ÚLTIMA ENTREGA
7
Senel: ¿Entonces sabías todo, yegüita?
Poli: ¿El bardo del cementerio? Sí. Pero cuando mamá llamó y me contó que había escuchado la Canción del ladrón y había visto la sombra de Jerónimo me di cuenta que zafaban.
Senel: ¿Y no te contó más nada?
Poli: Dice que cerró los ojos y vio una sombra atrás de la canción y que sintió como si le agarraran la frente para que vomitara.
Senel: Mirá vos.
Poli: ¿Y el Cordero?
Senel: En el horno. ¿La seguimos mañana?
8
-Se debería saber lo que dolemos -se metió en el box Senel y encontró al cuidacoches a punto de atabacarse la nariz.
La vela tiembla como una bandera y me arrodillo para agarrarle la cintura y sellar el amor de los amigos igual que Ismael y el caníbal: frente contra frente.
-Hace cuánto que te camuflás -se acostó a fumar el muchacho.
-Desde que me dejaron laburar aquí. Ya no aguantaba más ser mujer.
-Y te llamás María.
-Sí. Pero andate rápido.
-De aquí nos sacan juntos.
-¿Viste que Ismael no dice si tuvo sexo con Queequeg?
-Porque lo único que importa es la luna de miel de las almas.
-Entonces entendiste, Esposo.
-Hace cinco minutos que entendí todo, pero más vale tarde.
-No. Estaba escrito así.
Y cuando nos entrelazamos los pies como en Moby Dick se oyen muchos pasos en el garage y me aguanto apoyado al jedorazo hasta que la doctora corre la cortina sin pedir permiso y no puede creerlo:
-¿Usted es Senel?
-Senel Rabí -le besó los rulos a la mujer-hombre-ballena el seminarista y abandonó el box sin dejar de fumar y encontró al padre Gus entre los enfermeros.
El mismísimo hermano mayor de María.
-Fuiste demasiado lejos -graznó el inquisidor amariconadamente.
Pero yo sé que el párroco titular de San José de la Montaña defiende lo que brilla.
-La verdad queda lejos -se persignó Senel. -Y a vos no te conozco.
Lo único que conozco es la felicidad, pienso cuando desemboco en el estrellerío ventoso de este mundo.
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Senel: ¿Entonces sabías todo, yegüita?
Poli: ¿El bardo del cementerio? Sí. Pero cuando mamá llamó y me contó que había escuchado la Canción del ladrón y había visto la sombra de Jerónimo me di cuenta que zafaban.
Senel: ¿Y no te contó más nada?
Poli: Dice que cerró los ojos y vio una sombra atrás de la canción y que sintió como si le agarraran la frente para que vomitara.
Senel: Mirá vos.
Poli: ¿Y el Cordero?
Senel: En el horno. ¿La seguimos mañana?
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-Se debería saber lo que dolemos -se metió en el box Senel y encontró al cuidacoches a punto de atabacarse la nariz.
La vela tiembla como una bandera y me arrodillo para agarrarle la cintura y sellar el amor de los amigos igual que Ismael y el caníbal: frente contra frente.
-Hace cuánto que te camuflás -se acostó a fumar el muchacho.
-Desde que me dejaron laburar aquí. Ya no aguantaba más ser mujer.
-Y te llamás María.
-Sí. Pero andate rápido.
-De aquí nos sacan juntos.
-¿Viste que Ismael no dice si tuvo sexo con Queequeg?
-Porque lo único que importa es la luna de miel de las almas.
-Entonces entendiste, Esposo.
-Hace cinco minutos que entendí todo, pero más vale tarde.
-No. Estaba escrito así.
Y cuando nos entrelazamos los pies como en Moby Dick se oyen muchos pasos en el garage y me aguanto apoyado al jedorazo hasta que la doctora corre la cortina sin pedir permiso y no puede creerlo:
-¿Usted es Senel?
-Senel Rabí -le besó los rulos a la mujer-hombre-ballena el seminarista y abandonó el box sin dejar de fumar y encontró al padre Gus entre los enfermeros.
El mismísimo hermano mayor de María.
-Fuiste demasiado lejos -graznó el inquisidor amariconadamente.
Pero yo sé que el párroco titular de San José de la Montaña defiende lo que brilla.
-La verdad queda lejos -se persignó Senel. -Y a vos no te conozco.
Lo único que conozco es la felicidad, pienso cuando desemboco en el estrellerío ventoso de este mundo.
2004
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