SEGUNDA ENTREGA
5 / FRANCO Y MARIANA
Mariana Ventura bajaba del altillo junto con una gorda desdentada y un delivery de mameluco y Franco la saludó haciendo firuletear la gorra:
-Hola, Punta Ballena.
-Original -pedorreó el humo campaneantemente la negra. -Pero decile a tu amigo el rasta que no me gusta que me junen así. ¿Ocupás?
-¿Y cómo te junó mi amigo?
-El Negro sabe. Y mejor que no se meta con mi botija porque lo denuncio. ¿Hasta qué hora se queda recostado en la Torre?
-Y yo qué sé.
-¿Sabés que precisaría un whisky a lo coboy? Tengo frío.
-Y yo no tengo guita.
Entonces la mujer encharolada se acomodó en la barra y pidió cigarrillos.
-Y qué canta tu amigo.
-La verdad.
-Mirá vos. Y cuando tenía cuatro años le pintó el cuadrito de la verdad a Naná.
-Nació así.
-Pero por lo menos que no mire culos así.
-No me digas que te pone nerviosa que te miren el culo.
-Yo sé lo que me pone nerviosa. Me contaron que este fachero tuvo una muerte clínica.
-Sí. El verano pasado.
-¿Y para qué carajo sigue cantando?
-¿Vos no bailás?
-Bailaba.
-Resucitar es bravo.
-¿Vos también predicás?
-Leonardo no predica.
-¿Y a qué vienen al Conrad y a las fiestas de los jubilados del rock y a estos programas llenos de gatúbelas gansas?
-Tranqui, hermana.
-Dame uno doble, Paco. Sin hielo.
-Leonardo vendía pan descalzo antes de ir a la escuela.
-Pero no aprendió nada. Decís lo que tenés que decir y te morís. No precisa que te quedes junando a nadie como si le estuvieras acariciando las tripas.
-Me parece que te llaman.
-Otra fiestita. Hoy pinta.
La gorda apareció con un coreano y el hombre-gnomo contempló la infusión lunar que esmerilaba la claraboya y murmuró:
-Las tripas.
Y a la negra le relampaguearon la calva y la trompa antes de apagar la cumbiamba en el altillo.
5 / LA LUNA Y LA TORRE
Franco encontró a Leonardo cantando entre un vapor azul que le acairelaba las rastas contra la Torre. La casita donde vivían Mariana y el Pato tenía un parrillero con techo de lata en el jardín.
-Lo que no termino de entender es si ahora tampoco te gustan los temas que ya están grabados -demoró mucho en escarbar el petiso, encorvado sobre los escalones con rigidez de jockey.
-No tienen luna.
Leonardo pareció señalar la catedral que emergía doradamente a tres cuadras y una paloma se cambió de cantero:
-Los estoy manierizando. Es lo que nos explicaba tu viejo de Toledo a la luz de un relámpago. En el disco aparece la luna de golpe y se va.
-Pero si en Los abandonados les hiciste cambiar veinte veces la batería y el bajo a los Curotto para que se bacheara.
-Pero me equivoqué. Fue tu viejo el que nos explicó que el azul más alto de esta plaza abriga como el barroco.
-No me acuerdo.
-Imaginate que en este momento volviera la negra hecha mierda del quilombo y la luna reventara.
-Esa negra está más loca que Britney Spears y Michael Jackson juntos.
-Esa mujer sabe más de abandono que Artigas.
-¿Y a vos no te abandonaron toda la vida?
-Pero encontré esta plaza. Me acabo de dar cuenta que es como si los Capitanes del Vuelo hubieran trabajado durante un siglo para que yo pudiera acariciar a la gente. Desde acá.
-Desde acá o desde el Conrad.
-Pensá en el Negro Jefe. Es como estuviéramos en la trinchera estrellada de la humanidad y hubiera que empezar a enseñarle a la gente que no hay nada imposible, loco.
-A mí me parece bárbaro.
-Pero el disco está mal.
-El que va a acabar mal sos vos.
-Yo viví para llegar hasta acá.
-Todo bárbaro. Ah, y aunque no puedas creerlo te manda decir la Punta Ballena que no le junes el Negro como si le estuvieras acariciando las tripas. Y que si te metés con el chiquilín te denuncia.
