“EL ASUNTO ES CÓMO LLEGAR
AL REENCANTAMIENTO DEL MUNDO”
A punto de cumplir sus 80 años, Saúl Ibargoyen (Uruguay, 1930) es una de las grandes figuras de nuestra cultura liberadora que no necesita presentación.
Este entrevista inicia una celebración de su trabajo abarcador de más de medio siglo, a la que añadiremos publicaciones de estudios críticos de su poesía y su narrativa ya circulantes por el mundo entero.
¿Cómo valorás las chances purificadoras del discurso estético-arquetípico dentro del emperrado panorama cambalachesco del siglo XXI?
Sin pretender ni por asomo definiciones totalizadoras, me parece que las siluetas arquetípicas, uncidas al trasfondo psicológico en el que la cultura se apoya por mera acumulación y por experiencia histórica, surgen a cada instante -aun costosamente- en los procesos creativos ya individuales, ya comunitarios.
El desprecio absoluto que el capitalismo salvaje y su falsa democracia otorgan al individuo humano y en cierta medida humanizado y humanizante por determinados logros que la Historia nos muestra, no ha frenado los nuevos desarrollos y desafíos de la creatividad encauzada a generar (en diversas disciplinas) productos espirituales que, por sólo existir, resultan revolucionarios.
Y lo son en cuanto acompañen, aun en términos genéricos, los movimientos liberadores que se aprecian en nuestro dolido planeta. Existe un todo se vale para la cultura, consecuencia del todo se vale en la economía, en la política, en la ideología. Ya estamos hartos de la degradación impulsada por los mass media, del discurso hipócrita, de la fatuidad verbal, de las engañosas construcciones sociales. El ser humano real exige y en parte se plantea necesidades nuevas que conllevan nuevas propuestas; un pensamiento dialéctico capaz de crear, preservar y destruir en función de nuevas formas creativas y éticas.
En setiembre estás invitado a participar, junto con Jorge Boccanera, en un Coloquio Internacional que organiza la Escuela de Cineastas del Uruguay -La literatura entre dos milenios- donde te reencontrarás con una catedrática iberoamericanista francesa, Maryse Renaud, y otra búlgara, Ludmila Ilieva. ¿Qué sintomatiza este tránsito reformulado desde una América del Sur que Torres García mapeaba con el vértice apuntando hacia lo alto del planeta?
Pienso que Nuestra América, que la América Magna, que la Patria Grande, tiene mucho que proponer en estos tiempos. Es obvio que las propuestas, latentes o actuantes, enfrentan tremendas e ineludibles dificultades. Son tiempos especialmente ásperos: el imperialismo contrataca, ya vemos los ejemplos de Honduras, Perú, Colombia, Chile…, más la espantosa tragedia de Haití y la ocupación militar para proteger intereses económicos y explotar la mano de obra tal vez más barata del mundo. (¿Qué tienen que hacer ahí los mil y pico de soldados uruguayos?)
En fin, todavía no se ha perdido, desde nuestro continente, la iniciativa de plantear la apertura a cielos más abiertos; a la inclusión de proyectos espirituales que tengan su apoyo en actores sociales nuevos, incluyendo factores políticos y aun más allá de ellos. Son innumerables las actividades que se realizan en todas las disciplinas, con un sentido de honda creatividad y de libertad real: foros, concursos, encuentros, festivales, intercambios, y un largo etcétera, con recursos propios y/o con apoyos no oficiales, aunque el apoyo de sectores privados o gubernamentales no debe rechazarse siempre que la libertad de organización, difusión, alcance y creatividad no resulte condicionada. Naturalmente, la academia puede tener una presencia relevante.
¿Los golpes coleccionados durante ochenta años depuraron tu fe en la completud humana?
El dicho popular de si “se forma callo no duele” puede ser aplicado dialécticamente en la respuesta. Esa completad humana que se menciona, a la que hemos dado fe activa, convicción social y esfuerzo personal, tiene antecedentes en las más antiguas culturas. En la lucha contra el sufrimiento subjetivo y colectivo en todas sus manifestaciones reales o imaginables, cada uno va reuniendo su karma, pero sólo cuando se tenga acceso a una comprensión aproximada de esa ley, quizá se vuelva en parte posible sufrir el dolor ajeno y el propio en un acto espiritual único.
Se forma callo para eso: para comprender el dolor subjetivo y comunitario. Un dolor mal sufrido a causa de la injusticia social, de los desastres naturales, de la crisis económica, de las turbias relaciones afectivas, etcétera, puede conducir al sufrimiento sucio, al odio expansivo. Y el sistema sabe aprovechar esas energías negativas contra la misma sociedad y contra el mismo individuo: homofobia, racismo, discriminación múltiple.
