DOCEAVA ENTREGA
7
Empezaron a chatear a las seis y media.
Senel: ¿Dónde te habías metido?
Poli: Toco este martes, Brad. Y si no estudio muero.
Senel: Yo “muero porque no muero”.
Poli: Definición carmelita de la depre. Jej.
Senel: La depre es ganas de morirse, sis. Esto es necesidad de regalarse. Como si fueras una magnolia que se corta ella misma y se regala.
Poli: La magnolia suicida.
Senel: No, Misobaco. La luz del mundo.
Poli: ¿Por qué no te informás sobre las catástrofes climáticas que pronostican para los próximos veinte años? No va a quedar ni el Vaticano. Pagaría diez euros por un mate.
Senel: No te preocupes que el paquete demora una semana más pero lleva el pasamontaña.
Poli: No se metan con mi madre.
Senel: ¿Sabías que cuando Einstein escuchó tocar a Menuhin declaró que había empezado a creer en Dios? En plena primera guerra. Menuhin tenía dieciséis años.
Poli: Mamá les quiere hablar en el cementerio.
Senel: De qué.
Poli: No sé. Pero precisa que la escuchen allí.
Senel: Ah, en familia. ¿Todavía no se enteró que los muertos no viven en el cementerio?
Poli: Ta. Traten de escucharla sin mandarla a la mierda, por lo menos.
Senel: Papá nunca la manda a la mierda.
Poli: Hay formas y formas. Los creyentes que se calientan con los que no creen son peores que George W.
Senel: Gracias.
Poli: De nada. Chau.
Y cuando corta saco un Nevada sin darme cuenta que tengo otro prendido en el cenicero
8
Los chiquilines le dijeron a Senel que el Cordero había ido a misa y el muchacho corrió ocho cuadras sin parar pero llegó a San José de la Montaña demasiado tarde.
-Vengo a humillarme en nombre de los elegidos de nadie -grita el gordo gateando por el pasillo central de la parroquia ya medio llena. -Los cuerdos con minúscula no aguantan al Dios vivo pero mi padre pide que ilumine al rebaño de Satanás.
El hombre-gelatina iba besando los bancos y las baldosas con la magnolia gigante en la oreja. Y recién cuando le desestabilizo un tentáculo y cae de trompa me doy cuenta que trae la cuchilla encintada.
-Vámonos, Cordero. Fuerza -palideció sobrehumanamente Senel.
-Los pájaros saben que cuando me entierren se le van abrir labios al cementerio -chilla Mario en la puerta.
Nadie se había arrimado a ayudar al muchacho, que alcanzó a ver Gus espiándolos desde el altar. Pero el cuidacoches de la parroquia ya me tiene pronto un taxi cuando llegamos a la vereda.
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