Entonces Leonardo Regusci enfocó el jardín de Mariana Ventura con el perfil relampagueantemente amielado.
-¿Por qué no te venís a dormir a lo de mi vieja, Flaco Jefe? En lo de Naná está denso. Y mirá que esa negra es capaz de matarte. Yo sé lo que te digo.
-Okey. Dejame pensar un rato en el arreglo de Ángel y voy.
6 / LEONARDO Y PABLO
Leonardo Regusci no vio agacharse al chiquilín atrás del Marco de los Reyes que había sido erigido como una división oceánica entre España y Portugal en el siglo XVIII. Pero cuando Pablo Ventura hizo remolinear a dos teros mientras corría a esconderse en el anfiteatro abierto de la plaza el muchacho espejó el estrellerío y cantó desmelenadamente:
-No sé nada de estos días que me quieren decir algo / desde el hueco del dolor. / El latido de la luna en el hombre-árbol-búho / el latido de la cruz. / Y no soy yo y no sos vos / es todo el universo / en el corazón de esta noche. / No sé nada de estos siglos que me quieren decir algo / del misterio, del amor. / Tus tristezas siempre tuyas / mis miserias siempre nuestras / la que lava siempre es Dios.
Los teros se incrustaron chillando en la sombra de la Torre pero el chiquilín no les hizo caso y apenas se perfiló sobre el zócalo plateado Leonardo le explicó sin verlo:
-Yo rezo así.
-¿Sabés tocar el piano?
-El piano y la guitarra. Cómo te llamás.
-Pablo. Y vi el cuadro que pintaste cuando tenías cuatro años.
Entonces el muchacho descrenchado sondeó por primera vez a la criatura:
-¿Tenés piano?
-Sí. Y tengo un amigo preso en Las Rosas que quiere aprender guitarra. Usa el pelo como vos. Pero es negro.
-¿Y tu madre no sabe rezar?
-Ella cuando era chica le robaba el vestido de novia a la abuela y se subía a rezar a un árbol.
-Qué lindo.
-A mi amigo le dicen el Negro Piedra y robó una guitarra. Lástima que vos no vivas aquí.
-Yo vivo en una Torre donde siempre se ve la luna.
-Qué demás -le chispeó un diente a medio crecer al Pato. -Bueno, me voy porque mi madre debe estar por volver.
-¿Dónde trabaja tu madre?
-Era nurse, pero ahora empezó a bailar en el quilombo de Naná.
-Dale. Yo también tengo que irme.
-¿Y vos cómo la encontraste a esa Torre?
-Aparece antes de dormir.
-¿Venís mucho a Maldonado?
-Capaz que puedo empezar a venir todos los domingos y acompañarte a visitar a tu amigo.
-¿Y yo cómo hago para rezar?
-Imaginate que alguien te está escuchando pensar y contale lo que te pasa. Es lo mismo que cantarle a la luna.
7 / EL PIANO Y LAS TRIPAS
Mariana Ventura prendió la luz del living-comedor-cocina y encontró a Pablo acostado en el suelo:
-¿Estás loco? ¿Y para qué trajiste el colchón aquí, mijo?
-Quería dormirme mirando el piano. Bailaste mucho.
-Sí, me bailé todo. Traje unas muzzarellas con aceitunas.
-Y cómo son las putas.
-Están más enfermas que los enfermos del hospital pero cobran -desató el paquete en la mesada y sacó una Coca Light de la heladera la mujer color pulpo. -¿A qué hora se fue el fachero?
-Se fueron enseguida con el petiso.
-Por allá no apareció. El petiso también es amigo de Naná. Concha: esta pizza te quema hasta el culo.
-Capaz que el fachero me puede enseñar a tocar el piano.
-Ahí va. Todos los días. Ese es ya es un pescado grande, mijito.
-Y recién soñé que el Negro Piedra le ponía música a tu poesía de las mariposas.
-Comé una aceitunita y callate, Pato. Tengo el Negro más quemado que las Torres Gemelas.
-Tengo mariposas en las alas -se arrodilló el chiquilín para engarfiar rítmicamente los índices en dos teclas muy separadas. -Dormidas / desalándose / tengo árboles prohibidos en los ojos / que miran entre sí / indiferentes / espinas perfectas en los pies / camalotes en los labios / tengo rosas azules en las axilas / y cuervos blancos / que forman este cuerpo / mojadamente mío.
