(entrevista realizada por Natalia Verdún a Hugo Giovanetti Viola para las páginas orientadoras de la Escuela de Cineastas del Uruguay)
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Entiendo que el curso de guión que empezarás a dictar a mediados de marzo desemboca en una tecnicatura que se completa en tres años. ¿Cuántos días a la semana, cuántas horas?
Este curso es dialéctico, en el sentido de que tiene dos fases interconectadas.
En primer lugar, dos de las cuatro horas que tenemos previstas dar por semana, están dedicadas al relato en general, y sin distinción de géneros: una historia se puede narrar en forma de poema, canción, obra teatral, cuento, novela o película. Se trata entonces de analizar qué es lo que hace funcionar a un relato cualquiera.
Y son dos ejes básicos: su función micro-expresiva (la textura de la frase sobre el papel en blanco, o enganchada a un discurso musical o plástica o actoral) y su función macro-expresiva: o sea, cómo logramos “tocar” los arquetipos humanos que nos constituyen y nos definen a todos espiritualmente. Debemos conmover profundamente al receptor: hipnotizarlo para que vea nuestro tesoro y busque el suyo. Sin eso, no hay arte verdadero. O sea: si no “tocamos” simbólicamente cierto “resplandor” de la “verdad absoluta” que es intangible para la ciencia o la ética, no aportamos el imprescindible “sesgo” estético. El sistema de trabajo es analizar muy buenas canciones, poemas, cuentos, novelas, flashes plásticos, obras de teatro o películas. El mundo cultural siempre es muy caótico, y a veces lo que se pone “de moda” es un producto que sirve simplemente para entretener y no para conmover. Y eso siempre está “manijeado” por la mediocridad imperante. Lo que intentamos en nuestros cursos es guiar la formación del futuro narrador y robustecerle una conciencia crítica para que en el futuro -y por supuesto que más acá o más allá de ciertas discrepancias surgidas de los inevitables “gustos personales”- sea capaz de distinguir entre el “arte arcoírico profundo” y el “telarañismo tramposo” tan difundido por el consumismo salvaje.
En segundo lugar, hay otras dos horas destinadas al trabajo de taller. Se proponen temas y se analizan las propuestas, frase por frase, estructura por estructura. Pero estas dos horas ya estarán referidas concretamente a los guiones que se producen para cine. La idea es generar trabajos que en el futuro puedan ser llevados a la pantalla por nuestra empresa cinematográfica.
Las secuencias docentes todavía no están muy claramente definidas en el “alfombrado” de horarios y de turnos. Lo ideal va a ser que haya dos horas seguidas para lo “narrativo general” y dos para lo “guionístico cinematográfico”.
Y quiero insistir en que lo que verdaderamente importa es no aspirar a que nuestro trabajo esté “bien”. Tiene que estar “muy bien”, como decía Manuel Espínola Gómez. Y lo mismo pensaban Artigas, Herrera y Reissig, Torres García, Onetti, Zitarrosa, Darnauchans o cualquier otro gran maestro espiritual de los muchos que tuvimos. Es por eso que existimos como país: porque sin “gran cultura” no hay pueblo que pueda “faccionar” incanjeablemente su “viaje” territorial con trascendencia global y universal. Claro que hay que mejorar mucho. Para eso se fundó la Escuela de Cineastas del Uruguay.
¿Cómo será la dinámica de trabajo y qué resultados se buscan al finalizar cada año?
Bueno, me enchufé tanto que creo que ya está casi todo contestado en la respuesta anterior. Aspiramos a una dinámica artística que le genere chances a cualquier místico del arte -y sobre todo del arte popular- de proyectar su tesoro. Y dentro de una cultura del amor y no del glamour.
¿Cuál será el perfil del egresado de la tecnicatura en guión cinematográfico?
Yo dirijo talleres literarios hace veinte años y siempre logré que alguna gente termine por pensar y trabajar con cabeza propia. La independencia es todo. Y el objetivo principal es que los que alcancen la tecnicatura puedan seguir arreglándoselas solos: como artistas y como docentes. Y no olvidarse nunca de lo que cantó Joaquín Sabina a propósito de Joan Manuel Serrat: Detrás está la gente que necesita / su música bendita más que comer. Porque si tu arte no es maná repartido en el desierto, no sirve para un carajo.
En Montevideo existen otras escuelas que brindan cursos y talleres de guión. Como profesional y como docente, ¿cuál pensás que sería el carácter diferencial de los cursos de la Escuela de Cineastas del Uruguay?
