(el caso de las brujas siamesas)
un folletín policial y de magia negra de
HUGO GIOVANETTI VIOLA
un folletín policial y de magia negra de
HUGO GIOVANETTI VIOLA
SEGUNDA ENTREGA
3 MITOS
Después volvimos a escuchar a Kremer entre la luz plateada que iba invadiendo las bibliotecas y al final Magui me sondeó con una misericordia erizante:
-¿Tenés algún mito-guía, Maestro?
-El del gran Philip Marlowe. ¿Leíste a Chandler?
-Me lo sé de memoria. Y mi preferida sigue siendo El sueño eterno.
-Yo no creo en el sueño eterno.
-Yo tampoco creía. Pero me hice un aborto y Dios me abandonó. Y ahora lo que me juno en los espejos es el tacho de bosta que me echó Satanás en el cerebro. A mi prima le pasó lo mismo pero se curó.
-Hay que curarse.
-¿Leíste Mujeres que corren con los lobos?
-Lo tengo más subrayado que a San Juan de la Cruz.
-¿Y no entendiste que Delmira pactó con el predator cuando era recién nacida? Las que somos tan lindas nacemos putas porque nos quieren nada más que por eso. Y vos todavía jodés con que la loca no se suicidó.
-Te aviso que yo soy el detective que le puso el cascabel a Satanás, nena. Modestamente.
-¿Viste que desde ayer me estás diciendo Nena? Era una de las personalidades de Delmira.
-¿Vamos a levantar el corazón? Tengo La primavera y Kreutzer por Vengerov.
-No. Prefiero que me acompañes a encarar a las pirujas de acá abajo -se emponchó con la sotana tajeada la muchacha y de golpe me hizo acordar a una mantarraya asesina. -Y si querés entender bien el mito de la Magdalena escribite con Shirley. Después te paso el mail.
-¿Y a qué se dedican las pirujas?
-Son cineastas posmo. Vivieron años en Canarias y me quieren llevar a un pub gay del Parque Rodó a hacer una performance. Por favor, acompañame: imaginate que soy Peluca de Plata y tengo el corazón más helado que el granizo.
-Más helado que yo no lo vas a tener.
-¿Querés que vaya sin tacos? ¿Cuánto medís?
-Uno cincuenta. Pero me consuelo pensando que los estudios de ADN demostraron que San Juan de la Cruz era más enano que yo.
-Ahora lo que te falta es soñar que me aparezco en bolas como Ana de Jesús en La noche oscura. Opa: tenés revólver y todo.
-Claro. Sin balas, pero es muy útil.
-Útil para morir.
-No. Para no matar. Y espero que las alas que te crecieron anoche no se te rompan nunca.
-Vos vas a seguir siendo un niño hasta cuando estés en el cielo -me retocó el jopo recién engominado a lo Presley la monja buñuelesca.
4 HORMIGAS
Las pirujas alquilaban un dormitorio reformado del palazzo de la belle époque y el jedor a hasch zigzagueaba dantescamente por las escaleritas.
-Joder -nos abrió carcajeando hasta la náusea una flaca treintona y de facciones dulces que usaba una ortodoncia para el bruxar diurno. -Trajiste guardaespaldas.
-Isabelino Pena. Detective de almas y escritor de mis propias aventuras -le hice una reverencia. -Instalado desde ayer en el cucho del Tucho.
-¿Lo qué? -apareció gateando otra reventada con córneas de huevo frito. -¿Tiene pistola como en las películas?
-Dos: una entre los calzoncillos y otra en la cartuchera.
Entonces las pirujas se hilarizaron hasta tsunamizarse y la flaca de encías negras nos hizo entrar cazándonos viscosamente las muñecas:
-Yo soy Nanda y ella es Rosa. ¿Así que usted es el sordo que nos atomiza con el rocanrol de iglesia?
-Son las cuatro estaciones de Vivaldi intertextualizadas con las de Piazzolla por el violinista ruso Gidon Kremer -se agarró el crucifijo que le ardía entre la franja nevada del cuello y el escote con puntillas color sangre la Nena.
-¿Y a usted le parece bien chulear monjas, detective?
-Si no me tutean me voy. Y les aclaro que a Magui la conocí recién anoche y lo único que me importaría sería tener un hijo con ella. Y que mi único deseo pasaría por transformarla en una especie de probeta del Espíritu Santo.
-No te zarpes, Maestro.
-Por decir lo que pienso / sin pensar lo que digo / más de un beso me dieron / y más de un bofetón.
-Bueno, llegaron justo para el holocausto -se arrastró Rosa hasta una sartén desbordada de hormigas que confluían militarmente desde el ventanal donde reverberaba un macetón con geranios. -Estas tías me atacaron los pimpollos y ahora van a reventar peor que en un estadio de Pinochet.
-Se piró -siguió haciendo arcadas negras de risa Nanda. -Le acabo de comprar un veneno especial y todo pero quiere fritarlas en miel.
Magui me agarró la mano como una verdadera nena y yo saqué la pistola antes que la lesbiana de ojazos-huevos prendiera el gas de la kichenet:
-Vaciá esa sartén ya mismo o te van a quedar los sesos para hacer buñuelos, loca de la cotorra.
-Tranquilo, majo -se puso verde la mujerúncula más enana que San Juan de la Cruz.
-Y no me hables en gallego porque sos más uruguaya que el Palacio Salvo.
-Okey, dale. Pero guardá el fierrito.
-Acá yo soy el ángel guardián que el Tucho deja en la bohardilla cuando se va de viaje -me desaforé aullando peor que en la cancha de Liverpool.
