miércoles

PAREJA, INDIVIDUO Y PERSONA - Arnaldo Gomensoro / Elvira Lutz


PRIMERA ENTREGA

Empecemos por adelantar una afirmación cuyos fundamentos se irán desarrollando más adelante, en lo que sigue :

- las parejas “parejas”, armónicas, compatibles, se constituyen entre “personas”

- las parejas "desparejas", inarmónicas, incompatibles y conflictivas, se constituyen entre "individuos"

La caracterización más prolija de en qué consiste el ser individual y el ser personal de cada uno se nos irá haciendo claro a lo largo del desarrollo de este ensayo.

Para empezar, recordemos que Carl Rogers, el conocido psicoterapeuta americano, pudo escribir un libro que se tituló, justamente, "El proceso de convertirse en persona". Lo que evidenciaría que, según su tesis, no todos los individuos llegan, espontáneamente, a convertirse en personas.

Por su parte, Simone de Beauvoir iniciaba hace algunos años el auge de los planteos feministas afirmando que "la mujer no es, sino que se hace" (afirmación que es igualmente válida para los varones). Evidentemente, lo que quería decir era que la mujer (y el varón) sólo se vuelven "personas" cuando se "hacen" o se "forman" a sí mismas, superando su condición de meros individuos.

Pues bien: para irnos aproximando a una definición más precisa de lo que entendemos por "individuo" y por "persona", empecemos por caracterizar al individuo como caso particular de la especie "homo", determinado inicialmente por los factores genéticos (biológicos), a los que se irán agregando, con el tiempo, los condicionamientos psicológicos, sociales y culturales. Es decir, el hombre y la mujer, en cuanto individuos, no son más que casos particulares de una especie que se caracteriza por rasgos generales estandarizados.

En cuanto tales, su vida y su sobrevivencia están obligadas a buscar y encontrar satisfactores para sus necesidades elementales: comida, vestido, vivienda, recursos de ataque, defensa o huida en situaciones de riesgo, capacidad de reproducirse biológicamente.

Ahora bien: cuando en la constitución de una pareja prima la condición de "individuos" de cada uno de sus miembros, su asociación adquiere, siempre, explícita o implícitamente, el carácter de un contrato, de un consenso utilitario en que cada uno de los miembros de la pareja se dispone a funcionar como satisfactor de algunas de las necesidades del otro o de la otra. Evidentemente, un tal contrato está signado por el cálculo de provechos, ventajas o conveniencias que cada uno espera ver satisfechas por el otro o la otra. En ese sentido podemos decir que las expectativas en relación con el vínculo resultan básicamente egocéntricas y se mueven dentro del equilibrio inestable del "toma y daca".

Por el contrario, cuando en la constitución de una pareja prima la condición de "persona" de cada uno de sus miembros, su asociación adquiere el carácter de una comunión de aspiraciones, de valores, de fines, de objetivos y de metas. Una tal comunión es "nosística" (no egocéntrica) y se expresa muy elocuentemente en la cantidad de veces que diariamente sus miembros utilizan, para comunicarse, el "nosotros" y el "nuestro" en lugar del "yo" y el "mío".

Hay pensadores que han caracterizado esta diferencia en términos muy elocuentes. Por ejemplo, Emmanuel Mounier nos dice al respecto:

"El individualismo es un sistema de costumbres, de sentimientos, de ideas y de instituciones que organiza el individuo sobre sus actitudes de aislamiento y de defensa. (...) La persona sólo se desarrolla purificándose incesantemente del individuo que hay en ella. No lo logra a fuerza de volcar su atención sobre sí, sino, por el contrario, volviéndose disponible. Y, por ello, más transparente para sí misma y para los demás. Todo ocurre entonces como si, no estando ya "ocupada de sí misma", "plena de sí misma", se tornase, y solamente entonces, capaz de acoger al otro, como si entrase en gracia."

Pero evitemos confusiones: esta "purificación" de los rasgos de individuo que tiene, y que no puede dejar de tener, toda persona, no supone abandonar el mundo real para instalarse en un mundo de esencias ideales, sino conferirle a las necesidades elementales el lugar que les corresponde sin convertirlas en un desideratum existencial. No supone instalarse en un ascetismo desarraigado, sino en "darle a Dios lo que es de Dios y al Diablo lo que es del Diablo".

Es decir, nadie puede vivir sin satisfacer sus necesidades elementales, lo que no quiere decir que sólo viva para eso. Reconociendo pero superando el nivel de "comer para vivir y no vivir para comer", diríamos que no basta con "vivir para vivir", sino que deberíamos vivir para conferirle a nuestra vida el más alto de los sentidos posibles, poniendo la mera vitalidad al servicio de una vida significativa.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+