SEXTA ENTREGA
11 EL PERFUME EXQUISITO Y EL ATARDECER REVERDECIDO
Los chiquilines conversan con los hombrecitos y los músicos, sentados sobre el césped fragante recién segado.
Ese perfume exquisito que reverdece al atardecer.
Parlotean entre sí sin que nadie los entienda.
La maraña de frases sin sentido los hace reír a carcajadas tirándose para atrás, al tartamudear como metralletas, con aquel jeringozo abominable enseñado por los duendes que es una clave secreta, inventado con el fin de que los mayores no se enteren si la charla trata sobre ellos.
La nena pícara del vestido rojo, que hoy viste de celeste, es la mandamás de la pandilla; amigas y amigos, aceptan sus órdenes sin chistar porque tiene un no sé qué del qué sé yo...
Es amable, generosa, encantadora... excepto cuando se enoja.
Conoce juegos e inventa otros que saca de su imaginación como un mago saca conejos de la galera.
Siente especial atracción por los extranjeros y sus raros instrumentos.
Los mocosos nunca recuerdan los nombres y a escondidas los rebautizaron con sobrenombres hechos a su medida.
A Risaku, que usa un elegante kimono de seda, le dicen Risa san.
Por ahí se enteraron que “san” en japonés significa señor, con sumo respeto.
El alto, alto, hombre peruano, se llama Pomehuca; para los niños es el señor Pomelo y el apodo se le pega al poncho de colores sobresalientes como un chicle de frutilla.
El hindú, que luce turbante y túnica impecablemente blancos, es Hassan; resulta fácil de memorizar pero para emparejar la cosa, se convierte en el señor Asa.
Después de unos días, entran en confianza y los nombran descaradamente así porque ninguno se enoja.
Buscan un seudónimo para Arquímedes.
¿Arquito?
¡Muy apropiado!
Por aquello del arco de su violín.
Pero no se atreven y no encuentran otro que les guste.
12 UN AQUELARRE Y UN QUINTETO
No se han vuelto a poner las fundas en los sofás de la sala.
Arquímedes extraña sus fantasmas petisos y gordos.
En las horas lunares, si tenía insomnio, solía bajar y descorrer las cortinas.
Con la luz irreal y cenicienta que traspasaba los vidrios artísticamente tallados de las ventanas, los sillones venían a la vida y él los miraba bailar.
Aquel aquelarre sobrenatural, lo hacía reír dichoso.
Después, recuperado el sueño, se dormía como un niño.
Los compositores conversan allí, cómodamente apoltronados y concuerdan en que al cuarteto le falto otro integrante para ser un quinteto.
¡Obvio!
Un alguien que marque el compás palpitando como un corazón.
Djini Korana arriba a media noche.
Es un africano con cuerpo de bronce.
Parece una estatua.
Trae un bongó.
Lo reciben con simpatía y a la mañana siguiente lo llevan a la plaza.
Los vecinos se acostumbraron tanto a sus presencias bienhechoras que los días no serían: ¡Buenos días! si
no comenzaran con música.
La nena del vestido rojo se entera del nombre del nuevo y decide cambiarlo.
-¿Cómo dijiste que se llama?
-¡Diji-Niji qué se yo! -responde su amigo.
-¡Andá y preguntale otra vez! ¡No seas payaso!
El muchachito corre revoleando un balero con gran peligro para las seseras de los presentes.
Ni sabe cómo se juega y anda con ganas de aprender.
Porque la bocha de madera grande y pesada que tiene grabadas las iniciales de su papá, zumba ronroneando en el aire y eso, ¡es muy emocionante!
Tras breve conferencia con Korana, que es más alto aún que el señor Pomelo, vuelve al grupo:
-Mirá; después del Diji-Niji yo qué sé, viene Korana; es lo único que le entendí.
-¡Ya lo tengo! ¡Le diremos Corazón! ¡Dejen de hacerse los graciosos y no me hagan morisquetas! Sean capaces de escuchar lo que toca: late-late, repica-repica, como un corazón.-y sus ojos verdes se entornan vivaces.
Sacudiendo coqueta sus rizos de fuego, se acerca zalamera y le cuenta.
Korana ríe.
Sus dientes perfectos brillan al sol.
Ella comenta con inocencia:
-¡Pavada de dientes! ¡Tenés un teclado completo!
-Y por lo que veo, a vos, te faltan unos cuantos...
-Mi mamá me dijo que pronto, tendré otros tan lindos como los tuyos.
-Tu mamá dice la verdad.
-¿Y? ¿Te gusta tu nuevo nombre?
-Mmmmm...Suena bien.
-¿Nada más que bien?
-Sí.
-¡Suena re bien!
Djini Korana está de acuerdo.
