viernes

MEFISTÓFELA DIVINA


(el caso de las brujas siamesas)
folletín policial y de magia negra de

HUGO GIOVANETTI VIOLA
ONCEAVA ENTREGA

21 MOZART

Las muchachas se fueron a comprar unas birras para festejar la confirmación, pero yo me moría por tomarme unos mates y crucé enseguida a lo de Papá Noel.
-Tiens -me frené entre las macetas del zaguán a contemplar la mano que me perfumó la Nena para siempre. -Soy un hombre cazado.
Adentro se escuchaba el Andante del tercer concierto para violín de Mozart y daba lástima tener que reventar la puerta a nudillazos, así que entré y vi al viejo con la dentadura postiza resplandeciéndole entre los dedos-garfios. En la mesa había una jarra de vidrio donde colgaba una bolsita de té apoyada sobre un fondo barroso y murmuré persignándome:
-No puedo creer que hayas llegado a sentirte una hormiga tan deshauciada, hermano de las Ánimas.
El reguero de polvo blanco llegaba desde la cocina y allí encontré una caja del mismo veneno que había usado mi ahijada en la pensión.
-Dicen que Wolgfang Amadeus murió igual que vos, Papá -esperé el final del Andante para apagar la radio.
Y en ese momento escuché llegar a Magui y a las pirujas y les abrí tratando de abrigarlas con una mueca mansa, pero cuando las botellas se escracharon entre la histeria peliculesca di un salto hacia el cadáver y ladré:
-Acá lo que se precisa es paz, carajo.
-Lo que es inentendible es de dónde sacó fuerza para hacer todo esto -se aplastó un jazmín la Nena contra la cara y tuve miedo de que terminara comiéndoselo. -Anoche no se podía ni meter solo en la cama.
-¿Aquí siempre había veneno?
-Yo se lo compré la semana pasada -se sostuvo la mandíbula Nanda para explicar gruñendo con la babosería gemebunda de los amordazados. -Él no aguantaba que los bichos de mierda le comieran las flores.
-¿Pero él te lo pidió?
-Sí -empezó a pajaroloquear casi en falsete Moño de Albóndiga. -Yo lo escuché. Y la mañana que Magui vino a confesarse lloró por los jazmines.
-Pero la culpa fue mía por haberlo invitarlo a ver La noche oscura -se sentó en el suelo para agarrarse las piernas y tapárselas con la melena color brasa-miel mi ahijada. -Fue esa noche que le vinieron ganas de irse a cantar maitines con San Juan de la Cruz. Y además es evidente que el día de mi confesión lloraba por mi vida. Nadie puede imaginarse las cosas que vomité.
Entonces dejó caer la nuca entre las afiladísimas rodillas y la bombacha le transparentó el vellón y me acordé relampagueantemente de Monfort y sentí que el Espíritu no la había penetrado ni siquiera frente al altar.
-A lo mejor ya se encontraron con el santico -dejó de bruxar Nanda. -Porque tiene la piel igual a cuando se bañaba al oscurecer en el Pozo Azul.
Pero yo preferí mirar la dentadura que parecía ir de vuelo y me acordé de Mozart.


22 LABIOS


Y de golpe sentí un chasquido onettiano en las cervicales y le pedí a las pirujas si no podían salir a la vereda porque tenía que hablar a solas con Magui y a mi ahijada la inundó una especie de color final.
-¿No querés que vayamos llamando al párroco? -cacareó la mujerúncula, y tuve ganas de ensartarle la aguja china en el moño de abajo.
-Lo que quiero es que no dejen entrar a nadie hasta que yo les avise ni pongan jeta de crónica policial. ¿Okey?
Ahora Magui se fajó el vestido sobre las rodillas y después se reordenó la melena relojeándose en una biblioteca encristalada hasta el suelo.
-Yo sé que fue mi culpa.
-Acá el primer problema que hay que resolver es el de la verdad, flaquita. Y vos ya te diste cuenta que esta mise en scéne con escenografía de reguero de veneno y té barroso y dentadura voladora no es la verdad.
-Clavado.
-Bueno: a mí lo que me pulveriza es que el carroñerío que entra en esta sierra simbólica con permiso para matar termine festejando el suicidio de otro santo. ¿Okey? Con Fidel alcanzó.
-Pero esto es imposible de disimular.
-No te creas, Labios Fríos.
-Mirá que vos nunca vas a saber si tengo los labios fríos porque yo no beso viejos.
-Gracias, my lovely. Pero te aclaro que siempre fui un esposo emperradamente fiel y si alguna vez adulteré con el corazón no fue babeándome por garzas de kindergarten. Y desde que duermo solo me banco la miseria como manda el Señor.
-Dale, Marlowe. ¿Vos te creés que no te pesqué hace un rato cuando me la junabas con el dos de oro bizco?
-Te la juné porque me la mostraste. Y era un oro de amor. Y te puedo asegurar que a las siamesas nunca las penetraron con amor.
-Bueno, dale. Qué querés.
-Tenemos que llevar a Papá Noel a la cama y lavar todo.
-¿Y qué pensás decirle al párroco?
-Eso es asunto mío. Tené fe.
-Pero vos estás loquísimo, padrino -se paró Magui recuperando un cariño infantil.
-Sí. Estoy loco de amor a la verdad hace varias vidas, Nena.
-¿Y yo por qué carajo te tuve que elegir de Maestro?
-Porque nos conocemos desde antes de nacer. Es un misterio más de esta preciosa vida. ¿O no te crecieron alas en el cucho del Tucho?
En media hora ordenamos todo, y comprobé que cargar a Papá Noel no era changa para un solo carancho.
-¿Pero qué hacés, por Dios? -volví del baño y encontré a Magui besándole el pozo sin dientes al hombre que lloró por su vida. -Vaya a lavarse el veneno, carajo.

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