miércoles
LA PROBLEMÁTICA SEXUAL DE NUESTRA ÉPOCA
SEGUNDA ENTREGA
A. El concepto de “salud sexual”.
Hemos hablado de síntomas y de enfermedad. A propósito de ello, sería bueno recordar que ha sido la propia Organización Mundial de la Salud la que ha alertado a la humanidad y, especialmente al mundo occidental, sobre la alarmante extensión de los trastornos de la sexualidad y de su incidencia en el deterioro creciente de la salud que afecta a los individuos, a los matrimonios y a las familias. Y es elocuente que su llamado a asumir el problema y a promover urgentemente acciones de terapia y, sobre todo, de profilaxis de la salud sexual, se afirme en dos postulados básicos: la reivindicación del derecho al placer y la reivindicación del derecho a la información.
Veamos ahora algunos de los conceptos fundamentales que maneja la O.M.S:
Definiciones de la O.M.S. sobre Salud Sexual y Sexualidad Sana:
“Salud Sexual es la integración de los elementos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual por medios que sean positivamente enriquecedores y que potencien la personalidad, la comunicación y el amor”.
“Presentan decisiva importancia, desde ese punto de vista, el derecho a la información sexual y el derecho al placer”.
“Según Mace, Bannerman y Burton, el concepto de sexualidad sana incluye tres elementos básicos:
1) la aptitud para disfrutar de la actividad sexual y reproductiva y para regularla de conformidad con una ética personal y social;
2) la ausencia de temores, de sentimientos de vergüenza y culpabilidad, de creencias infundadas y de otros factores psicológicos que inhiban la reacción sexual o perturben las relaciones sexuales;
3) la ausencia de trastornos orgánicos, de enfermedades o deficiencias que entorpezcan la actividad sexual y reproductiva.
Tal noción de salud sexual supone la adopción de un criterio positivo de la sexualidad humana; la finalidad de la asistencia prestada en este sector debe ser el disfrute intensificado de la vida y de las relaciones personales y no meramente el asesoramiento y la asistencia relacionados con la procreación o las enfermedades de transmisión sexual.”
Ahora bien: nuestra posición en pedagogía sexual se asentará, también, sobre el reconocimiento de que la salud sexual, como uno de los valores claves a reivindicar, sólo se puede alcanzar si se superan educativamente la ignorancia sexual, equivocadamente considerada como “condición de virtud” y el miedo al sexo (es decir, el miedo concreto al placer sexual) tradicionalmente considerado como “condición de pecado”.
B. Los supuestos básicos de toda posible re-orientacion
La educación es una tarea eminentemente realista; es decir, es una tarea que no puede prescindir ni subestimar la realidad, aunque su significado esencial sea ir más allá de la realidad, procurando su transformación ética.
Pues bien, si la realidad a que debe enfrentarse el educador sexual es, como la describíamos, una realidad “en crisis de desorientación”, la tarea a asumir por los educadores será, primariamente, una tarea de “re-orientación”.
Como a los alpinistas perdidos en la montaña, habrá que rescatar a los jóvenes y a los adultos extraviados liberándolos de las avalanchas de contradicciones que hoy los aplastan y capacitándolos para que puedan encontrar el rumbo perdido. Para esta tarea, se impone que el educador comprenda que, como lo quería Binwanger para los psiquiatras y los psicoterapeutas, tendrá que ser, más que “un médico de almas”, un verdadero y audaz “guía de montaña”.
En efecto: cuando la tarea es de rescate y de re-orientación, las prioridades hay que establecerlas de cara a la gravedad de la situación y no en base a retóricos conceptos morales elaborados en la confortable atmósfera del escritorio. Es autoevidente que lo que aquí se necesitan, si es que queremos realmente rescatar a las víctimas del atolladero, no son eruditas citas bibliográficas, filosóficas o teológicas, sino cosas mucho más concretas: un buen equipo, buen entrenamiento, conocimiento práctico del terreno, capacidad de auto orientación y, sobre todo, coraje y valentía. La tarea de educación sexual sigue siendo una tarea peligrosa y, para abordarla, se siguen necesitando ciertas condiciones ineludibles entre las que se cuentan, en primer lugar, el gusto por la aventura y el pionerismo de los espíritus arriesgados.
Pues bien: suponiendo que se tiene clara la tarea que nos espera y que se reúnen, en principio, las condiciones para afrontarla, nos quedarán aún por cumplir tres supuestos básicos que transformarán las buenas intenciones en concreta misión pedagógica:
1. habrá que adquirir un conocimiento lo más verdadero posible y lo más completo posible de la realidad sexual “tal-cual-es”, para así podernos orientar en ella;
2. habrá que explicitar y aclarar suficientemente el sistema de valores con que nos comprometemos y que serán los que, en definitiva y decisivamente, guiarán nuestros pasos; y
3. habrá que diseñar una estrategia pedagógica suficientemente inteligente y suficientemente pragmática como para que el operativo resulte, en definitiva, eficaz, eficiente y efectivo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario