SEGUNDA ENTREGA
Ahora bien: ¿qué quiere decir Mounier cuando afirma que "la persona sólo se desarrolla purificándose incesantemente del individuo que hay en ella"? Pues quiere decir que el proceso de convertirse en persona es idéntico al proceso de liberación de las servidumbres y las dependencias que son inseparables del individuo definido como resultado final de los determinismos y condicionamientos biológicos, psicológicos y sociales. En este sentido, podríamos afirmar que es el individuo y no la persona el objeto del conocimiento científico y de la manipulación tecnológica que caracteriza a nuestra época. Y que la persona se define, por el contrario, como el resultado de la "sobre-determinación" cultural, existencial y ética.
Lo que equivale a afirmar que los dos ejes fundamentales sobre los que se desarrolla el proceso de convertirse en persona son los de asumirnos, sin excusas, como seres libres y como seres responsables.
Es "apostar", como diría Sartre, por la libertad y la responsabilidad en lugar de instalarnos, cómodamente, en el conformismo fatalista.
Es en este contexto, que puede resultar esclarecedor intentar entender la problemática de pareja caracterizando la naturaleza del vínculo que une a sus integrantes como:
- la conjunción de dos libertades; o
- la conjunción de dos servidumbres: o
- la conjunción de una libertad y una servidumbre.
Es obvio que sólo en la primera alternativa puede considerarse a la pareja como una relación entre personas, de "persona" a "persona" (lo que se podría expresar, en términos voluntaristas, diciendo que: "lo quiero libre o no lo quiero" o "la quiero libre o no la quiero").
También es obvio que una tal relación libertaria excluye, radicalmente, toda vinculación posesiva o propietarista, tan propia de los tan comunes como egocéntricos enamoramientos románticos.
O, dicho de otro modo: la única pareja personalizada y personalizante sería la pareja creativa capaz de actualizar y promover permanentemente el "encuentro" entre dos autonomías.
Esto se completa con algunas observaciones importantes:
- el vínculo amoroso entre dos seres autónomos refuerza y consolida sus autonomías respectivas;
- el vínculo entre dos seres dependientes o sumisos refuerza y consolida las servidumbres respectivas; y
- las actitudes dependientes o sumisas de uno o de ambos se corresponden necesariamente con las actitudes dominantes o autoritarias del otro o la otra o de ambos.
Pues bien, aquí se nos abren otras dos vertientes para una reflexión en profundidad sobre la naturaleza de la relación amorosa como relación de persona a persona.
Una primera vertiente para una reflexión en profundidad es constatar que, así concebido, el proceso de convertirse en persona es un proceso permanente, interminable, sin posible punto final. "In-final" al decir de F. Kunkel. O sea: nunca podemos considerar que hemos culminado el proceso, que hemos llegado, pues cada meta alcanzada no es sino punto de partida para embarcarnos hacia la meta siguiente. Creer que hemos arribado es interrumpir el proceso, es inmovilizarnos en una quietud que es la negación radical del flujo creativo que constituye la esencia del proceso de personalización. Pero es más: es invertir la dirección del proceso, iniciando ineludiblemente un camino de despersonalización progresiva, porque aquí el que no avanza retrocede, el que no evoluciona involuciona.
Un proverbio chino dice: "quien deja de construir su casa, muere." Podríamos parafrasearlo diciendo: quien deja de construir su persona, muere existencialmente como tal para convertirse en un mero individuo.
Quizá sea Martín Buber, en su "Yo y Tú", quien mejor caracterice esta situación cuando dice: "No hay dos especies de seres humanos, sino dos polos de humanidad. Ningún ser humano es puramente una persona, ninguno es puramente una individualidad. Cada ser humano vive en el interior de un Yo doble. Pero hay seres humanos en quienes la persona es a tal punto preponderante que cabe llamarlos personas. Y hay otros en quienes la individualidad es a tal punto preponderante que cabe llamarlos individuos. La verdadera historia se desarrolla en la relación de los unos con los otros."
Ahora bien: ¿qué quiere decir Mounier cuando afirma que "la persona sólo se desarrolla purificándose incesantemente del individuo que hay en ella"? Pues quiere decir que el proceso de convertirse en persona es idéntico al proceso de liberación de las servidumbres y las dependencias que son inseparables del individuo definido como resultado final de los determinismos y condicionamientos biológicos, psicológicos y sociales. En este sentido, podríamos afirmar que es el individuo y no la persona el objeto del conocimiento científico y de la manipulación tecnológica que caracteriza a nuestra época. Y que la persona se define, por el contrario, como el resultado de la "sobre-determinación" cultural, existencial y ética.
Lo que equivale a afirmar que los dos ejes fundamentales sobre los que se desarrolla el proceso de convertirse en persona son los de asumirnos, sin excusas, como seres libres y como seres responsables.
Es "apostar", como diría Sartre, por la libertad y la responsabilidad en lugar de instalarnos, cómodamente, en el conformismo fatalista.
Es en este contexto, que puede resultar esclarecedor intentar entender la problemática de pareja caracterizando la naturaleza del vínculo que une a sus integrantes como:
- la conjunción de dos libertades; o
- la conjunción de dos servidumbres: o
- la conjunción de una libertad y una servidumbre.
Es obvio que sólo en la primera alternativa puede considerarse a la pareja como una relación entre personas, de "persona" a "persona" (lo que se podría expresar, en términos voluntaristas, diciendo que: "lo quiero libre o no lo quiero" o "la quiero libre o no la quiero").
También es obvio que una tal relación libertaria excluye, radicalmente, toda vinculación posesiva o propietarista, tan propia de los tan comunes como egocéntricos enamoramientos románticos.
O, dicho de otro modo: la única pareja personalizada y personalizante sería la pareja creativa capaz de actualizar y promover permanentemente el "encuentro" entre dos autonomías.
Esto se completa con algunas observaciones importantes:
- el vínculo amoroso entre dos seres autónomos refuerza y consolida sus autonomías respectivas;
- el vínculo entre dos seres dependientes o sumisos refuerza y consolida las servidumbres respectivas; y
- las actitudes dependientes o sumisas de uno o de ambos se corresponden necesariamente con las actitudes dominantes o autoritarias del otro o la otra o de ambos.
Pues bien, aquí se nos abren otras dos vertientes para una reflexión en profundidad sobre la naturaleza de la relación amorosa como relación de persona a persona.
Una primera vertiente para una reflexión en profundidad es constatar que, así concebido, el proceso de convertirse en persona es un proceso permanente, interminable, sin posible punto final. "In-final" al decir de F. Kunkel. O sea: nunca podemos considerar que hemos culminado el proceso, que hemos llegado, pues cada meta alcanzada no es sino punto de partida para embarcarnos hacia la meta siguiente. Creer que hemos arribado es interrumpir el proceso, es inmovilizarnos en una quietud que es la negación radical del flujo creativo que constituye la esencia del proceso de personalización. Pero es más: es invertir la dirección del proceso, iniciando ineludiblemente un camino de despersonalización progresiva, porque aquí el que no avanza retrocede, el que no evoluciona involuciona.
Un proverbio chino dice: "quien deja de construir su casa, muere." Podríamos parafrasearlo diciendo: quien deja de construir su persona, muere existencialmente como tal para convertirse en un mero individuo.
Quizá sea Martín Buber, en su "Yo y Tú", quien mejor caracterice esta situación cuando dice: "No hay dos especies de seres humanos, sino dos polos de humanidad. Ningún ser humano es puramente una persona, ninguno es puramente una individualidad. Cada ser humano vive en el interior de un Yo doble. Pero hay seres humanos en quienes la persona es a tal punto preponderante que cabe llamarlos personas. Y hay otros en quienes la individualidad es a tal punto preponderante que cabe llamarlos individuos. La verdadera historia se desarrolla en la relación de los unos con los otros."
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