Yo no asistí a esos cursos que nombrás y preferiría no juzgar el trabajo de nadie. Siempre hay enfoques valiosos en todos lados. Nosotros, eso sí hay que aclararlo, obligamos al guionista a que asista a las clases de actuación, por lo menos. Y también puede engancharse en los cursos de dirección, aunque sea como observador. El muy buen cine es verdaderamente un milagro colectivo, y es distinto soñar y escribir un guión si sabés cómo funcionan los resortes íntimos del actor y el director. Esa es una característica de nuestra Escuela: colectivizar a rajatabla.
Pero, en definitiva, aquí estamos todos desafiados por un solo objetivo: lograr que exista un cine uruguayo de primer nivel mundial, como ha pasado -siempre muy de vez en cuando- con las otras artes o con el fútbol. Por el momento creo que hay nada más que algunas películas uruguayas “buenas”, “premiadas”, etc. No alcanza. No hay un cine uruguayo que te sacuda con la eficacia mágica que irradia Diego Forlán, por ejemplo. Y lo digo más acá o más allá de los “Pichichi” y el “Botín de oro”. El problema no pasa esencialmente por “ser aplaudido”, sino por agregarle belleza liberadora a este infierno tan querido. Bach y Vallejo murieron ignorados. Pero nos siguen alimentando todos los días.
En segundo lugar, hay otras dos horas destinadas al trabajo de taller. Se proponen temas y se analizan las propuestas, frase por frase, estructura por estructura. Pero estas dos horas ya estarán referidas concretamente a los guiones que se producen para cine. La idea es generar trabajos que en el futuro puedan ser llevados a la pantalla por nuestra empresa cinematográfica.
Las secuencias docentes todavía no están muy claramente definidas en el “alfombrado” de horarios y de turnos. Lo ideal va a ser que haya dos horas seguidas para lo “narrativo general” y dos para lo “guionístico cinematográfico”.
Y quiero insistir en que lo que verdaderamente importa es no aspirar a que nuestro trabajo esté “bien”. Tiene que estar “muy bien”, como decía Manuel Espínola Gómez. Y lo mismo pensaban Artigas, Herrera y Reissig, Torres García, Onetti, Zitarrosa, Darnauchans o cualquier otro gran maestro espiritual de los muchos que tuvimos. Es por eso que existimos como país: porque sin “gran cultura” no hay pueblo que pueda “faccionar” incanjeablemente su “viaje” territorial con trascendencia global y universal. Claro que hay que mejorar mucho. Para eso se fundó la Escuela de Cineastas del Uruguay.
¿Cómo será la dinámica de trabajo y qué resultados se buscan al finalizar cada año?
Bueno, me enchufé tanto que creo que ya está casi todo contestado en la respuesta anterior. Aspiramos a una dinámica artística que le genere chances a cualquier místico del arte -y sobre todo del arte popular- de proyectar su tesoro. Y dentro de una cultura del amor y no del glamour.
¿Cuál será el perfil del egresado de la tecnicatura en guión cinematográfico?
Yo dirijo talleres literarios hace veinte años y siempre logré que alguna gente termine por pensar y trabajar con cabeza propia. La independencia es todo. Y el objetivo principal es que los que alcancen la tecnicatura puedan seguir arreglándoselas solos: como artistas y como docentes. Y no olvidarse nunca de lo que cantó Joaquín Sabina a propósito de Joan Manuel Serrat: Detrás está la gente que necesita / su música bendita más que comer. Porque si tu arte no es maná repartido en el desierto, no sirve para un carajo.
En Montevideo existen otras escuelas que brindan cursos y talleres de guión. Como profesional y como docente, ¿cuál pensás que sería el carácter diferencial de los cursos de la Escuela de Cineastas del Uruguay?
Yo no asistí a esos cursos que nombrás y preferiría no juzgar el trabajo de nadie. Siempre hay enfoques valiosos en todos lados. Nosotros, eso sí hay que aclararlo, obligamos al guionista a que asista a las clases de actuación, por lo menos. Y también puede engancharse en los cursos de dirección, aunque sea como observador. El muy buen cine es verdaderamente un milagro colectivo, y es distinto soñar y escribir un guión si sabés cómo funcionan los resortes íntimos del actor y el director. Esa es una característica de nuestra Escuela: colectivizar a rajatabla.
Pero, en definitiva, aquí estamos todos desafiados por un solo objetivo: lograr que exista un cine uruguayo de primer nivel mundial, como ha pasado -siempre muy de vez en cuando- con las otras artes o con el fútbol. Por el momento creo que hay nada más que algunas películas uruguayas “buenas”, “premiadas”, etc. No alcanza. No hay un cine uruguayo que te sacuda con la eficacia mágica que irradia Diego Forlán, por ejemplo. Y lo digo más acá o más allá de los “Pichichi” y el “Botín de oro”. El problema no pasa esencialmente por “ser aplaudido”, sino por agregarle belleza liberadora a este infierno tan querido. Bach y Vallejo murieron ignorados. Pero nos siguen alimentando todos los días.
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