11 EL PERFUME EXQUISITO Y EL ATARDECER REVERDECIDO
Los chiquilines conversan con los hombrecitos y los músicos, sentados sobre el césped fragante recién segado.
Ese perfume exquisito que reverdece al atardecer.
Parlotean entre sí sin que nadie los entienda.
La maraña de frases sin sentido los hace reír a carcajadas tirándose para atrás, al tartamudear como metralletas, con aquel jeringozo abominable enseñado por los duendes que es una clave secreta, inventado con el fin de que los mayores no se enteren si la charla trata sobre ellos.
La nena pícara del vestido rojo, que hoy viste de celeste, es la mandamás de la pandilla; amigas y amigos, aceptan sus órdenes sin chistar porque tiene un no sé qué del qué sé yo...
Es amable, generosa, encantadora... excepto cuando se enoja.
Conoce juegos e inventa otros que saca de su imaginación como un mago saca conejos de la galera.
Siente especial atracción por los extranjeros y sus raros instrumentos.
Los mocosos nunca recuerdan los nombres y a escondidas los rebautizaron con sobrenombres hechos a su medida.
A Risaku, que usa un elegante kimono de seda, le dicen Risa san.
Por ahí se enteraron que “san” en japonés significa señor, con sumo respeto.
El alto, alto, hombre peruano, se llama Pomehuca; para los niños es el señor Pomelo y el apodo se le pega al poncho de colores sobresalientes como un chicle de frutilla.
El hindú, que luce turbante y túnica impecablemente blancos, es Hassan; resulta fácil de memorizar pero para emparejar la cosa, se convierte en el señor Asa.
Después de unos días, entran en confianza y los nombran descaradamente así porque ninguno se enoja.
Buscan un seudónimo para Arquímedes.
¿Arquito?
¡Muy apropiado!
Por aquello del arco de su violín.
Pero no se atreven y no encuentran otro que les guste.
12 UN AQUELARRE Y UN QUINTETO
No se han vuelto a poner las fundas en los sofás de la sala.
Arquímedes extraña sus fantasmas petisos y gordos.
En las horas lunares, si tenía insomnio, solía bajar y descorrer las cortinas.
Con la luz irreal y cenicienta que traspasaba los vidrios artísticamente tallados de las ventanas, los sillones venían a la vida y él los miraba bailar.
Aquel aquelarre sobrenatural, lo hacía reír dichoso.
Después, recuperado el sueño, se dormía como un niño.
Los compositores conversan allí, cómodamente apoltronados y concuerdan en que al cuarteto le falto otro integrante para ser un quinteto.
¡Obvio!
Un alguien que marque el compás palpitando como un corazón.
Djini Korana arriba a media noche.
Es un africano con cuerpo de bronce.
Parece una estatua.
Trae un bongó.
Lo reciben con simpatía y a la mañana siguiente lo llevan a la plaza.
Los vecinos se acostumbraron tanto a sus presencias bienhechoras que los días no serían: ¡Buenos días! si
no comenzaran con música.
La nena del vestido rojo se entera del nombre del nuevo y decide cambiarlo.
-¿Cómo dijiste que se llama?
-¡Diji-Niji qué se yo! -responde su amigo.
-¡Andá y preguntale otra vez! ¡No seas payaso!
El muchachito corre revoleando un balero con gran peligro para las seseras de los presentes.
Ni sabe cómo se juega y anda con ganas de aprender.
Porque la bocha de madera grande y pesada que tiene grabadas las iniciales de su papá, zumba ronroneando en el aire y eso, ¡es muy emocionante!
Tras breve conferencia con Korana, que es más alto aún que el señor Pomelo, vuelve al grupo:
-Mirá; después del Diji-Niji yo qué sé, viene Korana; es lo único que le entendí.
-¡Ya lo tengo! ¡Le diremos Corazón! ¡Dejen de hacerse los graciosos y no me hagan morisquetas! Sean capaces de escuchar lo que toca: late-late, repica-repica, como un corazón.-y sus ojos verdes se entornan vivaces.
Sacudiendo coqueta sus rizos de fuego, se acerca zalamera y le cuenta.
Korana ríe.
Sus dientes perfectos brillan al sol.
Ella comenta con inocencia:
-¡Pavada de dientes! ¡Tenés un teclado completo!
-Y por lo que veo, a vos, te faltan unos cuantos...
-Mi mamá me dijo que pronto, tendré otros tan lindos como los tuyos.
-Tu mamá dice la verdad.
-¿Y? ¿Te gusta tu nuevo nombre?
-Mmmmm...Suena bien.
-¿Nada más que bien?
-Sí.
-¡Suena re bien!
Djini Korana está de acuerdo.
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