-Pero no aprendí nada -clavó un cigarrillo como un mástil Mariana en un pedazo intacto de muzzarella. -Decís lo que tenés que decir y te morís y chau.
-¿Por qué no le hacés un poema al vestido de novia que le robabas a tu abuela para subirte al árbol?
-Ya fue, Pato. Ya fue. Y tenía que haber tormenta. Porque si no empezaba a llover no valía pedir nada.
-Qué demás. ¿Sabías que me gustaría vivir en una Torre donde se viera siempre la luna?
-Okey. ¿Por qué no llevás el colchón al cuarto mientras me baño? -tiró a la basura el pucho entelarañado de queso la mujer y le gargajeó arriba. -¿Vos sabés que a esos tipos como el fachero los tendrían que matar?
-Dicen que canta bárbaro.
-Sí. Canta la verdad y todo. Mañana nos compramos compramos las camas.
Pablo esperó que se oyera la ducha para besar todas las teclas blancas como si las mordiera y después dobló el colchón y lo hizo rodar hasta el dormitorio.
-A ver -apareció gateando Mariana y se tiró de espaldas al chiquilín envuelta en un toallón color pus. -Preciso un favorcito.
-Siempre que no fumes más de uno antes de dormir.
-Okey. ¿Vos no te animarías a acariciarme un poco las tripas?
8 / LA CARTA
Leonardo y Franco bajaron a la estación de ómnibus al amanecer y el muchacho chueco y amielado obligó al hombre-gnomo a sentarse un rato en el anfiteatro abierto de la plaza:
-En tu casa soñé que Artigas estaba dándose un baño de estrellas acá en la Torre, y me desperté apuntando la carta de respuesta que le puede haber mandado a Mariano Moreno cuando le propusieron dirigir la sublevación de la Banda Oriental.
El hombrecito se bajó la gorra y acomodó la mochila como una almohada y el muchacho le hizo una paralítica electrocutante con la rodilla:
-¿Escuchás? Esto es la Voz de Todo.
-Pero si no estoy dormido, boludo de mierda.
-Ah paisano -empezó a bizquear frente a una hoja jeroglificada Leonardo Regusci- le podría contestar tanta cosa si me asistiera la gracia de florearme como Vuecencia en la doma de la tinta y el jarabe de pico de ganso pero tenga certeza que igualmente sería imposible expresarle lo que sentí cuando naufragué al volver de Buenos Aires en 1806 y estuve a un punto de entregarme hasta que advertí que en la playa que ahora dan en llamar de los Ingleses me esperaban una hoguera y un caballo puestos por el Altísimo al servicio de un hombre más reventado que mandinga en grillete y creo que esa noche cagué barro del Jordán pero entendí el proverbio que le placía proveer al Capitán Félix de Azara de que Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los elegidos y ahora me emponcháis con la honra de servir a los libres y siento como si tuviera que saltar de una torre y caer en mi zainito haciendo estimación de tanto abismo sin más baquía que la fe en la luna.
-Y en el Negro de la Punta Ballena.
-Acá los libres que me caldean el ánima son ciegos de las majestades del mundo y de hombres estragados por la barbarie de creerse superiores a Cristo como vuestro emisario el espía portugo que os estampa rapé en la jeta y lo único que le apetece es ser otro Napoleón y os aseguraría que vos tenéis los días más contados que el Virrey Cisneros porque los desvelos que les regalamos a los indios y a los negros y al matreraje se catan con la seda de un dedo franciscano cordeonando el rosario pero el dragón que nos tiraniza en Europa y en América no conoce finalidad de espíritu y le hierra el vellón a los infelices sin mayor privilegio que purificarse en los vados del sol así que contad conmigo aunque no apara alancear molinos de viento como el fidalgo godo puesto que mi corazón clarina y olfatea la verdad de esta selva igual que un yaguareté.
-Genial. ¿Por qué no lo grabás como un rap?
-Y además te confieso que si la Voz con Mayúscula no me hubiera dictado esta carta no seguía con el disco.
-Y yo te confieso que anoche la Punta Ballena me fió el Negro. Tres tacos en tres minutos y a resucitar, viejo. Te puedo asegurar que lo menos que se mereció Artigas fue garcharse a esta Negra Jefa.
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