En fin, a los golpes coleccionados hemos respondido con errores, con la paciencia debida y sin término, con la revisión de nuestra conducta social y subjetiva, con el apego a la enseñanza de nuestros maestros: el desapego material de nuestro padre, el inderrotable cristianismo sin Iglesia de nuestra madre, la luchadora gente popular de cada día, el humanismo dialéctico de Carlos Marx, el desapego perfeccionista de Sidhartha Sakyamuni, el enraizamiento del Cristo con los de abajo, los principios revolucionarios de Lenin, el vino espiritual de los sufi, la verdad histórica del oriental José Artigas, la verba poética de tantos vates de todas las épocas que transitan los rumbos de la Mancha… ¿Qué habrá sido de los golpeadores, dónde estarán, seguirán golpeando a algún caído? De seguro, otros golpes vendrán, “vivir es peligroso”, dijo Joao Guimaraes Rosa. Que vengan, pues: pondremos el callo como la adarga de Don Quijote.
¿Qué potencial de sed y hambre de luminosidad detectás en las nuevas generaciones que se acercan a tus talleres?
En los jóvenes de esas generaciones se dan experiencias de vida muy diversas, al punto de que, si bien pueden compartir una determinada axiología (educación, consumo, conducta social y familiar…), no pocas veces surgen diferencias relevantes. Las clases sociales existen, aunque el discurso oficial predominante hable como dirigiéndose a una sociedad homogénea, en la que todos comen caliente tres veces al día, toma coca-cola, se sienten unidos por el fútbol, etcétera.
Aun así, percibimos desde hace más de 30 años en esto de los talleres, que existe una marcada tendencia al cuestionamiento, a la réplica, a la búsqueda de lo distinto, pero asimismo una proclividad -motivada por los estereotipos generados por el sistema- de tener acceso al reconocimiento, a las becas, a la fama, al dinero. La mayoría de los centenares de alumnos con los que hemos trabajado en cursos y talleres en varios países, ha dado pruebas de estar atentos a los sucesos literarios, a las lecturas (no siempre suficientes), a las cuestiones sociales.
Hay también un desencanto, y no pocas veces el deseo de llegar a un “reencantamiento del mundo”, el asunto es cómo. Y ahí aparece, no como panacea, la necesidad de ubicarse creativamente en su realidad, no enajenarse, romperse manos y ojos y mente para adecuarse al propio darma, no al darma (destino) que el sistema quiere infligirnos. La creatividad plena es también sacrificial, no hay de otra. Pero siempre debe haber, y eso los jóvenes ya lo saben, la alegría crítica que los sostenga.
AL REENCANTAMIENTO DEL MUNDO”
A punto de cumplir sus 80 años, Saúl Ibargoyen (Uruguay, 1930) es una de las grandes figuras de nuestra cultura liberadora que no necesita presentación.
Este entrevista inicia una celebración de su trabajo abarcador de más de medio siglo, a la que añadiremos publicaciones de estudios críticos de su poesía y su narrativa ya circulantes por el mundo entero.
¿Cómo valorás las chances purificadoras del discurso estético-arquetípico dentro del emperrado panorama cambalachesco del siglo XXI?
Sin pretender ni por asomo definiciones totalizadoras, me parece que las siluetas arquetípicas, uncidas al trasfondo psicológico en el que la cultura se apoya por mera acumulación y por experiencia histórica, surgen a cada instante -aun costosamente- en los procesos creativos ya individuales, ya comunitarios.
El desprecio absoluto que el capitalismo salvaje y su falsa democracia otorgan al individuo humano y en cierta medida humanizado y humanizante por determinados logros que la Historia nos muestra, no ha frenado los nuevos desarrollos y desafíos de la creatividad encauzada a generar (en diversas disciplinas) productos espirituales que, por sólo existir, resultan revolucionarios.
Y lo son en cuanto acompañen, aun en términos genéricos, los movimientos liberadores que se aprecian en nuestro dolido planeta. Existe un todo se vale para la cultura, consecuencia del todo se vale en la economía, en la política, en la ideología. Ya estamos hartos de la degradación impulsada por los mass media, del discurso hipócrita, de la fatuidad verbal, de las engañosas construcciones sociales. El ser humano real exige y en parte se plantea necesidades nuevas que conllevan nuevas propuestas; un pensamiento dialéctico capaz de crear, preservar y destruir en función de nuevas formas creativas y éticas.
En setiembre estás invitado a participar, junto con Jorge Boccanera, en un Coloquio Internacional que organiza la Escuela de Cineastas del Uruguay -La literatura entre dos milenios- donde te reencontrarás con una catedrática iberoamericanista francesa, Maryse Renaud, y otra búlgara, Ludmila Ilieva. ¿Qué sintomatiza este tránsito reformulado desde una América del Sur que Torres García mapeaba con el vértice apuntando hacia lo alto del planeta?
