domingo

UN MEMORABLE DIÁLOGO CON MARTA GULARTE Y SU HIJO JORGINHO

(aparecido en El Popular el 17 de febrero de 1989)

TARZÁN EN ÁFRICA Y MANDELA EN HOLLYWOOD

Gustavo Goldman / Hugo Giovanetti Viola


(reportajes recuperados)

SEGUNDA ENTREGA

LAS CHANCLETAS SANAS Y EL TAMBOR PINTADITO

¿Qué papel juega la colectividad negra en nuestra cultura, a juicio de ustedes?

Jorginho: Primero que nada, habría que aclarar que la colectividad negra no se puede concebir aislada de la situación general de nuestra cultura. Y aquí el gobierno no apoya a la cultura artística. Fijate lo que fue la experiencia fallida del circuito de la Intendencia, por ejemplo (en el cual yo participé) y donde el gobierno financió una actividad cultural con participación de artistas que manejaban justamente una temática crítica de todo lo que estaba pasando en ese momento. ¿Y entonces qué hicieron? La cortaron.

Marta: Yo de esos temas prefiero no hablar.

Jorginho: Pero si vas a hacer una nota tenés que decir las cosas como son, mamá. No podés estar bien con Dios y con el diablo. Mirá, en realidad yo preferiría que primero terminaran de hacerle la nota a ella y después siguieran conmigo.

No importa, no importa. Cada cual dice lo suyo. ¿Vos qué chance de desarrollo le ves a la cultura artística negra inserta en un eventual gobierno popular?

Jorginho: Y, le veo más chance de generar participación, antes que nada. Pero ojo: siempre y cuando haya una concientización dentro de la colectividad. No podemos seguirnos prestando a la fantasía erótica y mitómana del blanco hacia el negro, eso del “Pa: los negros qué fuerza, qué todo”. Y viene una comparsa toda rotosa y muchos intelectuales dicen: “Pa. Esa sí es una comparsa verdadera”. Y no: es que no tienen un mango.

Yo siempre me acuerdo de lo que decía hace ocho años un carnavalero brasilero, Joazinho Trinta: “Al pobre le gusta el lujo. Por eso existe el carnaval. Al intelectual burgués le gusta ver la miseria, porque es la fuente de su creatividad”. Pero en realidad, a todo el mundo le gusta pucherear y salir en la comparsa con las chancletas sanas y el tambor pintadito.

Acá se le da bola al negro en una forma bien pintoresquista. Sube “Morenada” y aparece uno y dice: “Yo soy un negrito pintón, que a todas las enloquece”. Es como Sammy Davis Jr, que representa la imagen del “negro for export”: lo ves abrazado con Sinatra, con la mafia, etc. y en el fondo es un tipo que no aporta nada al movimiento cultural negro. En EEUU es como Shaka-Zulú.

Lo que pasa es que los medios de difusión están masificados, dirigidos hacia determinados intereses y cosas, y al negro no se le da pelota porque hasta ahora no ha dicho nada. No molesta. Si se utilizara toda la fuerza potencial que tiene la comparsa, los tambores, y el poder de convocatoria de las llamadas, el negro se reivindicaría como ser humano dentro de la sociedad, que es lo más importante. Pero su integración social aparece postergada por un problema de automarginación que parecería genético, a esta altura. Y su actitud sumisa se ve agravada, encima, por el fenómeno de la pobreza, con todas las carencias culturales que esto acarrea.

Vos te ponés a dirigir una comparsa, y pila de veces te sentís como los jesuitas. De repente yo estaba dirigiendo una comparsa y les decía a los del coro: “En esta parte sean más sutiles”: Y uno se miraba con el otro y comentaba: “Vo, ¿y éste qué dijo? ¿Sutil?”. Entonces yo me sentía mal, parecía como si los estuviese catequizando o algo así. Es un terrible problema de falta de educación, ¿te das cuenta? Eso hizo que durante los últimos años las comparsas no elaboraran sátira ni crítica política, por ejemplo, junto al trabajo realizado por el canto popular. Se seguía alegrando fiestas y diciendo cosas insulsas. Y no porque el negro no sufriera la falta de plata ni de libertad, o no le costara lo mismo que al blanco un quilo de carne o un litro de leche. Pero su posibilidad de acceso al estudio lo coarta casi totalmente. Salvo los negros criados por familias blancas, son pocos los que llegan a la Universidad. Y es responsabilidad del gobierno que exista una educación más amplia. A nivel de todo el pueblo, por supuesto.

TARZÁN EN ÁFRICA Y MANDELA EN HOLLYWOOD

¿Hay racismo en el Uruguay?

