SÉPTIMA ENTREGA
5
El doctor Rabí tomó dos whiskies y picó dos morcillas mientras hacía el asado. Yo paladeo la efervescencia del 4 y el 5 para violín de Mozart, pero la sangre del Cordero no me deja en paz.
-Este rosado frío es precioso -abrió una caja de Santa Teresa el doctor. -Tu madre ya debe estar en Valizas.
Entonces me lleno un vaso y cuando se acaba el disco dejo que siga sonando la luna.
-¿Y vos sabés que la mejor defensa para mí no es rezar? -cortó otro pedazo de pulpón el hombre muy ancho. -Una noche me tiré boca arriba y me imaginé todas las maravillas que estaban pasando en ese momento. Toda la gente que estaba dando la vida sin esperar nada de nadie, loco. Y fue como si viera un millón de cataratas del Iguazú.
-El problema es que mamá sigue esperando algo.
-Me acuerdo que la noche que dieron Casiopea en la televisión pensé: En este momento debe haber medio país viendo a mi mujer desnuda y yo loco de contento.
-¿Pero qué más querías? Se estaba casando con el universo, gordo.
Mi padre deja de masticar y termina ladrando:
-Y ahora mi mujer vive abajo de la alfombra uruguaya y mundial. La barrieron al toque. Ser feliz es indecente. No trepar es indecente. En casa hay que quejarse. En el laburo hay que quejarse. Y si la murga se ríe uno se debe reír. No pensar ni equivocado. ¿Para qué si igual se vive? Y además corrés el riesgo que te bauticen gil.
El muchacho se sirvió más vino y más pulpón:
-Tené fe, gordo.
-Tengo fe, pajarito. Aunque hoy me toque dormir más solo que un dictador.
-Bueno, yo elegí dormir solo toda la vida. El problema es que mamá y Poli nos tratan como si fuésemos dictadores.
-Y por algo será.
-Viejo: disculpame pero tengo que salir a dar una vuelta -siento que me tomaría hasta la luna.
-¿A esta hora?
-Sí. El cuidacoches tuvo un vómito horrible de sangre. Cualquier cosa te llamo.
-¿No querés que te arrime?
-No. En el convento hay veces que me muero por escaparme a junar el cielazo tirado en el pasto.
-Ta bien. Entonces sigo un rato con Mozart.
-¿Sabés que si tuviera que elegir un poema de Jerónimo me quedaría con el haiku?
-Saber amar la luna / cuando ella / no se ama -casi melodizó el doctor. -Eso es lo más difícil de todo.
6
El cortinado del box-establo todavía brillaba. Pido permiso y el gordo se saca el walkman para ordenarse maquinalmente los rulos color riel.
-¿Todo bien? -clavo un Nevada en la velita.
-Castigándome con Bird. Hoy fue fatal. Después del Sanguijuela se filtró el Langa, un pope de la lingüística revolucionaria que una noche en un boliche me demostró que ni siquiera Cristo había existido. Era la onda soviética.
-Esa no la tenía.
-Claro. No había ni Dios ni Cristo. El Langa tomaba sol desde setiembre hasta abril y se floreaba destruyendo al neorrealismo bolche-cuadrado y al formalismo con unos ensayos de Bajtin recién traídos de Cuba. Terminó dando clases con pañales arriba de los calzoncillos.
Eso divirtió al muchacho.
-Tal cual, Di Caprio. Me lo contó un amigo que lo tiene en Humanidades. Zafó de un cáncer y sigue quemadito y enloqueciendo guachas. Pero de pañales. Estaba ilusionadísimo con la perestroika y ahora cree en la utopía computarizada. ¿Qué pasó con tu madre?
El golpe me hace agachar.
-Se las tomó.
-El problema es que a tu madre se le siguen muriendo los muertos.
-Si lo sabré.
-¿Pero sabés que es imposible perdonar la injusticia hasta que no nos sostienen la calavera con amor?
-No entiendo.
-¿Te creés que la unión con Dios llega rezando en barra en un convento, guacho?
-Voy a comprar un Santa Teresa a la Texaco.
-Andá. Pero no vuelvas.
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