QUINTA ENTREGA
9 / RABÍ salta de la cama para apagar el televisor. Brenda estaba tratando de dormirse con la cabeza abajo de la almohada y eso me puso histérico.
-Lo mejor sería empezar agarrar retenes como en los viejos tiempos -suspira el hombre pálido. -Aquí ya no se vive.
En el fondo resuena una tos monstruosa y Rabí observa inyectadamente el ventanal y se sienta en la cama, de espaldas a su mujer.
-Quiere irse al cielo -roncó Brenda. -Es eso.
-No hables así.
-Y a vos ni se te ocurra empezarme a gritar porque termina mal. Termina mal de veras.
-Es que no tenés derecho a reírte de Senel.
-Yo no me estoy riendo. Todos ustedes quieren irse al cielo.
-Y quiénes serían ustedes.
-Los elegidos, gordo. Me hacés cada pregunta. Los amables donantes de espiritualidad.
Rabí se frota la papada y murmura:
-Como Jerónimo.
-Tu hermano ya se fue. El que está a punto de castrarse de por vida en un convento es Senel. Y yo lo único que pregunto por millonésima vez es por qué no podemos obligarlo a que vaya a un psicólogo, como hicimos con Poli. Claro, ella no era mística. Ni macho.
-Basta, Brenda.
-Ella no era un Rabí dueño de Dios, querido. Ahora el profeta chico fuma como si viviera prendido de un chupete y está a punto de agarrarse una neumonia por despatarrarse a adorar las estrellas pero es cuerdo. Tiene una neurosis cuerda.
-Cuando salvó todas las materias en febrero no pensabas lo mismo -retruqué.
-Fue para hacerse cura que salvó las materias. Nada más. No le importa más nada que Dios. Y Dios no existe, gordo.
Rabí sale del dormitorio perlado por una especie de verdor de ultratumba y camina hacia el whisky.
10 / BRENDA demora poco en llegar al comedor, abrazándose desmelenadamente a sí misma. El gordo estaba tomando whisky puro frente a la chimenea vacía y fue como si me encajaran la cabeza en el water.
-Listo -murmura Brenda. -Vamos a terminarla. Poli no sé qué piensa, pero ustedes creen en Cristo y yo creía en tu hermano. Para mí era lo máximo.
El gordo cerró los ojos y yo empecé a llorar y chillé:
-¿Y sabés lo que nos hizo? Se fue. Tranquilamente. Repartió las magnolias de la más dimensión y se fue. Y me mató.
-Pero él no se mató -bufó el hombre verdoso.
-Tu madre se suicidó. Y Jerónimo también.
-No grites más.
-Grito todo lo que quiero, aunque aquí esté prohibido criticar a los santos. Jerónimo sabía que no podía acostarse con nadie. Era como matarse.
-Cristo también sabía que no podía agarrar a latigazos a los cerdos del templo. Pero había que rajarlos. Y la quedó.
-PERO RESUCITÓ!!!!
Entonces vi que Poli y Senel aparecían corriendo en la puerta de la cocina y me escapé a buscar una foto de Jerónimo con Sabrina recién nacida en brazos. Casi enseguida suena el timbre de la calle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario