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¿QUÉ CLASE DE NARRADOR ES EL GUIONISTA?


H.G.V.

El guionista -ya sea de cine o de teatro- es, esencialmente, un narrador con conciencia de que el texto que escribe no va a defenderse solo sobre una página. O mejor dicho: que no debe defenderse solo.

Esto implica, en primer lugar, que sus frases, hechas para los personajes, no son definitivas: van a ser espesadas, enriquecidas, mutiladas o a veces hasta silenciadas (a través de un gesto) por el director, los actores, la música y el color escenográfico.

El buen guionista, como el buen letrista de canciones, deja el ambiente del texto abierto a recreaciones. Un excelente ejercicio que aprendimos trabajando para teatro y para cine fue escribir la historia en forma de cuento o nouvelle y después someterla a una simple lectura de los actores para poder imaginarla actuada, sonorizada y sujeta a la magia de los montajes. Entonces la reescribimos y los resultados son muy diferentes.

Pero después de reescrita, la historia debe someterse a una nueva prueba que es su confrontación con los ensayos. Y allí se vuelven a modificar decisivamente los matices del relato.

En las primeras experiencias, el escritor que se apega a su proyecto de arranque, puede hasta enojarse muchísimo con los otros realizadores discursivos. Pero cuando ya se ha habituado a trabajar en equipo, en cambio, disfruta enormemente con las variaciones que le imponen la fluidez visual o los nuevos recursos que aporta lo actuado.

En el correr del siglo XX, el teatro de vanguardia (como sucede con Grotowski, Barba o Peter Brooke) fue incluyendo la presencia del escritor en todos los ensayos. Y la experiencia es fascinante, porque se produce una multiplicación discursiva in situ.

El guionista también debe acotar o sugerir acciones que en un texto literario se narran. El defecto del cine demasiado literario de la primera mitad del siglo pasado es que muchas veces se dice lo que se debe expresar con una acción.

Y la segunda metamorfosis clave se plantea a nivel macro: en la estructura global del relato. Es muy difícil que un guionista que no haya digerido a grandes narradores pueda concebir el mapa básico de una obra de teatro o de una película.

Pero también en ese terreno hay variantes obligadas por la especificidad de los recursos narrativos teatrales o cinematográficos.

Entonces, lo ideal es cursar e imbricar los cursos de narrativa independiente y de narrativa guionística, además de orientarse y activarse estudiando las técnicas de estructuración utilizadas por los grandes creadores de historias, ya sea en el género cuentístico o novelístico, el cancionístico, el teatral y el cinematográfico.

Si a esto se suma la asistencia al curso de actuación, el futuro guionista domina todos los recursos necesarios para soñar relatos visuales con su ritmo y su punch específico, que es lo que conmueve al público.

Y sin conmoción no hay arte: sin hipnosis no hay símbolos insondables. El arte es esencialmente simbólico y aporta una vivencia que no puede aportar el discurso científico o el ético. Una película muy buena no se puede explicar conceptualmente. Es un gran arcoiris que arranca en el tesoro del alma del equipo gestor y se posa en el alma del espectador.

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