TRES
TRECEAVA ENTREGA
Pájaros de la estación
donde a solas yo soñaba:
hoy le canto mi perdón
a quien los desenjaulaba.
Ya he perdonado al ladrón
dueño de lo que robaba.
1
-Acá no tiene la culpa nadie -repitió el padre Gus. -La verdad es que te agradezco todo, Senel. Y sería muy importante que hoy pudieras seguir acompañando a Mario.
-A qué hora van a buscarlo.
-Lo más tarde posible -se pone amarillo. -Las familias de alcurnia lavan los trapos tristes con mucha discreción.
-Y quiénes van.
-Supongo que la doctora, los enfermeros y el hermano mayor. Pobre hombre.
-Y lo enchalecan.
-Lo dopan y lo enchalecan. Todo bien.
-Voy a tratar de que empaquete bien los libros y los discos.
-Mirá que también tiene una cuchilla.
-¿Qué tal vas con Melville? -le sacó un Nevada Javier al muchacho.
-Es maravilloso.
-Mira por dónde. Y todo con ballenas.
-No. Con el diablo. Y la verdadera fe.
-Otra cosa, Senel -se le frunce una entretela al inquisidor. -Cuando se haga de noche borrate. Esto te lo pido en nombre de la comunidad.
-Sí: no te olvides que nuestro párroco titular ya tiene suficientes problemas con el obispo -tomó el último mate Javier y agregó desde la puerta: -Tú nos representas, macho.
Y recién me doy cuenta que Niki está enterrada en el patio y que el hermano Pedro termina de coronarla con un cantero lleno de pensamientos.
2
-Se filtró mi padre y me dijo que lo que hice ayer estuvo bien -bostezó con aliento a MacCombo el Cordero.
-Me alegro.
-Y yo me alegro de que la cosa nostra me emporre de una vez -le hace señas a la Gatúmera para que le compre otra Coca.
-Leí el capítulo 10.
-Prometeme que no vas a ir a visitarme al loquero.
El cuidacoches siguió bizqueando zigzagueantemente frente al amontonamiento de coches y de golpe eructó:
-¿Sos virgen?
-Depende cómo se mire. Tuve dos novias antes de entrar a San José de la Montaña. Una me oralizaba y la otra se tapaba la cosa con las dos manos y había que serruchar así.
-Ah. El mundo es muy poético. Tomátelas de una vez, pez-mirra. Ya te dije una vez que este romance te podía costar mucho.
-Y yo acabo de explicarte que me pidieron que te acompañara.
-Eso es para que no me escape, corazón.
-Leí el 10.
-Sí, pero lo junamos después que vuelvas del cementerio.
Y me frota la rodilla con una piedad que es la que él se merece.
TRECEAVA ENTREGA
Pájaros de la estación
donde a solas yo soñaba:
hoy le canto mi perdón
a quien los desenjaulaba.
Ya he perdonado al ladrón
dueño de lo que robaba.
1
-Acá no tiene la culpa nadie -repitió el padre Gus. -La verdad es que te agradezco todo, Senel. Y sería muy importante que hoy pudieras seguir acompañando a Mario.
-A qué hora van a buscarlo.
-Lo más tarde posible -se pone amarillo. -Las familias de alcurnia lavan los trapos tristes con mucha discreción.
-Y quiénes van.
-Supongo que la doctora, los enfermeros y el hermano mayor. Pobre hombre.
-Y lo enchalecan.
-Lo dopan y lo enchalecan. Todo bien.
-Voy a tratar de que empaquete bien los libros y los discos.
-Mirá que también tiene una cuchilla.
-¿Qué tal vas con Melville? -le sacó un Nevada Javier al muchacho.
-Es maravilloso.
-Mira por dónde. Y todo con ballenas.
-No. Con el diablo. Y la verdadera fe.
-Otra cosa, Senel -se le frunce una entretela al inquisidor. -Cuando se haga de noche borrate. Esto te lo pido en nombre de la comunidad.
-Sí: no te olvides que nuestro párroco titular ya tiene suficientes problemas con el obispo -tomó el último mate Javier y agregó desde la puerta: -Tú nos representas, macho.
Y recién me doy cuenta que Niki está enterrada en el patio y que el hermano Pedro termina de coronarla con un cantero lleno de pensamientos.
2
-Se filtró mi padre y me dijo que lo que hice ayer estuvo bien -bostezó con aliento a MacCombo el Cordero.
-Me alegro.
-Y yo me alegro de que la cosa nostra me emporre de una vez -le hace señas a la Gatúmera para que le compre otra Coca.
-Leí el capítulo 10.
-Prometeme que no vas a ir a visitarme al loquero.
El cuidacoches siguió bizqueando zigzagueantemente frente al amontonamiento de coches y de golpe eructó:
-¿Sos virgen?
-Depende cómo se mire. Tuve dos novias antes de entrar a San José de la Montaña. Una me oralizaba y la otra se tapaba la cosa con las dos manos y había que serruchar así.
-Ah. El mundo es muy poético. Tomátelas de una vez, pez-mirra. Ya te dije una vez que este romance te podía costar mucho.
-Y yo acabo de explicarte que me pidieron que te acompañara.
-Eso es para que no me escape, corazón.
-Leí el 10.
-Sí, pero lo junamos después que vuelvas del cementerio.
Y me frota la rodilla con una piedad que es la que él se merece.
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