Jorginho: Lo hay, pero no declarado. Lo que pasa es que todavía el negro ni corta ni pincha, como te decía. Porque actualmente, ¿qué evoca la comparsa? Evoca el África que no conoció, o el África de Tarzán. O sea, a chicanos y portorriqueños disfrazados de extras en un estudio de Disneylandia. El moreno, en su fantasía, se imagina leones pero no se imagina que en Burundi hay viaductos, hay otra cultura.

Marta: Sí, en la agrupación hay un tema que se llama “A Mandela” y un moreno preguntó el otro día: “¿Quién es Mandela?”. Yo me callé la boca, y otro le contestó: “¿Quién no lo sabe? Es un coso que trabaja ahí en las películas americanas”.

Jorginho: Ahí está lo que te digo. Acá hay que cambiar de posición. No puede ser que todavía siga apareciendo un tipo como Páez Vilaró que viene, curra a los negros, hace mil historias y dice: “Yo no soy racista: hasta tengo un amigo negro”. Yo eso lo he escrito en una canción mía que está grabada: Como ese señor que en la Punta / le dicen pintor. / Se saca boleto en las fiestas tocando el tambor. / Porque entre la gente de guita es muy underground / decir que les gusta el candombe porque es popular.

Bueno, y otro problema que tenemos, además de la falta de apoyo estatal a todo nivel, es el problemática de DAECPU.

QUILOMBOS Y QUILOMBOS

Marta: ¿Por qué no dejás ese problema para otro día, Jorge?

Jorginho: ¿Para cuándo? ¿Para cuando vos no estés adelante?

Marta: Yo lo que sé es que cuando precisé un certificado de trabajo para el pasaporte, me salvó la DAECPU.

Jorginho: Pero mamá, ¿no te das cuenta que dspués de Artigas vos sos una de las personas más conocidas en el Uruguay? ¿Quién te va a negar un pasaporte? Mirá, si los abolicionistas hubieran sido sumisos no se habría acabado la esclavitud ni en el Brasil. A los primeros luchadores los mataron y torturaron, porque lideraban todo un movimiento que hacía escapar a los negros de las plantaciones y organizarse en quilombos. Acá se dice “quilombo” cuando se arma un relajo, pero en realidad eran núcleos de negros escapados y organizados en la selva.

Marta: Sí. Eso ya lo sé.

Jorginho: Bueno, pero se logró con un trabajo de hormiga: alguien dice una cosa, otro otra. Las cosas van cambiando.

Marta: Pero yo no quiero que toques el punto de la DAECPU. Para mí, en este momento, ese tema no existe. Después que pase el carnaval hacé lo que quieras.

Jorginho: Perdón, pero yo lo que digo quiero que lo pongan en el semanario. Esto lo sufro desde chico, y últimamente he dicho a cara descubierta todo lo que pensaba.

Marta: ¿Pero cuándo vas a aprender a callarte? Yo muchas verdades las voy a contar en mi libro. No las protesto ahora, al cuete, así porque sí. Soltar tiros al aire…

Jorginho: Vos sos vos. Yo soy otra persona.

Marta: Soy tu madre. Y salgo en carnaval. Vos no salís.

Jorginho: Yo no salgo porque no puedo soportar que negreen a gente que no tiene para comer, y después son unos desnutridos que tocan los tambores. Esa mediación que se hace en los tablados, ese “peaje” es, si se quiere, hasta ilegal. Las comparsas tendrían que juntarse y decir: “A ver, que nos expliquen por qué nosotros, que somos muchos más, ganamos menos que las murgas y los parodistas”.

Y en cuanto al gobierno, exigir que en el MEC haya alguien que conozca y resuelva los problemas del carnaval. Aunque sea como inversión. Las llamadas no fueron inventadas por el Estado, sino por las comparsas, en el 59. Entonces, como vieron que a ese desfile fue más gente que a los de Dieciocho, al otro año ya vinieron con las sillas, las normas, las concesiones, los mojos, la joda. Actualmente, la guita que dan para los premios no llega al 30 % de lo que recaudan. Mirá: para mí la lucha no es enseñarle a los de afuera lo que es chico, repique y piano. Son los que están tocando los que deben saber qué tienen en las manos. Lo que se necesita, insisto, es concientización.

Marta: Lo que se necesita son negros que las tengan bien puestas. ¿Entendiste?

Jorginho: ¿Ustedes se imaginan un carnaval sin tambores? Yo tampoco.

Marta: Ay. Mirá, Jorge: mirá estos dos cómo nos están grabando.

Jorginho: Ta todo bien, mamá.

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