domingo

LETICIA ACOSTA

“UNO SACA TODO LO BUENO Y LO MALO DE ADENTRO
SOLAMENTE EN EL MOMENTO DE ACTUAR”


La vedette lubola Leticia Acosta se transformó en actriz cinematográfica durante el rodaje del largometraje Jesús de Punta del Este, aunque poco tiempo antes Álvaro Moure Clouzet ya la había dirigido en el clip Danza Afro, que a esta altura cuenta con más de treinta mil entradas en nuestros blogs y ha sido recogido por sitios web del mundo entero.

Leticia también ha participado como bailarina en el unipersonal teatral La Negra Jefa de María Isabel Espinosa y en espectáculos multimedia organizados por elMontevideano / Laboratorio de Artes, además de co-actuar el short-cut Esto lo aprendí de Onetti de Moure Clouzet, que se estrenó en 2009 en la 2da Muestra de Cine del Mar (Punta del Este) y en la Fundación Espínola Gómez (Montevideo).

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Contá cómo fueron tus inicios en el rol de vedette lubola.

Yo me considero nada más que una bailarina de candombe, y empecé a salir con la comparsa de Porosqui y Mangola, una familia grande que hace años que está en el carnaval y sin fines de lucro. Recuerdo lo bien que lo pasamos y cómo nos fuimos armando de a poco con mucha gente nueva. Aquel era el primer año que ellos se largaban solos al Teatro de Verano y eso representaba un gran desafío. Ellos ya tenían una vedette preciosa y enorme de grande, además, pero querían otra, y a pesar de que yo no me siento capacitada para ese rol me empujaron igual a salir como destaque o primera bailarina, como me tituló el gran vestuarista José de Lima. Y para mí fue impresionante, porque tanto en el desfile de Dieciocho de Julio como en las Llamadas la vedette desfila delante de los tambores y la destaque delante de la gramilla pero luqueadas iguales. Lo único que diferencia a la vedette es la libertad de color y el diseño de vestuario. Y así seguí saliendo durante seis años con La Fuerza Candombera, mi comparsa del alma, porque la vi nacer luchando día a día y desde abajo.

Cuando aceptaste el protagónico del largometraje Jesús de Punta del Este nunca habías hecho cine. ¿Cómo fue el proceso de adaptación?

Ah, qué linda pregunta. Me acuerdo que los señores guionistas ya habían elegido para el papel a una chica muy linda que asistió a una función de La Negra Jefa que se hizo en la parrillada La Yerra. Y cuando ella se fue yo le dije en broma a Willy Wood: “Che, qué feo: me cambiaste por una caucásica”, y seguimos toda la noche jorobando con eso. Y como después de dos o tres semanas no había noticias de la chica, los señores guionistas se ponen de acuerdo con el director, Álvaro Moure Clouzet, y me proponen el papel a mí. Y al principio fue muy cómico porque nos acordábamos de la broma de la caucásica, pero la adaptación no fue nada fácil porque yo no tenía ni idea de lo que era la actuación, y la verdad es que me costó mucho ir sacando el personaje un poco a mi manera y otro poco con el apoyo de un grupo donde había actores profesionales y donde todos nos ayudábamos y nos dábamos consejos. Creo que el mejor laburo fue el que hicimos al principio con Willy, el otro protagonista, para ir encontrando a Leonardo Resgusci y Mariana Ventura, los personajes básicos. Y después funcionó todo y fue un proceso inolvidable. Hubo muchísimas dificultades, como en todo trabajo hecho para lograr algo realmente hermoso, pero yo la pasé súper.

¿Hubo un antes y un después de la escena de la actriz Leticia Acosta después de la escena de la escena de la crucifixión filmada en el hotel Rivendel de Piriápolis? Lloraste tanto y con tanto dolor bíblico que Moure Clouzet pensó que habías entrado en trance.

Sí, la experiencia en el Rivendel fue muy linda y siempre la recordaré con una nostalgia muy especial. Era una escena muy fuerte que nunca quise ensayar porque pensaba que sólo podía sacarla cuando estuviera en el entorno adecuado. Y no era un capricho. Yo me acordaba de algo que me había dicho Martín Ferreyra mientras ensayábamos otras escenas, y era que es solamente en el momento de actuar que uno saca todo lo bueno y lo malo de adentro, y entonces le pedí al equipo que me tuviera confianza y ellos estaban como locos viéndome tomar alguna cosita con hielo y maquillarme en un puro juajuá. Y me decían: “No te olvides que en esta escena te tenés que llorar todo”, y yo les contestaba: “Lloraré en su momento”. Y cuando llegó el momento encontré el ambiente escenográfico tan bien preparado que me salió todo de golpe y sin forzarlo, el llanto, la bronca y el cansancio, y quedó algo realmente mágico. Siempre les daré las gracias por haberme permitido hacerlo a mi manera.

¿Qué importancia tuvo el haber desfilado durante tantos años para encarar la actuación dramática?

Salir en comparsas es maravilloso y lo que sentís es único. Ahora estoy retirada hace tres años y la verdad es que extraño los desfiles. Seguramente toda la parte del despliegue corporal me ayudó para actuar, y son como dos pasiones que pueden ir de la mano. Y te aclaro que después de aceptar el protagónico de “Jesús de Punta del Este” me entraron muchas dudas y yo le comentaba a mi madre, que es actriz, que ya no me sentía seguro de si aquello iba a gustarme. Pero ahora cada vez que me llaman para hacer algún papel me pasa lo mismo que con el carnaval y me entusiasmo y me entra una incertidumbre muy especial, porque siento que van a sacar algo nuevo de mí y yo de ellos.

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