CUARTA ENTREGA
7 / SENEL y Coto toman mate observando las hojas que vuelan incrustadas en el oro de marzo.
-Lo que me decidió fue un libro con las obras de San Juan de la Cruz que me regaló mi tío Jerónimo -expliqué. -Son cerca de mil páginas y está todo subrayado por él. Subrayado y recuadrado y con flechas y anotaciones y redondeles que dicen OJO. A veces te encontrás varios en la misma página.
-Como para leerlo con cuatro ojos -frunce una sonrisa deseosa el panadero: -Perdoná la ignorancia, ¿pero a qué se dedicaba tu tío?
-Era poeta. Bastante reconocido. Y laburaba en un negocio de computadoras. Bueno, y él me contaba que cuando terminó de leer la doctrina completa de San Juan de la Cruz (los poemas son poquísimos) se sintió en la montaña durante días. Y a mí me pasó lo mismo pero mucho antes de terminarlo. Me empezó a pasar lo mismo y lo mismo y lo mismo hasta que quedé así. De noche fumo el último y me tiro boca arriba y le hablo a Dios. Puedo pasar el día como el culo pero de noche pin.
-Y le hablás mentalmente.
-Sí. Y con los ojos cerrados. Y no creo que sea igual que los budistas porque yo nunca aprendí a meditar.
-Pero sería algo así como el nirvana de ellos.
-No: el silencio que te cae es de alguien, no de algo. Yo en realidad empecé a sentirlo en la iglesia el verano pasado. Una tarde fui a misa y no había casi nadie y de golpe Fidel puso una musiquita light y ahí me dio por cerrar los ojos y apareció esa altura que te vuela y le hablás. Es una cosa así.
-Debe ser algo bárbaro. Lástima que a mí la iglesia no me entre. No hay caso.
Entonces me levanté para perseguir el revoloteo de una hoja color llama que se cayó del fresno. Senel vuelve a sentarse bajo el quincho del parrillero y jadea:
-Espero que cuando yo dé misa vengas a tomarte unos mates a la sacristía, por lo menos.
8 / POLI guarda la guitarra y acepta la invitación a tomar el té.
-Hoy sí que pinta un sábado para hacer un asado -dije mirando el fondo.
-Perdón -pregunta Marti. -¿Pero cuándo fue que murió tu tío Jerónimo? Porque nosotros recién nos enteramos el mes pasado.
-Murió una semana después que Rodrigo y Ariel -cabeceó Coto. -Ayer me contó el doctor. Un domingo después.
-Qué increíble.
-Lo increíble es que la gente piensa que fue un infarto y chau -vuelve a sacar la guitarra del estuche Poli. -Porque en casa pinta mucho Tibet y Carmelitas Descalzos pero te puedo asegurar que ni en el Palacio Legislativo se deben barrer más verdades abajo de la alfombra.
Coto y Marti se junaron.
-Tío Jerónimo murió haciéndole el amor a una mujer que tenía SIDA -introduce una mano diminuta Poli en la boca del instrumento y se pone a tantear. -A mis padres no les gusta contarlo y Senel se calla de onda. Y eso hace que tampoco contemos que Jerónimo curó a la mina. Yo la voy a ver siempre y la sobrevida le vuela como una bata. ¿Okey?
-Mirá vos -se rio Coto, colorado. -¿Qué buscás?
-La magnolia de la más dimensión que me mandó mi tío unos días antes de morirse. Si la ponés en la guitarra se conserva perfecta: queda como una flor de madera. Son de un árbol viejazo que tenemos allá en Atlántida.
-No la saques, mejor -pidió Marti. -Capaz que se deshace.
7 / SENEL y Coto toman mate observando las hojas que vuelan incrustadas en el oro de marzo.
-Lo que me decidió fue un libro con las obras de San Juan de la Cruz que me regaló mi tío Jerónimo -expliqué. -Son cerca de mil páginas y está todo subrayado por él. Subrayado y recuadrado y con flechas y anotaciones y redondeles que dicen OJO. A veces te encontrás varios en la misma página.
-Como para leerlo con cuatro ojos -frunce una sonrisa deseosa el panadero: -Perdoná la ignorancia, ¿pero a qué se dedicaba tu tío?
-Era poeta. Bastante reconocido. Y laburaba en un negocio de computadoras. Bueno, y él me contaba que cuando terminó de leer la doctrina completa de San Juan de la Cruz (los poemas son poquísimos) se sintió en la montaña durante días. Y a mí me pasó lo mismo pero mucho antes de terminarlo. Me empezó a pasar lo mismo y lo mismo y lo mismo hasta que quedé así. De noche fumo el último y me tiro boca arriba y le hablo a Dios. Puedo pasar el día como el culo pero de noche pin.
-Y le hablás mentalmente.
-Sí. Y con los ojos cerrados. Y no creo que sea igual que los budistas porque yo nunca aprendí a meditar.
-Pero sería algo así como el nirvana de ellos.
-No: el silencio que te cae es de alguien, no de algo. Yo en realidad empecé a sentirlo en la iglesia el verano pasado. Una tarde fui a misa y no había casi nadie y de golpe Fidel puso una musiquita light y ahí me dio por cerrar los ojos y apareció esa altura que te vuela y le hablás. Es una cosa así.
-Debe ser algo bárbaro. Lástima que a mí la iglesia no me entre. No hay caso.
Entonces me levanté para perseguir el revoloteo de una hoja color llama que se cayó del fresno. Senel vuelve a sentarse bajo el quincho del parrillero y jadea:
-Espero que cuando yo dé misa vengas a tomarte unos mates a la sacristía, por lo menos.
8 / POLI guarda la guitarra y acepta la invitación a tomar el té.
-Hoy sí que pinta un sábado para hacer un asado -dije mirando el fondo.
-Perdón -pregunta Marti. -¿Pero cuándo fue que murió tu tío Jerónimo? Porque nosotros recién nos enteramos el mes pasado.
-Murió una semana después que Rodrigo y Ariel -cabeceó Coto. -Ayer me contó el doctor. Un domingo después.
-Qué increíble.
-Lo increíble es que la gente piensa que fue un infarto y chau -vuelve a sacar la guitarra del estuche Poli. -Porque en casa pinta mucho Tibet y Carmelitas Descalzos pero te puedo asegurar que ni en el Palacio Legislativo se deben barrer más verdades abajo de la alfombra.
Coto y Marti se junaron.
-Tío Jerónimo murió haciéndole el amor a una mujer que tenía SIDA -introduce una mano diminuta Poli en la boca del instrumento y se pone a tantear. -A mis padres no les gusta contarlo y Senel se calla de onda. Y eso hace que tampoco contemos que Jerónimo curó a la mina. Yo la voy a ver siempre y la sobrevida le vuela como una bata. ¿Okey?
-Mirá vos -se rio Coto, colorado. -¿Qué buscás?
-La magnolia de la más dimensión que me mandó mi tío unos días antes de morirse. Si la ponés en la guitarra se conserva perfecta: queda como una flor de madera. Son de un árbol viejazo que tenemos allá en Atlántida.
-No la saques, mejor -pidió Marti. -Capaz que se deshace.
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