres personas jóvenes, dos varones y una mujer sentados en la cocina de una casa.

Mario: ¿Entonces les parece bien o no?

Helena (mirándose las uñas): A mí a esta altura todo me da igual.

Javier: A mí también.

Mario: Bueno, tampoco es tan así, me da lo mismo y chau. Digan algo.

Helena: Acá el que está apuradito sos vos.

Mario: ¿Ahora yo tengo la culpa?

Javier: ¿Por una vez en tu vida podrás dejar de estar a la defensiva? No se te puede hablar.

Mario: Es ella, que siempre me mete el dedito justo. Toda la vida me hizo sentir una mierda.

Helena: Hacete cargo, Mario. Ya no sos un nene, que hace con nosotros lo que quiere. Hacete cargo de lo que nos hacés y de lo que decís.

Javier: Pará, Helena. ¿NOS hace? Las cosas se las hace a él mismo.

Mario: ¿Y de qué cosas hablás vos? Todos nos hemos mandado cagadas, vos también (señala a Javier). Y vos también, nena.

Helena: Jamás creo haberle dado esa clase de disgustos a papá o mamá. Habré tenido cosas de chiquilina como todos.

Mario: Sí, cómo cuando te escapaste de casa a los 16.

Helena: Si serás pelotudo, ¿eh? Pero volví y estuve al firme.

Javier: No tiene caso hablar de veinte años atrás, por favor. Es imposible juntarse con ustedes.

Helena: ¿Y que querés? Si este nabo no dejó enfriarse a papá y ya está pidiendo la casa. Yo te dije, Javier, que esto se venía encima.

Mario: ¿Ustedes siempre hablando de mí? ¿Qué hacen? ¿Se juntan a tomar mate y dicen vamos a darle a Mario, eh?

Helena: Si por lo menos una vez nos demostraras que te importamos. Pero vos no tenés ni un puto sentimiento (se toca el pecho). Acá lo que tenés es un barrilito de birra.

Mario: Hice mil cosas por vos, nena.

Helena: Jeder eternamente a alcohol y enfermar a papá, entre ellas.

Mario: ¿Qué?

Javier: Nada, no dijo nada. Tomate un mate, Mario.

Mario: No, quiero que esta yegua repita lo que dijo.

Helena: Enfermar a papá, eso fue lo que dije.

Mario: ¿Ahora yo soy responsable de la muerte de papá?

Helena: Lo dijiste vos.

Mario: A vos te tendría que matar.

Helena: Y sí, soy tu palo en la rueda, así que ganas no te faltan. Dejame de joder, Mario. Mirá: ya jedés que da miedo. ¿Por qué no seguís chupando y salís a mil por hora así te matás de una vez?

Javier: Por favor, o la cortan o me voy a la mierda. Vos sos insufrible, Helena. Me prometés que no lo vas a atacar y que voy a hablar sólo yo, y mirá lo que hacés.

Helena: Alguien le tiene que decir las cosas.

Mario: Hacé terapia, histérica. Y si no me querés ver más me importa un carajo.

Helena: Eso ya lo sabemos. Como te importó un carajo papá.

Mario: ¿Pero qué le hice al viejo? Decime: ¿QUÉ MIERDA LE HICE YO?

Helena: Lo enterraste vivo. Cuando te fue a ver a Santiago Vázquez vino deshecho y desde ahí no se recuperó más. Se lo comió un cáncer. ¿Pero qué carajo sabrás vos? Si ni siquiera estuviste en los últimos momentos del viejo.

Mario: No estuve con papá porque estaba PRESO, nena. ¿Qué más castigo que ése querés? Ya pagué lo que tenía que pagar.

Helena (murmura): Sí, andá a decirle eso a la madre del pibe que atropellaste.

Javier: ¡HELENA!

Mario: Es una maldita. ¿Cuánto más me vas a cobrar? Fue una desgracia y todos ustedes lo saben.

Helena: Mamá se murió pidiéndote que no tomaras más. Menos mal que sólo papá vivió aquello, si no los enterrabas uno al lado del otro.

Javier: Así no nos vamos a tranquilizar nunca.

Helena: Pero el muchacho no le dio pelota a nadie. Ahí está, hago lo que quiero, me tomo todo, me agarro los tales pedos porque soy bien MACHO y pum, le paso por arriba a un pibe de 14 años.

Mario: Ya pagué. Más de lo que te imaginás.

Javier: Helena, tiene razón él. Si nos juntamos fue para hablar de otros asuntos. Vos no tenés en tus manos ni el castigo ni el perdón.

Helena: Castigo sí: éste no tendría que tener parte en esta casa. Con lo que gastamos en abogados para él y médicos para papá tendrías que pasar raya, loco, y borrarte con la cabeza entre las patas.

Mario: Descontalo, yegüita pesera. Yo a vos te saco, ¿sabés? Te querés quedar con todo. Ni muerto te dejo mi parte.

Helena (se para y amenaza con cachetearlo): Andate de acá ya mismo y no vuelvas más. Te odio, Mario. ¡Siempre te odié y a mi no me vas a enterrar como a papá!

Javier (sujetándola): Basta, Helena. Andate, Mario, por favor, y después lo hablamos tranquilos. Ustedes dos no se pueden juntar más.

Mario se levanta y sale dando un portazo.

Helena (empieza a llorar y abraza a Javier): ¿Por qué, Javier? ¿Por qué nos pasa esto?

Javier: No sé. Porque la vida es así y nos hace mierda a todos.

Helena: Si supieras cuánto lo quiero. Lo quiero mucho. ¿Por qué solamente puedo agredirlo? Se supone que teníamos que cuidarlo. Se lo prometimos a los viejos.

Javier: Sí, pero es difícil. Querer es muy difícil.

Helena: Andá a buscarlo, Javier. Andá a buscarlo. Decile que lo queremos, que vuelva que lo perdono.

Javier: Y que nos perdone.

Helena: Sí, que me perdone. Que no lo voy a atacar más. Andá, por favor.

Javier (le da un beso): Bueno, voy. Quedate tranquila. Ahora lo traigo. Hacé un mate.

Escena 2

Javier (manejando): Otro embotellamiento, carajo. Agraciada está imposible. Y después de esta escenita.

De golpe estaciona y baja corriendo hasta donde hay una ambulancia y se arrima al auto de Mario, que está retorcido contra un ómnibus.

Policía (mientras tapan a Mario con una sábana): ¿Lo conoce, señor?

Javier: Lo conozco y lo perdono.


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