HORACIO HERRERA (Uruguay, 1976) comenzó en 2002 sus estudios de pintura con Gabriel Bruzzone, y entre 2003 y 2006 trabajó en el Taller de Sergio Viera.
En 2006 realizó su primera muestra individual en el Cabildo de Montevideo, y en 2007 expuso la serie De cuerpo y alma en el Hotel Rivendel de Piriápolis y en el Salón del Autor Nacional de AGADU. Estos trabajos también aparecieron integrados a los textos del libro Homenaje a mi perra de Hugo Giovanetti Viola (elMontevideano / Laboratorio de Artes, 2007).
Actualmente el blog de elMontevideano / Laboratorio de Artes incluye trabajos pertenecientes a su última producción.
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Contá el meteórico proceso de transformación que trasladó tu vocación plástica de la arquitectura a la pintura.
Cuando era chico siempre me gustó dibujar y hacer maquetas, y a partir de 1993 hice el curso de Ayudante de Arquitecto en la UTU. Durante esos cuatro años me atraparon principalmente las materias del Taller de dibujo, maqueta y construcción, por lo que terminé ingresando en la Facultad de Arquitectura.
Y en la facultad seguí descubriendo que la arquitectura me gustaba a mi manera o sea la parte artística de la cosa: cursé todas las materias que me interesaban y fui dejando atrás toda la parte técnica o de cálculo, que me presentaba mayor dificultad justamente porque no me motivaba. Hasta que en 2001 ya no pude sobrellevar ese defasaje y después falleció mi padre y me encontré totalmente desorientado y desmotivado. Ahí se hizo decisivo el apoyo de Micaela, mi actual esposa, con quien tenemos una hija, Emilia, que es nuestra luz.
Me acuerdo que una tarde, cuando ya había dejado de ir a la facultad y estaba en el proceso de aceptarlo, llegó Micaela a mi trabajo en compañía de Rosina, su madre, y me contó que habían estado paseando por la Peatonal Sarandí y que allí, en el Museo Torres García, habían averiguado que se daban cursos de pintura a cargo de Gabriel Bruzzone. Entonces ella, con mucha intuición, me impulsó a “reengancharme” con mi pasión adormecida y a los pocos días me acompañó a la primera entrevista.
Fue una decisión clave, y es algo que tendré que agradecerle toda la vida, porque yo no me hubiese atrevido a dar ese paso por mi cuenta. Gabriel me pareció buena gente y a los veinte días de ir al taller estaba encantado y asombrado, quería saber cada vez más y sólo quería pintar. Eso me llevó a interesarme nuevamente por el estudio y mirar y admirar a muchos pintores como Torres García y sus alumnos, no sólo porque estábamos en el Museo y se respiraba toda la Escuela del Sur sino porque descubrí principalmente en ellos la verdadera pintura: allí había muchísimas herramientas que Gabriel nos mostraba constantemente, los tonos, las formas, las líneas, el color, la construcción de la estructura, etc. Tengo un recuerdo muy lindo de ese año y mi comienzo en la pintura, por supuesto que también vinculada a la influencia de otros grandes maestros referenciales como Cézanne, Van Gogh y Rembrandt. Menudos nenes, ¿no?
Después de una primera etapa de creación figurativa y matérica -donde realmente lográs que el acrílico irradie una espesura de óleo- pasaste a los desnudos en blanco y negro de la serie De cuerpo y alma, y ahora te sumergiste en la experimentación digital y casi totalmente abstracta que se exhibe en el blog de elMontevideano / Laboratorio de Artes. ¿Te cuesta mucho dejar madurar la floración misteriosa que desemboca en cada salto dialéctico?
Realmente concuerdo con la expresión floración misteriosa, y aunque a mí no me cueste dejarla llegar o madurar, vivo lógicamente vivo ese proceso de gestación con la incertidumbre de recorrer nuevos caminos, de volcarme a explorar cosas nuevas, de aprender, y me sorprende muchas veces el resultado.