Pienso que Nuestra América, que la América Magna, que la Patria Grande, tiene mucho que proponer en estos tiempos. Es obvio que las propuestas, latentes o actuantes, enfrentan tremendas e ineludibles dificultades. Son tiempos especialmente ásperos: el imperialismo contrataca, ya vemos los ejemplos de Honduras, Perú, Colombia, Chile…, más la espantosa tragedia de Haití y la ocupación militar para proteger intereses económicos y explotar la mano de obra tal vez más barata del mundo. (¿Qué tienen que hacer ahí los mil y pico de soldados uruguayos?)
En fin, todavía no se ha perdido, desde nuestro continente, la iniciativa de plantear la apertura a cielos más abiertos; a la inclusión de proyectos espirituales que tengan su apoyo en actores sociales nuevos, incluyendo factores políticos y aun más allá de ellos. Son innumerables las actividades que se realizan en todas las disciplinas, con un sentido de honda creatividad y de libertad real: foros, concursos, encuentros, festivales, intercambios, y un largo etcétera, con recursos propios y/o con apoyos no oficiales, aunque el apoyo de sectores privados o gubernamentales no debe rechazarse siempre que la libertad de organización, difusión, alcance y creatividad no resulte condicionada. Naturalmente, la academia puede tener una presencia relevante.
¿Los golpes coleccionados durante ochenta años depuraron tu fe en la completud humana?
El dicho popular de si “se forma callo no duele” puede ser aplicado dialécticamente en la respuesta. Esa completad humana que se menciona, a la que hemos dado fe activa, convicción social y esfuerzo personal, tiene antecedentes en las más antiguas culturas. En la lucha contra el sufrimiento subjetivo y colectivo en todas sus manifestaciones reales o imaginables, cada uno va reuniendo su karma, pero sólo cuando se tenga acceso a una comprensión aproximada de esa ley, quizá se vuelva en parte posible sufrir el dolor ajeno y el propio en un acto espiritual único.
Se forma callo para eso: para comprender el dolor subjetivo y comunitario. Un dolor mal sufrido a causa de la injusticia social, de los desastres naturales, de la crisis económica, de las turbias relaciones afectivas, etcétera, puede conducir al sufrimiento sucio, al odio expansivo. Y el sistema sabe aprovechar esas energías negativas contra la misma sociedad y contra el mismo individuo: homofobia, racismo, discriminación múltiple.
En fin, a los golpes coleccionados hemos respondido con errores, con la paciencia debida y sin término, con la revisión de nuestra conducta social y subjetiva, con el apego a la enseñanza de nuestros maestros: el desapego material de nuestro padre, el inderrotable cristianismo sin Iglesia de nuestra madre, la luchadora gente popular de cada día, el humanismo dialéctico de Carlos Marx, el desapego perfeccionista de Sidhartha Sakyamuni, el enraizamiento del Cristo con los de abajo, los principios revolucionarios de Lenin, el vino espiritual de los sufi, la verdad histórica del oriental José Artigas, la verba poética de tantos vates de todas las épocas que transitan los rumbos de la Mancha… ¿Qué habrá sido de los golpeadores, dónde estarán, seguirán golpeando a algún caído? De seguro, otros golpes vendrán, “vivir es peligroso”, dijo Joao Guimaraes Rosa. Que vengan, pues: pondremos el callo como la adarga de Don Quijote.
¿Qué potencial de sed y hambre de luminosidad detectás en las nuevas generaciones que se acercan a tus talleres?
En los jóvenes de esas generaciones se dan experiencias de vida muy diversas, al punto de que, si bien pueden compartir una determinada axiología (educación, consumo, conducta social y familiar…), no pocas veces surgen diferencias relevantes. Las clases sociales existen, aunque el discurso oficial predominante hable como dirigiéndose a una sociedad homogénea, en la que todos comen caliente tres veces al día, toma coca-cola, se sienten unidos por el fútbol, etcétera.
Aun así, percibimos desde hace más de 30 años en esto de los talleres, que existe una marcada tendencia al cuestionamiento, a la réplica, a la búsqueda de lo distinto, pero asimismo una proclividad -motivada por los estereotipos generados por el sistema- de tener acceso al reconocimiento, a las becas, a la fama, al dinero. La mayoría de los centenares de alumnos con los que hemos trabajado en cursos y talleres en varios países, ha dado pruebas de estar atentos a los sucesos literarios, a las lecturas (no siempre suficientes), a las cuestiones sociales.
Hay también un desencanto, y no pocas veces el deseo de llegar a un “reencantamiento del mundo”, el asunto es cómo. Y ahí aparece, no como panacea, la necesidad de ubicarse creativamente en su realidad, no enajenarse, romperse manos y ojos y mente para adecuarse al propio darma, no al darma (destino) que el sistema quiere infligirnos. La creatividad plena es también sacrificial, no hay de otra. Pero siempre debe haber, y eso los jóvenes ya lo saben, la alegría crítica que los sostenga.
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