Entonces la Nena me apoyó el capuchón en el hombro y me sentí amparado por una especie de Nuestra Señorita.
3 MITOS
Después volvimos a escuchar a Kremer entre la luz plateada que iba invadiendo las bibliotecas y al final Magui me sondeó con una misericordia erizante:
-¿Tenés algún mito-guía, Maestro?
-El del gran Philip Marlowe. ¿Leíste a Chandler?
-Me lo sé de memoria. Y mi preferida sigue siendo El sueño eterno.
-Yo no creo en el sueño eterno.
-Yo tampoco creía. Pero me hice un aborto y Dios me abandonó. Y ahora lo que me juno en los espejos es el tacho de bosta que me echó Satanás en el cerebro. A mi prima le pasó lo mismo pero se curó.
-Hay que curarse.
-¿Leíste Mujeres que corren con los lobos?
-Lo tengo más subrayado que a San Juan de la Cruz.
-¿Y no entendiste que Delmira pactó con el predator cuando era recién nacida? Las que somos tan lindas nacemos putas porque nos quieren nada más que por eso. Y vos todavía jodés con que la loca no se suicidó.
-Te aviso que yo soy el detective que le puso el cascabel a Satanás, nena. Modestamente.
-¿Viste que desde ayer me estás diciendo Nena? Era una de las personalidades de Delmira.
-¿Vamos a levantar el corazón? Tengo La primavera y Kreutzer por Vengerov.
-No. Prefiero que me acompañes a encarar a las pirujas de acá abajo -se emponchó con la sotana tajeada la muchacha y de golpe me hizo acordar a una mantarraya asesina. -Y si querés entender bien el mito de la Magdalena escribite con Shirley. Después te paso el mail.
-¿Y a qué se dedican las pirujas?
-Son cineastas posmo. Vivieron años en Canarias y me quieren llevar a un pub gay del Parque Rodó a hacer una performance. Por favor, acompañame: imaginate que soy Peluca de Plata y tengo el corazón más helado que el granizo.
-Más helado que yo no lo vas a tener.
-¿Querés que vaya sin tacos? ¿Cuánto medís?
-Uno cincuenta. Pero me consuelo pensando que los estudios de ADN demostraron que San Juan de la Cruz era más enano que yo.
-Ahora lo que te falta es soñar que me aparezco en bolas como Ana de Jesús en La noche oscura. Opa: tenés revólver y todo.
-Claro. Sin balas, pero es muy útil.
-Útil para morir.
-No. Para no matar. Y espero que las alas que te crecieron anoche no se te rompan nunca.
-Vos vas a seguir siendo un niño hasta cuando estés en el cielo -me retocó el jopo recién engominado a lo Presley la monja buñuelesca.
4 HORMIGAS
Las pirujas alquilaban un dormitorio reformado del palazzo de la belle époque y el jedor a hasch zigzagueaba dantescamente por las escaleritas.
-Joder -nos abrió carcajeando hasta la náusea una flaca treintona y de facciones dulces que usaba una ortodoncia para el bruxar diurno. -Trajiste guardaespaldas.
-Isabelino Pena. Detective de almas y escritor de mis propias aventuras -le hice una reverencia. -Instalado desde ayer en el cucho del Tucho.
-¿Lo qué? -apareció gateando otra reventada con córneas de huevo frito. -¿Tiene pistola como en las películas?
-Dos: una entre los calzoncillos y otra en la cartuchera.
Entonces las pirujas se hilarizaron hasta tsunamizarse y la flaca de encías negras nos hizo entrar cazándonos viscosamente las muñecas:
-Yo soy Nanda y ella es Rosa. ¿Así que usted es el sordo que nos atomiza con el rocanrol de iglesia?
-Son las cuatro estaciones de Vivaldi intertextualizadas con las de Piazzolla por el violinista ruso Gidon Kremer -se agarró el crucifijo que le ardía entre la franja nevada del cuello y el escote con puntillas color sangre la Nena.
-¿Y a usted le parece bien chulear monjas, detective?
-Si no me tutean me voy. Y les aclaro que a Magui la conocí recién anoche y lo único que me importaría sería tener un hijo con ella. Y que mi único deseo pasaría por transformarla en una especie de probeta del Espíritu Santo.
-No te zarpes, Maestro.
-Por decir lo que pienso / sin pensar lo que digo / más de un beso me dieron / y más de un bofetón.
-Bueno, llegaron justo para el holocausto -se arrastró Rosa hasta una sartén desbordada de hormigas que confluían militarmente desde el ventanal donde reverberaba un macetón con geranios. -Estas tías me atacaron los pimpollos y ahora van a reventar peor que en un estadio de Pinochet.
-Se piró -siguió haciendo arcadas negras de risa Nanda. -Le acabo de comprar un veneno especial y todo pero quiere fritarlas en miel.
Magui me agarró la mano como una verdadera nena y yo saqué la pistola antes que la lesbiana de ojazos-huevos prendiera el gas de la kichenet:
-Vaciá esa sartén ya mismo o te van a quedar los sesos para hacer buñuelos, loca de la cotorra.
-Tranquilo, majo -se puso verde la mujerúncula más enana que San Juan de la Cruz.
-Y no me hables en gallego porque sos más uruguaya que el Palacio Salvo.
-Okey, dale. Pero guardá el fierrito.
-Acá yo soy el ángel guardián que el Tucho deja en la bohardilla cuando se va de viaje -me desaforé aullando peor que en la cancha de Liverpool.
Entonces la Nena me apoyó el capuchón en el hombro y me sentí amparado por una especie de Nuestra Señorita.
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