En el caso de los desnudos de De cuerpo y alma, por ejemplo, hacía tiempo que tenía ganas de estudiar las diferentes formas que podemos hallar en el dibujo y la pintura del cuerpo humano, y eso me llevó a analizar los trabajos de muchos plásticos y sus enfoques meticulosos de los diferentes músculos y posturas que generaban y trasmitían formas riquísimas, logrando que aquello se transformase en todo un mundo por descubrir. Y después poco a poco los estudios primarios me llevaron a encontrar formas propias que se fueron haciendo más abstractas hasta llegar a ser en le práctica solamente un producto de la imaginación. Y cuanto más ahondaba y me alejaba del modelo primario más puertas se iban abriendo, y un dibujo llevaba a otro y así sucesivamente.
Con los abstractos digitales paso algo parecido: allí lo que me motivó fue meterme en ese mundo de la no figuración de manera completa, porque siempre me había parecido terriblemente difícil enfrentarme a un papel en blanco y poder crear formas y estructuras producto de mi interior y que no tuvieran ninguna alusión o connotación figurativa por lo menos en su concepción. Luego fui descubriendo un abanico de formas, colores y estructuras realmente propias y, lo que es todavía más importante, la libertad de expresión que me brindaban, sin estar atado a un concepto previo.
Los procesos de descubrimiento interior son muy variables, y a veces tiene mucha importancia a la exploración de nuevas técnicas, por lo que me mantengo siempre en observación alerta, consciente o inconscientemente, y proceso la información que me sirva para expresarme.
¿Te sentís decisivamente apoyado en la tradición de la Escuela del Sur o es un aporte más entre tus constantes investigaciones?
Si claro, como te decía antes aprendí muchísimo y sigo aprendiendo de la Escuela del Sur, que en mis primeros pasos fue clave para entender claramente ciertos conceptos fundamentales de la pintura y de la verdad en el arte, como la llamaba Torres García. Las herramientas que me fueron transmitiendo Gabriel Bruzzone y después Sergio Viera las encontraba claramente en los trabajos del Taller y también en otros grandes pintores y, lo que es más importante, a lo largo de toda la historia de la plástica, conformando un tramado a lo largo de los siglos que siempre nos llevaba a aprender de otros artistas anteriores y, lo que no es menos importante, a aportar lo nuestro, procesar esas herramientas para poder crear nuestra propia expresión.
Con respecto a este tema veo que aquí en Uruguay particularmente hay gente que ha estudiado a Torres y sus discípulos pero no ha podido discernir entre las herramientas que podemos tomar de su pintura y las soluciones pictóricas que ellos adoptaron (las cuales funcionaron sólo para ellos), y por eso aparecen cuadros que están como enredados en las soluciones pictóricas del taller pero carecen de alma propia, porque estos pintores no están pudiendo volcar su interior en sus obras y es allí donde la cosa no funciona.
Con respecto a la última parte de tu pregunta, también es cierto que estoy investigando constantemente y tengo varios y muy variados pintores entre mis referentes, pero Torres García y su escuela ha sido y será de los principales.
En un catálogo escribiste esta definición: del alma / el arte ha de ser desde allí / o no ha de ser. ¿A partir de qué siglo pensás que estamos peleando para que la pintura -y toda la humanidad- conserve su fe en la magia interior que sabe petrificar el odio para transfigurarlo en amor?
Creo firmemente que desde el principio de los tiempos los “verdaderos” artistas luchan incansablemente por ello: esa es la verdadera esencia del arte. Claro que sólo algunos pueden entenderlo.
2 comentarios:
Pasé a visitar... después de tanto tiempo pasado. Felicitaciones por la mudanza y los vientos de cambio
MURMULLO: Muchas gracias querida Amiga, sea Ud. bienvenida siempre.
Un abrazo.
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